ser madre soltera en china
Li Zhen contribuyó al reportaje, desde Shanghai; Fan Wenxin y Shi Jing desde Pekín. 30 de mayo de 2008
Para la mayoría de las mujeres, el trayecto normal habría sido casarse primero o abortar. La señorita Lei, que entonces tenía 33 años y era furiosamente independiente, no hizo ninguna de las dos cosas. Se negó a casarse con su novio, pero temerosa de no llegar nunca a ser madre, prefirió convertirse en madre soltera.
Esa decisión tuvo implicaciones que Lei nunca previó completamente, marcándola como una paria social en un país que todavía controla estrictamente el crecimiento de su población y hace pocas concesiones a mujeres como ella.
Hoy, a los 41, Lei dice que no lo lamenta, incluso después de enfrentarse a una vida llena de amargos giros y vueltas: pretender ser una divorciada para evitarle la vergüenza a su hijo y últimamente casándose con un hombre mucho mayor en un intento por obtener la identidad básica que necesitaba su hijo para ir a la escuela y recibir otros servicios sociales.
Por todo esto, Lei, que ahora vive en Pekín con ese hombre mayor en lo que describe como una relación abusiva, dijo que por su hijo lo haría todo de nuevo. "Cuando lo miro, sé que valió la pena", dijo, con lágrimas en los ojos. "Es tan amoroso. No lo lamento".
En una sociedad donde hasta hace poco el sexo premarital era a menudo castigado, el tema de las madres solteras ha demorado en llegar a la arena pública. Pero ahora una nueva conciencia está planteando preguntas sobre la posición de las mujeres en China, así como sobre otros derechos, como el hukou, o permiso de residencia, una herramienta central de control de la población heredada de la época maoísta que restringe los movimientos de la gente vinculándola a sus lugares de nacimiento.
El gobierno chino ha mantenido durante largo tiempo que el Partido Comunista liberó a las mujeres, junto con el resto del país, en 1949. Pero en una era de rápida modernización, China ha carecido de una corriente de opinión sobre los derechos de las mujeres.
"Cuando decimos que una mujer es dueña de su útero, y que es su derecho decidir si quiere o no tener un bebé, la gente no lo acepta", dice Yuan Xin, director de psicología en el Centro Psicológico de la Universidad de Nankai. "Si eres una mujer, tu opción personal es controlada y supervisada por un montón de gente, y esperan que hagas lo que hace todo el mundo".
Las estadísticas oficiales sobre la cantidad de madres solteras en China no son públicas. Pero ahora que el sexo premarital es cosa normal y el poder de compra de las mujeres está aumentando, especialmente en las ricas ciudades del este, los expertos creen que las madres solteras están aumentando a gran velocidad, aunque desde una pequeña base.
"Es muy significativo", dijo Li Ling, profesora de artes y ciencias de la Universidad de Lengua y Cultura de Pekín. "Para mí es difícil juzgar las opciones de otras personas, si son buenas o malas, pero es muy significativo que las mujeres estén tomando ellas mismas esas decisiones. En la tradición china, las mujeres no tienen esos derechos. Sólo somos las portadoras de la descendencia de las familias de nuestros maridos".
De muchos modos, Xie Jing, 33, periodista en un diario de Shanghai, es típica de una nueva generación de madres solteras que son profesionales y cuyas opciones sobre la crianza de los hijos son facilitadas por su seguridad económica.
Xie dijo que quedó embarazada cuando estaba de novia, pero que la ambivalencia de su novio sobre la inesperada noticia la impulsaron a seguir su propio curso. Cuando su ex novio le preguntó: "¿Para qué tener un hijo si ya no estamos juntos?", ella ya sabía qué le diría: Que lo criaría sola.
"Mi calidad de vida no es mala, así que no quiero rebajarme a vivir con otra persona sólo por estar juntos", dijo Xie. "No me importa si eso significa que tengo que hacer sacrificios. Pero ahora estoy en una buena situación con mi bebé, y no estoy dispuesta a perderlo".
Su hijo nació hace dos años en un hospital parcialmente extranjero, donde no se exigía que hubiera inscrito su embarazo en un comité de barrio -una práctica habitual en gran parte de China. Xie vive con sus padres, que son jubilados y la ayudan con su hijo. Excepto sus amigos más cercanos, al resto del mundo explica que el padre está en el extranjero por un contrato de tres años. Su hijo lleva el nombre de la familia de Xie, y le dijeron al padre que si no aceptaba la responsabilidad legal como padre, se lo mantendría a distancia hasta que el niño cumpliera dieciocho.
Afirmarse a sí misma de este modo fue más fácil en virtud de la residencia de Xie en Shanghai, una ciudad rica para estándares chinos, con disposiciones relativamente liberales para el otorgamiento de permisos de residencia. "Consulté la página web del Servicio de Seguridad Pública de Shanghai y descubrí que los hijos de madres solteras pueden solicitar un hukou", dijo Xie. "Cuando lo solicité, los empleados fueron groseros conmigo, pero son reglas escritas que protegen los derechos de mi hijo, así que no había nada que pudieran hacer para impedírmelo".
Todas las provincias y ciudades importantes tienen cierto margen a la hora de aplicar esas reglas. Pero para mujeres campesinas y obreras sin demasiada educación, dinero o posición social, las opciones son limitadas.
Zhong Yu, 23, profesora de música en Chongqing, una de las ciudades más grandes de China, dijo que pensó en abortar cuando descubrió, hace poco, que estaba embarazada. El aborto es legal y amplia y libremente disponible en China, pero no podía pagar la cuenta del hospital. Ocultó su condición a su familia, y para cuando había ahorrado suficiente dinero, ya iba en el quinto mes de embarazo -demasiado tarde, pensó, para interrumpir su embarazo.
Hoy Zhong dice que el padre, que no tiene empleo fijo, es un "vago", y dice que fue una idiotez meterse con él. "Pero cuando vi a mi hijo, decidí que lo criaría yo misma, por más difícil que fuese", agregó.
Lei, la madre en Pekín, tampoco tenía demasiados recursos y lo tuvo difícil. Después de volver a su aldea para dar a luz, volvió a Pekín a buscar trabajo y marido, dejando a su hijo con su madre. Pero temiendo que en la aldea molestaran a su hijo por no tener padre, cuando alcanzó la edad escolar se lo llevó con ella a Pekín.
En la capital Lei se enfrentó a nuevos problemas. Sin un padre no podía conseguir un permiso de residencia. En 2006, Lei describió sus problemas en internet, provocando el interés de un periodista chino, que escribió sobre ella. Poco después, los hombres empezaron a contactarla con peticiones de matrimonio.
Accedió a reunirse con uno de ellos debajo de la pasarela de una autopista. Se había descrito como un hombre de sesenta, pero parecía al menos diez años mayor, contó ella. El hombre, un ingeniero viudo y jubilado con un hijo retrasado, dijo que necesitaba un heredero para continuar la línea familiar, y ella necesitaba un hombre para inscribir a su hijo para que pudiera ir a la escuela. De sus necesidades mutuas surgió un matrimonio de conveniencia.
"Él necesitaba un hijo, yo una familia", dijo Lei. "Mi hijo necesitaba ir a la escuela, así que formamos una familia. No hubo ningún contrato".
Se casaron, pero su apresurado pacto se estropeó pronto. El hombre retrocedió a la hora de inscribir al niño con su nombre por temor a hacer algo ilegal. Ahora, contó Lei, se ha vuelto frío con su hijo y grosero con ella. De momento, el niño, Jirong, 7, asiste a una escuela del barrio que ha hecho la vista gorda en cuanto al permiso de residencia.
"La mayoría de la gente en esta situación habría dado su hijo a otros para que lo adoptaran", dijo Lei. "Casi ninguna mujer optaría por criarlo ella misma".
6 de abril de 2008
©new york times
cc traducción mQh
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