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opresión en uzbekistán


[Anna Dolgov] Gobierno teme revolución islámica, pero protestas fueron espontáneas.
Moscú, Rusia. Entre la antigua gran ruta de la seda de Asia a Europa, y en la moderna ruta del tráfico de drogas, Uzbekistán se ha visto devastado por la violencia religiosa, la pobreza y la persecución política desde que obtuviera su independencia en 1991 tras el colapso de la Unión Soviética.
Los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del gobierno al este de Uzbekistán han causado desde el viernes cientos de muertos. Los testigos entrevistados por las agencias de prensa acusaron al gobierno de abrir el fuego contra los manifestantes. Islam Karimov, que se hizo presidente de la república soviética en 1990 y se ha mantenido en el poder desde entonces, responsabilizó de los enfrentamientos a extremistas islámicos.
Uzbekistán mantiene una posición estratégicamente valiosa en la frontera con Afganistán, y ha permitido desde poco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 que Estados Unidos opere una base militar en Khanabad cerca de la frontera, transformándose en un importante aliado de Estados Unidos en Asia Central durante la guerra contra el terrorismo. Pero activistas de derechos humanos han acusado a las autoridades de Uzbekistán de utilizar su colaboración con Occidente para obtener tolerancia ante sus violaciones de los derechos humanos en Uzbekistán.
Uzbekistán también comparte frontera con Kirguistán, otra antigua república soviética donde las protestas callejeras derrcaron esta primavera al gobierno y obligaron a huir del país al presidente. Las protestas en Kirguistán dieron lugar a una serie de saqueos que dejaron atrás vitrinas y tiendas destrozadas.
Como en Kirguistán, la oposición en Uzbekistán no tiene un solo dirigente ni una causa común, mientras que los antecedentes de Uzbekistán en derechos humanos son peores que los de su vecina, y su historia post-soviética mucho más violenta. Naciones Unidas ha acusado al gobierno de Karimov de torturar sistemáticamente a sus opositores políticos. Toda la prensa de Uzbekistán es controlada por el estado, y el país prácticamente no cuenta con una oposición política permitida.
La vida política en Uzbekistán ha sido "quemada y eliminada" por la represión gubernamental, dijo ayer a la emisora rusa Radio Rossii el analista ruso Maxim Shevchenko. Describió la intranquilidad de Uzbekistán como una revuelta espontánea, que puede ser difícil de dirigir o contener.
Las protestas en Uzbekistán fueron provocadas por el encarcelamiento de un grupo de hombres de negocios acusados de extremismo islámico, pero a los que los manifestantes describieron como opositores pacíficos del gobierno. La manifestación fue también una expresión del descontento público sobre la extrema pobreza y los problemas sociales.
Uzbekistán es uno de los países más pobres de las 15 antiguas repúblicas soviéticas, de acuerdo al Banco Mundial, y el desempleo es galopante. El país es famoso por sus majestuosas mezquitas en las antiguas ciudades de Bukhara y Samarkand, que prosperaron cuando un ajetreado comercio pasaba por Uzbekistán a lo largo de la Gran Ruta de la Seda. Ahora, las drogas afganas pasan por Uzbekistán en ruta hacia Rusia y Europa occidental.
Los otros gobiernos de Asia Central también temen un surgimiento del extremismo islámico, una preocupación que Karimov ha mencionado como el motivo de sus violaciones de los derechos humanos.
Atentados en Uzbekistán mataron a más de una docena de personas en 1999, y varias docenas más el año pasado. El gobierno responsabilizó de los atentados a grupos islámicos radicales. Rebeldes que quieren instaurar un estado musulmán en Asia Central chocaron con tropas del gobierno en los años noventa en el Valle de Fergana, donde Uzbekistán comparte fronteras con Kirguistán y Tayikistán. El Movimiento Islámico de Uzbekistán, que opera en gran parte desde el exilio, ha sido declarado grupo terrorista por el departamento de estado de Estados Unidos y ha sido acusado de llevar a cabo en la región numerosos atentados en el pasado.
Otros grupos musulmanes en Uzbekistán dicen que quieren lograr cambios a través de protestas no violentas, pero son reprimidos con la misma energía que usa el gobierno de Karimov contra los extremistas violentos.
Bajo el gobierno laico de Karimov, las detenciones de activistas islámicos se han hecho cosa de todos los días en este país predominantemente musulmán. El resentimiento popular sobre las detenciones han alimentado las protestas recientes.
"Esta no fue una revuelta extremista, sino simplemente una revuelta de musulmanes desesperados, que querían sobre todo la libertad de sus familiares en prisión", dijo la comentarista política rusa Yulia Latynina en la emisora radial Ekho Moskvy.

17 de mayo de 2005
©boston globe
©traducción mQh

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