cholitas voladoras
[Juan Forero] Adaptan lucha libre mexicana a aires bolivianos. Esta noche: enanos y cholitas luchadoras.
El Alto, Bolivia. Envuelta en sus varias faldas rojas, pompones blancos y un chal de encajes dorados, el vestido tradicional de las mujeres aimara, Ana Polonia Choque podría estar preparándose para una velada de bailes folclóricos o, quizás, para un festival religioso.
Pero como Carmen Rosa, maestra del ring y ganadora de 100 demoledores asaltos en el colorido circuito de la lucha libre en Bolivia, se está en realidad preparando para una noche de caos.
Con sus leales fans gritando su nombre, se trepa a las cuerdas de un rincón por arriba del ring, rebota por un segundo y vuela por el aire, con los brazos estirados para causar más impacto. Para delicia de la muchedumbre, la zambullida aplana a su oponente, María Remedios Condori, mejor conocida como Julia la Paceña.
Esto, señoras y señores, es "lucha libre", la versión boliviana de las estrafalarias y horteras extravagancias de la lucha libre mejor conocidas en Estados Unidos como World Wrestling Entertainment y Triple A en México, que sirve de flojo modelo. Pero no hay espectáculos de luces, ni arenas repletas ni presentadores de un millón de dólares.
Aquí en El Alto, con una población casi enteramente indígena de 800.000 habitantes aimara y quechua, luchar es un retroceso a una época más simple, quizás más inocente, cuando tarde por la noche un espectáculo pugilístico que presentaba a hombres de mallas negras, era transmitido por las parpadeantes pantallas de televisores blanco y negro.
Excepto que la lucha libre boliviana no es transmitida.
Los que quieran ver las peleas -y un número creciente sí quiere- atiborran el Centro Multifuncional de El Alto entrando a cientos, y pagan 1 dólar por personas en gradas de cemento a temperaturas gélidas, con palomitas en la mano. Todos los domingos durante cuatro horas miran luchas entre el bien y el mal que terminan casi siempre con el triunfo de luchadores como Míster Atlas o Batman sobre El Barón Rojo, el Rayo Azteca o Barba Negra.
En una mísera ciudad de cotidianas penurias, la lucha de estilo libre proporciona una necesaria diversión a gente que tiene poco tiempo o dinero para recrearse.
"Es una distracción, una oportunidad de reír, de chillar, especialmente para los niños", dijo Víctor Choque, 40, que no es familiar de Ana. Sin embargo, a juzgar por su amplia sonrisa, parecía estar disfrutando los asaltos todavía más que sus tres hijas. "Vengo todos los domingos, todos. Me encanta. No me pierdo ninguno".
El Alto, que se convirtió de villorrio en una extensa ciudad satélite sobre La Paz en el lapso de una generación, ha creado en gran parte su propia forma de lucha, tomando prestado el famoso espectáculo mexicano de hombres enmascarados que combaten por los honores y salpicándolo con toques locales. La señorita Choque pelea con una troupe de gran éxito de luchadores llamados Los Titanes del Ring.
"La cuna de la lucha libre es México, porque de ahí eran los mejores luchadores -Huracán Ramírez, el Rayo de Jalisco, Blue Demon", dijo Juan Carlos Chávez, apoderado de Los Titanes.
Pero ahora, dice con orgullo, Bolivia tiene su propia cuadra de luchadores que forcejean en peleas coreografiadas. Y los organizadores bolivianos han introducido como innovación a las cholitas luchadoras, las mujeres indígenas bolivianas que usan sombreros bombín y múltiples enaguas.
"Yo quería llamar la atención de la gente y llenar el coliseo", dijo Juan Mamami, 46, presidente de Los Titanes y luchador. "Al principio, pensé que enanos luchadores. Incluso traje uno de Perú. Después pensé en las cholitas. Han tenido mucho éxito".
La más exitosa ha sido Choque, 34, que es dueña de una encantadora e irónica sonrisa y pesa 63 kilos.
Casada, con dos hijos, y la exitosa propietaria de una joyería, Choque recordó el escepticismo de su marido, cuando la veía llegar a casa toda magullada y aporreada. Pero cuando vio lo mucho que le gustaba su pasatiempo, empezó a ir a todas las peleas y ahora la ayuda con su duro régimen de entrenamiento, que incluye una escalada a una montaña a 4.600 metros.
"Quiero hacerlo hasta que no pueda más", dijo. "La lucha libre es mi vida".
Chávez, el promotor, dijo que la introducción de las cholitas fue una idea brillante, que reúne mil o más espectadores a las luchas en El Alto, y a cientos cuando Los Titanes viajan a ciudades más pequeñas.
Hay abundancia de medias llaves y llaves de cabeza y simplemente trucos sucios, con luchadores que son arrojados fuera del ring, con lanzamiento de sillas e incluso con referís machacados en la cabeza de vez en vez.
Para entrenar, Los Titanes se reúnen dos veces a la semana en el frío y húmedo gimnasio de Juan Mamani, y, bajo tres bombillas desnudas, se empujan y practican sus movidas.
Incluso los populares Titanes no pueden vivir de la lucha libre; ganan unos 13 dólares por pelea. La mayoría de ellos tiene trabajo, desde profesor de guitarra hasta obrero textil y vendedores de chucherías y joyas.
Pero eso no quiere decir no que tomen la lucha libre en serio. Tienen que hacerlo. El año pasado uno de Los Titanes perdió la vida tras quebrarse la nuca en una fea caída en el ring.
"Déjame decirte, esto parece farsa pero duele", dijo Yenny Wilma Maras, que pesa 76 kilos y, en el ring, se convierte en Marta, la Mujer de El Alto.
"Parece fácil, que te levantas y pegas unos brincos, pero no es así. Es entrenamiento y preparación".
Quizás el luchador más dedicado es el más viejo, Daniel Torrico, 62, que empezó a luchar hace más de 40 años y se ha enfrentado con enemigos en México, Perú y América Central. Un levantador de pesas con un pecho de barril, en el ring Torrico es Míster Atlas, con su malla azul y su espantosa sonrisa.
"Este es un espectáculo", dijo en su espartano camerino, momentos antes de encaminarse hacia el ring. "La gente nos conoce, aprecian nuestra agilidad, nuestra fuerza. Y lo que hacemos es para la felicidad de la gente".
21 de julio de 2005
©new york times
©traducción mQh
Pero como Carmen Rosa, maestra del ring y ganadora de 100 demoledores asaltos en el colorido circuito de la lucha libre en Bolivia, se está en realidad preparando para una noche de caos.
Con sus leales fans gritando su nombre, se trepa a las cuerdas de un rincón por arriba del ring, rebota por un segundo y vuela por el aire, con los brazos estirados para causar más impacto. Para delicia de la muchedumbre, la zambullida aplana a su oponente, María Remedios Condori, mejor conocida como Julia la Paceña.
Esto, señoras y señores, es "lucha libre", la versión boliviana de las estrafalarias y horteras extravagancias de la lucha libre mejor conocidas en Estados Unidos como World Wrestling Entertainment y Triple A en México, que sirve de flojo modelo. Pero no hay espectáculos de luces, ni arenas repletas ni presentadores de un millón de dólares.
Aquí en El Alto, con una población casi enteramente indígena de 800.000 habitantes aimara y quechua, luchar es un retroceso a una época más simple, quizás más inocente, cuando tarde por la noche un espectáculo pugilístico que presentaba a hombres de mallas negras, era transmitido por las parpadeantes pantallas de televisores blanco y negro.
Excepto que la lucha libre boliviana no es transmitida.
Los que quieran ver las peleas -y un número creciente sí quiere- atiborran el Centro Multifuncional de El Alto entrando a cientos, y pagan 1 dólar por personas en gradas de cemento a temperaturas gélidas, con palomitas en la mano. Todos los domingos durante cuatro horas miran luchas entre el bien y el mal que terminan casi siempre con el triunfo de luchadores como Míster Atlas o Batman sobre El Barón Rojo, el Rayo Azteca o Barba Negra.
En una mísera ciudad de cotidianas penurias, la lucha de estilo libre proporciona una necesaria diversión a gente que tiene poco tiempo o dinero para recrearse.
"Es una distracción, una oportunidad de reír, de chillar, especialmente para los niños", dijo Víctor Choque, 40, que no es familiar de Ana. Sin embargo, a juzgar por su amplia sonrisa, parecía estar disfrutando los asaltos todavía más que sus tres hijas. "Vengo todos los domingos, todos. Me encanta. No me pierdo ninguno".
El Alto, que se convirtió de villorrio en una extensa ciudad satélite sobre La Paz en el lapso de una generación, ha creado en gran parte su propia forma de lucha, tomando prestado el famoso espectáculo mexicano de hombres enmascarados que combaten por los honores y salpicándolo con toques locales. La señorita Choque pelea con una troupe de gran éxito de luchadores llamados Los Titanes del Ring.
"La cuna de la lucha libre es México, porque de ahí eran los mejores luchadores -Huracán Ramírez, el Rayo de Jalisco, Blue Demon", dijo Juan Carlos Chávez, apoderado de Los Titanes.
Pero ahora, dice con orgullo, Bolivia tiene su propia cuadra de luchadores que forcejean en peleas coreografiadas. Y los organizadores bolivianos han introducido como innovación a las cholitas luchadoras, las mujeres indígenas bolivianas que usan sombreros bombín y múltiples enaguas.
"Yo quería llamar la atención de la gente y llenar el coliseo", dijo Juan Mamami, 46, presidente de Los Titanes y luchador. "Al principio, pensé que enanos luchadores. Incluso traje uno de Perú. Después pensé en las cholitas. Han tenido mucho éxito".
La más exitosa ha sido Choque, 34, que es dueña de una encantadora e irónica sonrisa y pesa 63 kilos.
Casada, con dos hijos, y la exitosa propietaria de una joyería, Choque recordó el escepticismo de su marido, cuando la veía llegar a casa toda magullada y aporreada. Pero cuando vio lo mucho que le gustaba su pasatiempo, empezó a ir a todas las peleas y ahora la ayuda con su duro régimen de entrenamiento, que incluye una escalada a una montaña a 4.600 metros.
"Quiero hacerlo hasta que no pueda más", dijo. "La lucha libre es mi vida".
Chávez, el promotor, dijo que la introducción de las cholitas fue una idea brillante, que reúne mil o más espectadores a las luchas en El Alto, y a cientos cuando Los Titanes viajan a ciudades más pequeñas.
Hay abundancia de medias llaves y llaves de cabeza y simplemente trucos sucios, con luchadores que son arrojados fuera del ring, con lanzamiento de sillas e incluso con referís machacados en la cabeza de vez en vez.
Para entrenar, Los Titanes se reúnen dos veces a la semana en el frío y húmedo gimnasio de Juan Mamani, y, bajo tres bombillas desnudas, se empujan y practican sus movidas.
Incluso los populares Titanes no pueden vivir de la lucha libre; ganan unos 13 dólares por pelea. La mayoría de ellos tiene trabajo, desde profesor de guitarra hasta obrero textil y vendedores de chucherías y joyas.
Pero eso no quiere decir no que tomen la lucha libre en serio. Tienen que hacerlo. El año pasado uno de Los Titanes perdió la vida tras quebrarse la nuca en una fea caída en el ring.
"Déjame decirte, esto parece farsa pero duele", dijo Yenny Wilma Maras, que pesa 76 kilos y, en el ring, se convierte en Marta, la Mujer de El Alto.
"Parece fácil, que te levantas y pegas unos brincos, pero no es así. Es entrenamiento y preparación".
Quizás el luchador más dedicado es el más viejo, Daniel Torrico, 62, que empezó a luchar hace más de 40 años y se ha enfrentado con enemigos en México, Perú y América Central. Un levantador de pesas con un pecho de barril, en el ring Torrico es Míster Atlas, con su malla azul y su espantosa sonrisa.
"Este es un espectáculo", dijo en su espartano camerino, momentos antes de encaminarse hacia el ring. "La gente nos conoce, aprecian nuestra agilidad, nuestra fuerza. Y lo que hacemos es para la felicidad de la gente".
21 de julio de 2005
©new york times
©traducción mQh
13 comentarios
lucie -
lucie -
lucie -
eddie -
MARCO MELGAR -
MARCO MELGAR -
MARCO MELGAR -
jorgito -
Mirko -
FRANKLIN KAPQUEQUI -
brigida silva -
Jhon Acuña -
ALVARO LOPEZ -
ANTES CUANDO SE TRANSMITIA POR ATB NO ME PERDIA NI UNA SOLA PELEA ES MAS DESDE NIÑO SIEMPRE SOÑE CON SER UN LUCHADOR DE LUCHA LIBRE PERO EN DONDE ESTOY NO HAY ESCUELAS DONDE PUEDA APRENDER AVER SI ME HACEN EL FAVOR DE DECIRME SI ESQUE HAY UNA ESCUELA DE LUCHA LIBRE EN COCHABAMBA SE LOS VOYA AGRADECER