casadas con sus violadores
[Amberin Zaman] Para resguardar el honor. Turquía está colaborando con agencias para combatir el extendido maltrato de mujeres. La educación y leyes más severas son parte de las reformas.
Diyarbakir, Turquía. Rojda tenía 13 años cuando fue violada hace dos años por un vecino en esta mísera provincia kurda. Para "limpiar" su honor, fue obligada a casarse con su agresor en una ceremonia musulmana de oficio. Más tarde fue condenado por la violación de un niño de siete años y ha sido encarcelado.
Pero los problemas de Rojda está lejos de haber terminado, según el relato de sus penurias contado por sus familiares y abogados. Volvió a ser violada por su suegro, que, según dijo ella, le exigió que se prostituyera para ganarse la vida. Cuando Rojda se negó, dicen sus familiares y abogados, un grupo de hombres la sujetó y le cortaron un pedazo de su nariz.
La policía allanó la casa después de ser alertada por los vecinos, que oyeron sus gritos. Los hombres fueron detenidos brevemente, y luego dejados en libertad -aunque han vuelto a ser arrestados.
La historia de Rojda no es inusual: Grupos de derechos humanos y funcionarios turcos dicen que la violencia contra las mujeres es un fenómeno extendido en Turquía, aunque no se dispone de estadísticas completas y muchas agresiones no son denunciadas. Responsabilizan de la violencia a la pobreza, a la falta de educación y a la estructura patriarcal predominante en gran parte de la sociedad turca.
Mientras este país trata de ser el primer país miembro de la Unión Europea con una población preponderantemente musulmana, su gobierno enraizado en el islam se ha unido a la Unión y otros grupos internacionales para combatir los maltratos mediante una serie de proyectos y campañas a nivel nacional.
Sus esfuerzos son evidentes aquí en Diyarbakir, donde el colegio de abogados está formando a administradores locales que entiendan e implementen las nueves leyes que, entre otras cosas, amplían los derechos de la mujer y endurecen los castigos para los agresores. El proyecto de medio millón de dólares es financiado por la Unión Europea.
"Hemos formado a 700 funcionarios el año pasado; hay más conciencia", dijo la semana pasada el presidente de la asociación, Sezgin Tanrikulu. Uno de esos funcionarios se enteró de las penurias de Rojda poco después de que sus agresores fueran inicialmente dejados en libertad. La llevó a Tanrikulu, quejándose de que no se había hecho justicia.
Rojda, con la figura de una niña de enormes ojos negros sobre su nariz desfigurada, estaba aterrorizada, recordó Tanrikulu. "Presentamos nuevos cargos contra ellos y los han vuelto a detener", dijo.
Su madre, Serife, que vive en una embarrada tienda en las afueras del pueblo cercano de Cinar, dijo que Rojda era "mi hija más bonita" antes del ataque. Serife, que llevaba a un enfermizo niño -su décimo- en un morral a la espalda, dijo que no "tendría paz" hasta que no vengara a su hija.
Sus abogados pidieron que Serife y su hija sólo fueran identificadas por sus nombres de pila.
Si se los encuentra culpables por los cargos separados de violación y agresión, los hombres pueden ser condenados hasta 22 años de prisión, dijo Meral Bestas, abogado del centro de asesoría para la mujer del colegio de abogados, que lleva el caso de Rojda.
Con seis abogadas, el centro ofrece asesoría jurídica gratis a las mujeres. Bestas dijo que sus clientes son a menudo analfabetas, con maridos polígamos y viven en matrimonios abusivos. Muchas tienen miedo de buscar ayuda.
"Sus maridos nos consideran subversivas, como una influencia corruptora, y les ordenan mantenerse alejadas", dijo Bestas.
Al otro lado del centro, en la barriada de Hasirli, una asistente social, Handan Coskun, se encarga de dar más poder a las mujeres de modos más sutiles. Supervisa una lavandería gratuita, que atrae a cientos de mujeres y sus hijos todas las semanas.
Las lavanderías son también escuelas donde las mujeres aprenden a leer y escribir y a controlar la natalidad. También son informadas de sus derechos legales.
"Me siento más fuerte y más segura después de seguir los cursos", dijo Naile Gungor, 49, madre de siete, mientras metía su ropa en una lavadora.Como muchas aquí, es una refugiada de uno de los miles de pueblos que fueron arrasados por las fuerzas de seguridad turcas durante la campaña separatista de 15 años dirigida por los rebeldes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán PKK. Los planes del gobiernos de repatriar a los aldeanos han sido obstaculizados por un resurgimiento de la violencia después de que el PKK -que se ha rebautizado como Congreso por la Libertad y la Democracia del Kurdistán KADEK- pusiera fin el año pasado a una tregua a cinco años.
Con docenas de refugiados hacinados en diminutas chozas de cemento en villas miseria que han surgido en todo el sudeste, "los abusos y el incesto han impregnado los genes de la gente", dijo Coskun, la asistente social.
Otra parte importante para hacer frente a la violencia contra las mujeres es la educación de los hombres, dijo Meltem Agduk, consultora del Fondo de Población de Naciones Unidas.
La agencia de Naciones Unidas presentó hace poco un plan para desalentar a los conscriptos de usar la violencia en sus hogares.
Tomando en cuenta que todos los turcos mayores de 18 años están obligados a servir 15 meses de servicio militar, la campaña debería tener efectos de gran alcance, predijo Agduk en una entrevista en Ankara, la capital turca.
En una veta similar, el año pasado el gobierno instruyó a miles de clérigos musulmanes empleados por el estado que predicaran contra los asesinatos por honor', homicidios cometidos por los familiares de mujeres y niñas acusadas de manchar la reputación de la familia.
Según el nuevo código penal de Turquía que entrará en vigor el 1 de junio, las sentencias por esos delitos serán aumentadas significativamente. En el pasado, los condenados podían recibir sentencias reducidas a 3 años de prisión porque la protección del honor de la familia era vista como un factor atenuante. Ahora deberán cumplir la misma sentencia que otros condenados por asesinato.
A pesar de esos esfuerzos, los asesinatos continúan.
Este año en la provincia de Batman, al este de Diyarbakir, una niña de 18 años fue matada a balazos por su hermano por llevar vaqueros.
25 de mayo de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
Pero los problemas de Rojda está lejos de haber terminado, según el relato de sus penurias contado por sus familiares y abogados. Volvió a ser violada por su suegro, que, según dijo ella, le exigió que se prostituyera para ganarse la vida. Cuando Rojda se negó, dicen sus familiares y abogados, un grupo de hombres la sujetó y le cortaron un pedazo de su nariz.
La policía allanó la casa después de ser alertada por los vecinos, que oyeron sus gritos. Los hombres fueron detenidos brevemente, y luego dejados en libertad -aunque han vuelto a ser arrestados.
La historia de Rojda no es inusual: Grupos de derechos humanos y funcionarios turcos dicen que la violencia contra las mujeres es un fenómeno extendido en Turquía, aunque no se dispone de estadísticas completas y muchas agresiones no son denunciadas. Responsabilizan de la violencia a la pobreza, a la falta de educación y a la estructura patriarcal predominante en gran parte de la sociedad turca.
Mientras este país trata de ser el primer país miembro de la Unión Europea con una población preponderantemente musulmana, su gobierno enraizado en el islam se ha unido a la Unión y otros grupos internacionales para combatir los maltratos mediante una serie de proyectos y campañas a nivel nacional.
Sus esfuerzos son evidentes aquí en Diyarbakir, donde el colegio de abogados está formando a administradores locales que entiendan e implementen las nueves leyes que, entre otras cosas, amplían los derechos de la mujer y endurecen los castigos para los agresores. El proyecto de medio millón de dólares es financiado por la Unión Europea.
"Hemos formado a 700 funcionarios el año pasado; hay más conciencia", dijo la semana pasada el presidente de la asociación, Sezgin Tanrikulu. Uno de esos funcionarios se enteró de las penurias de Rojda poco después de que sus agresores fueran inicialmente dejados en libertad. La llevó a Tanrikulu, quejándose de que no se había hecho justicia.
Rojda, con la figura de una niña de enormes ojos negros sobre su nariz desfigurada, estaba aterrorizada, recordó Tanrikulu. "Presentamos nuevos cargos contra ellos y los han vuelto a detener", dijo.
Su madre, Serife, que vive en una embarrada tienda en las afueras del pueblo cercano de Cinar, dijo que Rojda era "mi hija más bonita" antes del ataque. Serife, que llevaba a un enfermizo niño -su décimo- en un morral a la espalda, dijo que no "tendría paz" hasta que no vengara a su hija.
Sus abogados pidieron que Serife y su hija sólo fueran identificadas por sus nombres de pila.
Si se los encuentra culpables por los cargos separados de violación y agresión, los hombres pueden ser condenados hasta 22 años de prisión, dijo Meral Bestas, abogado del centro de asesoría para la mujer del colegio de abogados, que lleva el caso de Rojda.
Con seis abogadas, el centro ofrece asesoría jurídica gratis a las mujeres. Bestas dijo que sus clientes son a menudo analfabetas, con maridos polígamos y viven en matrimonios abusivos. Muchas tienen miedo de buscar ayuda.
"Sus maridos nos consideran subversivas, como una influencia corruptora, y les ordenan mantenerse alejadas", dijo Bestas.
Al otro lado del centro, en la barriada de Hasirli, una asistente social, Handan Coskun, se encarga de dar más poder a las mujeres de modos más sutiles. Supervisa una lavandería gratuita, que atrae a cientos de mujeres y sus hijos todas las semanas.
Las lavanderías son también escuelas donde las mujeres aprenden a leer y escribir y a controlar la natalidad. También son informadas de sus derechos legales.
"Me siento más fuerte y más segura después de seguir los cursos", dijo Naile Gungor, 49, madre de siete, mientras metía su ropa en una lavadora.Como muchas aquí, es una refugiada de uno de los miles de pueblos que fueron arrasados por las fuerzas de seguridad turcas durante la campaña separatista de 15 años dirigida por los rebeldes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán PKK. Los planes del gobiernos de repatriar a los aldeanos han sido obstaculizados por un resurgimiento de la violencia después de que el PKK -que se ha rebautizado como Congreso por la Libertad y la Democracia del Kurdistán KADEK- pusiera fin el año pasado a una tregua a cinco años.
Con docenas de refugiados hacinados en diminutas chozas de cemento en villas miseria que han surgido en todo el sudeste, "los abusos y el incesto han impregnado los genes de la gente", dijo Coskun, la asistente social.
Otra parte importante para hacer frente a la violencia contra las mujeres es la educación de los hombres, dijo Meltem Agduk, consultora del Fondo de Población de Naciones Unidas.
La agencia de Naciones Unidas presentó hace poco un plan para desalentar a los conscriptos de usar la violencia en sus hogares.
Tomando en cuenta que todos los turcos mayores de 18 años están obligados a servir 15 meses de servicio militar, la campaña debería tener efectos de gran alcance, predijo Agduk en una entrevista en Ankara, la capital turca.
En una veta similar, el año pasado el gobierno instruyó a miles de clérigos musulmanes empleados por el estado que predicaran contra los asesinatos por honor', homicidios cometidos por los familiares de mujeres y niñas acusadas de manchar la reputación de la familia.
Según el nuevo código penal de Turquía que entrará en vigor el 1 de junio, las sentencias por esos delitos serán aumentadas significativamente. En el pasado, los condenados podían recibir sentencias reducidas a 3 años de prisión porque la protección del honor de la familia era vista como un factor atenuante. Ahora deberán cumplir la misma sentencia que otros condenados por asesinato.
A pesar de esos esfuerzos, los asesinatos continúan.
Este año en la provincia de Batman, al este de Diyarbakir, una niña de 18 años fue matada a balazos por su hermano por llevar vaqueros.
25 de mayo de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
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