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pornografía, último tabú


[Stephen Holden] En medio de la indiferencia general, muere otro tabú cinematográfico.
En su surrealista novela ‘Flicker', el autor Teodoro Roszak evoca el pasmado asombro de una generación de ingenuos cinéfilos americanos cuando el cine arte europeo ofrecía a los americanos que se hacían adultos en los años cincuenta sus primeras miradas en los placeres eróticos excluidas por el Código de Producción de Hollywood. Recordando su bautismo en Eros con ‘Los amantes', de Louis Malle, la novela de 1991 del enamorado narrador se maravilla retrospectivamente de cómo "la cámara no mira con obscenidad" sino que examina el cuerpo de la mujer con "el ojo refinado de un amante con experiencia".
En el casi medio siglo que ha pasado desde entonces, ha persistido una insistente pregunta: ¿Cuándo, si alguna vez, dejarán las películas eróticas de ser clasificadas como pornografía porque muestran a un hombre y una mujer disfrutando abiertamente de un sexo espontáneo y apasionado? Con la salida de ‘9 Songs', de Michael Winterbottom, la respuesta es: ahora.
Este cortometraje dura menos de 70 minutos. Mostrada en Cannes el año pasado y conocida previamente en los festivales de Sundance y Toronto, ‘9 Songs' será distribuida comercialmente por Tartan USA a fines de julio. Ya se estrenó en Gran Bretaña.
Cuando miras a los actores de la película, Kieran O'Brien y Margo Stilley, hacer el amor varias veces, pasando del sexo normal a un ligero kinky (vendas en los ojos y amarras), ‘9 Songs' ofrece una crónica razonablemente sexy de una aventura, con bagaje psicológico sobre el acto amoroso; esta es gente de verdad, no muñecas de orgías pornográficas.
Pero ‘9 Songs' conlleva un residuo de tristeza y desilusión. Parte de la desilusión viene de la sensación que la largamente esperada aparición de escenas de sexo completas en la pantalla, filmadas sin timidez, es muy poco y muy tarde. La cultura popular se ha inundado tanto con pornografía y pseudo-pornografía que el sexo de todos los días, cuando finalmente lo ves en la pantalla, parece trivial. Lo que antes parecía excitante y liberador, produce ahora una respuesta de carraspeos. ¿Eso es todo lo que hay? ‘9 Songs' incluso provoca un leve sensación de embarazo por haber entrado a empujones y violado la intimidad de sus personajes. ¿Qué estamos haciendo aquí de todos modos?
La película te muestra todo: genitales masculinos y femeninos en varios estados de excitación, penetración y orgasmos alcanzados por actores guapos que representan a personajes con distintas personalidades. Parte de la desilusión proviene del hecho de que los personajes mismos lo toman tan ligeramente; es tan sólo sexo. Se pasa la palabra, luego se la olvida. ¿No crecimos creyendo que la tierra se movía?
La aventura amorosa de Matt, un científico británico que estudia los glaciares, y Lisa, una americana de visita en Londres, se desarrolla durante varios meses y es recordada por Matt durante una expedición al Polo Sur. Los amantes se conocen en un concierto en la Brinxton Academy en Londres. La película alterna entre el dormitorio y la sala de conciertos (con viajes secundarios a la Antártica), y las sesiones de intercurso sexual están salpicadas de nueve canciones de rock, tocadas por grupos como los Dandy Warhols y los Black Rebel Motorcycle Club. Cuando termina la aventura, Lisa vuelve a Estados Unidos.
En la época de ‘Los amantes', los cinéfilos en la cola daban vuelta la esquina en el cine arte local esperando echar una mirada a lo que se ve en ‘9 Songs'. Pero eso era entonces. La promesa de sexo explícito hace mucho que dejó de atraer a multitudes a los cine arte urbanos. Las escenas de sexo oral e intercurso con menstruación en recientes y pioneras películas como ‘Romance', de Catherine Breillat, y ‘Anatomy of Hell', y ‘Brown Bunny', de Vincent Gallo, no han provocado ninguna magia en las taquillas.
Pero ¿por qué habrían de provocarla cuando las aventuras sexuales verdaderas de Paris Hilton y de Pamela Anderson y Tommy Lee pueden ser bajadas de internet gratuitamente y reproducidas en la intimidad de tu casa? Esos fragmentos pirateados pueden no estar fotografiados artísticamente, pero son la cosa de verdad, y son apenas la punta del inmenso iceberg pornográfico.
Si escribes en Google el nombre Paris Hilton, encontrarás 2.240.000 referencias en inglés, más de 2 veces y media, digamos, Meryl Streep. La estrella porno italiano Rocco Siffredi, que ha trabajado como semental en dos películas de Breillat, está listado 623.000 veces, casi lo mismo que Dustin Hoffman (633.000).
Estas estadísticas sugieren que la pornografía y su fría y eficiente visión del sexo se han apoderado de la escena y empezado a borrar la visión más personal del sexo presentada por películas de arte europeas típicamente aventureras de los años cincuenta y sesenta. A pesar de su indirección sexual, esas películas mostraban el sexo como liberador pero volátil y algo que debe manejarse con cuidado.
En la visión pornográfica del sexo es un deporte extremo practicado por profesionales que colocan un valor comercial a sus cuerpos y sus actividades. Por supuesto, cualquiera con una cámara de video puede transformarse en profesional y hacer su propio juego exhibicionista. ¿Y por qué no? ¿No se nos ha arengado desde los años sesenta con el cliché de que todos somos superestrellas?
Se observa una repulsión cada vez más profunda de la visión pornográfica no solo en la histeria engendrada por las travesuras de Janet Jackson en el Super Bowl y otros incidentes semejantes, pero en la nueva cosecha de cine arte europeo esos podrían ser llamadas películas anti-eróticas.
El cineasta sueco Lukas Moodysson, en ‘Hole in My Heart', en la que dos hombres y una mujer (la mayor del tiempo desnudos) se reúnen para hacer una película pornográfica pero no logran conectar sexualmente, es un repugnante grito de asco ante el ethos pornográfico. Los peores horrores mostrados en ‘Irreversible', de Gaspar Noé, es una gráfica violación en la que la cámara se niega a apartarse de la bien simulada violencia.
El derrumbe simultáneo de las últimas barreras sexuales en el cine arte y en la creciente histeria de los medios de comunicación sobre la indecencia da testimonio de la total desconexión entre los dos lados de las guerras culturales en Estados Unidos. A menos que se restaure la comunicación, que no es probable que en el futuro cercano, cada lado tratará de hacer como si el otro lado no existiera. Para los conservadores una película de cine arte marginalmente comercial como ‘9 Songs' es fácil de ignorar; las posibilidades de que sean exhibida ampliamente en el Cinturón de la Biblia son mínimas. Entretanto, la marea pornográfica sigue subiendo.

7 de mayo de 2005
©new york times
©traducción mQh

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