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Un Papa latinoamericano estaría más cerca de representar al pueblo católico. Un editorial de Los Angeles Times.
No hay motivos para que la iglesia católica abandone Roma. ¿Por qué renunciar a los fenomenales Michelangelos? Pero hay abundantes razones para que los cardenales encerrados en el cónclave del Vaticano busquen, para la elección del nuevo Papa, más allá de las fronteras de Europa, que hace mucho dejó de ser el centro demográfico de los católicos.
Las blancas nubes de humo probablemente se produzcan esta semana, quizás hoy. Durante el último siglo las elecciones papales han sido rápidas. Pero esa rapidez oculta las muchas facciones entre los cardenales. Y aunque es posible que los bloques votantes en el cónclave se formen en torno a líneas doctrinales antes que geográficas, después del largo gobierno del polaco Juan Pablo II a los italianos les gustaría ver ese cargo nuevamente en sus manos, donde ha estado durante la mayor parte de la historia del papado.
Los estadounidenses saben que no tienen ninguna posibilidad; el poder global de su país causa desconfianza en los otros.
La iglesia haría mejor en buscar en otro lugar. Sus almas -los accionistas, si queréis- viven en el mundo en desarrollo y una institución global que quiere servir a los desprivilegiados del mundo no puede seguir siendo una empresa colonial, manejada en Europa por europeos para súbditos que viven en gran parte en el mundo en desarrollo. Casi la mitad de los católicos del mundo viven en América Latina, y sin embargo no ha habido nunca un Papa latinoamericano.
Pero aquí está la dificultad para los católicos progresistas: Los cardenales de América Latina, África y Asia están entre los más conservadores. Los países latinoamericanos estarían orgullosos de ver que uno de sus candidatos asuma el papado, pero ese ‘triunfo' podría consolidar la oposición de la iglesia a los urgentemente necesarios programas sociales en la región.
El programa de planificación familiar del gobierno mexicano ha bajado la tasa de natalidad en casi dos tercios en el último cuarto de siglo. El gobierno brasileño ha reducido la propagación del sida a través de la distribución de condones. África necesita programas similares. Sin embargo, bajo Juan Pablo II la iglesia se opuso fuertemente a ellos, y otro Papa conservador haría seguramente lo mismo.
La edad del nuevo Papa podría ser todavía más importante que su país de origen. Se dice que los cardenales prefieren un candidato más viejo, alguien que enderece algunos de los problemas domésticos del Vaticano durante unos años hasta que la iglesia determine su posición a largo plazo sobre asuntos sexuales, la pobreza y la justicia social. En ese caso, un Papa del Tercer Mundo podría aumentar a los ojos de muchos el prestigio de la iglesia, mientras que los cardenales nerviosos de que el papado sea no europeo tendrían la seguridad de que no durará demasiado tiempo.
Lo que realmente necesita la iglesia es un candidato progresista del mundo en desarrollo, pero esos cardenales son raros -un hecho que destaca como uno de los legados más importantes de Juan Pablo.
Por otro lado, existe siempre la esperanza de que el nuevo Papa, independientemente de sus orígenes, cambie con su posición para ver qué necesita su rebaño de mil millones de almas, tanto después como durante la vida.

19 de abril de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
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