contrabando y drogas en iraq
[Edward Wong] Botes, vacas, deliciosos corderos: Iraq lucha contra el contrabando.
Zower Chum, frontera Irán-Iraq. Con un rifle Kalashnikov colgando de un hombro, Kadhum Mahmoud dio unos bruscos pasos en la tierra cubierta de hielo y cruzó de Iraq a Irán.
El sendero en la montaña serpenteaba a través de grupos de árboles de granada despojados de sus frutos y campos minados hacia un villorrio de casas de adobe aferradas a una ladera. Los guardias iraníes habían abandonado el miradero para almorzar. Fue cerca de este valle, dijo Mahmoud, un nervudo guardia fronterizo kurdo vestido con un uniforme de faena norteamericano, donde hace poco detuvo a un hombre que se dirigía a Irán con 60 piezas de antigüedades -máscaras, bandejas y bustos de piedra o de arcilla de mujeres, entre otras cosas.
"Todos los diarios locales escribieron sobre el asunto", dijo, con más que una pizca de orgullo.
Así es la vida en estos días a lo largo de la frontera de 3.649 kilómetros que separa a Iraq de sus seis vecinos. Guardias recién acuñados están deteniendo a contrabandistas de camellos, vacas, coches, ordenadores, cartones de cigarrillos, e incluso botes a lo largo de las vías fluviales del sur. En 2004, la policía de fronteras requisó 13.039 ovejas, la mayoría de ellas llevadas ilegalmente a través del desierto occidental hacia Siria, donde las ovejas iraquíes tienen la reputación de ser "las más sabrosas de la región", dijo el general de división Hussein Mustafa Abdul-Kareem, jefe de la policía fronteriza de Iraq.
El gobierno interino iraquí está luchando para frenar el acentuado aumento del contrabando dos años después de que la invasión norteamericana dejara abiertas las fronteras, incluso cuando se enfrenta al problema más conocido de la frontera: el movimiento de dinero y combatientes que contribuye a sostener la guerra de guerrillas. La lista de artículos requisados por la policía de fronteras parece un catálogo de las riquezas de la región: 3.350 piezas de antigüedades, 2.200 toneladas de petróleo y combustibles y 23 toneladas de minerales, para no mencionar 112 vacas y búfalos.
Pero el flujo de entrada y salida a lo largo de los olvidados márgenes de Iraq también refleja una sensación de vida renovada en la era post-Saddam. Ha habido días, por ejemplo, en que miles de peregrinos chiíes -algunos de tan lejos como las áridas tierras altas de Afganistán- han pasado desde Irán para rezar en los santuarios sagrados del sur, algo prohibido bajo en antiguo gobierno.
"Algunos vienen con sus hijos, con sus familias", dijo el general Abdul-Kareem. "Algunos vienen incluso a buscar trabajo".
Aquí en las dentadas montañas Suren al norte, milicianos como Mahmoud, que peleó durante 15 años contra las fuerzas de Hussein, están siendo empleados para dar caza a contrabandistas y agentes. Mahmoud tiene a 34 hombres bajo su mando en la aldea de Tuwella. Trabajan en dos turnos de cinco días cada uno, duermen en literas en un apretado cuarto con un aparato de televisión.
"Los kurdos en estas aldeas van y vuelvan de la frontera todo el tiempo para hacer negocios", dijo Mahmoud, 33. "Buscamos a gente que contrabandea armas o hachís. Tres veces hemos detenido gente con antigüedades". Hacia el oeste, a lo largo de la yerma y plana expansión de la frontera siria de 595 kilómetros, el ministerio del Interior ha desplegado un batallón iraquí llamado los Lobos del Desierto para ayudar a mantener la guardia. La situación de seguridad "con los países vecinos y en las fronteras está ahora más o menos paralizada, y tenemos que repararlo rápidamente", dijo en una entrevista Ibrahim al-Jaafari, el candidato chií a la posición de primer ministro.
La fuerza policial de fronteras ha crecido a 22.000 miembros desde la invasión, pero la cifra es todavía insuficiente para que puedan proporcionar seguridad, dijo el general Abdul-Kareem. Hay abiertos nueve puestos policiales fronterizos, y hay otros 59 en construcción. Idealmente, el país debería tener muchos más, y al menos 180 solamente a lo largo de la frontera iraní de 1.456 kilómetros, de lejos la más larga del país, dijo.
Para descubrir a los agentes y contrabandistas, cada puesto necesita ser equipado de vehículos, aparatos de comunicación y equipos de visión nocturna, agregó el general.
Funcionarios kurdos y estadounidenses están especialmente cautelosos de los yihadistas que cruzan desde Irán hacia este verde valle, porque este área fue una vez la base de Ansar al-Islam, un grupo militante de guerrilleros kurdos en su mayor parte, que fue desbandada durante la invasión. Las células de Ansar han buscado refugio en ciudades iraníes justo al otro lado de la frontera, y soldados kurdos detuvieron a un combatiente de Ansar apenas hace unos meses en la ruta hacia la capital provincial de Sulaimaniya, dijo Anwar Hajji Osman, el director regional de seguridad.
"La verdad es que son muy peligrosos", dijo, "pero nosotros tenemos gente buena, tenemos gente inteligente y tomamos nuestro trabajo en la frontera muy seriamente".
Mahmoud dijo que él y sus guardias kurdos capturaron recientemente a un barbudo paquistaní tratando de entrar a Iraq con nada más que un Corán y un sudario blanco.
"Eso demostraba que estaba dispuesto a morir", dijo Mahmoud. "Lo enviamos a nuestra oficina de seguridad, y ellos lo trajeron de vuelta y lo enviamos de vuelta a Irán".
Los tres principales centros de detención norteamericanos en Iraq retienen a un total de 325 prisioneros, dijo el teniente coronel Barry Johnson, portavoz del sistema penitenciario. La cifra ha subido fuertemente desde septiembre, cuando el sistema tenía 133. El coronel Johson dijo que los prisioneros provenían de 16 países, pero se negó a especificar cuáles.
El flujo de peregrinos chiíes en Iraq ha hecho más difícil determinar quién entra al país, dijo el general Abdul-Kareem. En febrero, para la época del festival sagrado chií de Ashura, las fuerzas fronterizas iraquíes capturaron a 1.541 personas que entraban al país ilegalmente, la mayor parte a través de la frontera iraní. Fue la cifra más alta desde la invasión, dijo el general.
Aparte de los combatientes extranjeros, lo que más preocupa a los funcionarios iraquíes es el tráfico de drogas. El año pasado, según muestran estadísticas del gobierno, la policía de fronteras requisó 146 kilos de drogas, la mayor parte hachís y opio desde Irán. El tráfico de drogas fue rara vez un problema durante el régimen de Hussein, porque el gobierno ejecutaba a los traficantes.
Las drogas son transportadas generalmente por traficantes desde Irán hacia otros países árabes, dijo el general Abdul-Kareem. Pero como cualquier país que sirve de corredor de drogas, dijo, existe una creciente preocupación de que la adicción eche raíces en Iraq.
Desde el puesto fronterizo de Tuwella, Mahmoud puede observar todos los vehículos que pasan por un viejo y serpenteante camino de tierra que lleva hasta el cruce oficial hacia Irán. Allá, soldados iraníes en uniformes verdes hacen guardia junto a un amplio portal rodeado de alambres de púas. Mahmoud dijo que él y sus hombres revisaban minuciosamente todos los camiones que entraban y salían y apuntaban datos sobre todos los que cruzaban la frontera. Soldados estadounidenses paran ocasionalmente en el puesto de Tuwella, y se quedan varios días de una vez.
Mahmoud invitó al reportero y a un fotógrafo a una patrulla. Una media docena de guardias fronterizos kurdos en una furgoneta roja y un vehículo deportivo se puso en marcha por un estrecho y fangoso sendero sobre Tuwella, luego se arrastró durante 20 minutos hacia la frontera invisible de Irán en Zower. Nieve fresca y un profundo silencio envolvía al valle y los picos circundantes; un hombre talaba un árbol para hacer leña junto a un arroyo.
"Los kurdos iraníes vienen a veces buscando trabajo", dijo Mahmoud. "Sus pueblos son como parientes de Tuwella".
La escena es muy diferente en los páramos del occidente de Iraq, donde los marines estadounidenses patrullan regularmente la frontera con Siria. El teniente general John F. Sattler, el jefe militar de los marines en Iraq, dijo que en las últimas semanas el ministerio del Interior había asignado 450 soldados iraquíes de los Lobos del Desierto, una unidad adiestrada en Jordania, para ayudar con las patrullas. Fuerzas estadounidenses e iraquíes han agudizado la vigilancia de la frontera, dijo, pero algunas armas y combatientes extranjeros están todavía llegando desde Siria, y continúan las actividades de contrabando a lo largo de las viejas rutas comerciales.
"Tendría que ser ingenuo para decir que ha cesado completamente, pero se lo hemos hecho bastante difícil y arriesgado para ellos", dijo el general Sattler.
El general Abdul-Kareem, el jefe de la seguridad de fronteras, dijo que en febrero sus tropas detuvieron cinco coches llenos de rebeldes que habían asediado durante una hora una comisaría de policía en el occidente. El líder del grupo, un sirio, fue matado en el combate. Había varios saudíes entre los atacantes, dijo el general.
"Durante la época de Saddam, las fronteras eran controladas estrechamente", dijo. "Pero tenemos una historia de miles de años de ley, que se remontan al Código de Hammurabi, y vamos a restablecer nuevamente el orden".
Eric Schmitt contribuyó a este reportaje desde Washington.
1 de abril de 2005
©new york times
©traducción mQh
El sendero en la montaña serpenteaba a través de grupos de árboles de granada despojados de sus frutos y campos minados hacia un villorrio de casas de adobe aferradas a una ladera. Los guardias iraníes habían abandonado el miradero para almorzar. Fue cerca de este valle, dijo Mahmoud, un nervudo guardia fronterizo kurdo vestido con un uniforme de faena norteamericano, donde hace poco detuvo a un hombre que se dirigía a Irán con 60 piezas de antigüedades -máscaras, bandejas y bustos de piedra o de arcilla de mujeres, entre otras cosas.
"Todos los diarios locales escribieron sobre el asunto", dijo, con más que una pizca de orgullo.
Así es la vida en estos días a lo largo de la frontera de 3.649 kilómetros que separa a Iraq de sus seis vecinos. Guardias recién acuñados están deteniendo a contrabandistas de camellos, vacas, coches, ordenadores, cartones de cigarrillos, e incluso botes a lo largo de las vías fluviales del sur. En 2004, la policía de fronteras requisó 13.039 ovejas, la mayoría de ellas llevadas ilegalmente a través del desierto occidental hacia Siria, donde las ovejas iraquíes tienen la reputación de ser "las más sabrosas de la región", dijo el general de división Hussein Mustafa Abdul-Kareem, jefe de la policía fronteriza de Iraq.
El gobierno interino iraquí está luchando para frenar el acentuado aumento del contrabando dos años después de que la invasión norteamericana dejara abiertas las fronteras, incluso cuando se enfrenta al problema más conocido de la frontera: el movimiento de dinero y combatientes que contribuye a sostener la guerra de guerrillas. La lista de artículos requisados por la policía de fronteras parece un catálogo de las riquezas de la región: 3.350 piezas de antigüedades, 2.200 toneladas de petróleo y combustibles y 23 toneladas de minerales, para no mencionar 112 vacas y búfalos.
Pero el flujo de entrada y salida a lo largo de los olvidados márgenes de Iraq también refleja una sensación de vida renovada en la era post-Saddam. Ha habido días, por ejemplo, en que miles de peregrinos chiíes -algunos de tan lejos como las áridas tierras altas de Afganistán- han pasado desde Irán para rezar en los santuarios sagrados del sur, algo prohibido bajo en antiguo gobierno.
"Algunos vienen con sus hijos, con sus familias", dijo el general Abdul-Kareem. "Algunos vienen incluso a buscar trabajo".
Aquí en las dentadas montañas Suren al norte, milicianos como Mahmoud, que peleó durante 15 años contra las fuerzas de Hussein, están siendo empleados para dar caza a contrabandistas y agentes. Mahmoud tiene a 34 hombres bajo su mando en la aldea de Tuwella. Trabajan en dos turnos de cinco días cada uno, duermen en literas en un apretado cuarto con un aparato de televisión.
"Los kurdos en estas aldeas van y vuelvan de la frontera todo el tiempo para hacer negocios", dijo Mahmoud, 33. "Buscamos a gente que contrabandea armas o hachís. Tres veces hemos detenido gente con antigüedades". Hacia el oeste, a lo largo de la yerma y plana expansión de la frontera siria de 595 kilómetros, el ministerio del Interior ha desplegado un batallón iraquí llamado los Lobos del Desierto para ayudar a mantener la guardia. La situación de seguridad "con los países vecinos y en las fronteras está ahora más o menos paralizada, y tenemos que repararlo rápidamente", dijo en una entrevista Ibrahim al-Jaafari, el candidato chií a la posición de primer ministro.
La fuerza policial de fronteras ha crecido a 22.000 miembros desde la invasión, pero la cifra es todavía insuficiente para que puedan proporcionar seguridad, dijo el general Abdul-Kareem. Hay abiertos nueve puestos policiales fronterizos, y hay otros 59 en construcción. Idealmente, el país debería tener muchos más, y al menos 180 solamente a lo largo de la frontera iraní de 1.456 kilómetros, de lejos la más larga del país, dijo.
Para descubrir a los agentes y contrabandistas, cada puesto necesita ser equipado de vehículos, aparatos de comunicación y equipos de visión nocturna, agregó el general.
Funcionarios kurdos y estadounidenses están especialmente cautelosos de los yihadistas que cruzan desde Irán hacia este verde valle, porque este área fue una vez la base de Ansar al-Islam, un grupo militante de guerrilleros kurdos en su mayor parte, que fue desbandada durante la invasión. Las células de Ansar han buscado refugio en ciudades iraníes justo al otro lado de la frontera, y soldados kurdos detuvieron a un combatiente de Ansar apenas hace unos meses en la ruta hacia la capital provincial de Sulaimaniya, dijo Anwar Hajji Osman, el director regional de seguridad.
"La verdad es que son muy peligrosos", dijo, "pero nosotros tenemos gente buena, tenemos gente inteligente y tomamos nuestro trabajo en la frontera muy seriamente".
Mahmoud dijo que él y sus guardias kurdos capturaron recientemente a un barbudo paquistaní tratando de entrar a Iraq con nada más que un Corán y un sudario blanco.
"Eso demostraba que estaba dispuesto a morir", dijo Mahmoud. "Lo enviamos a nuestra oficina de seguridad, y ellos lo trajeron de vuelta y lo enviamos de vuelta a Irán".
Los tres principales centros de detención norteamericanos en Iraq retienen a un total de 325 prisioneros, dijo el teniente coronel Barry Johnson, portavoz del sistema penitenciario. La cifra ha subido fuertemente desde septiembre, cuando el sistema tenía 133. El coronel Johson dijo que los prisioneros provenían de 16 países, pero se negó a especificar cuáles.
El flujo de peregrinos chiíes en Iraq ha hecho más difícil determinar quién entra al país, dijo el general Abdul-Kareem. En febrero, para la época del festival sagrado chií de Ashura, las fuerzas fronterizas iraquíes capturaron a 1.541 personas que entraban al país ilegalmente, la mayor parte a través de la frontera iraní. Fue la cifra más alta desde la invasión, dijo el general.
Aparte de los combatientes extranjeros, lo que más preocupa a los funcionarios iraquíes es el tráfico de drogas. El año pasado, según muestran estadísticas del gobierno, la policía de fronteras requisó 146 kilos de drogas, la mayor parte hachís y opio desde Irán. El tráfico de drogas fue rara vez un problema durante el régimen de Hussein, porque el gobierno ejecutaba a los traficantes.
Las drogas son transportadas generalmente por traficantes desde Irán hacia otros países árabes, dijo el general Abdul-Kareem. Pero como cualquier país que sirve de corredor de drogas, dijo, existe una creciente preocupación de que la adicción eche raíces en Iraq.
Desde el puesto fronterizo de Tuwella, Mahmoud puede observar todos los vehículos que pasan por un viejo y serpenteante camino de tierra que lleva hasta el cruce oficial hacia Irán. Allá, soldados iraníes en uniformes verdes hacen guardia junto a un amplio portal rodeado de alambres de púas. Mahmoud dijo que él y sus hombres revisaban minuciosamente todos los camiones que entraban y salían y apuntaban datos sobre todos los que cruzaban la frontera. Soldados estadounidenses paran ocasionalmente en el puesto de Tuwella, y se quedan varios días de una vez.
Mahmoud invitó al reportero y a un fotógrafo a una patrulla. Una media docena de guardias fronterizos kurdos en una furgoneta roja y un vehículo deportivo se puso en marcha por un estrecho y fangoso sendero sobre Tuwella, luego se arrastró durante 20 minutos hacia la frontera invisible de Irán en Zower. Nieve fresca y un profundo silencio envolvía al valle y los picos circundantes; un hombre talaba un árbol para hacer leña junto a un arroyo.
"Los kurdos iraníes vienen a veces buscando trabajo", dijo Mahmoud. "Sus pueblos son como parientes de Tuwella".
La escena es muy diferente en los páramos del occidente de Iraq, donde los marines estadounidenses patrullan regularmente la frontera con Siria. El teniente general John F. Sattler, el jefe militar de los marines en Iraq, dijo que en las últimas semanas el ministerio del Interior había asignado 450 soldados iraquíes de los Lobos del Desierto, una unidad adiestrada en Jordania, para ayudar con las patrullas. Fuerzas estadounidenses e iraquíes han agudizado la vigilancia de la frontera, dijo, pero algunas armas y combatientes extranjeros están todavía llegando desde Siria, y continúan las actividades de contrabando a lo largo de las viejas rutas comerciales.
"Tendría que ser ingenuo para decir que ha cesado completamente, pero se lo hemos hecho bastante difícil y arriesgado para ellos", dijo el general Sattler.
El general Abdul-Kareem, el jefe de la seguridad de fronteras, dijo que en febrero sus tropas detuvieron cinco coches llenos de rebeldes que habían asediado durante una hora una comisaría de policía en el occidente. El líder del grupo, un sirio, fue matado en el combate. Había varios saudíes entre los atacantes, dijo el general.
"Durante la época de Saddam, las fronteras eran controladas estrechamente", dijo. "Pero tenemos una historia de miles de años de ley, que se remontan al Código de Hammurabi, y vamos a restablecer nuevamente el orden".
Eric Schmitt contribuyó a este reportaje desde Washington.
1 de abril de 2005
©new york times
©traducción mQh
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