cómo cayó rudolph
[Ellen Barry y Jenny Jarvie] Las acciones de dos testigos obligaron al terrorista a ocultarse y terminar su campaña de asesinatos.
Opelika, Alabama, Estados Unidos. Jeffrey Tickal estaba bebiendo café en un McDonald's cuando vio pasar dando grandes pasos al terrorista, así que fue en el vaso de café de McDonald's que apuntó la matrícula del coche del hombre: KND1117.
Tickal no había hecho nunca nada parecido, y no lo ha vuelto a hacer. Salir del McDonald's y seguir al hombre esa mañana fue una reacción instintiva, dijo -"lo que haría cualquiera".
A pesar del extraordinario despliegue policial en la investigación de los mortíferos atentados con bomba en 1996, 1997 y 1998, fueron dos transeúntes -Tickal y su colega estudiante, Jermaine Hughes- los que proporcionaron la única pista de información que condujo a la detención de Eric Rudolph.
El miércoles, momentos después de que Rudolph se declarara culpable de los atentados, la fiscal Alice Martin finalmente reveló los nombres de los hombres que eran conocidos como WN-1 y WN-2. Se habían visto, pero nunca conocido. Tickal, 41, es ahora un abogado de Opelika, y Hughes, 29, dejó el sur para estudiar derecho en Harvard.
El jueves Martin dijo que le gustaría que los dos hombres recibieran la recompensa de 1 millón de dólares que se ofreció por identificar al terrorista.
"Estos atentados no se habrían resuelto sin estos testigos", dijo el teniente de policía Donald Toole, que la mañana del atentado era comandante de la sección de radio de la policía. "Fueron muy importantes. Sin estos testigos, Rudolph no se habría ocultado nunca. Sabía que había sido visto".
El jueves, en la elegante casa con columnas que aloja su despacho de abogado, Tickal estaba pensando qué hacer con el constante ring del teléfono. Se quejó de no poder terminar trabajos, se negó a ser fotografiado y pidió cortésmente a un periodista de televisión que no se fuera a vivir junto a su ventana. Interrogado sobre la recompensa, Tickal se encogió de hombros. "¿Héroe?", dijo Tickal. "Yo seguí al tipo. No sé cómo llamar esto".
Tickal mostró una absoluta falta de interés.
A través de su abogado, Hughes se negó a hacer comentarios para este reportaje, diciendo que la publicidad lo ponía en peligro.
En la rueda de prensa del miércoles, los fiscales hicieron un dramático relato de lo que pasó la mañana del 28 de enero de 1998, cuando Tickal y Hughes siguieron a Rudolph desde el lugar de su cuarto atentado.
Este golpe ocurrió en Birmingham, Alabama, frente a la clínica New Woman All Women.
Después de tres atentados altamente publicitados -contra las Olimpiadas, en otra clínica de mujeres y en un club nocturno-, la policía todavía no tenía ni la mínima idea de quién podía ser el autor.
Las crípticas cartas en las que el escritor se responsabiliza de los atentados habían sido estudiadas por un psicólogo. Una borrosa fotografía de un hombre sentado en un banco en el Centennial Olympic Park había sido ampliada tantas veces que los detectives lo llamaban "el Hombre-Mancha", escribe el investigador Charles Stone en su libro Hunting Eric Rudolph'.
Cuando estalló la bomba en Birmingham a las 7:33 de la mañana, Hughes estaba en la lavandería de un dormitorio en el campus de la Universidad de Alabama, a una cuadra de la clínica, dijeron los fiscales. Miró por la ventana y vio a un montón de gente corriendo hacia el lugar. Entonces vio a un hombre solo alejándose tranquilamente.
Hughes salió y se subió a su coche, pasando a Rudolph, que iba a pie, y acercándose para mirar bien la cara del hombre. Luego se metió a un McDonald's para llamar al 911.
Tickal estaba en el restaurante tomando desayuno, a punto de salir hacia su trabajo. Oyó a Hughes hablar por teléfono con la policía, gritando: "¡Es él!" -y se dio cuenta de que Hughes había visto pasar a un hombre a unos 40 o 50 metros de distancia. Tickal salió del restaurante y empezó a seguir a Rudolph, que se salió de la acera y desapareció en el bosque por un sendero.
Tickal dijo que se subió a su coche y condujo en esa dirección durante unos 700 metros, luego dobló por una calle secundaria que terminaba en un estacionamiento. Por suerte o estrategia -él todavía no lo sabe-, Tickal llegó al camino donde Rudolph había escondido su caminó. Desde su coche, Tickal vio a Rudolph emerger del bosque y colocar unas cosas en la parte de atrás del camión.
Cuando Rudolph salió a la Valley Avenue, Tickal dio una vuelta en U y lo siguió. El Nissan de Rudolph paró en un semáforo y Tickal paró detrás de él, garrapateando el número de la matrícula en su vaso de café. En el semáforo siguiente, Tickal se acercó al camión de Rudolph para verle la cara.
"Vio que yo lo estaba mirando", dijo Tickal.
Ese fue el breve lapso de tiempo en que Tickal vio a Eric Rudolph. Tickal dobló en el semáforo -para dirigirse a una comisaría de policía cercana- y Rudolph se escurrió. Para entonces, Hughes también había localizado al camión, y llamó a la policía para dar el número de su matrícula.
"Lo que hizo el otro testigo fue fantástico", dijo Tickal. De sí mismo, dijo: "Estoy feliz de haber estado ahí".
Con esas llamadas telefónicas, Eric Rudolph se transformó en un sospechoso y entró en la clandestinidad durante cinco años. Rudolph, en una declaración de 11 páginas proporcionada el miércoles, menciona varios veces a los testigos.
"Washington tuvo suerte ese día en Birmingham, tuvieron un testigo que estaba en una situación fortuita, e identificó mi camión", dijo. "Yo sabía que algo marchaba mal por los primeros informes de Birmingham, de modo que me preparé para actuar mientras me debatía entre huir o no o enfrentarme a ellos en los tribunales. Escogí el bosque".
Después de eso no hubo más atentados, aunque Rudolph había almacenado 113 kilos de dinamita.
Jeff Lyons ha pasado los últimos siete años ayudando a su esposa, Emily, a recuperarse de las lesiones que sufrió con la explosión en Birmingham. Lyons dijo que ansiaba reunirse algún día con los dos testigos para agradecerles.
"Si quieres tener héroes en este caso, son ellos. La policía y el FBI y los demás agentes, son héroes pagados. Estos tíos lo hicieron porque era lo que había hacer", dijo Lyons. "Eso es raro en este mundo".
16 de abril de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
Tickal no había hecho nunca nada parecido, y no lo ha vuelto a hacer. Salir del McDonald's y seguir al hombre esa mañana fue una reacción instintiva, dijo -"lo que haría cualquiera".
A pesar del extraordinario despliegue policial en la investigación de los mortíferos atentados con bomba en 1996, 1997 y 1998, fueron dos transeúntes -Tickal y su colega estudiante, Jermaine Hughes- los que proporcionaron la única pista de información que condujo a la detención de Eric Rudolph.
El miércoles, momentos después de que Rudolph se declarara culpable de los atentados, la fiscal Alice Martin finalmente reveló los nombres de los hombres que eran conocidos como WN-1 y WN-2. Se habían visto, pero nunca conocido. Tickal, 41, es ahora un abogado de Opelika, y Hughes, 29, dejó el sur para estudiar derecho en Harvard.
El jueves Martin dijo que le gustaría que los dos hombres recibieran la recompensa de 1 millón de dólares que se ofreció por identificar al terrorista.
"Estos atentados no se habrían resuelto sin estos testigos", dijo el teniente de policía Donald Toole, que la mañana del atentado era comandante de la sección de radio de la policía. "Fueron muy importantes. Sin estos testigos, Rudolph no se habría ocultado nunca. Sabía que había sido visto".
El jueves, en la elegante casa con columnas que aloja su despacho de abogado, Tickal estaba pensando qué hacer con el constante ring del teléfono. Se quejó de no poder terminar trabajos, se negó a ser fotografiado y pidió cortésmente a un periodista de televisión que no se fuera a vivir junto a su ventana. Interrogado sobre la recompensa, Tickal se encogió de hombros. "¿Héroe?", dijo Tickal. "Yo seguí al tipo. No sé cómo llamar esto".
Tickal mostró una absoluta falta de interés.
A través de su abogado, Hughes se negó a hacer comentarios para este reportaje, diciendo que la publicidad lo ponía en peligro.
En la rueda de prensa del miércoles, los fiscales hicieron un dramático relato de lo que pasó la mañana del 28 de enero de 1998, cuando Tickal y Hughes siguieron a Rudolph desde el lugar de su cuarto atentado.
Este golpe ocurrió en Birmingham, Alabama, frente a la clínica New Woman All Women.
Después de tres atentados altamente publicitados -contra las Olimpiadas, en otra clínica de mujeres y en un club nocturno-, la policía todavía no tenía ni la mínima idea de quién podía ser el autor.
Las crípticas cartas en las que el escritor se responsabiliza de los atentados habían sido estudiadas por un psicólogo. Una borrosa fotografía de un hombre sentado en un banco en el Centennial Olympic Park había sido ampliada tantas veces que los detectives lo llamaban "el Hombre-Mancha", escribe el investigador Charles Stone en su libro Hunting Eric Rudolph'.
Cuando estalló la bomba en Birmingham a las 7:33 de la mañana, Hughes estaba en la lavandería de un dormitorio en el campus de la Universidad de Alabama, a una cuadra de la clínica, dijeron los fiscales. Miró por la ventana y vio a un montón de gente corriendo hacia el lugar. Entonces vio a un hombre solo alejándose tranquilamente.
Hughes salió y se subió a su coche, pasando a Rudolph, que iba a pie, y acercándose para mirar bien la cara del hombre. Luego se metió a un McDonald's para llamar al 911.
Tickal estaba en el restaurante tomando desayuno, a punto de salir hacia su trabajo. Oyó a Hughes hablar por teléfono con la policía, gritando: "¡Es él!" -y se dio cuenta de que Hughes había visto pasar a un hombre a unos 40 o 50 metros de distancia. Tickal salió del restaurante y empezó a seguir a Rudolph, que se salió de la acera y desapareció en el bosque por un sendero.
Tickal dijo que se subió a su coche y condujo en esa dirección durante unos 700 metros, luego dobló por una calle secundaria que terminaba en un estacionamiento. Por suerte o estrategia -él todavía no lo sabe-, Tickal llegó al camino donde Rudolph había escondido su caminó. Desde su coche, Tickal vio a Rudolph emerger del bosque y colocar unas cosas en la parte de atrás del camión.
Cuando Rudolph salió a la Valley Avenue, Tickal dio una vuelta en U y lo siguió. El Nissan de Rudolph paró en un semáforo y Tickal paró detrás de él, garrapateando el número de la matrícula en su vaso de café. En el semáforo siguiente, Tickal se acercó al camión de Rudolph para verle la cara.
"Vio que yo lo estaba mirando", dijo Tickal.
Ese fue el breve lapso de tiempo en que Tickal vio a Eric Rudolph. Tickal dobló en el semáforo -para dirigirse a una comisaría de policía cercana- y Rudolph se escurrió. Para entonces, Hughes también había localizado al camión, y llamó a la policía para dar el número de su matrícula.
"Lo que hizo el otro testigo fue fantástico", dijo Tickal. De sí mismo, dijo: "Estoy feliz de haber estado ahí".
Con esas llamadas telefónicas, Eric Rudolph se transformó en un sospechoso y entró en la clandestinidad durante cinco años. Rudolph, en una declaración de 11 páginas proporcionada el miércoles, menciona varios veces a los testigos.
"Washington tuvo suerte ese día en Birmingham, tuvieron un testigo que estaba en una situación fortuita, e identificó mi camión", dijo. "Yo sabía que algo marchaba mal por los primeros informes de Birmingham, de modo que me preparé para actuar mientras me debatía entre huir o no o enfrentarme a ellos en los tribunales. Escogí el bosque".
Después de eso no hubo más atentados, aunque Rudolph había almacenado 113 kilos de dinamita.
Jeff Lyons ha pasado los últimos siete años ayudando a su esposa, Emily, a recuperarse de las lesiones que sufrió con la explosión en Birmingham. Lyons dijo que ansiaba reunirse algún día con los dos testigos para agradecerles.
"Si quieres tener héroes en este caso, son ellos. La policía y el FBI y los demás agentes, son héroes pagados. Estos tíos lo hicieron porque era lo que había hacer", dijo Lyons. "Eso es raro en este mundo".
16 de abril de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
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