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regresa teología sensible


[Monte Reel] Desde la condena del Vaticano, el movimiento de veteranos en Brasil se han adaptado a los tiempos.
Sao Paulo, Brasil. Magno Marcieta, 28, espera ser ordenado sacerdote el próximo año, llevando 11 años de tranquilos estudios teológicos a las miserables calles del país con más católicos que todos los demás. Es un aplicado estudiante, y conoce bien a San Agustín y Tomás de Aquino. Y es de Brasil, así que conoce bien la teología de la liberación.
El movimiento, que echó raíces en toda América Latina en los años sesenta y setenta, se concentró en ayudar a los pobres y oprimidos, incluso si eso significaba enfrentarse al poder político. En los años ochenta, fue criticada como una "amenaza fundamental" a la iglesia por el cardenal José Ratzinger, que ahora es el Papa Benedicto XVI. Como resultado de esa crítica interna en la iglesia, el movimiento desapareció poco a poco.
Sin embargo, en Brasil la teología de la liberación está lejos de muerta.
En estos días en lugar de predicar la lucha de clases y desafiar a dictadores, muchos veteranos del movimiento han adaptado su retórica y papel a los tiempos. Trabajan para promover la protección del medioambiente y los derechos de la mujer; ayudan a los sin casa y a los pacientes de sida.
Y mientras algunos sacerdotes jóvenes han sido atraídos al movimiento carismático de moda, otros dicen que todavía se inspiran en los partidarios más viejos de la teología de la liberación que fueron alguna vez importantes en Brasil.
"Los estudiantes aquí realmente no pueden evitar la teología de la liberación, incluso si quisieran", dijo Marcieta, estudiante de la Universidad Católica de Sao Paulo, que pasa las mañanas inmerso en libros y revistas de teología. "Muchos de nuestros profesores son de la generación de cuando la teología de la liberación era dominantes, y las bibliografías incluyen los libros que formaron sus vidas".
Cuando Ratzinger se hizo Papa, algunos observadores predijeron que sería el toque a muerto de la teología de la liberación. El movimiento ha estado perdiendo importancia desde mediados de los años ochenta, cuando Ratzinger escribió el primer documento del Vaticano denunciando formalmente y prohibiendo a algunos de sus partidarios prominentes -incluyendo al brasileño Leonardo Boff- hablar en público.
Pero las opiniones de jóvenes seminaristas como Marcieta dejan claro que el movimiento ha sobrevivido, aunque bajo una forma ligeramente diferente. Cuando tenía 10, Marcieta asistió al bautismo de un amigo de la familia en Imperatriz, su pueblo natal en el norte de Brasil. Ese mismo día en la misma ciudad fue asesinado el Padre Josimo Tavares, un sacerdote que trabajaba por los campesinos sin tierra en una región ensangrentada por los conflictos sobre la propiedad de la tierra.
Marcieta dijo que nunca olvidaría cómo la iglesia se llenó de gente del pueblo llorando la pérdida de alguien al que llamaban mártir. Dijo que ese día -el 10 de mayo de 1986- él formó su concepto de lo que debería ser un sacerdote.
Tavares fue uno de los cientos de sacerdotes en América Latina que se jugaron sus futuros en lo que llamaban una "opción preferente por los pobres". Muchos creyeron que la iglesia debía oponerse a los sistemas políticos en países donde la pobreza era general, tomando el lado de los pobres y luchando contra gobiernos que consideraban represivos.
Durante los años sesenta y setenta, las dictaduras militares gobernaron gran parte de América Latina, entre ellos Brasil, Argentina y Chile. Los gobernantes anticomunistas de la región a menudo chocaron con sacerdotes radicales, cuya conflictiva preocupación con la lucha de clases tenían matices marxistas.
En el Vaticano, la teología de la liberación también cayó en desgracia. Ratzinger, considerado un reformador liberal en sus años mozos, se transformó en la mano derecha del Papa Juan Pablo II sobre el tema después de ser nombrado en 1981 presidente de la agencia de vigilancia de la doctrina de la iglesia. Llamó a Roma a los sacerdotes más conocidos a Roma y los censuró, acusándoles de estar abandonando el rol espiritual de la iglesia en un activismo socioeconómico inadecuado.
Muchos obispos considerados de extrema izquierda fueron remplazados por autoridades conservadoras, y partidarios declarados, como Boff, fueron silenciados. Boff, monje franciscano y editor de Vozes, la principal revista y editorial católica de Brasil, fue obligado a guardar un año de silencio penitente y repetidas veces expulsado de la docencia e impedido de publicar sus escritos.
A medida que decaía la teología de la liberación, el movimiento católico carismático, que infunde vigor evangélico en los servicios de la iglesia a través de enérgicas canciones y aboga por el desarrollo personal, empezó a ganar popularidad. Hoy las misas carismáticas convocan a miles de animados fieles en ciudades brasileñas.
"Supongo que soy un dinosaurio... alguien del siglo pasado", dijo Fernando Altmeyer, un impenitente teólogo de la liberación que dejó el sacerdocio para casarse pero todavía trabaja aquí como defensor del pueblo de la Universidad Católica. "Hoy en Brasil los sacerdotes carismáticos ocupan el centro. Pero es quizás como el ‘Parque jurásico'", bromeó. "Quizás los pterodáctilos vuelvan a nacer".
Sin embargo, de acuerdo a observadores católicos la teología de la liberación ha evolucionado para evitar extinguirse.
En el mundo de después de la Guerra Fría sus defensores han variado su foco y vocabulario, alejándose de la lucha de clases. Boff, que dejó el sacerdocio en 1992, dedica ahora gran parte de sus escritos y charlas a temas ecológicos. Otros teólogos de la liberación defienden los derechos de las mujeres católicas y la justicia racial.
El Padre Julio Lancelotti, 58, que trabaja en un arenoso barrio industrial de Sao Paulo, dijo que era el mantenerse vivo como la "opción preferente de los pobres" lo que estaba en el corazón de la teología de la liberación, que se dedicaba a ayudar a la gente sin casa y gestionando un refugio para niños nacidos con el virus del sida.
"Es importante trabajar con ellos, informarles... ellos también son hijos de Dios", dijo. "Estamos pensando la iglesia desde su punto de vista. Ese principio está vivo todavía".
En las provincias rurales del Amazonas la teología de la liberación está también siendo aplicada con el activismo de la iglesia en conflictos de tierra, que continúan provocando violencia. Una monja norteamericana, Dorothy Stang, fue asesinada antes este año en el norteño estado de Pará, donde luchaba contra los hacendados para defender la tierra de los campesinos pobres.
El obispo Pedro Casadaliga, 77, del estado de Mato Grosso al este de Brasil, dijo que había seguido durante mucho tiempo los principios de la teología de la liberación. En los años ochenta, dijo en una conferencia telefónica que había sido llamado a Roma para reunirse con funcionarios de la iglesia que estaban alarmados por su apoyo de los revolucionarios nicaragüenses y sus declaraciones públicas de que países poderosos habían "chupado la sangre" de América Latina.
Casadaliga sobrevivió la reprimenda y continuó su trabajo eclesiástico hasta este año, cuando se honoró su petición de retiro. Luego agregó un amargo comentario sobre Benedicto, sus némesis teológica.
"Creo que el Papa también debería pedir la jubilación", dijo Casadaliga. Sin embargo, moderó su crítica con esperanza, diciendo que era demasiado temprano para saber cómo respondería el Papa ante las nuevas tendencias en la teología de la liberación. También observó que los primeros discursos de Benedicto le parecieron acordes armoniosos con el fin de unir a la iglesia -incluso entre miembros que como él cayeron en desgracia hace décadas y siguen estando de punta con la línea oficial.
"Cuando Benedicto era joven, tenía ideas progresistas", dijo Casadaliga. "Quizás vuelva a abrir su mente".

3 de mayo de 2005
©washington post
©traducción mQh

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