el talibán informante del fbi
[Stephen Braun] El ex número 2 del régimen afgano en Estados Unidos era un informante. Hoy, es como cientos de sospechosos: acusado, pero no de terrorismo.
Nueva York, Estados Unidos. Como el representante del régimen talibán en la televisión americana, Noorullah Zadran ejercía su oficio con credenciales impecables. Con una suelta barba negra, diploma de Ivy League y un sonoro dominio del inglés, proyectaba la imagen de un verdadero creyente.
Zadran sonrió serenamente ante una cámara de la PBS en agosto de 1998, horas después de que misiles Cruise llovieran sobre las bases de Osama bin Laden en Afganistán en venganza por los atentados contra embajadas norteamericanas en África.
"Nos gustaría ver pruebas", dijo, "para convencernos de que eran campamentos terroristas". Bin Laden, insistió, era "invitado del Emirato Islámico de Afganistán, en el entendido de que no se iniciaría ningún acto de terror desde nuestro suelo".
Hasta que los atentados del 11 de septiembre demostraran que sus declaraciones eran huecas, Zadran parecía hablar con autoridad. Nombrado hacía siete años primer secretario de la misión diplomática talibana ante Naciones Unidas, el ciudadano norteamericano naturalizado, nacido en Afganistán, había pasado de taxista a segundo funcionario en jerarquía del régimen en Estados Unidos.
Sin embargo, detrás de su pose diplomática había un objetivo oculto. Zadran, 53, había evitado la cárcel en un caso de contrabando convirtiéndose en un informante del FBI. Durante tres años entregó informaciones sobre la jerarquía de los talibanes y operaciones terroristas en Afganistán incluso cuando actuaba como representante del régimen en Estados Unidos.
Pero en octubre pasado la existencia clandestina de Zadran dio otro fuerte giro: Fue acusado de evasión de impuestos y fraude bancario que se fueron descubiertos durante la masiva investigación sobre el 11 de septiembre.
El embrollado curso de la vida secreta de Zadran proporciona una mirada en el tenebroso mundo de los informantes sobre terrorismo, cuyos motivos y lealtades son a menudo borrosas. El aliado encubierto que juró en una petición de clemencia sellada de 1996 que "proporcionaría al FBI toda información relacionada con posibles actividades terroristas" es ahora el primer funcionario talibán que será procesado por un tribunal norteamericano.
Como cientos de sospechosos capturados desde la guerra contra el terrorismo de 2001, Zadran no está acusado directamente de terrorismo. Los cargos en su contra reflejan el agresivo enfoque el ministerio de Justicia de incluso los más pequeños peces de los casos de terror -atacándoles con cargos fiscales, de inmigración y técnicos cuando se cuenta con pocas evidencias de su participación en delitos terroristas.
El extraño pasaje de Zadran -según entrevistas con funcionarios federales, diplomáticos y émigrés afganos y de documentos judiciales sellados- arroja nuevas luces sobre los esfuerzos del gobierno para determinar si funcionarios talibanes jugaron un papel en las actividades terroristas dentro del país. La ahora cerrada misión talibán donde trabajaba Zadran era uno de los centros nerviosos bajo sospecha.
"El objetivo principal de la misión talibán era reunir dinero para su gobierno", dijo Mary Jo White, ex fiscal del distrito del Nueva York Sur, que supervisó el proceso de operativos de Al Qaeda por los atentados contra las embajadas. "Creemos que estaban trabajando en concierto con el grupo de Bin Laden".
Cuatro meses después de los atentados del 11 de septiembre, Zadran fue mencionado en una lista de vigilancia de terroristas y nombrado en documentos judiciales como un sospechoso de la pesquisa nacional sobre los orígenes de la conspiración. Un fiscal federal reveló en una moción confidencial de la corte en 2002 que agentes del FBI estaban investigando a Zadran por "varios delitos, incluyendo proveer asistencia financiera a los talibanes" en violación de las sanciones de la Ley Internacional de Emergencia de Poderes Económicos [International Emergency Economic Powers Act] contra naciones parias.
Pero en su acusación del año pasado Zadran fue en realidad acusado de ocultar su salario talibán en su declaración de impuestos y de colocar falsamente a su esposa como empleada talibán para un préstamo hipotecario."Los únicos resultados de esta extensa investigación del gobierno", dijeron los abogados de Zadran en documentos judiciales, fueron tediosas demandas de que no había "declarado ingresos".
La moción de Zadran de desestimar el caso sobre bases constitucionales fue rechazada en marzo por un juez federal. Poco después, sus abogados renunciaron abruptamente. Fueron remplazados por el tercer abogado que Zadran había contratado desde su acusación, Jared J. Scharf, un abogado fiscal especializado en acuerdos de clemencia.
Cuando Zadran llegó a los tribunales en Manhattan a principios de abril, los atavíos de sus días como talibán habían desaparecido. Se había afeitado su ascética barba y remplazado el tradicional kamiz afgano que usaba con los talibanes, por un traje gris pardo.
Se había vuelto a vestir como un sólido ciudadano americano. En Huntington Station, la ciudad de cuello azul de Long Island donde trabaja ahora como corredor de bienes raíces y vive en una ordenada casa con su esposa y cuatro hijos, Zadran pide a sus vecinos y clientes que lo llamen Ron.
Parado solo frente al tribunal, sacándose las pelusas de su traje, sonrió cansado cuando se le preguntó sobre su doble vida como funcionario talibán e informante norteamericano. "Ahora no es el momento", dijo.
Zadran era un orador apasionado cuando empezó a aparecer a mediados de los años ochenta en la escena política émigré afgana. Cuando los activistas se reunían en mitines en Queens y Manhattan contra la ocupación soviética de su país natal, Zadran se abría camino hacia la primera línea. Fanfarrón, gritón, incontenible, agitaba pancartas anti rusas, cantaba el himno afgano y pedía a gritos que lo dejaran hablar, dijeron algunos de sus amigos.
"Siempre hablaba de política. Nunca le parecía suficiente", dijo Zaka Carvan, que gestiona una tienda de alimentación en Main Street en Flushing, Queens, una ajetreada arteria de puestos de kabob y tiendas de artículos importados cerca de un centro médico donde los talibanes instalaron su misión ante Naciones Unidas.
La familia de Zadran había llegado con las primeras olas de clanes afganos que vivían hacinados en conventillos y casas en hilera en Queens y Long Island a fines de los setenta. Zadran obtuvo la ciudadanía en 1980; en 1984 recibió un diploma de maestría en estudios generales en la Universidad de Columbia después de varios años de clases vespertinas.
Pero su educación y entusiasmo no consiguieron darle la posición política que ansiaba. "Los líderes de esos movimientos no le dieron nunca una oportunidad", dijo Carvan.
El incansable Zadran volcó sus energías a los negocios. Traducía para tribunales y conducía un taxi de noche. Vendía monedas, alfombras y piedras preciosas e invirtió 50.000 dólares en un programa por cable sobre temas afganos, en el que leía las noticias y recibía a grupos de baile.
Hacía dinero rápidamente, y lo perdía igual de rápido. Una inversión de 115.000 dólares en una fábrica de alfombras se había evaporado. Un choque en el taxi terminó en una demanda judicial por lesiones. Zadran admitió en una declaración haber descuidado los negocios para luchar en las guerras civiles de Afganistán tras la retirada soviética en 1989.
"Me iba bien", dijo, "pero entonces te envuelve la fiebre del país y lo dejas todo para volver y pelear".
Las visitas a su casa en Paktia, una provincia en las montañas junto a la frontera paquistaní tenía otro lado. Zadran volvió a Estados Unidos con pieles animales que pensaba entrar de contrabando en las maletas. Se fanfarroneó ante un cliente que podía entregar "todas las que quisiera".
Regatearon durante 15 meses hasta que el cliente se comprometió a comprar dos pieles de pantera onza, una especie amenazada. A 15.000 dólares por piel, Zadran prometió muchas más, "doscientas, trescientas piezas".
Los dos hombres cerraron el trato en julio de 1995 en un restaurante de carretera cerca de Darien, Connecticut. Días después, Zadran fue detenido. Su cliente era un agente federal de la protección de la fauna.
A cambio de la prisión, Zadrán se convirtió en informante. En mayo de 1996 se había reunido 15 veces con agentes federales, entregando informaciones que oía durante sus viajes a su país natal. "Ha colaborado con el gobierno de todos los modos posibles", escribieron los abogados de Zadran en una petición de clemencia sellada por orden judicial y obtenida por Times.
De acuerdo a los abogados Zadran dio al agente del FBI de New Haven, Kenneth Grey, "información de fondo sobre terrorismo y rutas de transporte de narcóticos". Identificó a grupos basados en Afganistán que "obtenían ilegalmente equipos militares, incluyendo misiles antiaéreos Stinger". Y entregó "informaciones valiosas sobre la composición del nuevo gobierno talibán en Afganistán y la situación de las fuerzas de oposición".
Zadran tenía sentido de oportunidad. La situación política en Afganistán era caótica y peligrosa. Las tropas militantes islámicas de los talibanes estaban a punto de hacerse con el poder del endeble gobierno de Berhanuddin Rabbani. Y dos años después de su expulsión de Sudán, Osama bin Laden había justamente encontrado con sus leales de Al Qaeda refugio en el bastión talibán de Kandahar.
Grey y Richard Ware Levitt, entonces abogados de Zadran, no confirmaron si las revelaciones de Zadran había ayudado a Estados Unidos. Pero la cooperación dio sus frutos. Se le permitió declararse culpable de un solo delito en el caso del contrabando de pieles y evitar la prisión. A cambio, según el acuerdo de clemencia secreto de Zadran con el gobierno, él accedió a informar al FBI sobre "actividades terroristas" cada dos meses hasta 2001 -el fin de la libertad condicional de cinco años.
Expertos anti-terroristas dijeron que Zadran fue probablemente presionado por agentes federales para entregar información y documentos sobre los planes internos de los talibanes, sus relaciones con Al Qaeda y financiando fuentes.
"El objetivo era infiltrar sus cables", dijo Jack Cloonan, un experto en Al Qaeda del FBI, jubilado, que dirigió operaciones de recabamiento de inteligencia contra la misión de Queens a fines de los noventa. "El objetivo era obtener lo que pudiéramos sobre lo que estaban transmitiendo a su país, y viceversa".
El despacho del FBI en Nueva York también pinchó los teléfonos de la misión de Queens para seguir sus pasos y "había agentes asignados para saber quién era quién entre los funcionarios talibanes y dónde estaban las 24 horas del día", dijo Cloonan.
Zadran mantuvo su papel de informante bien escondido. Todavía asistía a las manifestaciones en Queens, pero parecía más sombrío, dijeron sus amigos. Dejó de beber en las fiestas y empezó a aparecerse a orar en la mezquita de Sayed Jamaluddin, una estructura de crujiente madera que era el centro espiritual de los pashtún afganos de Nueva York -y un caldo de cultivo de simpatizantes de los talibanes, según las autoridades.
"Lo acogimos", dijo el doctor Esmat Nawabi, un hematólogo retirado que dirige la directiva de la mezquita. Sayed Jamaluddin, insistió Nawabi, "no tiene lazos con ninguna organización ni fuentes de ingreso".
Como los viejos que se acuclillan junto a él todos los viernes, Zadran se dejó crecer la barba. En su programa por cable cambió la música por los serios edictos del líder talibán el ulema Mohammed Omar.
"Fue un despertar espiritual, fue bueno para él", dijo Carvan.
La nueva imagen de devoto de Zadran impresionó a los diplomáticos talibanes de visita. De acuerdo a Sharif Ghalib, ex funcionario de Rabbani, Zadran conquistó en 1996 a los miembros de una delegación talibán visitante ayudando en la logística cuando llegaron a la ciudad para entrevistarse con el Comité de Relaciones Exteriores del Senado.
"Le dio legitimidad", dijo Ghalib, ahora encargado de asuntos en la embajada afgana en Toronto. "Se codeaba con sus líderes y los conectaba con afganos influyentes en Estados Unidos".
El gobierno de Clinton se negó a reconocer a los talibanes. Pero al régimen se le permitió enviar a Nueva York a un funcionario importante, Abdul Hakim Mujahid. En junio de 1998 Zadran fue nombrado "primer secretario" de Mujahid, cuando él continuaba informando al FBI.
El arreglo diplomático de Zadran era raro, pero legal en Estados Unidos, donde los norteamericanos trabajan habitualmente para otros países como funcionarios consulares. Tanto Mujahid como Zadran estaban "limitado a una función de enlace" -podían interactuar con diplomáticos de Naciones Unidas y Estados Unidos, pero no se permitía todo el rango de actividades diplomáticas y consulares normales de los funcionarios de embajadas, dijo Karl Indefurth, entonces subsecretario de estado para asuntos del Sudeste Asiático.
Sin embargo, dentro de poco Zadran actuaba como diplomático. Hablaba a nombre de los talibanes en los programas de noticias de la televisión. Y a pesar de su condena federal, Zadran empezó a viajar para los talibanes después de que el juez encargado de su caso le devolviera su pasaporte confiscado, sin que los fiscales lo objetaran.
Viajó al menos dos veces a Afganistán durante el período talibán, según informes de inteligencia afganos mencionados por Ghalib. Zadran viajó a Kabul a fines de los noventa, dijo Ghalib. Y en un viaje de un mes a Kandahar en 2000, "se suponía que Zadran tenía que reunirse" con el ulema Omar, que ha estado fugitivo desde la invasión norteamericana de octubre de 2001, de acuerdo a Ghalib.
Hay informes no corroborados de esa reunión y los funcionarios federales no confirmaron ni negaron esos contactos. Pero Ghalib dijo que Zadran "no ocultaba esas reuniones" y dijo que incluso habló sobre ellos en su programa de televisión por cable.
Hablando inglés perfectamente, tranquilo, Zadran era solicitado como un portavoz de prensa, y apareció en CNN, PBS y la Voz de América. Acompañaba a Muhajid a las mezquitas y universidades y asistía a las reuniones con funcionarios del ministerio de Asuntos Exteriores. Una delegación talibán se quedó empantanada cuando el testarudo sedán de Zadran se quedó en pana en la autopista de peaje de Nueva Jersey.
"Era el manitas de los talibanes", dijo un funcionario del ministerio. "Si un pariente tuyo se estaba muriendo o necesitabas dinero de Kandahar, no tenías más que hablar con él".
Funcionarios del gobierno de Rabbani en el exilio, que también tenía en la época una misión diplomática acreditada ante Naciones Unidas, se quejaron de que la misión talibán operaba ilegalmente como un completo despacho consular, emitiendo pasaportes y visados. El ministerio de Asuntos Exteriores reaccionó rápidamente y advirtió a Muhajid y Zadran que "ninguna misión puede emitir documentos de viaje", dijo un funcionario del ministerio.
Ravan Farhadi, el actual embajador de Afganistán ante Naciones Unidas, contiende que cientos de "árabes y yihadistas" obtuvieron documentos falsos. "Zadran es responsable de eso", dijo Farhadi.
En febrero de 2001, Estados Unidos ordenó el cierre de la misión de Flushing, mencionando que las sanciones de Naciones Unidas se habían agudizado con respecto al régimen afgano dos meses antes por dar refugio a Bin Laden y Al Qaeda. En su última declaración oficial como primer secretario, Zadran dijo a la CNN que estaba apagando las luces de la oficina de Flushing. "Lo estamos terminando".
Estuvo menos alerta en una reunión final con diplomáticos norteamericanos. De acuerdo a un cable del departamento de estado obtenido por el Archivo Nacional de Seguridad en la Universidad de George Washington, refunfuñó que Bin Laden había agotado la solidaridad de los talibanes.
"Me hubiera gustado que vuestros misiles le hubiesen dado", dijo Zadran.
Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Zadran estuvo callado. Para enero de 2002 era un acusado. Su repentina transición de informante a acusado sigue siendo un misterio.
Pero hay indicios de que Zadran fue denunciado por otro informante.
En documentos judiciales, Stephen Miller, el fiscal federal que lleva el caso de Zadran, revelaron que Zadran "reclutó a un cómplice conspirador" que "verificó falsamente el empleo de la esposa de Zadran en la misión talibana". El co-conspirador no ha sido acusado en el caso de Zadran, un signo de que ha colaborado con el gobierno.
Agentes del FBI han analizado los informes de su período en libertad condicional, examinando los pagos mensuales del gobierno talibán que declaró y peticiones de viaje que había presentado a su supervisor. Estudiaron detenidamente sus cuentas bancarias. Entrevistaron a Zadran varias veces en su casa de Long Island. En su cobertizo en el patio encontraron una pila de correspondencia con funcionarios talibanes.
Las autoridades federales continúan investigando los canales de recaudación de fondos de los talibanes en Estados Unidos. Los funcionarios sospechan que los fondos fueron recaudados en mezquitas y en reuniones afganas en el país.
En estos días nadie en la comunidad afgana de Queens admite haber estado afiliado a los talibanes. Pocos han visto a Noorullah Zadran en los últimos cuatro años, y menos aun le recuerdan. En la mezquita de Sayed Jamaluddin, los viejos que llegan a las oraciones del viernes sacuden la cabeza cuando escuchan su nombre. Los parroquianos de Main Street suspiraron y levantaron los brazos.
Zaka Carvan hizo una pausa para recordar a su amigo antes de volver a moler carne de hamburguesas detrás de su mostrador en el mercado. Como los otros, oyó las noticias de los problemas legales de Zadran en silencio, cuidadoso de aventurar una opinión. Pero cuando Carvan se enteró de que Zadran se había quitado su barba de ulema, tuvo que ahogar una amarga sonrisa.
"Como si fuera el peor de los castigos", dijo Carvan.
John Beckham contribuyó a este reportaje.
8 de mayo de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
Zadran sonrió serenamente ante una cámara de la PBS en agosto de 1998, horas después de que misiles Cruise llovieran sobre las bases de Osama bin Laden en Afganistán en venganza por los atentados contra embajadas norteamericanas en África.
"Nos gustaría ver pruebas", dijo, "para convencernos de que eran campamentos terroristas". Bin Laden, insistió, era "invitado del Emirato Islámico de Afganistán, en el entendido de que no se iniciaría ningún acto de terror desde nuestro suelo".
Hasta que los atentados del 11 de septiembre demostraran que sus declaraciones eran huecas, Zadran parecía hablar con autoridad. Nombrado hacía siete años primer secretario de la misión diplomática talibana ante Naciones Unidas, el ciudadano norteamericano naturalizado, nacido en Afganistán, había pasado de taxista a segundo funcionario en jerarquía del régimen en Estados Unidos.
Sin embargo, detrás de su pose diplomática había un objetivo oculto. Zadran, 53, había evitado la cárcel en un caso de contrabando convirtiéndose en un informante del FBI. Durante tres años entregó informaciones sobre la jerarquía de los talibanes y operaciones terroristas en Afganistán incluso cuando actuaba como representante del régimen en Estados Unidos.
Pero en octubre pasado la existencia clandestina de Zadran dio otro fuerte giro: Fue acusado de evasión de impuestos y fraude bancario que se fueron descubiertos durante la masiva investigación sobre el 11 de septiembre.
El embrollado curso de la vida secreta de Zadran proporciona una mirada en el tenebroso mundo de los informantes sobre terrorismo, cuyos motivos y lealtades son a menudo borrosas. El aliado encubierto que juró en una petición de clemencia sellada de 1996 que "proporcionaría al FBI toda información relacionada con posibles actividades terroristas" es ahora el primer funcionario talibán que será procesado por un tribunal norteamericano.
Como cientos de sospechosos capturados desde la guerra contra el terrorismo de 2001, Zadran no está acusado directamente de terrorismo. Los cargos en su contra reflejan el agresivo enfoque el ministerio de Justicia de incluso los más pequeños peces de los casos de terror -atacándoles con cargos fiscales, de inmigración y técnicos cuando se cuenta con pocas evidencias de su participación en delitos terroristas.
El extraño pasaje de Zadran -según entrevistas con funcionarios federales, diplomáticos y émigrés afganos y de documentos judiciales sellados- arroja nuevas luces sobre los esfuerzos del gobierno para determinar si funcionarios talibanes jugaron un papel en las actividades terroristas dentro del país. La ahora cerrada misión talibán donde trabajaba Zadran era uno de los centros nerviosos bajo sospecha.
"El objetivo principal de la misión talibán era reunir dinero para su gobierno", dijo Mary Jo White, ex fiscal del distrito del Nueva York Sur, que supervisó el proceso de operativos de Al Qaeda por los atentados contra las embajadas. "Creemos que estaban trabajando en concierto con el grupo de Bin Laden".
Cuatro meses después de los atentados del 11 de septiembre, Zadran fue mencionado en una lista de vigilancia de terroristas y nombrado en documentos judiciales como un sospechoso de la pesquisa nacional sobre los orígenes de la conspiración. Un fiscal federal reveló en una moción confidencial de la corte en 2002 que agentes del FBI estaban investigando a Zadran por "varios delitos, incluyendo proveer asistencia financiera a los talibanes" en violación de las sanciones de la Ley Internacional de Emergencia de Poderes Económicos [International Emergency Economic Powers Act] contra naciones parias.
Pero en su acusación del año pasado Zadran fue en realidad acusado de ocultar su salario talibán en su declaración de impuestos y de colocar falsamente a su esposa como empleada talibán para un préstamo hipotecario."Los únicos resultados de esta extensa investigación del gobierno", dijeron los abogados de Zadran en documentos judiciales, fueron tediosas demandas de que no había "declarado ingresos".
La moción de Zadran de desestimar el caso sobre bases constitucionales fue rechazada en marzo por un juez federal. Poco después, sus abogados renunciaron abruptamente. Fueron remplazados por el tercer abogado que Zadran había contratado desde su acusación, Jared J. Scharf, un abogado fiscal especializado en acuerdos de clemencia.
Cuando Zadran llegó a los tribunales en Manhattan a principios de abril, los atavíos de sus días como talibán habían desaparecido. Se había afeitado su ascética barba y remplazado el tradicional kamiz afgano que usaba con los talibanes, por un traje gris pardo.
Se había vuelto a vestir como un sólido ciudadano americano. En Huntington Station, la ciudad de cuello azul de Long Island donde trabaja ahora como corredor de bienes raíces y vive en una ordenada casa con su esposa y cuatro hijos, Zadran pide a sus vecinos y clientes que lo llamen Ron.
Parado solo frente al tribunal, sacándose las pelusas de su traje, sonrió cansado cuando se le preguntó sobre su doble vida como funcionario talibán e informante norteamericano. "Ahora no es el momento", dijo.
Zadran era un orador apasionado cuando empezó a aparecer a mediados de los años ochenta en la escena política émigré afgana. Cuando los activistas se reunían en mitines en Queens y Manhattan contra la ocupación soviética de su país natal, Zadran se abría camino hacia la primera línea. Fanfarrón, gritón, incontenible, agitaba pancartas anti rusas, cantaba el himno afgano y pedía a gritos que lo dejaran hablar, dijeron algunos de sus amigos.
"Siempre hablaba de política. Nunca le parecía suficiente", dijo Zaka Carvan, que gestiona una tienda de alimentación en Main Street en Flushing, Queens, una ajetreada arteria de puestos de kabob y tiendas de artículos importados cerca de un centro médico donde los talibanes instalaron su misión ante Naciones Unidas.
La familia de Zadran había llegado con las primeras olas de clanes afganos que vivían hacinados en conventillos y casas en hilera en Queens y Long Island a fines de los setenta. Zadran obtuvo la ciudadanía en 1980; en 1984 recibió un diploma de maestría en estudios generales en la Universidad de Columbia después de varios años de clases vespertinas.
Pero su educación y entusiasmo no consiguieron darle la posición política que ansiaba. "Los líderes de esos movimientos no le dieron nunca una oportunidad", dijo Carvan.
El incansable Zadran volcó sus energías a los negocios. Traducía para tribunales y conducía un taxi de noche. Vendía monedas, alfombras y piedras preciosas e invirtió 50.000 dólares en un programa por cable sobre temas afganos, en el que leía las noticias y recibía a grupos de baile.
Hacía dinero rápidamente, y lo perdía igual de rápido. Una inversión de 115.000 dólares en una fábrica de alfombras se había evaporado. Un choque en el taxi terminó en una demanda judicial por lesiones. Zadran admitió en una declaración haber descuidado los negocios para luchar en las guerras civiles de Afganistán tras la retirada soviética en 1989.
"Me iba bien", dijo, "pero entonces te envuelve la fiebre del país y lo dejas todo para volver y pelear".
Las visitas a su casa en Paktia, una provincia en las montañas junto a la frontera paquistaní tenía otro lado. Zadran volvió a Estados Unidos con pieles animales que pensaba entrar de contrabando en las maletas. Se fanfarroneó ante un cliente que podía entregar "todas las que quisiera".
Regatearon durante 15 meses hasta que el cliente se comprometió a comprar dos pieles de pantera onza, una especie amenazada. A 15.000 dólares por piel, Zadran prometió muchas más, "doscientas, trescientas piezas".
Los dos hombres cerraron el trato en julio de 1995 en un restaurante de carretera cerca de Darien, Connecticut. Días después, Zadran fue detenido. Su cliente era un agente federal de la protección de la fauna.
A cambio de la prisión, Zadrán se convirtió en informante. En mayo de 1996 se había reunido 15 veces con agentes federales, entregando informaciones que oía durante sus viajes a su país natal. "Ha colaborado con el gobierno de todos los modos posibles", escribieron los abogados de Zadran en una petición de clemencia sellada por orden judicial y obtenida por Times.
De acuerdo a los abogados Zadran dio al agente del FBI de New Haven, Kenneth Grey, "información de fondo sobre terrorismo y rutas de transporte de narcóticos". Identificó a grupos basados en Afganistán que "obtenían ilegalmente equipos militares, incluyendo misiles antiaéreos Stinger". Y entregó "informaciones valiosas sobre la composición del nuevo gobierno talibán en Afganistán y la situación de las fuerzas de oposición".
Zadran tenía sentido de oportunidad. La situación política en Afganistán era caótica y peligrosa. Las tropas militantes islámicas de los talibanes estaban a punto de hacerse con el poder del endeble gobierno de Berhanuddin Rabbani. Y dos años después de su expulsión de Sudán, Osama bin Laden había justamente encontrado con sus leales de Al Qaeda refugio en el bastión talibán de Kandahar.
Grey y Richard Ware Levitt, entonces abogados de Zadran, no confirmaron si las revelaciones de Zadran había ayudado a Estados Unidos. Pero la cooperación dio sus frutos. Se le permitió declararse culpable de un solo delito en el caso del contrabando de pieles y evitar la prisión. A cambio, según el acuerdo de clemencia secreto de Zadran con el gobierno, él accedió a informar al FBI sobre "actividades terroristas" cada dos meses hasta 2001 -el fin de la libertad condicional de cinco años.
Expertos anti-terroristas dijeron que Zadran fue probablemente presionado por agentes federales para entregar información y documentos sobre los planes internos de los talibanes, sus relaciones con Al Qaeda y financiando fuentes.
"El objetivo era infiltrar sus cables", dijo Jack Cloonan, un experto en Al Qaeda del FBI, jubilado, que dirigió operaciones de recabamiento de inteligencia contra la misión de Queens a fines de los noventa. "El objetivo era obtener lo que pudiéramos sobre lo que estaban transmitiendo a su país, y viceversa".
El despacho del FBI en Nueva York también pinchó los teléfonos de la misión de Queens para seguir sus pasos y "había agentes asignados para saber quién era quién entre los funcionarios talibanes y dónde estaban las 24 horas del día", dijo Cloonan.
Zadran mantuvo su papel de informante bien escondido. Todavía asistía a las manifestaciones en Queens, pero parecía más sombrío, dijeron sus amigos. Dejó de beber en las fiestas y empezó a aparecerse a orar en la mezquita de Sayed Jamaluddin, una estructura de crujiente madera que era el centro espiritual de los pashtún afganos de Nueva York -y un caldo de cultivo de simpatizantes de los talibanes, según las autoridades.
"Lo acogimos", dijo el doctor Esmat Nawabi, un hematólogo retirado que dirige la directiva de la mezquita. Sayed Jamaluddin, insistió Nawabi, "no tiene lazos con ninguna organización ni fuentes de ingreso".
Como los viejos que se acuclillan junto a él todos los viernes, Zadran se dejó crecer la barba. En su programa por cable cambió la música por los serios edictos del líder talibán el ulema Mohammed Omar.
"Fue un despertar espiritual, fue bueno para él", dijo Carvan.
La nueva imagen de devoto de Zadran impresionó a los diplomáticos talibanes de visita. De acuerdo a Sharif Ghalib, ex funcionario de Rabbani, Zadran conquistó en 1996 a los miembros de una delegación talibán visitante ayudando en la logística cuando llegaron a la ciudad para entrevistarse con el Comité de Relaciones Exteriores del Senado.
"Le dio legitimidad", dijo Ghalib, ahora encargado de asuntos en la embajada afgana en Toronto. "Se codeaba con sus líderes y los conectaba con afganos influyentes en Estados Unidos".
El gobierno de Clinton se negó a reconocer a los talibanes. Pero al régimen se le permitió enviar a Nueva York a un funcionario importante, Abdul Hakim Mujahid. En junio de 1998 Zadran fue nombrado "primer secretario" de Mujahid, cuando él continuaba informando al FBI.
El arreglo diplomático de Zadran era raro, pero legal en Estados Unidos, donde los norteamericanos trabajan habitualmente para otros países como funcionarios consulares. Tanto Mujahid como Zadran estaban "limitado a una función de enlace" -podían interactuar con diplomáticos de Naciones Unidas y Estados Unidos, pero no se permitía todo el rango de actividades diplomáticas y consulares normales de los funcionarios de embajadas, dijo Karl Indefurth, entonces subsecretario de estado para asuntos del Sudeste Asiático.
Sin embargo, dentro de poco Zadran actuaba como diplomático. Hablaba a nombre de los talibanes en los programas de noticias de la televisión. Y a pesar de su condena federal, Zadran empezó a viajar para los talibanes después de que el juez encargado de su caso le devolviera su pasaporte confiscado, sin que los fiscales lo objetaran.
Viajó al menos dos veces a Afganistán durante el período talibán, según informes de inteligencia afganos mencionados por Ghalib. Zadran viajó a Kabul a fines de los noventa, dijo Ghalib. Y en un viaje de un mes a Kandahar en 2000, "se suponía que Zadran tenía que reunirse" con el ulema Omar, que ha estado fugitivo desde la invasión norteamericana de octubre de 2001, de acuerdo a Ghalib.
Hay informes no corroborados de esa reunión y los funcionarios federales no confirmaron ni negaron esos contactos. Pero Ghalib dijo que Zadran "no ocultaba esas reuniones" y dijo que incluso habló sobre ellos en su programa de televisión por cable.
Hablando inglés perfectamente, tranquilo, Zadran era solicitado como un portavoz de prensa, y apareció en CNN, PBS y la Voz de América. Acompañaba a Muhajid a las mezquitas y universidades y asistía a las reuniones con funcionarios del ministerio de Asuntos Exteriores. Una delegación talibán se quedó empantanada cuando el testarudo sedán de Zadran se quedó en pana en la autopista de peaje de Nueva Jersey.
"Era el manitas de los talibanes", dijo un funcionario del ministerio. "Si un pariente tuyo se estaba muriendo o necesitabas dinero de Kandahar, no tenías más que hablar con él".
Funcionarios del gobierno de Rabbani en el exilio, que también tenía en la época una misión diplomática acreditada ante Naciones Unidas, se quejaron de que la misión talibán operaba ilegalmente como un completo despacho consular, emitiendo pasaportes y visados. El ministerio de Asuntos Exteriores reaccionó rápidamente y advirtió a Muhajid y Zadran que "ninguna misión puede emitir documentos de viaje", dijo un funcionario del ministerio.
Ravan Farhadi, el actual embajador de Afganistán ante Naciones Unidas, contiende que cientos de "árabes y yihadistas" obtuvieron documentos falsos. "Zadran es responsable de eso", dijo Farhadi.
En febrero de 2001, Estados Unidos ordenó el cierre de la misión de Flushing, mencionando que las sanciones de Naciones Unidas se habían agudizado con respecto al régimen afgano dos meses antes por dar refugio a Bin Laden y Al Qaeda. En su última declaración oficial como primer secretario, Zadran dijo a la CNN que estaba apagando las luces de la oficina de Flushing. "Lo estamos terminando".
Estuvo menos alerta en una reunión final con diplomáticos norteamericanos. De acuerdo a un cable del departamento de estado obtenido por el Archivo Nacional de Seguridad en la Universidad de George Washington, refunfuñó que Bin Laden había agotado la solidaridad de los talibanes.
"Me hubiera gustado que vuestros misiles le hubiesen dado", dijo Zadran.
Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Zadran estuvo callado. Para enero de 2002 era un acusado. Su repentina transición de informante a acusado sigue siendo un misterio.
Pero hay indicios de que Zadran fue denunciado por otro informante.
En documentos judiciales, Stephen Miller, el fiscal federal que lleva el caso de Zadran, revelaron que Zadran "reclutó a un cómplice conspirador" que "verificó falsamente el empleo de la esposa de Zadran en la misión talibana". El co-conspirador no ha sido acusado en el caso de Zadran, un signo de que ha colaborado con el gobierno.
Agentes del FBI han analizado los informes de su período en libertad condicional, examinando los pagos mensuales del gobierno talibán que declaró y peticiones de viaje que había presentado a su supervisor. Estudiaron detenidamente sus cuentas bancarias. Entrevistaron a Zadran varias veces en su casa de Long Island. En su cobertizo en el patio encontraron una pila de correspondencia con funcionarios talibanes.
Las autoridades federales continúan investigando los canales de recaudación de fondos de los talibanes en Estados Unidos. Los funcionarios sospechan que los fondos fueron recaudados en mezquitas y en reuniones afganas en el país.
En estos días nadie en la comunidad afgana de Queens admite haber estado afiliado a los talibanes. Pocos han visto a Noorullah Zadran en los últimos cuatro años, y menos aun le recuerdan. En la mezquita de Sayed Jamaluddin, los viejos que llegan a las oraciones del viernes sacuden la cabeza cuando escuchan su nombre. Los parroquianos de Main Street suspiraron y levantaron los brazos.
Zaka Carvan hizo una pausa para recordar a su amigo antes de volver a moler carne de hamburguesas detrás de su mostrador en el mercado. Como los otros, oyó las noticias de los problemas legales de Zadran en silencio, cuidadoso de aventurar una opinión. Pero cuando Carvan se enteró de que Zadran se había quitado su barba de ulema, tuvo que ahogar una amarga sonrisa.
"Como si fuera el peor de los castigos", dijo Carvan.
John Beckham contribuyó a este reportaje.
8 de mayo de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
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