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campos de reeducación


[Jim Yardley] En China: campos de trabajo que operan fuera de los tribunales.
Zibo, China. Para el gobierno chino, que promete regularmente a sus ciudadanos una sociedad gobernada por el imperio de la ley, el caso de un hombre pulcramente vestido llamado Li es un recordatorio de lo que todavía sigue al otro lado de la ley.
Aquí, en un desolado tramo al este de China, Li, 40, pasó dos años en una cárcel llamada Campo de Reeducación Laboral Nº2 de Shandong.
Li, que habló a condición de que sólo se usara su nombre de pila, y otros seguidores del grupo religioso prohibido Falun Gong han sido encarcelados a pesar de que nunca tuvieron ni juicio ni abogados -derechos que garantizan las leyes chinas.
Eso es porque Shandong Nº2 es parte de un vasto sistema penal en China que está separado del sistema judicial. Los miembros de Falun Gong no son los únicos reclusos. Encerrados en más de 300 cárceles especiales hay unas 300.000 prostitutas, drogadictos, delincuentes comunes y prisioneros políticos que son despojados de todos sus derechos legales.
En un país no democrático como China, esos abusos de los derechos legales pueden no sorprender. Pero este sistema, una reliquia de la era de Mao, presenta un dilema al moderno Partido Comunista que hace frente a presiones en casa y en el extranjero para que cambie el sistema y que sin embargo sigue obsesionado con la seguridad y el control político.
Este año se espera que el gobierno empiece a considerar privadamente si, y cómo, cambiar el sistema.
Al mismo tiempo, la Unión Europea ha declarado que para que China alcance uno de sus objetivos diplomáticos más apreciados -terminar con el embargo de armas- necesita hacer un gesto significativo sobre derechos humanos.
Defensores de derechos humanos concuerdan en que pocos gestos serían más significativos que la abolición o cambio de este sistema, que es conocido como una reforma a través de la reeducación laboral. Pero a diferencia de liberar a un preso político, un gesto común de buena voluntad en China, cambiar la reeducación laboral podría obligar al Partido Comunista a renunciar a uno de sus principales instrumentos para mantener su poder.
"Para los gobernantes es importante mantener en pie el sistema de reeducación laboral", dijo Gao Zhisheng, abogado en Pekín y partidario del cambio del sistema legal.
La represión contra los seguidores de Falun Hong como Li son un caso en cuestión. El gobierno había prestado atención esporádica a Falun Gong hasta abril de 1999, cuando 10.000 seguidores participaron en una protesta no anunciada y rodearon el edificio de gobierno en Pekín. El gobierno ordenó rápidamente la represión del grupo.
La existencia de la reeducación laboral significó que la policía detuvo a enormes contingentes de personas sin el tiempo ni las complicaciones de un juicio ante tribunales. "Si hubieran querido encarcelar a esas decenas de miles de seguidores a través de procesos judiciales normales, habría sido imposible porque lo que hizo esa gente no es un delito", dijo Gao. De hecho el gobierno no aprobó una ley contra las sectas dirigida contra el grupo sino meses después de que se iniciara la represión.
Para los partidarios de cambiar el sistema legal chino, el corazón del debate no es Falun Gong sino un intento más amplio de un cambio sistemático para establecer "el imperio de la ley". Chen Xingliang, vice-decano de la Facultad de Leyes de la Universidad de Pekín, dijo que esos partidarios querían transformar la reeducación laboral por un sistema de delitos menores donde los detenidos tengan derecho a un abogado y a un juicio ante un juez.
Las sentencias, que pueden llegar a un máximo de cuatro años, deberían ser reducidas a unos 18 meses. Y, más importante, las autoridades deberían cambiar la rama judicial de China. "Creo que esto es crucial debido a que tiene que ver con la legitimidad misma del sistema correccional propuesto", dijo Chen.
El debate nacional ocurre cuando miembros claves de la Unión Europea expresaron este mes su reluctancia a levantar el embargo en junio, como habían sugerido antes. Funcionarios europeos han enfatizado que lo que quieren de China es que haga mejoramientos "concretos" en derechos humanos. Una idea que se sugirió es la ratificación del Convenio Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos de Naciones Unidas.
"Los cerdos volarán antes de que lo ratifiquen reformando la reeducación laboral en vigor", dijo John Kamm, presidente de la Fundación Dui Hua, un grupo que negocia la liberación de los presos políticos de China. "Es una violación de todo debido proceso de todas las leyes de derechos humanos".
Los campos de reeducación laboral se abrieron en 1957. El sistema se transformó en un modo rápido y fácil para que la policía encarcelara a gente por infracciones del orden social. Los detractores dicen que el sistema da a la policía demasiada libertad para determinar arbitrariamente entablar cargos criminales contra alguien o simplemente encerrar a esa persona en un campo de reeducación.
Meng Hongwei, vice-ministro de seguridad pública, dijo que China había hecho progresos substanciales en el establecimiento del "imperio de la ley" y defendió la reeducación laboral como una herramienta necesaria para rehabilitar a jóvenes infractores.
"En muchas regiones del mundo existe un enorme malentendido del sistema", dijo, retratándolo como una intervención de corto plazo para impedir que la gente cometa en el futuro delitos más graves.
"Deberíamos tratarlos como trataría un doctor a sus pacientes, como un maestro a un alumno, y como los padres a un hijo que comete errores", dijo Meng en una entrevista el año pasado.
Las condiciones y tratamiento de las más de 300 cárceles del sistema varían de una cárcel a otra. Se supone que los reclusos deben realizar algún tipo de trabajo de fábrica o trabajos manuales. Algunos intelectuales encarcelados han descrito condiciones razonablemente suaves, mientras otros han denunciado tratamientos más severos.
Fuera de China, Falun Gong está llevando a cabo una agresiva campaña para hacer públicos sus denuncias de malos tratos, que el gobierno chino niega. Es posible probar todas las acusaciones -un catálogo de torturas, que Falun Gong muestras en carteles y octavillas.
Pero no hay duda de que Falun Gong sigue siendo prohibido en China.
En entrevistas en China, cinco seguidores de Falun Gong viajaron cientos de kilómetros para eludir a los agentes de seguridad del gobierno y describieron sus experiencias en campos de reeducación laboral.
Li llegó en 2000 después de pasar 10 días en un calabozo policial. Su familia no fue notificada sino cuando había empezado a cumplir una sentencia de dos años. Dijo que los guardias a menudo aplican a los reclusos con hierros eléctricos para el ganado para que renuncien a Falun Gong. "El dolor es indescriptible", dijo. "Di un salto en el aire".
Dos reclusas describieron repetidas humillaciones. Las mujeres con menstruación eran amarradas con grilletes a un madero y les impedían dormir o usar el retrete durante varios días.
Especialistas dicen que los presos políticos constituyen un 5 a 10 por ciento de la población de reclusos total de los campos de reeducación, mientras un 40 por ciento de los reclusos está por delitos asociados a las drogas. Se espera que los usuarios de drogas abandonen su hábito mientras están en los campos.
Xiao Xue, 33, una ex heroinómana, fue encarcelado durante dos años en un campo de reeducación para drogadictos en la occidental provincia de Yunán. Dijo que los reclusos no eran maltratados, pero tampoco recibían tratamiento. Dijo que ella había vuelto a usar drogas después de su liberación.
"Un montón de gente que ha estado en campos de reeducación laboral todavía usa drogas", dijo, refiriéndose a después de su liberación. Dijo que ella había abandonado más tarde el uso de drogas. Murray Scot Tanner, especialista en China en la RAND Corporation, una organización de consultoría pública, dijo que la facilidad con que la policía puede encarcelar a gente en campos de reeducación ha llevado a la policía a encerrar a gente "por un número creciente de problemas sociales". Agregó: "Es administrativamente conveniente porque permite al sistema chino evitar tener que ofrecer programas de rehabilitación y tratamiento más modernos".
Los costes de implementación de esos programas y la pregunta sobre qué debe hacerse con las 300.000 personas en los campos, son problemas que retrasan los intentos de cambios. Otro es la ausencia de una indignación más amplia contra el sistema.
"Un montón de gente también quiere más seguridad", dijo Mao Shoulong, profesor y especialista en administración pública en la Universidad Popular de Pekín, que quiere abolir el sistema pero observa que la actitud del público hacia los delincuentes comunes puede ser muy dura en China. "Cuando los chinos descubren a un ladrón, lo quieren golpear hasta matarlo".
El sistema judicial en China sigue siendo relativamente débil, pero partidarios de un sistema más fuerte han ganado hace poco algunas victorias al reducir las atribuciones de la policía para efectuar detenciones y al fortalecer los recursos en casos de pena de muerte para proteger los derechos de los acusados. Sin embargo, Chen, el vice-decano de la facultad de leyes, dijo que esos cambios "serán huecos si no se cambia la reeducación laboral".
"El procedimiento criminal ahora es muy limitado, pero la reeducación laboral es un hoyo negro", agregó.
Gao, el abogado de Pekín, dijo que los seguidores de Falun Gong estaban todavía siendo encarcelados y se estaban usando los campos de reeducación laboral para encarcelar a los que se quejan ante agencias de gobierno sobre corrupción o confiscaciones ilegales de tierra.
"A menos que haya cambios estructurales generales en el modo en que se organiza y distribuye el poder en China, no habrá ningún avance", dijo.

9 de mayo de 2005
©new york times
©traducción mQh

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