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tras los pasos de sam spade


[Scott Martelle] En las calles de San Francisco, un padre y un hijo entran en el mundo del detective del ‘Halcón maltés'.
Afuera hacía frío. La lluvia había parado, pero la humedad se filtraba en nuestros huesos con el frío de la muerte. Caminamos desde nuestro hotel, pasando por Tenderloin, una tierra de nadie de mendigos desesperados, hasta el John's Grill, donde ocupamos una mesa junto a la ventana en el segundo piso y pedimos chuletas, patatas fritas y rodajas de tomate.
Esta fue la cena que pidió Sam Spade en el duro clásico ‘El halcón maltés'. No tuvimos que pedirle al camarero que se apresurara, como hizo Spade. No teníamos otro lugar donde ir. Comimos, nos reclinamos y esperamos a ver si un "hombre todavía joven con una gorra a cuadros ladeada sobre unos ojos pálidos" se acercaba a decirnos que el coche estaba listo para salir hacia Burlingame para rescatar a Brigid O'Shaughnessy.
No apareció ningún hombre con gorra. Sin embargo, el momento fue divertido.
En los 75 años que han pasado desde que Dashiell Hammett hiciera recorrer a su detective privado Sam Spade las calles de San Francisco, esta ciudad ha cambiado. Pero no tanto como para que los fans del ‘Halcón' no puedan encontrar al fantasma del socio de Spade, Miles Archer, sobrevolando "donde la calle Bush tocaba Stockton antes de deslizarse hacia abajo hacia Chinatown" -el callejón donde O'Shaughnessy le pegó un tiro.
Parte de la diversión con ‘El halcón maltés' es el énfasis de Hammett en los lugares tanto como en el personaje, haciendo trasladarse a Spade por hoteles, restaurantes y edificios de apartamentos observados en las rondas del escritor en los años veinte.
Don Herron, taxista, escritor ocasional y fanático de Hammett, ha estado organizando giras por el corazón de San Francisco desde los años setenta, mostrando el pasado, tanto real como ficticio. Un viernes en la tarde a mediados de marzo, mi hijo de 14, Michael, y yo, reservamos un breve paseo. (La versión larga cubre 5 kilómetros en cuatro horas). La neblina habría aumentado la diversión -Spade despertó una noche con el solitario eco de la sirena de niebla de Alcatraz-, pero nos tocó lluvia.
Empezamos en el Flood Building, donde Hammett trabajó intermitentemente desde 1915 a 1921 como detective de la Agencia Pinkerton. Herron nos hizo pasar por una pequeña exposición en el vestíbulo y salimos por la calle Ellis hacia el John's Grill, marcado por una placa y la silueta de un halcón en su toldo. Es el único restaurante donde comió Spade que todavía existe.

Qué Es un Nombre
‘El halcón maltés' empieza cuando O'Shaughnessy -utilizando un nombre falso- contrata a Spade y Archer para encontrar a su hermana localizando a Floyd Thursby, del que ella había dicho que estaba ayudando a la niña. Es una trampa; O'Shaughnessy, Thursby y tres otros quieren el halcón maltés, un estatua invalorable cuya superficie incrustada de piedras preciosas la oculta una capa de esmalte negro. Thursby y Archer son asesinados, y la persecución de Spade de los asesinos -y el halcón- sostiene la trama.
Mientras caminábamos, Herron nos señalaba sitios claves y detalles nuevos para nosotros. Por razones que siguen siendo poco claras, Hammett utilizó restaurantes reales en sus libros, pero puso seudónimos a los hoteles. En una misteriosa argucia, identificó el Hotel Palace, porque Spade comía ahí, aunque ningún personaje durmió en él.
O'Shaughnessy alojó primero en el hotel St. Mark, que los lectores atentos de la novela creen que es Westin St. Francis, que da a la Plaza de la Unión, y luego se mudo al apartamento 1001 de Coronet esquina de calle California. Herron indicó lo que algunos fans del ‘Halcón maltés' creen que es su ejemplo, los Apartamentos Catedral, un edificio de 19 pisos de color de arenisca que se eleva sobre la esquina de las calles Jones y California. Debido a que el edificio fue inaugurado después de la publicación del libro, y Hammet describió una ruta que sugiere que el verdadero Coronet estaba más al oeste, lo que no nos convence.
El personaje de los bajos fondos, Kasper Gutman, y su pistolero, Wilmer Cook, alojaron en el Alexandria, cuyo modelo sigue siendo oscuro, pero la mejor suposición es que fue el Sir Francis Drake, donde los bedeles de uniforme todavía forcejean con los maleteros y llaman taxis. El desconfiado conspirador Joel Cairo alojó en el Belvedere, que se cree es el Bellevue (ahora el Mónaco); está justo algo más arriba que el Teatro Geary, en cuya acera Spade se reunió con Cairo observado por los vigilantes ojos de Cook.
Después del Geary, nuestra empapada excursión continuó hacia el oeste, pasando por la esquina de Leavenworth (donde mataron a Thursby) antes de llegar al número 891 de la calle Post, donde Hammett vivió de 1926 a 1929 y escribió ‘El halcón maltés' y otras dos novelas, ‘Cosecha roja' y ‘La maldición de los Dain'.
Herron y otros aficionados creen que Hammett vivió en un apartamento de esquina en el cuarto piso, aunque algunos dicen que fue el tercero. El sábado que estuvimos ahí, se agregó una placa a la fachada del edificio, marcándolo como un monumento literario. Un amigo de Herron ha alquilado el estudio del cuarto piso, de modo que es a menudo incluido en la caminata, como hoy. Casi en sus treinta, Hammett era casado y tenía dos hijos, pero había contraído tuberculosis. Alquiló este pequeño apartamento con una cama oculta para evitar contagiar a su familia. Los fans creen que también era el apartamento de Spade.
Es aquí donde Spade tuvo sus peleas con la policía, su encuentro romántico con O'Shaughnessy y su enfrentamiento con Gutman, Cook y Cairo. Y es donde, colocando la justicia por encima de los sentimientos, entregó a O'Shaughnessey a los polis.

Por Cuenta Propia
Empapados, nos descolgamos de la excursión de Herron y nos subimos a un taxi para llegar al hotel, el Holiday Inn Golden Gateway, al final de los funiculares.
Cerramos nuestros bolsos y subimos al funicular, nos bajamos en Stockton para llegar a la clave del escenario del ‘Halcón maltés': la calle Burritt, en realidad un callejón sin salida donde mataron a Archer, su cuerpo desplomándose colina abajo por el túnel de Stockton. Una placa conmemora el lugar, pero la cuesta donde murió Archer ha sido cubierta por otras construcciones. Ahora hay un salón de masajes.
Pero se puso a llover a cántaros y no teníamos paraguas. Un desvio hacia Chinatown resolvió el problema -dos por cinco dólares- y nos dirigimos al Pied Piper Bar en el Hotel Palace, el único otro edificio que aún existe donde comía Spade. Eran pasadas las 5 de la tarde y nos reuniríamos a cenar con unos parientes más tarde, así que pedí un par de cervezas y Michael pidió un chocolate caliente mientras nos secábamos y entrábamos en calor.
Las paredes son de madera oscura, y el alto techo contribuía a imbuir al vestíbulo de un aspecto de discreta opulencia. Todo lo que necesitaba para volver a los años 20 era agregar algunas cigarros y eliminar las televisiones. Casi podías ver a Spade, cuya cara en forma de V lo hacía parecer "más bien agradablemente, un demonio rubio", almorzando solo antes de reunirse con su abogado.
El sábado, después de hacer cosas turísticas más tradicionales -Chinatown y el Muelle del Pescador-, volvimos al corazón del San Francisco de Hammett, al John's Grill, para nuestra reserva de las 6:30 de la tarde.
Nos hicieron subir por una escalera en la parte de atrás hacia el Salón del Halcón Maltés, donde fotos de películas y otros recuerdos del Halcón cubren las paredes. Nuestra mesa de esquina junto a la ventana, con vistas a la calle Ellis, era a su vez vigilada por Archer mismo -una foto en blanco y negro del actor Jerome Cowan.
El restaurante da codazos en la cola que exagera la conexión con el ‘Halcón maltés'. El menú incluye el trago de vodka ‘Bloody Brigid' y, por supuesto, las ‘chuletas de cordero Sam Spade', con patatas fritas y rodajas de tomate, aunque Hammett nunca especificó si Spade comía cordero o cerdo. Disfrutar de la comida, como de la ficción, requiere una cierta suspensión del escepticismo.
Mientras comíamos un guitarrista tocaba un suave jazz. Había dos parejas junto a nosotros, y uno de la partida también pidió chuletas de Sam Spade, demostrando que el plato apela a más gente que sólo fanáticos del ‘Halcón'.
Así que ahí estábamos, padre e hijo, esperando que se apareciera un hombre con gorra a cuadros de franela, un poco como Vladimir y Estragón esperando a Godot.
"Sabes", dijo Michael, rompiendo un satisfecho silencio, "fue bueno que Spade pidiera chuletas. Son buenas. Imagínate que hubiera pedido bruselitas".
Sí, lo imagino.

17 de abril de 2005
©los angeles times
©traducción mQh

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