los ricos en china comunista
[Maureen Fan] En el país de Mao, hacerse rico es finalmente fantástico. Pero también complicado.
Hace algunos años, Shi Xiao Yan vendió 17 de sus 20 coches. Se quedó solamente con los Porches -un Boxsyer y un Turbo 9110 en el garaje abajo. Shi, llamada también Celia, es la fundadora y presidente de Illinois, una cadena de muebles para el hogar de Pekín, y la número 21 en la lista de las mujeres más ricas de China, con una fortuna total, junto con su marido, Ya Mingqin, de 125 millones de dólares. En estos días conduce un Mini Cooper convertible de 38 mil dólares.
"Tengo un coche económico, ahorra gasolina", explica. "Sabes, tienes que ahorrar para la siguiente generación; no deberíamos gastarlo todo".
La generación siguiente, por cierto, incluye al hijo de Shi, Jason, de once. Hace tres años, para su octavo cumpleaños, Jason recibió un Subaru Impreza, que ha adaptado a sus gustos personales y que conduce normalmente en la pista de carreras de su padre.
Ese tipo de llamativo consumo puede no ser tan excesivamente conspicuo en Beverly Hills o incluso en las Great Falls. Pero esta es China, donde, hasta hace bastante poco, ser rico era no solamente raro sino que prácticamente un delito.
Después de la revolución comunista de 1949, la riqueza privada se convirtió en una enorme desventaja social. Gran parte de ella fue confiscada por funcionarios o entregada voluntariamente por sus dueños, que temían ser perseguidos si no lo hacían. Mansiones y grandes casonas fueron confiscadas y convertidas en función de los intereses del estado: viviendas para los trabajadores municipales, escuelas médicas, oficinas del gobierno y cosas parecidas.
Los tesoros en la forma de pinturas antiguas, caligrafías, vasijas de las dinastías Ming y Ching y esculturas en jade, fueron enterrados o destruidos, a menudo por sus propios dueños. Con el Gran Salto Adelante y varias otras campañas anticapitalistas de fines de los años cincuenta, los Guardias Rojos llegaron y se llevaron todos los símbolos de riqueza.
Si al principio los funcionarios comunistas se encontraban cerca del pueblo -granjeros y campesinos que reaccionaban ante la corrupción del derrocado gobierno del Kuomintang-, finalmente se enamoraron de la riqueza y se apropiaron de muchos de los bienes confiscados. Jiang Qing, la mujer del presidente Mao Tse Tung, era notoriamente extravagante -se decía que llenaba su piscina con agua mineral, montaba a caballo en parques cerrados para el público y miraba películas extranjeras-, al mismo tiempo que llamaba a sus compatriotas a conformarse con la pobreza. Después de la Revolución Cultural (1966 a 1976), mucha gente pidió al gobierno la restitución de sus bienes: Algunas cosas fueron devueltas, pero no muchas.
Bien conocidos lemas comunistas de la época eran, entre otros: "Mientras más pobre seas, más gloria recibirás", y "Cortémosle la cola al capitalismo". La empresa libre fue tan sistemáticamente vilipendiada que incluso los campesinos que vendían huevos frescos fueron acusados de ser capitalistas. Durante la Revolución Cultural, capitalistas y propietarios ricos fueron clasificados como ‘derechistas' y ‘elementos nocivos' para ser perseguidos. La gente que hablaba inglés o había recibido una formación occidental, fue despedida, denunciada o incluso humillada y paseada por las calles.
En lo esencial, la retórica de tres décadas dejó en claro que ser rico era un crimen.
El período de ‘apertura y reforma' de China empezó en 1978 gracias a Deng Xiaoping, el pragmático hijo de un terrateniente rico. Tras la muerte de Mao en 1976, que terminó con la brutalidad y caos de la Revolución Cultural, Deng encabezó a sus colegas reformistas para restructurar la vapuleada economía china. Aunque Deng continuó prefiriendo el socialismo sobre el capitalismo, creía en las fuerzas del mercado y luchó por establecer vínculos económicos más fuertes con el mundo exterior. En 1979, permitió que partes de la sureña provincia de Guangzhou se convirtiera en una zona económica especial: se permitieron los negocios con gestión al estilo occidental, y los extranjeros fueron animados a invertir y administrar fábricas allá. Ese año también visitó Estados Unidos, que lo fortaleció en su deseo de modernizar China pasando de la industria pesada a la ligera y adquiriendo más tecnología.
Los primeros empresarios de la era comunista, de 1978 a mediados de los años ochenta, fueron en general personas en los márgenes de la sociedad, miembros de las clases más bajas y a veces delincuentes, gente que sabía muy poco sobre el mercado pero que no tenían nada que perder si eran denunciados o sufrían la burla de sus vecinos, para no mencionar el poco dinero que tenían. A menudo tenían que contrabandear prácticamente todo, desde ropa hasta radios y relojes, para levantar un inventario. Pero después de que hacer dinero fuera admitido por el gobierno, mucha gente que decidió hacer xia hai, es decir, zambullirse en el océano comercial y empezar sus propios negocios eran o funcionarios del gobierno o gente con estrechas relaciones con los funcionarios.
La creencia de que un mayor liberalismo económico conduciría a la liberalización política fue aplastada con la masacre en 1989 de los manifestantes pro-democracia, cometida por tropas del gobierno en la Plaza de Tianenmen. Muchos empresarios se unieron a los estudiantes, pidiendo no solamente democracia sino también el fin de la corrupción del gobierno. Gran parte de los negocios, pero no todos, se paralizaron hasta 1992 cuando Deng inició su ahora famoso viaje al sur, un viaje que generó cientos de artículos en los diarios y al menos 20 libros. Aunque de 88 años y achacoso, y con muchas de sus declaraciones leídas por su hija, Deng fomentó todo un conjunto de reformas económicas. Pensaba que la competencia honesta estimularía los negocios y permitiría que la gente se enriqueciera, lo que espolonearía lentamente a los demás. En su viaje al sur, repitió una frase que usó por primera vez en octubre de 1985, en una reunión en Pekín con un grupo comercial norteamericano: "Rang Yi Bu Fen Ren Xian Fu Qi Lai" (Dejemos que alguna gente se vuelva rica primero). Este llamado a los buenos ejemplos económicos fue traducido erróneamente en la prensa occidental a la frase mucho menos ambigua de ‘Hacerse rico es fantástico', que se convirtió en un eslogan en Occidente para referirse al estallido de actividad comercial en China. Aunque Deng continuó elogiando el socialismo, su apoyo de la reforma económica se entronizó en la constitución y en la literatura del Partido Comunista.
Desde entonces, el auge de la economía china ha sido una de las grandes historias de éxito del mundo. La riqueza y el consumo conspicuo están aumentando fuertemente en un país donde el ingreso per cápita promedio es de sólo 145 dólares al mes (en Pekín es de 209 al mes). En el continente, cerca de 175 millones de habitantes, o el 13.5 por ciento de los consumidores se han convertido en lo que muchos estudiosos chinos consideran la clase media, que ganan más de 30 mil dólares al año, informó hace poco la Asociación China de Estrategias de Comercialización. Esos consumidores han logrado acumular ahorros significativos, pero a menudo gastan todo el salario de un mes en un sólo artículo de lujo: una cartera, un reloj o joyas.
Se espera que ese grupo crezca dentro de los próximos diez años a cerca de 260 millones (el 20 por ciento) de habitantes, dijo Lu Xueyi, profesor de la Academia de Ciencias Sociales de China. Para entonces, China podría ser el más importante mercado de artículos de lujo del mundo, predicen los analistas.
Otras 320 mil a 500 mil personas reportan suficientes ingresos -unos 60 mil dólares al año- como para clasificarlas en una clase media alta. Y debido a que la mayoría de los chinos no revelan sus ingresos con exactitud, los expertos dicen que es probable que sean muchos más. Es gente que paga consumiciones de 385 dólares para entretener a sus clientes en clubes de karaoke, como el Shanghai's L.A. Disco. O que gastan 3,650 dólares para ingresar a una fiesta de solteros en un yate.
Un grupo mucho más pequeño, pero más visible, son los super ricos. El número 1 de la Lista Forbes de los Chinos Ricos de 2006 es Huang Guangyu, de 37 años, que posee 2,3 billones de dólares y es propietario de una cadena de tiendas de aparatos electrodomésticos. De los primeros 40 de la lista, más de un cuarto son menores de cuarenta. Su valor neto combinado es de 38 billones de dólares, tras crecer de 26 billones de dólares en un 46 por ciento en 2005. No parece haber un límite, pero los niveles mínimos de capital utilizados por la lista rival de ricos, el informe de Rupert Hoogewerf's Hurun, son elocuentes. En 1999, la gente en su lista tenía al menos 50 millones de renminbi [RMB] (unos 6,4 millones de dólares), pero este año, el límite más bajo se había disparado en un 1,600 por ciento, a 800 millones RMB (unos cien millones de dólares).
Hace poco, el presidente Hu Jintao ha reaccionado ante la creciente brecha entre ricos y pobres exigiendo que se preste más atención al ideal de una ‘sociedad armoniosa'. Las autoridades han decretado impuestos sobre artículos de lujo tales como lanchas, clubes de golf y relojes de diamante. Pero esto sólo ha espoloneado a los ricos a volar a Hong Kong a comprar esos artículos allá, donde el impuesto al lujo es menor. Cuando no están de compras, muchos continentales visitan el famoso inodoro de oro de 24 carates y el baño de 3,5 millones de dólares de propiedad de un joyero local y exhibido en un salón de exposiciones turístico.
El afán de ostentar el éxito económico compite con el deseo de mantener un bajo perfil. Aunque muchos chinos se sienten elogiados por el prestigio de ser incorporados en varias ‘listas de ricos', también temen a la publicidad y la vigilancia extra de inspectores de Hacienda, que no parecen utilizar normas corrientes de tasación.
Incluso así, la riqueza está empezando a redundar en otros privilegios. En la provincia de Jiangsu, justo al norte de Shanghai, las autoridades anunciaron el año pasado que los empresarios que eran ‘grandes contribuyentes', que pagan al gobierno más de 375 mil dólares al año, ayudarán a decidir si los funcionarios son despedidos o ascendidos.
En otros lugares, los empresarios ricos se han unido a campesinos, minorías étnicas y padres que fueron hijos únicos para pedir excepciones a las leyes que limitan la formación de las familias a un solo hijo. En algunos casos, los hijos de empresarios ricos reciben más puntos en sus exámenes en la escuela secundaria.
Los ricos son envidiados y resentidos -y apreciados por el gobierno. En los primeros días de la ‘apertura y reforma', altos funcionarios esperaban que los ricos sirvieran como ejemplo para los pobres, inspirándolos y alentándolos. Pero con los casos de corrupción que salen a luz año tras año, los dirigentes están cada vez más preocupados de ser sorprendidos en algún escándalo. Están alentando una ‘riqueza limpia' en programas de televisión, como ‘Ganar en China', en nuevo reality show basado en ‘El aprendiz' [The Apprentice], aunque la corrupción y la obtención de dinero parecen abundar en todos los niveles de la sociedad.
En teoría, una clase empresarial en crecimiento, que sería la más servida con gobiernos limpios y transparencia, podría actuar como una fuerza en pro de la reforma. Pero es difícil para los que han logrado el éxito, luchar contra la corrupción oficial, ya que muchos empresarios violaron las reglas para hacerse ricos, en primer lugar. Es lo que Chan Kin Man, profesor de sociología de la Universidad de Hong Kong que ha estudiado a la clase alta emergente, llama el ‘pecado original'. Algunos sobornaron a funcionarios de los bancos para conseguir préstamos. En otros casos, su ‘pecado original' es más serio: un promotor inmobiliario que conspiró con funcionarios para apropiarse las casas de vecinos pobres, por ejemplo, o el jefe de una compañía de alimentos y granos que engaña a los clientes con alimentos de mala calidad al empezar sus operaciones comerciales.
"A causa de este pecado original, se sienten inseguros", dice Chan. "Les gustaría trazar una línea, que se les perdonen todos los errores cometidos en el pasado. Entienden que es muy gravoso pedir cambios políticos".
En China es difícil separar la riqueza del poder. Un informe reciente en el diario de Hong Kong, Sing Tao, dijo que investigaciones del Consejo de Estado de China, la Academia de Ciencias Sociales de China y la oficina de investigaciones de la Escuela Central del Partido, muestra que el 90 por ciento de los multimillonarios en RMB de China (personas con más de 128,2 millones de dólares) son hijos de altos funcionarios. Sin conexiones oficiales, los ricos no llegan a ninguna parte. Las conexiones son un bien tan valioso como el capital y se las conoce como gaunxi. Los altos funcionarios son ellos mismos ricos, aunque algunos son más discretos a la hora de exhibir su riqueza. Sin embargo, sus hijos estudian en el extranjero, y van de compras a Hong Kong o son dueños de caras propiedades inmobiliarias.
La necesidad de guanxi no es sólo cosa de ricos. La clase media también depende de las conexiones en sus relaciones personales con el poder. Necesitas conexiones cuando el propietario de tu apartamento de lujo decide cobrarte más por mantención o te coloca pegamento en la puerta cuando le dices que no.
Los que pueden pagar sus propios aviones y yates o veinte coches de lujo, probablemente no verán nunca sus puertas pegoteadas, o rechazarán las multas por tener demasiados perros con pedigrí, pero Chan, el profesor de Hong Kong que ha estudiado cientos de empresarios, dijo que los ricos le dijeron que estaban cansados de todas las gentilezas para los funcionarios que tenían que hacer.
Eso es sólo el comienzo de su ansiedad. A medida que estos chinos se hacen más ricos, desdeñan su salud y luchan contra la estrés y el éxito, de acuerdo a estudios publicados en la prensa estatal. Han contado a los encuestadores sobre su inseguridad y su incapacidad de encontrar parejas convenientes. Algunos se quejan de la posibilidad de perder su riqueza de la noche a la mañana debido a la corrupción oficial, mientras otros dicen que temen a los delincuentes y a los vecinos envidiosos.
Pero lo que la mayoría de ellos temen es que se les prive de su éxito. Están ansiosos sobre si han hecho o no las conexiones correctas, en caso de que su posición de privilegio resulte estar construida sobre terreno turbio.
"Lo único en que piensan es en el guanxi", dice Shi Xiaoyan. "Usan todo su dinero, todo su conocimiento. Gastan su tiempo de reposo y sus familias... La gente rica en China, son simplemente ricos, no saben qué otra cosa hacer".
"Tengo un coche económico, ahorra gasolina", explica. "Sabes, tienes que ahorrar para la siguiente generación; no deberíamos gastarlo todo".
La generación siguiente, por cierto, incluye al hijo de Shi, Jason, de once. Hace tres años, para su octavo cumpleaños, Jason recibió un Subaru Impreza, que ha adaptado a sus gustos personales y que conduce normalmente en la pista de carreras de su padre.
Ese tipo de llamativo consumo puede no ser tan excesivamente conspicuo en Beverly Hills o incluso en las Great Falls. Pero esta es China, donde, hasta hace bastante poco, ser rico era no solamente raro sino que prácticamente un delito.
Después de la revolución comunista de 1949, la riqueza privada se convirtió en una enorme desventaja social. Gran parte de ella fue confiscada por funcionarios o entregada voluntariamente por sus dueños, que temían ser perseguidos si no lo hacían. Mansiones y grandes casonas fueron confiscadas y convertidas en función de los intereses del estado: viviendas para los trabajadores municipales, escuelas médicas, oficinas del gobierno y cosas parecidas.
Los tesoros en la forma de pinturas antiguas, caligrafías, vasijas de las dinastías Ming y Ching y esculturas en jade, fueron enterrados o destruidos, a menudo por sus propios dueños. Con el Gran Salto Adelante y varias otras campañas anticapitalistas de fines de los años cincuenta, los Guardias Rojos llegaron y se llevaron todos los símbolos de riqueza.
Si al principio los funcionarios comunistas se encontraban cerca del pueblo -granjeros y campesinos que reaccionaban ante la corrupción del derrocado gobierno del Kuomintang-, finalmente se enamoraron de la riqueza y se apropiaron de muchos de los bienes confiscados. Jiang Qing, la mujer del presidente Mao Tse Tung, era notoriamente extravagante -se decía que llenaba su piscina con agua mineral, montaba a caballo en parques cerrados para el público y miraba películas extranjeras-, al mismo tiempo que llamaba a sus compatriotas a conformarse con la pobreza. Después de la Revolución Cultural (1966 a 1976), mucha gente pidió al gobierno la restitución de sus bienes: Algunas cosas fueron devueltas, pero no muchas.
Bien conocidos lemas comunistas de la época eran, entre otros: "Mientras más pobre seas, más gloria recibirás", y "Cortémosle la cola al capitalismo". La empresa libre fue tan sistemáticamente vilipendiada que incluso los campesinos que vendían huevos frescos fueron acusados de ser capitalistas. Durante la Revolución Cultural, capitalistas y propietarios ricos fueron clasificados como ‘derechistas' y ‘elementos nocivos' para ser perseguidos. La gente que hablaba inglés o había recibido una formación occidental, fue despedida, denunciada o incluso humillada y paseada por las calles.
En lo esencial, la retórica de tres décadas dejó en claro que ser rico era un crimen.
El período de ‘apertura y reforma' de China empezó en 1978 gracias a Deng Xiaoping, el pragmático hijo de un terrateniente rico. Tras la muerte de Mao en 1976, que terminó con la brutalidad y caos de la Revolución Cultural, Deng encabezó a sus colegas reformistas para restructurar la vapuleada economía china. Aunque Deng continuó prefiriendo el socialismo sobre el capitalismo, creía en las fuerzas del mercado y luchó por establecer vínculos económicos más fuertes con el mundo exterior. En 1979, permitió que partes de la sureña provincia de Guangzhou se convirtiera en una zona económica especial: se permitieron los negocios con gestión al estilo occidental, y los extranjeros fueron animados a invertir y administrar fábricas allá. Ese año también visitó Estados Unidos, que lo fortaleció en su deseo de modernizar China pasando de la industria pesada a la ligera y adquiriendo más tecnología.
Los primeros empresarios de la era comunista, de 1978 a mediados de los años ochenta, fueron en general personas en los márgenes de la sociedad, miembros de las clases más bajas y a veces delincuentes, gente que sabía muy poco sobre el mercado pero que no tenían nada que perder si eran denunciados o sufrían la burla de sus vecinos, para no mencionar el poco dinero que tenían. A menudo tenían que contrabandear prácticamente todo, desde ropa hasta radios y relojes, para levantar un inventario. Pero después de que hacer dinero fuera admitido por el gobierno, mucha gente que decidió hacer xia hai, es decir, zambullirse en el océano comercial y empezar sus propios negocios eran o funcionarios del gobierno o gente con estrechas relaciones con los funcionarios.
La creencia de que un mayor liberalismo económico conduciría a la liberalización política fue aplastada con la masacre en 1989 de los manifestantes pro-democracia, cometida por tropas del gobierno en la Plaza de Tianenmen. Muchos empresarios se unieron a los estudiantes, pidiendo no solamente democracia sino también el fin de la corrupción del gobierno. Gran parte de los negocios, pero no todos, se paralizaron hasta 1992 cuando Deng inició su ahora famoso viaje al sur, un viaje que generó cientos de artículos en los diarios y al menos 20 libros. Aunque de 88 años y achacoso, y con muchas de sus declaraciones leídas por su hija, Deng fomentó todo un conjunto de reformas económicas. Pensaba que la competencia honesta estimularía los negocios y permitiría que la gente se enriqueciera, lo que espolonearía lentamente a los demás. En su viaje al sur, repitió una frase que usó por primera vez en octubre de 1985, en una reunión en Pekín con un grupo comercial norteamericano: "Rang Yi Bu Fen Ren Xian Fu Qi Lai" (Dejemos que alguna gente se vuelva rica primero). Este llamado a los buenos ejemplos económicos fue traducido erróneamente en la prensa occidental a la frase mucho menos ambigua de ‘Hacerse rico es fantástico', que se convirtió en un eslogan en Occidente para referirse al estallido de actividad comercial en China. Aunque Deng continuó elogiando el socialismo, su apoyo de la reforma económica se entronizó en la constitución y en la literatura del Partido Comunista.
Desde entonces, el auge de la economía china ha sido una de las grandes historias de éxito del mundo. La riqueza y el consumo conspicuo están aumentando fuertemente en un país donde el ingreso per cápita promedio es de sólo 145 dólares al mes (en Pekín es de 209 al mes). En el continente, cerca de 175 millones de habitantes, o el 13.5 por ciento de los consumidores se han convertido en lo que muchos estudiosos chinos consideran la clase media, que ganan más de 30 mil dólares al año, informó hace poco la Asociación China de Estrategias de Comercialización. Esos consumidores han logrado acumular ahorros significativos, pero a menudo gastan todo el salario de un mes en un sólo artículo de lujo: una cartera, un reloj o joyas.
Se espera que ese grupo crezca dentro de los próximos diez años a cerca de 260 millones (el 20 por ciento) de habitantes, dijo Lu Xueyi, profesor de la Academia de Ciencias Sociales de China. Para entonces, China podría ser el más importante mercado de artículos de lujo del mundo, predicen los analistas.
Otras 320 mil a 500 mil personas reportan suficientes ingresos -unos 60 mil dólares al año- como para clasificarlas en una clase media alta. Y debido a que la mayoría de los chinos no revelan sus ingresos con exactitud, los expertos dicen que es probable que sean muchos más. Es gente que paga consumiciones de 385 dólares para entretener a sus clientes en clubes de karaoke, como el Shanghai's L.A. Disco. O que gastan 3,650 dólares para ingresar a una fiesta de solteros en un yate.
Un grupo mucho más pequeño, pero más visible, son los super ricos. El número 1 de la Lista Forbes de los Chinos Ricos de 2006 es Huang Guangyu, de 37 años, que posee 2,3 billones de dólares y es propietario de una cadena de tiendas de aparatos electrodomésticos. De los primeros 40 de la lista, más de un cuarto son menores de cuarenta. Su valor neto combinado es de 38 billones de dólares, tras crecer de 26 billones de dólares en un 46 por ciento en 2005. No parece haber un límite, pero los niveles mínimos de capital utilizados por la lista rival de ricos, el informe de Rupert Hoogewerf's Hurun, son elocuentes. En 1999, la gente en su lista tenía al menos 50 millones de renminbi [RMB] (unos 6,4 millones de dólares), pero este año, el límite más bajo se había disparado en un 1,600 por ciento, a 800 millones RMB (unos cien millones de dólares).
Hace poco, el presidente Hu Jintao ha reaccionado ante la creciente brecha entre ricos y pobres exigiendo que se preste más atención al ideal de una ‘sociedad armoniosa'. Las autoridades han decretado impuestos sobre artículos de lujo tales como lanchas, clubes de golf y relojes de diamante. Pero esto sólo ha espoloneado a los ricos a volar a Hong Kong a comprar esos artículos allá, donde el impuesto al lujo es menor. Cuando no están de compras, muchos continentales visitan el famoso inodoro de oro de 24 carates y el baño de 3,5 millones de dólares de propiedad de un joyero local y exhibido en un salón de exposiciones turístico.
El afán de ostentar el éxito económico compite con el deseo de mantener un bajo perfil. Aunque muchos chinos se sienten elogiados por el prestigio de ser incorporados en varias ‘listas de ricos', también temen a la publicidad y la vigilancia extra de inspectores de Hacienda, que no parecen utilizar normas corrientes de tasación.
Incluso así, la riqueza está empezando a redundar en otros privilegios. En la provincia de Jiangsu, justo al norte de Shanghai, las autoridades anunciaron el año pasado que los empresarios que eran ‘grandes contribuyentes', que pagan al gobierno más de 375 mil dólares al año, ayudarán a decidir si los funcionarios son despedidos o ascendidos.
En otros lugares, los empresarios ricos se han unido a campesinos, minorías étnicas y padres que fueron hijos únicos para pedir excepciones a las leyes que limitan la formación de las familias a un solo hijo. En algunos casos, los hijos de empresarios ricos reciben más puntos en sus exámenes en la escuela secundaria.
Los ricos son envidiados y resentidos -y apreciados por el gobierno. En los primeros días de la ‘apertura y reforma', altos funcionarios esperaban que los ricos sirvieran como ejemplo para los pobres, inspirándolos y alentándolos. Pero con los casos de corrupción que salen a luz año tras año, los dirigentes están cada vez más preocupados de ser sorprendidos en algún escándalo. Están alentando una ‘riqueza limpia' en programas de televisión, como ‘Ganar en China', en nuevo reality show basado en ‘El aprendiz' [The Apprentice], aunque la corrupción y la obtención de dinero parecen abundar en todos los niveles de la sociedad.
En teoría, una clase empresarial en crecimiento, que sería la más servida con gobiernos limpios y transparencia, podría actuar como una fuerza en pro de la reforma. Pero es difícil para los que han logrado el éxito, luchar contra la corrupción oficial, ya que muchos empresarios violaron las reglas para hacerse ricos, en primer lugar. Es lo que Chan Kin Man, profesor de sociología de la Universidad de Hong Kong que ha estudiado a la clase alta emergente, llama el ‘pecado original'. Algunos sobornaron a funcionarios de los bancos para conseguir préstamos. En otros casos, su ‘pecado original' es más serio: un promotor inmobiliario que conspiró con funcionarios para apropiarse las casas de vecinos pobres, por ejemplo, o el jefe de una compañía de alimentos y granos que engaña a los clientes con alimentos de mala calidad al empezar sus operaciones comerciales.
"A causa de este pecado original, se sienten inseguros", dice Chan. "Les gustaría trazar una línea, que se les perdonen todos los errores cometidos en el pasado. Entienden que es muy gravoso pedir cambios políticos".
En China es difícil separar la riqueza del poder. Un informe reciente en el diario de Hong Kong, Sing Tao, dijo que investigaciones del Consejo de Estado de China, la Academia de Ciencias Sociales de China y la oficina de investigaciones de la Escuela Central del Partido, muestra que el 90 por ciento de los multimillonarios en RMB de China (personas con más de 128,2 millones de dólares) son hijos de altos funcionarios. Sin conexiones oficiales, los ricos no llegan a ninguna parte. Las conexiones son un bien tan valioso como el capital y se las conoce como gaunxi. Los altos funcionarios son ellos mismos ricos, aunque algunos son más discretos a la hora de exhibir su riqueza. Sin embargo, sus hijos estudian en el extranjero, y van de compras a Hong Kong o son dueños de caras propiedades inmobiliarias.
La necesidad de guanxi no es sólo cosa de ricos. La clase media también depende de las conexiones en sus relaciones personales con el poder. Necesitas conexiones cuando el propietario de tu apartamento de lujo decide cobrarte más por mantención o te coloca pegamento en la puerta cuando le dices que no.
Los que pueden pagar sus propios aviones y yates o veinte coches de lujo, probablemente no verán nunca sus puertas pegoteadas, o rechazarán las multas por tener demasiados perros con pedigrí, pero Chan, el profesor de Hong Kong que ha estudiado cientos de empresarios, dijo que los ricos le dijeron que estaban cansados de todas las gentilezas para los funcionarios que tenían que hacer.
Eso es sólo el comienzo de su ansiedad. A medida que estos chinos se hacen más ricos, desdeñan su salud y luchan contra la estrés y el éxito, de acuerdo a estudios publicados en la prensa estatal. Han contado a los encuestadores sobre su inseguridad y su incapacidad de encontrar parejas convenientes. Algunos se quejan de la posibilidad de perder su riqueza de la noche a la mañana debido a la corrupción oficial, mientras otros dicen que temen a los delincuentes y a los vecinos envidiosos.
Pero lo que la mayoría de ellos temen es que se les prive de su éxito. Están ansiosos sobre si han hecho o no las conexiones correctas, en caso de que su posición de privilegio resulte estar construida sobre terreno turbio.
"Lo único en que piensan es en el guanxi", dice Shi Xiaoyan. "Usan todo su dinero, todo su conocimiento. Gastan su tiempo de reposo y sus familias... La gente rica en China, son simplemente ricos, no saben qué otra cosa hacer".
Li Jie contribuyó a este reportaje.
fanm@washpost.com
26 de febrero de 2007
13 de febrero de 2007
©washington post
©traducción mQh
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