revuelta en campo chino
[Edward Cody] Una rara victoria. Campesinos rechazan a policía en batalla sobre polución.
Huaxi, China. Había llovido violentamente durante casi toda la noche. Xu Juxian, la ensortijada esposa del campesino de desordenado pelo negro, dijo que el aguacero se había filtrado copiosamente en las andrajosas tiendas donde los avejentados manifestantes habían estado acampando durante más de dos semanas. Como resultado, dijo Xu, estaban todos entumecidos, incómodos y completamente despiertos justo antes del amanecer.
Así que Xu, 79, y los otros oyeron inmediatamente la conmoción cuando docenas de coches y buses del gobierno entraron serpenteando en Huaxi a las 4:30 de la mañana del 10 de abril, con unos 3.000 agentes de policía y civiles a los que se había ordenado que destruyeran las tiendas. Para dar la voz de alarma en esta arenosa ciudad agrícola, de que la policía estaba llegando, los vigilantes vecinos lanzaron cientos de cohetes de fuegos artificiales.
Para cuando amaneció, unos 20.000 campesinos de la media docena de aldeas que conforman el municipio de Huaxi habían respondido al llamado, dijeron participantes, y no estaban de ánimo de inclinarse ante las autoridades. Durante cuatro años se habían estado quejando de que la polución industrial estaba contaminando la tierra, atrofiando las cosechas y ensuciando el agua de su fértil valle rodeado de colinas forestadas a 193 kilómetros al sur de Hangzhou. Y ahora sus protestas -bloquear la entrada del parque industrial- estaban siendo acalladas por la fuerza.
Se originó una dura batalla esa húmeda mañana entre los enfurecidos campesinos y la policía, abrumadoramente superada. Hacia el fin del día, los funcionarios habían huido hacia sus sedanes negros y cientos de policías se habían dispersado en medio del pánico mientras los campesinos destruían sus vehículos. Fue un raro triunfo para los campesinos que se levantan contra el todopoderoso Partido Comunista.
El enfrentamiento fue también una muestra de la creciente fuerza que puede contribuir a modelar el futuro de China: el poder las protestas masivas espontáneas. Obreros y campesinos dejados en la estacada por el auge económico de China están recurriendo crecientemente al tipo de inquietud que encendió en Huaxi. Sus explosiones de rabia se han transformado en una fuente potencial de inestabilidad y una amenaza al monopolio del poder del partido, lo que preocupa a los líderes en Pekín. Según informaciones, ha habido miles de protestas similares en el año, a menudo reprimidas violentamente.
Los obreros y campesinos parecen no tener dónde volverse, excepto a la calle. Sus representantes en el parlamento hacen lo que ordena el gobierno; las organizaciones independientes son prohibidas por el sistema comunista chino; y los funcionarios del partido, centrados en el crecimiento económico, se han hecho socios de ansiosos empresarios más que actuar como defensores de los abandonados por el auge. La mayoría de los violentos estallidos de base han sido reprimidos severa y rápidamente. Este reportaje estudia el origen y desarrollo de una revuelta que no terminó mal. "Ganamos una gran victoria", declaró un campesino que habló sobre las protestas a condición de que se reservara su nombre, por temor a que la policía lo detenga como uno de los cabecillas. "Protegimos nuestra tierra. Y de todos modos el gobierno no debería haber enviado tanta gente a reprimirnos".
Oídos Sordos
Desde el principio, dijeron los aldeanos, se han opuesto al Parque Industrial Zhuxi, que se extiende sobre 33 hectáreas a orillas de la ciudad. Algunos temían la polución. Otros pensaron que renunciar así fuera a un poco de su tierra agrícola traicionaba su antiguo legado agricultor.
Los aldeanos describieron los orígenes de sus protestas en una serie de entrevistas recientes. Expresaron su ansiedad de que policías encubiertos estuvieran buscando ahora a los coordinadores de las protestas, revisando los corrales amurallados y casas de ladrillos de Huaxi. Dijeron que era probable que hubieran detenciones. Pero dijeron que la protesta era una victoria sobre la burocracia que debió haber ocurrido mucho antes. La mayoría de los aldeanos hablaron a condición de conservar el anonimato por temor a ser detenidos y encarcelados.
Cuando empezó el parque industrial, el gobierno municipal de la cercana ciudad de Dongyang, que tiene jurisdicción sobre Huaxi, ya poseía 20 hectáreas de la tierra necesitada. Los aldeanos cuyos campos se superponían con el sitio debieron cortar terrenos de sus propiedades para completar las restantes 33 hectáreas. A cambio, dijeron los aldeanos, cada familia perjudicada recibió 14.60 dólares al año durante 4 años, una suma que los aldeanos consideran espantosamente insuficiente.
A pesar de la oposición, el Parque Industrial Zhuxi fue inaugurado en 2001. Los consejos de aldea elegidos en Huaxi y el secretario del Partido Comunista de Huaxi fueron impotentes para detener la decisión impuesta por las autoridades municipales, dijeron los residentes. El ayuntamiento de la Ciudad de Dongyang y el comité central del Partido Comunista, que también gestionan el parque, cedió sitios a 13 fábricas privadas y conjuntas con el estado. Ocho de ellas producen productos químicos, dijeron los aldeanos, y otras trabajan con plásticos.
Las emisiones de gas empezaron pronto a pasar por la aldea, dijeron los vecinos, causando irritación de ojos y obligando a las familias a cerrar las ventanas para dormir. Efluentes de las fábricas se filtraron en el agua del que dependen los campesinos para el riego, se quejaron, y marchitaron las cosechas y los árboles. Un particular infractor, agregaron, era una fábrica de pesticidas que había sido instalada después de ser desalojada de Ciudad Dongyang debido a sus malos olores.
Pero los aldeanos se lamentaron de que nadie escuchaba sus peticiones de que las fábricas fueran cerradas.
No era porque no lo intentaran. Funcionarios de Huaxi, incluyendo al secretario del Partido, Wang Wei, visitaron otras fábricas de la región y advirtieron en un informe confidencial que la polución era un peligro para los residentes y la agricultura. Se filtró una copia del informe, que fue pegado para que todos lo pudieran ver. Parcialmente como resultado, los aldeanos escribieron una carta abierta al gobierno municipal de Dongyang exigiendo que el parque industrial fuera cerrado.
"El gobierno de Dongyang ha hecho oídos sordos", dijo uno de los participantes.
Frustrados, los aldeanos trataron de llegar más arriba en la jerarquía. Enviaron una delegación a los cuarteles generales provinciales de Zheijiang, en Hangzhou y a la capital nacional, Pekín, donde entregaron peticiones en el despacho del premier y en la Autoridad Estatal para la Protección del Medio-Ambiente. Nadie escuchó, dijeron.
Su paciencia se agotó y un grupo de granjeros entraron al parque en octubre de 2001, rompiendo ventanas y destrozando las maquinarias de la fábrica de pesticidas. Wang y otros 11 fueron arrestados posteriormente. Diez de los 12 fueron sentenciados a penas de prisión por desorden público. En el juicio, de acuerdo a uno de los sentenciados, el juez dijo que no quería oír hablar de los problemas de Huaxi con la polución.
Estrategia para Resistir
Los aldeanos resistieron durante los cuatro años siguientes, pero avanzaron poco. Finalmente, levantaron el 23 de marzo sus primeras tiendas de protesta a la entrada del parque industrial, utilizando papel de nailon rojo, blanco y azul estirados entre estructuras de bambú. Algunos aldeanos dijeron que habían pasado a la acción porque el alcalde de Dongyang, Chen Fengwei, se había negado a recibirlos durante una casa abierta del ayuntamiento el 15 de marzo. Otros dijeron que la decisión se tomó porque los residentes se enteraron de que otra fábrica contaminante estaba a punto de trasladarse al parque industrial.
Cualquiera haya sido el disparador, después de cuatro años de ser empujados a un lado, los aldeanos de Huaxi juraron que ya no lo aguantaban. No se permitiría que nadie entrara o saliera del parque industrial.
El Centro para la Tercera Edad de Huaxi, que admite a campesinos mayores de 60 tras el pago de una matrícula anual de 55 centavos de dólar, se ofreció para atender las tiendas. Los campesinos viejos, junto a hombres más jóvenes que dirigían la lucha, pensaron que la policía sería reluctante a pelear con hombres y mujeres viejos.
Estaban equivocados. El gobierno de la Ciudad de Dongyang envió a 100 agentes de policía y funcionarios civiles cinco días después de que montaran las tiendas, dijeron los aldeanos. La policía llegó a la hora de almuerzo, cuando muchos de los manifestantes viejos se habían retirado, arrastrando fuera a los manifestantes que quedaban y quemando las tiendas, dijeron los aldeanos.
Pero varios miles de encolerizados vecinos rodearon rápidamente al contingente policial, impidiendo que algunos oficiales pudieran volver a sus coches. Finalmente, se permitió que los agentes salieran sin ser molestados, dijo un participante, pero varios de sus vehículos no fueron entregados sino por la noche de ese día.
El enfrentamiento que venía ya tenía tono.
Al día siguiente, los campesinos de varias de las accidentadas aldeas de Huaxi se aparecieron a levantar más tiendas. Levantaron 19 en pocas horas, recordaron vecinos. Unas 200 personas, la mayoría de ellos viejos, empezaron a vivir ahí todo el tiempo, haciendo caso omiso de los avisos policiales.
Durante la primera semana de abril, dijeron los aldeanos, los viejos manifestantes campesinos recibieron la visita de todo un día de Chen, el alcalde de Dongyang; Tang Yong, el secretario del Partido Comunista de Dongyang; y un alto funcionario provincial, Zhejiang. Los funcionarios trataron de engatusar a los manifestantes usando un tono amistoso, dijeron testigos, instándoles a marcharse y prometiendo que las fábricas contaminantes serían cerradas.
Al mismo tiempo, dijeron los testigos, los funcionarios advirtieron que las protestas constituían una alteración ilegal del orden público. Además, informó un activista, ocho aldeanos fueron detenidos después de que se marcharan los funcionarios, acusados de haber lanzado fuegos artificiales anunciando la llegada de los funcionarios.
Había un sistema de alarma.
Venganza de los Campesinos
Cuando lanzaron los petardos el 10 de abril, dijo Xu, unas 50 agentes de policía y policías anti-disturbios irrumpieron en la tienda que compartía con otras 20 viejas de la aldea. Las agentes estaban gritando órdenes, recordó Xu, pero los manifestantes no entendían. Los gritos eran en mandarín, la lengua oficial de China, y los campesinos jubilados y sus esposas sólo hablan el dialecto local.
"Entonces trataron de sacarnos", dijo Xu, sentada en el patio de su endeble casa de madera mientras una pariente de edad media traducía sus recuerdos al mandarín. "Las que se negaron fueron golpeadas", agregó, mostrando moretones en su muslo izquierdo.
Cuando las agentes de policía y los agentes anti-disturbios, protegidos con cascos y escudos de plástico, arrastraron a los manifestantes hacia fuera, otros agentes empezaron a destruir las tiendas con lanzas y machetes, dijeron testigos. Las endebles construcciones se derrumbaron rápidamente formando pilas de nailon y bambú.
Xu dijo que fue llevada a la clínica local para examinar su pierna. Pero algunas de las mujeres que habían sido sacados de sus tiendas se sentaron en el camino de concreto y se negaron a levantarse, bloqueando a la policía que estaba tratando de cargar los escombros en un camión, dijeron testigos.
Entretanto, la mayoría de los manifestantes que habían inundado el área eran mantenidos detrás de la cinta lugar del crimen, dijo una pareja de granjeros que se unieron a la multitud cuando las mujeres montaron la sentada hacia las 5:30 de la mañana. Pero la vista de los viejos manifestantes siendo golpeados por la policía que trataba de despejar la carretera produjo una ola de indignación entre los excitados campesinos, dijeron, y muchos comenzaron a arrojar piedras contra la valla.
Otro manifestante dijo que la multitud explotó de cólera cuando uno de los gerentes de la fábrica, identificado como Wang Yuejin, trató de persuadir a la policía de que no golpearan a las ancianas, y fue golpeado con una cachiporra por sus sugerencias. Casi al mismo tiempo, dijo, un aldeano en la multitud, Wang Hongfa, fue golpeado por una piedra que había arrojada por las asediadas mujeres policías, abriendo un tajo sobre su ojo izquierdo. Además -más tarde los rumores resultaron ser incorrectos- empezó a circular el rumor de que dos ancianas habían muerto a causa de heridas causadas por la policía anti-disturbios.
"Después de eso, la gente se encolerizó", recordó un manifestante.
La Otra Cara de la Policía
Cuando las piedras llovieron sobre los agentes y la multitud se apretujaba casi a las 6:30 de la mañana, las líneas policiales colapsaron y los atemorizados agentes corrieron a su cuartel en el patio de una escuela a 150 metros de las tiendas. Algunos de ellos fueron golpeados en el camino, pero muchos llegaron al terreno amurallado y cerraron las puertas.
Dos campesinos, con las manos encallecidas y sucias uñas de los que trabajan la tierra, contaron más tarde lo que había ocurrido después en una larga conversación en una granja aislada rodeada de melocotoneros. Dijeron que fueron necesarios varios cientos de aldeanos para echar a bajo, empujando, la muralla de piedras de 2.40 metros de alto, pero se derrumbó a los minutos una vez que pusieron manos a la obra.
Cuando los campesinos entraron por la apertura de 6 metros, muchas de las agentes se habían refugiado en los buses y estaban rodeadas por hombres de la policía anti-disturbios con escudos y porras. Pero la creciente multitud de vociferantes campesinos asustó a los agentes, dijeron, y los buses también se desocuparon rápidamente.
Algunos agentes se sacaron sus uniformes y escaparon en ropa interior, contaron manifestantes. Otros se refugiaron en las aulas, dijeron, abriendo las puertas a patadas. "Vimos la otra cara de la policía", dijo uno de los dos campesinos. "Al principio, la gente tenía miedo. Pero luego fue la policía la que tuvo miedo".
Mientras algunos de los enfurecidos campesinos perseguía a los agentes en el edificio de la escuela, golpeando a los que podían y espantando al resto, otros se volcaron sobre los buses con piedras, ladrillos y herramientas. Primero destruyeron los buses, luego los sedanes.
"Nos tomó menos de dos horas destruir todos los vehículos", dijo uno de los campesinos. "Los agentes que estaban en la escuela no se atrevían a salir. Cuando trataban de salir, eran descubiertos y golpeados".
Chen Qixian, portavoz del ayuntamiento de Ciudad Dongyang, dijo que 30 funcionarios locales y mujeres policías habían sido heridas durante los enfrentamientos. Pero el Phoenix Weekly, una revista de propiedad de una compañía de Hong Kong, citó a funcionarios del hospital de Dongyang diciendo que habían tratado a 140 personas, por heridas, la mayoría de ellas policías y funcionarios. Chen dijo que sólo tres aldeanos habían sufrido heridas leves. Pero vecinos de Huaxi dijeron una mujer de 55 fue golpeada duramente en la cabeza cuando era sacada a rastras de la tienda y permaneció hospitalizada después de varias operaciones. Xu, el anciano de la choza cuya pierna quedó amoratada, dijo que policías armados con porras habían golpeado a varios ancianos más.
Funcionarios Advertidos
Mientras los aldeanos celebraban en el patio, los maestros de la localidad entraron al edificio y escoltaron fuera a los agentes de policía. En la tarde salieron de la ciudad los últimos policías, mientras los aldeanos triunfantes posaban para los fotógrafos mostrando trozos de los vehículos destrozados.
"Estábamos contentos con toda el alma", dijo uno de los campesinos, su sombrero de paja cónico a sus pies.
Más tarde esa noche, dijeron los aldeanos, algunos trabajadores inmigrantes entraron furtivamente al patio y empezaron a robar piezas de los vehículos destrozados. Indignados, los aldeanos llamaron a la policía. Los agentes se negaron a responder.
A los pocos días las tiendas volvieron a ser levantados. Veintiséis de ella bloquearon durante otro mes el parque industrial, obligando a las fábricas a seguir cerradas. La Asociación de la Tercera Edad de Huaxi envió a sus canosos manifestantes a vivir otra vez en las tiendas y los cohetes volvieron a estar listos para dar la señal de alarma.
Cuando el 12 de mayo dos camiones trataron de entrar entre las tiendas y avanzar hacia el parque industrial con suministros para la fábrica, dijeron los aldeanos, los fuegos artificiales fueron lanzados de inmediato y unos 10.000 campesinos se apresuraron a la escena. Con la ayuda de la policía, contaron los aldeanos, lograron hacer retroceder los camiones. Los agentes de policía advirtieron a los conductores que si lo intentaban nuevamente, serían acusados de causar desórdenes públicos, dijeron testigos.
Ansiosos de evitar problemas, la policía levantó un puesto de control en las afueras de la ciudad con un enorme letrero con las palabras: "Prohibidos los camiones con materiales para las fábricas".
Seis de las 13 fábricas fueron notificadas de abandonar Huaxi para siempre, y las autoridades de Dongyang organizaron "grupos de trabajo" de funcionarios locales y de fuera para visitar hogares campesinos e instarles a terminar con las protestas, sobre esa base, de acuerdo a Chen, el portavoz del ayuntamiento.
Hasta cierto punto, la diplomacia tuvo éxito. Con el beneplácito de los aldeanos los funcionarios locales desarmaron las tiendas el 20 de mayo. Policías y funcionarios locales -se pidió a las autoridades de Dongyang que se mantuvieran alejadas- escoltaron a los viejos manifestantes a casa y les impidieron regresar. Pero activistas dijeron que habían advertido al ayuntamiento y otros funcionarios que si las fábricas volvían a funcionar, ellos volverían a montar las tiendas.
De momento no se han producido detenciones, dijo Chen. Pero la policía -de paisano tanto como uniformados- ha establecido una fuerte presencia en Huaxi y los vecinos han sido llamados a participar en la cacería de los responsables de la rebelión campesina del 10 de abril. El gobierno de Dongyang ha dejado en claro que alguien tiene que pagar.
Se ha puesto en operación un "sistema de castigo y prevención" para crear una "sociedad armoniosa" en Huaxi, decía una declaración del ayuntamiento de Dongyang. "Nuestro siguiente paso es investigar a algunos miembros del partido que creemos son los líderes de la revuelta", agregaba.
13 de junio de 2005
©washington post
©traducción mQh
Así que Xu, 79, y los otros oyeron inmediatamente la conmoción cuando docenas de coches y buses del gobierno entraron serpenteando en Huaxi a las 4:30 de la mañana del 10 de abril, con unos 3.000 agentes de policía y civiles a los que se había ordenado que destruyeran las tiendas. Para dar la voz de alarma en esta arenosa ciudad agrícola, de que la policía estaba llegando, los vigilantes vecinos lanzaron cientos de cohetes de fuegos artificiales.
Para cuando amaneció, unos 20.000 campesinos de la media docena de aldeas que conforman el municipio de Huaxi habían respondido al llamado, dijeron participantes, y no estaban de ánimo de inclinarse ante las autoridades. Durante cuatro años se habían estado quejando de que la polución industrial estaba contaminando la tierra, atrofiando las cosechas y ensuciando el agua de su fértil valle rodeado de colinas forestadas a 193 kilómetros al sur de Hangzhou. Y ahora sus protestas -bloquear la entrada del parque industrial- estaban siendo acalladas por la fuerza.
Se originó una dura batalla esa húmeda mañana entre los enfurecidos campesinos y la policía, abrumadoramente superada. Hacia el fin del día, los funcionarios habían huido hacia sus sedanes negros y cientos de policías se habían dispersado en medio del pánico mientras los campesinos destruían sus vehículos. Fue un raro triunfo para los campesinos que se levantan contra el todopoderoso Partido Comunista.
El enfrentamiento fue también una muestra de la creciente fuerza que puede contribuir a modelar el futuro de China: el poder las protestas masivas espontáneas. Obreros y campesinos dejados en la estacada por el auge económico de China están recurriendo crecientemente al tipo de inquietud que encendió en Huaxi. Sus explosiones de rabia se han transformado en una fuente potencial de inestabilidad y una amenaza al monopolio del poder del partido, lo que preocupa a los líderes en Pekín. Según informaciones, ha habido miles de protestas similares en el año, a menudo reprimidas violentamente.
Los obreros y campesinos parecen no tener dónde volverse, excepto a la calle. Sus representantes en el parlamento hacen lo que ordena el gobierno; las organizaciones independientes son prohibidas por el sistema comunista chino; y los funcionarios del partido, centrados en el crecimiento económico, se han hecho socios de ansiosos empresarios más que actuar como defensores de los abandonados por el auge. La mayoría de los violentos estallidos de base han sido reprimidos severa y rápidamente. Este reportaje estudia el origen y desarrollo de una revuelta que no terminó mal. "Ganamos una gran victoria", declaró un campesino que habló sobre las protestas a condición de que se reservara su nombre, por temor a que la policía lo detenga como uno de los cabecillas. "Protegimos nuestra tierra. Y de todos modos el gobierno no debería haber enviado tanta gente a reprimirnos".
Oídos Sordos
Desde el principio, dijeron los aldeanos, se han opuesto al Parque Industrial Zhuxi, que se extiende sobre 33 hectáreas a orillas de la ciudad. Algunos temían la polución. Otros pensaron que renunciar así fuera a un poco de su tierra agrícola traicionaba su antiguo legado agricultor.
Los aldeanos describieron los orígenes de sus protestas en una serie de entrevistas recientes. Expresaron su ansiedad de que policías encubiertos estuvieran buscando ahora a los coordinadores de las protestas, revisando los corrales amurallados y casas de ladrillos de Huaxi. Dijeron que era probable que hubieran detenciones. Pero dijeron que la protesta era una victoria sobre la burocracia que debió haber ocurrido mucho antes. La mayoría de los aldeanos hablaron a condición de conservar el anonimato por temor a ser detenidos y encarcelados.
Cuando empezó el parque industrial, el gobierno municipal de la cercana ciudad de Dongyang, que tiene jurisdicción sobre Huaxi, ya poseía 20 hectáreas de la tierra necesitada. Los aldeanos cuyos campos se superponían con el sitio debieron cortar terrenos de sus propiedades para completar las restantes 33 hectáreas. A cambio, dijeron los aldeanos, cada familia perjudicada recibió 14.60 dólares al año durante 4 años, una suma que los aldeanos consideran espantosamente insuficiente.
A pesar de la oposición, el Parque Industrial Zhuxi fue inaugurado en 2001. Los consejos de aldea elegidos en Huaxi y el secretario del Partido Comunista de Huaxi fueron impotentes para detener la decisión impuesta por las autoridades municipales, dijeron los residentes. El ayuntamiento de la Ciudad de Dongyang y el comité central del Partido Comunista, que también gestionan el parque, cedió sitios a 13 fábricas privadas y conjuntas con el estado. Ocho de ellas producen productos químicos, dijeron los aldeanos, y otras trabajan con plásticos.
Las emisiones de gas empezaron pronto a pasar por la aldea, dijeron los vecinos, causando irritación de ojos y obligando a las familias a cerrar las ventanas para dormir. Efluentes de las fábricas se filtraron en el agua del que dependen los campesinos para el riego, se quejaron, y marchitaron las cosechas y los árboles. Un particular infractor, agregaron, era una fábrica de pesticidas que había sido instalada después de ser desalojada de Ciudad Dongyang debido a sus malos olores.
Pero los aldeanos se lamentaron de que nadie escuchaba sus peticiones de que las fábricas fueran cerradas.
No era porque no lo intentaran. Funcionarios de Huaxi, incluyendo al secretario del Partido, Wang Wei, visitaron otras fábricas de la región y advirtieron en un informe confidencial que la polución era un peligro para los residentes y la agricultura. Se filtró una copia del informe, que fue pegado para que todos lo pudieran ver. Parcialmente como resultado, los aldeanos escribieron una carta abierta al gobierno municipal de Dongyang exigiendo que el parque industrial fuera cerrado.
"El gobierno de Dongyang ha hecho oídos sordos", dijo uno de los participantes.
Frustrados, los aldeanos trataron de llegar más arriba en la jerarquía. Enviaron una delegación a los cuarteles generales provinciales de Zheijiang, en Hangzhou y a la capital nacional, Pekín, donde entregaron peticiones en el despacho del premier y en la Autoridad Estatal para la Protección del Medio-Ambiente. Nadie escuchó, dijeron.
Su paciencia se agotó y un grupo de granjeros entraron al parque en octubre de 2001, rompiendo ventanas y destrozando las maquinarias de la fábrica de pesticidas. Wang y otros 11 fueron arrestados posteriormente. Diez de los 12 fueron sentenciados a penas de prisión por desorden público. En el juicio, de acuerdo a uno de los sentenciados, el juez dijo que no quería oír hablar de los problemas de Huaxi con la polución.
Estrategia para Resistir
Los aldeanos resistieron durante los cuatro años siguientes, pero avanzaron poco. Finalmente, levantaron el 23 de marzo sus primeras tiendas de protesta a la entrada del parque industrial, utilizando papel de nailon rojo, blanco y azul estirados entre estructuras de bambú. Algunos aldeanos dijeron que habían pasado a la acción porque el alcalde de Dongyang, Chen Fengwei, se había negado a recibirlos durante una casa abierta del ayuntamiento el 15 de marzo. Otros dijeron que la decisión se tomó porque los residentes se enteraron de que otra fábrica contaminante estaba a punto de trasladarse al parque industrial.
Cualquiera haya sido el disparador, después de cuatro años de ser empujados a un lado, los aldeanos de Huaxi juraron que ya no lo aguantaban. No se permitiría que nadie entrara o saliera del parque industrial.
El Centro para la Tercera Edad de Huaxi, que admite a campesinos mayores de 60 tras el pago de una matrícula anual de 55 centavos de dólar, se ofreció para atender las tiendas. Los campesinos viejos, junto a hombres más jóvenes que dirigían la lucha, pensaron que la policía sería reluctante a pelear con hombres y mujeres viejos.
Estaban equivocados. El gobierno de la Ciudad de Dongyang envió a 100 agentes de policía y funcionarios civiles cinco días después de que montaran las tiendas, dijeron los aldeanos. La policía llegó a la hora de almuerzo, cuando muchos de los manifestantes viejos se habían retirado, arrastrando fuera a los manifestantes que quedaban y quemando las tiendas, dijeron los aldeanos.
Pero varios miles de encolerizados vecinos rodearon rápidamente al contingente policial, impidiendo que algunos oficiales pudieran volver a sus coches. Finalmente, se permitió que los agentes salieran sin ser molestados, dijo un participante, pero varios de sus vehículos no fueron entregados sino por la noche de ese día.
El enfrentamiento que venía ya tenía tono.
Al día siguiente, los campesinos de varias de las accidentadas aldeas de Huaxi se aparecieron a levantar más tiendas. Levantaron 19 en pocas horas, recordaron vecinos. Unas 200 personas, la mayoría de ellos viejos, empezaron a vivir ahí todo el tiempo, haciendo caso omiso de los avisos policiales.
Durante la primera semana de abril, dijeron los aldeanos, los viejos manifestantes campesinos recibieron la visita de todo un día de Chen, el alcalde de Dongyang; Tang Yong, el secretario del Partido Comunista de Dongyang; y un alto funcionario provincial, Zhejiang. Los funcionarios trataron de engatusar a los manifestantes usando un tono amistoso, dijeron testigos, instándoles a marcharse y prometiendo que las fábricas contaminantes serían cerradas.
Al mismo tiempo, dijeron los testigos, los funcionarios advirtieron que las protestas constituían una alteración ilegal del orden público. Además, informó un activista, ocho aldeanos fueron detenidos después de que se marcharan los funcionarios, acusados de haber lanzado fuegos artificiales anunciando la llegada de los funcionarios.
Había un sistema de alarma.
Venganza de los Campesinos
Cuando lanzaron los petardos el 10 de abril, dijo Xu, unas 50 agentes de policía y policías anti-disturbios irrumpieron en la tienda que compartía con otras 20 viejas de la aldea. Las agentes estaban gritando órdenes, recordó Xu, pero los manifestantes no entendían. Los gritos eran en mandarín, la lengua oficial de China, y los campesinos jubilados y sus esposas sólo hablan el dialecto local.
"Entonces trataron de sacarnos", dijo Xu, sentada en el patio de su endeble casa de madera mientras una pariente de edad media traducía sus recuerdos al mandarín. "Las que se negaron fueron golpeadas", agregó, mostrando moretones en su muslo izquierdo.
Cuando las agentes de policía y los agentes anti-disturbios, protegidos con cascos y escudos de plástico, arrastraron a los manifestantes hacia fuera, otros agentes empezaron a destruir las tiendas con lanzas y machetes, dijeron testigos. Las endebles construcciones se derrumbaron rápidamente formando pilas de nailon y bambú.
Xu dijo que fue llevada a la clínica local para examinar su pierna. Pero algunas de las mujeres que habían sido sacados de sus tiendas se sentaron en el camino de concreto y se negaron a levantarse, bloqueando a la policía que estaba tratando de cargar los escombros en un camión, dijeron testigos.
Entretanto, la mayoría de los manifestantes que habían inundado el área eran mantenidos detrás de la cinta lugar del crimen, dijo una pareja de granjeros que se unieron a la multitud cuando las mujeres montaron la sentada hacia las 5:30 de la mañana. Pero la vista de los viejos manifestantes siendo golpeados por la policía que trataba de despejar la carretera produjo una ola de indignación entre los excitados campesinos, dijeron, y muchos comenzaron a arrojar piedras contra la valla.
Otro manifestante dijo que la multitud explotó de cólera cuando uno de los gerentes de la fábrica, identificado como Wang Yuejin, trató de persuadir a la policía de que no golpearan a las ancianas, y fue golpeado con una cachiporra por sus sugerencias. Casi al mismo tiempo, dijo, un aldeano en la multitud, Wang Hongfa, fue golpeado por una piedra que había arrojada por las asediadas mujeres policías, abriendo un tajo sobre su ojo izquierdo. Además -más tarde los rumores resultaron ser incorrectos- empezó a circular el rumor de que dos ancianas habían muerto a causa de heridas causadas por la policía anti-disturbios.
"Después de eso, la gente se encolerizó", recordó un manifestante.
La Otra Cara de la Policía
Cuando las piedras llovieron sobre los agentes y la multitud se apretujaba casi a las 6:30 de la mañana, las líneas policiales colapsaron y los atemorizados agentes corrieron a su cuartel en el patio de una escuela a 150 metros de las tiendas. Algunos de ellos fueron golpeados en el camino, pero muchos llegaron al terreno amurallado y cerraron las puertas.
Dos campesinos, con las manos encallecidas y sucias uñas de los que trabajan la tierra, contaron más tarde lo que había ocurrido después en una larga conversación en una granja aislada rodeada de melocotoneros. Dijeron que fueron necesarios varios cientos de aldeanos para echar a bajo, empujando, la muralla de piedras de 2.40 metros de alto, pero se derrumbó a los minutos una vez que pusieron manos a la obra.
Cuando los campesinos entraron por la apertura de 6 metros, muchas de las agentes se habían refugiado en los buses y estaban rodeadas por hombres de la policía anti-disturbios con escudos y porras. Pero la creciente multitud de vociferantes campesinos asustó a los agentes, dijeron, y los buses también se desocuparon rápidamente.
Algunos agentes se sacaron sus uniformes y escaparon en ropa interior, contaron manifestantes. Otros se refugiaron en las aulas, dijeron, abriendo las puertas a patadas. "Vimos la otra cara de la policía", dijo uno de los dos campesinos. "Al principio, la gente tenía miedo. Pero luego fue la policía la que tuvo miedo".
Mientras algunos de los enfurecidos campesinos perseguía a los agentes en el edificio de la escuela, golpeando a los que podían y espantando al resto, otros se volcaron sobre los buses con piedras, ladrillos y herramientas. Primero destruyeron los buses, luego los sedanes.
"Nos tomó menos de dos horas destruir todos los vehículos", dijo uno de los campesinos. "Los agentes que estaban en la escuela no se atrevían a salir. Cuando trataban de salir, eran descubiertos y golpeados".
Chen Qixian, portavoz del ayuntamiento de Ciudad Dongyang, dijo que 30 funcionarios locales y mujeres policías habían sido heridas durante los enfrentamientos. Pero el Phoenix Weekly, una revista de propiedad de una compañía de Hong Kong, citó a funcionarios del hospital de Dongyang diciendo que habían tratado a 140 personas, por heridas, la mayoría de ellas policías y funcionarios. Chen dijo que sólo tres aldeanos habían sufrido heridas leves. Pero vecinos de Huaxi dijeron una mujer de 55 fue golpeada duramente en la cabeza cuando era sacada a rastras de la tienda y permaneció hospitalizada después de varias operaciones. Xu, el anciano de la choza cuya pierna quedó amoratada, dijo que policías armados con porras habían golpeado a varios ancianos más.
Funcionarios Advertidos
Mientras los aldeanos celebraban en el patio, los maestros de la localidad entraron al edificio y escoltaron fuera a los agentes de policía. En la tarde salieron de la ciudad los últimos policías, mientras los aldeanos triunfantes posaban para los fotógrafos mostrando trozos de los vehículos destrozados.
"Estábamos contentos con toda el alma", dijo uno de los campesinos, su sombrero de paja cónico a sus pies.
Más tarde esa noche, dijeron los aldeanos, algunos trabajadores inmigrantes entraron furtivamente al patio y empezaron a robar piezas de los vehículos destrozados. Indignados, los aldeanos llamaron a la policía. Los agentes se negaron a responder.
A los pocos días las tiendas volvieron a ser levantados. Veintiséis de ella bloquearon durante otro mes el parque industrial, obligando a las fábricas a seguir cerradas. La Asociación de la Tercera Edad de Huaxi envió a sus canosos manifestantes a vivir otra vez en las tiendas y los cohetes volvieron a estar listos para dar la señal de alarma.
Cuando el 12 de mayo dos camiones trataron de entrar entre las tiendas y avanzar hacia el parque industrial con suministros para la fábrica, dijeron los aldeanos, los fuegos artificiales fueron lanzados de inmediato y unos 10.000 campesinos se apresuraron a la escena. Con la ayuda de la policía, contaron los aldeanos, lograron hacer retroceder los camiones. Los agentes de policía advirtieron a los conductores que si lo intentaban nuevamente, serían acusados de causar desórdenes públicos, dijeron testigos.
Ansiosos de evitar problemas, la policía levantó un puesto de control en las afueras de la ciudad con un enorme letrero con las palabras: "Prohibidos los camiones con materiales para las fábricas".
Seis de las 13 fábricas fueron notificadas de abandonar Huaxi para siempre, y las autoridades de Dongyang organizaron "grupos de trabajo" de funcionarios locales y de fuera para visitar hogares campesinos e instarles a terminar con las protestas, sobre esa base, de acuerdo a Chen, el portavoz del ayuntamiento.
Hasta cierto punto, la diplomacia tuvo éxito. Con el beneplácito de los aldeanos los funcionarios locales desarmaron las tiendas el 20 de mayo. Policías y funcionarios locales -se pidió a las autoridades de Dongyang que se mantuvieran alejadas- escoltaron a los viejos manifestantes a casa y les impidieron regresar. Pero activistas dijeron que habían advertido al ayuntamiento y otros funcionarios que si las fábricas volvían a funcionar, ellos volverían a montar las tiendas.
De momento no se han producido detenciones, dijo Chen. Pero la policía -de paisano tanto como uniformados- ha establecido una fuerte presencia en Huaxi y los vecinos han sido llamados a participar en la cacería de los responsables de la rebelión campesina del 10 de abril. El gobierno de Dongyang ha dejado en claro que alguien tiene que pagar.
Se ha puesto en operación un "sistema de castigo y prevención" para crear una "sociedad armoniosa" en Huaxi, decía una declaración del ayuntamiento de Dongyang. "Nuestro siguiente paso es investigar a algunos miembros del partido que creemos son los líderes de la revuelta", agregaba.
13 de junio de 2005
©washington post
©traducción mQh
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