una enfermera ejemplar
[Alex Williams] Homicio sacude red de madres de alquiler.
Jannifer Calise, una joven mujer que espera gemelos con una madre de alquiler para marzo, estaba agradecida de contar con Melanie McGuire en su vida.
La señora McGuire era más que una eficiente enfermera en una importante clínica de fertilidad de Nueva Jersey en la que había confiado en su lucha por tener un hijo; eran también una aliada fiable, una confidente comprensiva y un firme sostén, que se comunicó casi a diario con ella durante los muchos meses en que la guió a través de las depresiones que son inevitables cuando una mujer permite a otra que lleve y de a luz a su hijo. En el cambiante mundo de los tratamientos de fertilidad, su papel era raro, como el de una especie de partera emocional.
"Todo el proceso es una afirmación de fe", dijo Calise. "Para una madre que confía a desconocidos su ADN -sus óvulos, su esperma, sus hijos futuros-, es realmente una perspectiva espeluznante".
Cuando Calise tenía alguna pregunta, dijo, o simplemente quería charlar, todo lo que tenía que hacer era coger el teléfono y llamar a McGuire.
Eso era lo que estaba tratando de hacer esa tarde del 2 de junio. Calise, 26, estaba en su casa de estilo colonial de cuatro dormitorios que comparte con su marido, un ingeniero, en Mount Olive, Nueva Jersey. McGuire no estaba localizable, dijo Calise, así que le dejó un mensaje. Nunca recibió respuesta. Esa noche, mientras la televisión parpadeaba en el fondo, Calise tomó contacto con su madre de alquiler, una mujer de Pensilvania, por medio de un mensaje online, preguntándole si sabía algo de la enfermera. A los pocos minutos la televisión respondió su pregunta. Al mirar, dijo Calise, se quedó pasmada al ver la imagen de McGuire en la pantalla, esposada.
Ese día, detectives de la Policía del Estado de Nueva Jersey habían detenido a McGuire, 32, en Brick Township, Nueva Jersey, y la acusaron del horrible asesinato de su marido, William T. McGuire, un analista de programación de 39 años del Instituto Tecnológico de Nueva Jersey. La detención se produjo más de un año después de que se hallaran en la Bahía de Chesapeake, cerca de Virginia Beach, Virginia, tres maletas con partes del cuerpo decapitado del señor McGuire.
La señora McGuire negó tener algo que ver, depositó 750.000 dólares para su fianza y se retiró a vivir con su madre y padrastro en su casa de Barnegat. Sus dos hijos pequeños fueron colocados bajo custodia de la hermana de McGuire. Para la mayoría de la gente, la historia se olvidó después de uno o dos días de sensacionalista cobertura periodística. Otro crimen bizarro en Nueva Jersey, otra página.
Pero la noticia de su detención causó conmoción en la cerrada, aunque discreta red de mujeres de Manhattan y sus afluentes suburbios que trabajaban con McGuire como su principal contacto en la clínica de fertilidad, Reproductive Medicine Associates, en Morristown. Repentinamente mujeres que en circunstancias normales tendrían pocas razones para seguir los sórdidos detalles del asesinato de un programador de informática desconocido en Nueva Jersey central, estaban buscando actualizaciones en Google e inundando los foros online con sus reacciones.
"Yo estaba comunicándome con Melanie exactamente al mismo tiempo que estaba pasando todo eso", escribió una mujer en la página en internet allaboutsurrogacy.com. "¡TERRIBLE! ¡ESPELUZNANTE!"
Sin embargo, en general, trataron de reconciliar la imagen de la enfermera que conocían, una competente y compasiva profesional, con la imagen que estaban tratando de establecer los fiscales, de alguien que había matado a su marido, desmembrado su cuerpo y continuado con su vida y carrera durante más de un año antes de que fuera detenida.
Como consultora, McGuire conocía los detalles más privados de sus clientes. Las guiaba a través de complicados procedimientos médicos, les ayudaba a chequear y seleccionar madres de alquiler potenciales, y las animaba cuando se sentían desesperadas por sus ansias de tener un hijo.
Pero la intimidad de la relación era necesariamente unilateral, ya que tiende a ser entre pacientes y otros profesionales médicos: sus clientes sabían muy poco sobre la señora McGuire. Ahora, sin embargo, estaban leyendo sobre un matrimonio infeliz, rumores de una aventura y un informe sobre la compra de un arma.
"Simplemente me trastornó", dijo una cliente, un ejecutiva de Manhattan, que sólo accedió a hablar a condición de guardar el anonimato para evitar que su situación en torno a la fertilidad se haga conocida. "No lo creía. Eso es algo sacado de una novela policíaca".
La ejecutiva, una "madre potencial" según se dice, debía llamar a McGuire hace unas semanas cuando una amiga que conocía a varias antiguas clientes de McGuire en Nueva York la llamó para contarle las noticias sobre la enfermera a la que se refería jocosamente como "la madre susurrante".
Las madre de alquiler estaban también asombradas. "No veo cómo una persona que es tan amistosa, cariñosa y amable, se puede transformar tan completamente y hacer algo contra un ser humano, aunque toda su carrera está basada en la compasión", dijo Linda Smit, 43, de Saco, Maine, una madre de alquiler que ha trabajado con McGuire, en una conferencia telefónica.
Pacientes y madres de alquiler dicen que McGuire estaba capacitada para su trabajo, tenía bastante del tipo A de personalidad para ocuparse de varias docenas de clientes al año mientras fomentaba la sensación de que estaba siempre disponible para todos.
"Me la presentaron como si fuera una gurú, la que sabía de todo", dijo la ejecutiva de Manhattan. "Siempre pensé que tendría todo el tiempo para mí si yo lo necesitara. Realmente pensaba, literalmente, que era la mujer en el trabajo correcto, y en la plenitud de su capacidad".
Melanie Slate creció en Ridgewood, Nueva Jersey, y sacó un diploma en estadísticas en la Universidad de Rutgers antes de matricularse en una escuela de enfermería. Es una mujer menuda de 1 metro 58, sus rasgos suaves enmarcados por una cascada de rizos de color caoba. Las pacientes en la clínica encarecieron su eficiente profesionalismo, pero la describieron personalmente como procaz, a veces picante.
"Me estaba contando sobre cómo someten a mujeres mayores a ultrasonido para ver si son todavía fértiles", dijo la ejecutiva de Manhattan, "y me dijo: De mucha gente lo sabes de inmediato, porque sus ovarios son como uvas pasas'. Pensé que era bárbaro. La mayoría de la gente en la profesión médica no habla de ese modo".
La señorita Slate se casó con el señor McGuire en 1999, el mismo año en que empezó a trabajar para Reproductive Medicine Associates, una de las clínicas de fertilidad más grandes del país. Es particularmente popular entre mujeres en Nueva York, donde las leyes del estado restringen enormemente toda forma de maternidad substituta.
La clínica, que dice en su sitio en internet que ha asistido en el nacimiento de 13.500 niños en nueve años, ofrece diagnósticos y análisis junto con un programa de donación de óvulos para mujeres que no pueden producir óvulos sanos y un programa de maternidad de gestación substituta para las que no pueden terminar bien su preñez.
En este procedimiento, un embrión, concebido por medio de fertilización en vitro usando sea el óvulo de una madre o un donante, es transferido a una portadora. (En la maternidad substituta tradicional, que es ilegal en Nueva Jersey, las madres de alquiler usan sus propios óvulos). El coste del proceso puede superar los 40.000 dólares, incluyendo cargas legales y la tarifa de la madre de alquiler.
Para la mayoría de las mujeres en el programa de gestación, la señora McGuire era su enfermera, la única en la clínica que estaba involucrada en el proceso y a la que podían acudir en búsqueda de apoyo moral.
"Es un proceso emocional", dijo McGuire en una respuesta escrita a preguntas del New York Times, leída por teléfono por su abogado, Henry Klingeman. "Una buena parte del trabajo consistía en mostrar interés y compasión. Por un lado, debes dar apoyo, y por otro debes ser franca y honesta, sin incomodar a las clientes".
Joni S. Mantell, psicoterapeuta de Pennington, Nueva Jersey, que se especializa en infertilidad y problemas de adopción y ha trabajado con pacientes de la clínica, dijo que para estas mujeres la maternidad de gestación no era "una opción".
"Es algo que hacen las mujeres después de haber tratado todo, su última posibilidad de tener un hijo que esté conectado a ellas genéticamente", dijo Mantell. "Una mujer en esa posición obviamente se siente inadecuada, porque no puede hacer algo que siempre se esperó de ella desde que era niña".
Calise, la cliente de Mount Olive, dijo que en sus frecuentes conversaciones, ella y McGuire conversaban sobre todo, desde los ciclos de ovulación hasta los protocolos de la medicación substituta y temas generales como la vida, la muerte y el destino. Algunos años antes, Calise había perdido una hija poco después de su nacimiento, y McGuire, se enteró, había perdido recientemente a su marido. "Hablamos un montón sobre cómo puede la vida cambiar tan rápidamente", dijo Calise. "Como si un día te despertaras y dijeras: ¿Cómo he llegado a vivir así?'" Agregó: "La consideraba una amiga".
Otra paciente dijo en una entrevista que McGuire podía ser refrescantemente franca. "Era una persona que te decía cómo eran las cosas", dijo la mujer, que viven en Manhattan y también habló anónimamente para evitar que se conozca públicamente su situación. McGuire, dijo, estaba tan crítica de una portadora potencial, que la mujer buscó a otra. Aunque esta mujer se mostró escéptica sobre sus posibilidades durante las primeras fases del proceso, fue su enfermera la que siguió testarudamente optimista: "Me dijo: Recuerda, mientras más feos los embriones, más guapos los bebés'".
McGuire y su marido vivían en un apartamento en Woodbridge con dos hijos, ahora de 3 y 5 años. Sus preocupaciones parecían las típicas de cualquier madre jove, dijo Julie Qualley, una portadora de Groton, Connecticut, que dijo que trabajó con McGuire desde la primavera de 2003 hasta mayo de 2004, el mes en que desapareció el señor McGuire. McGuire le había hablado sobre uno de sus hijos, que era autista, dijo Qualley, y una vez estaba preocupada por una filtración de monóxido en su casa.
"Hablando con ella, no sabrías nunca que algo pasaba con ella", dijo Qualley, "excepto que se quejaba de que su marido era un idiota, u otras palabras como éstas -nada excepcional".
Sin embargo, esa primavera la mujer que devolvía siempre las llamadas dentro de minutos, se convirtió de pronto en inalcanzable. A algunos pacientes les llevó más de un año enterarse por qué.
En mayo, la policía encontró el Nissan Maxima del señor McGuuire, que había sido abandonado en un aparcamiento en el Motel Flamingo en Atlantic City. El 5 de mayo se encontró una maleta con partes de un cuerpo envueltas en bolsas de plástico de basura, cerca del Bridge-Tunnel de la Bahía de Chesapeake. Más tarde fueron halladas dos maletas más, el 11 de mayo una, y el 16 de mayo la otra. Los detectives identificaron pronto el cuerpo como el del señor McGuire.
En sus respuestas a preguntas para el Times, la señora McGuire no trataría el caso mientras debiera todavía comparecer ante un gran jurado. Pero dijo que tomó libre seis semanas después de que se hallara el cuerpo de su marido y luego trabajó en más casos que nunca. "Obviamente, fue un desarrollo devastador y traumático", dijo McGuire a través de su abogado, "pero el trabajo era terapéutico".
Uno de sus casos fue el de Calise. "No estaba llorando", recordó Calise. "Pero diría que estaba adecuadamente entristecida. Pensé que él había muerto de alguna enfermedad terminal, debido a su edad. Fue sólo semanas después que alguien me dijo: Oh, su marido fue asesinado'. Pero no hablamos sobre su muerte. Me dijo: Mi marido murió'. Pensé que no era correcto pedirle detalles".
McGuire dijo que como esposa de la víctima fue interrogada dos veces por detectives después de que se hallara el cuerpo. De otro modo, la vida siguió como siempre. A fines de marzo compró una casa de 300.000 dólares en Brick. "Le estaba yendo fantástico; estaba muy optimista", recordó Sacha Weis, una madre de alquiler de Colorado que vio a la señora McGuire por última vez en el verano. Weis dijo que también habló con McGuire por teléfono el domingo antes de que fuera detenida. "No dijo nada fuera de lo normal", dijo Weis. "Hablamos sobre mi protocolo de medicación".
La detención se produjo cuando detectives pararon el Nissan Pathfinder 1999 de McGuire apenas minutos después de que dejara a sus hijos en una guardería en Metuchen. Más tarde ese día, el fiscal general de Nueva Jersey, Peter C. Harvey, anunció que los investigadores habían asociado las bolsas negras de basura que contenían partes del cuerpo con bolsas similares encontradas en la casa de la pareja, y que lo que originalmente pensaban que era pintura en la cinta usada para sellar una bolsa parecía ser en realidad esmalte para uñas.
Aunque no ofreció un motivo del crimen, Harvey puso en duda la versión de McGuire sobre la desaparición de su marido. Según ella, él tenía problemas de juego y se había estado comportando de manera paranoica desde que, el 29 de abril de 2004, se marchó después de una discusión en la que él la había maltratado físicamente. Harvey dijo que, aparentemente, McGuire había sido asesinado con al menos dos balazos con un revólver calibre 38. McGuire, dijo, compró un revólver calibre 38 en una armería de Easton, Pensilvania, tres días antes de la desaparición de su marido.
Los fiscales dicen que creen que McGuire tuvo ayuda para deshacerse del cuerpo. También dijeron que McGuire tenía una aventura en la época de la muerte de su marido, pero habían descartado al amante. Klingeman, el abogado de McGuire, dijo que esperaba que el gran jurado presente una acusación en otoño.
"Naturalmente, en cualquier investigación de un asesinato, los sospechosos iniciales son los más cercanos a la víctima, sea esposa o hermano o hermana", dijo Klingerman, cuya oficina está en Madison, Nueva Jersey. Agregó: "Daremos respuestas muy específicas a las acusaciones que probarán que Melanie McGuire no cometió este homicidio, pero el estado todavía tiene que acusarla formalmente y proporcionar más detalles, además de las ruedas de prensa".
En una declaración escrita, un representante de la clínica dijo que los empleados de la clínica no podían comentar el asunto porque todavía estaba siendo investigado, pero que estaba colaborando completamente y continuaban ofreciendo toda su gama de servicios.
"Llamé a R.M.A. y me dijo: ¿Qué está pasando con nosotros?'", dijo Weis, la madre de alquiler de Colorado. "Me dijeron que Melanie estaba con permiso. Les dije: Sé lo que pasó'. Pero no puedo ni siquiera imaginarlo, ni siquiera como ira. Es tan pequeña y siempre se vio como una persona fuerte".
Weis agregó: "Todavía estamos diciendo que tienen que haber circunstancias que no conocemos. Es una persona muy inteligente, y eso fue hecho de manera estúpida. Hay demasiadas incongruencias".
Calise dijo que después del shock inicial, el sentimiento que persistía era de tristeza, no de traición. Dijo que todavía creía en la mujer que la acompañó siempre.
22 de agosto de 2005
©new york times
©traducción mQh
La señora McGuire era más que una eficiente enfermera en una importante clínica de fertilidad de Nueva Jersey en la que había confiado en su lucha por tener un hijo; eran también una aliada fiable, una confidente comprensiva y un firme sostén, que se comunicó casi a diario con ella durante los muchos meses en que la guió a través de las depresiones que son inevitables cuando una mujer permite a otra que lleve y de a luz a su hijo. En el cambiante mundo de los tratamientos de fertilidad, su papel era raro, como el de una especie de partera emocional.
"Todo el proceso es una afirmación de fe", dijo Calise. "Para una madre que confía a desconocidos su ADN -sus óvulos, su esperma, sus hijos futuros-, es realmente una perspectiva espeluznante".
Cuando Calise tenía alguna pregunta, dijo, o simplemente quería charlar, todo lo que tenía que hacer era coger el teléfono y llamar a McGuire.
Eso era lo que estaba tratando de hacer esa tarde del 2 de junio. Calise, 26, estaba en su casa de estilo colonial de cuatro dormitorios que comparte con su marido, un ingeniero, en Mount Olive, Nueva Jersey. McGuire no estaba localizable, dijo Calise, así que le dejó un mensaje. Nunca recibió respuesta. Esa noche, mientras la televisión parpadeaba en el fondo, Calise tomó contacto con su madre de alquiler, una mujer de Pensilvania, por medio de un mensaje online, preguntándole si sabía algo de la enfermera. A los pocos minutos la televisión respondió su pregunta. Al mirar, dijo Calise, se quedó pasmada al ver la imagen de McGuire en la pantalla, esposada.
Ese día, detectives de la Policía del Estado de Nueva Jersey habían detenido a McGuire, 32, en Brick Township, Nueva Jersey, y la acusaron del horrible asesinato de su marido, William T. McGuire, un analista de programación de 39 años del Instituto Tecnológico de Nueva Jersey. La detención se produjo más de un año después de que se hallaran en la Bahía de Chesapeake, cerca de Virginia Beach, Virginia, tres maletas con partes del cuerpo decapitado del señor McGuire.
La señora McGuire negó tener algo que ver, depositó 750.000 dólares para su fianza y se retiró a vivir con su madre y padrastro en su casa de Barnegat. Sus dos hijos pequeños fueron colocados bajo custodia de la hermana de McGuire. Para la mayoría de la gente, la historia se olvidó después de uno o dos días de sensacionalista cobertura periodística. Otro crimen bizarro en Nueva Jersey, otra página.
Pero la noticia de su detención causó conmoción en la cerrada, aunque discreta red de mujeres de Manhattan y sus afluentes suburbios que trabajaban con McGuire como su principal contacto en la clínica de fertilidad, Reproductive Medicine Associates, en Morristown. Repentinamente mujeres que en circunstancias normales tendrían pocas razones para seguir los sórdidos detalles del asesinato de un programador de informática desconocido en Nueva Jersey central, estaban buscando actualizaciones en Google e inundando los foros online con sus reacciones.
"Yo estaba comunicándome con Melanie exactamente al mismo tiempo que estaba pasando todo eso", escribió una mujer en la página en internet allaboutsurrogacy.com. "¡TERRIBLE! ¡ESPELUZNANTE!"
Sin embargo, en general, trataron de reconciliar la imagen de la enfermera que conocían, una competente y compasiva profesional, con la imagen que estaban tratando de establecer los fiscales, de alguien que había matado a su marido, desmembrado su cuerpo y continuado con su vida y carrera durante más de un año antes de que fuera detenida.
Como consultora, McGuire conocía los detalles más privados de sus clientes. Las guiaba a través de complicados procedimientos médicos, les ayudaba a chequear y seleccionar madres de alquiler potenciales, y las animaba cuando se sentían desesperadas por sus ansias de tener un hijo.
Pero la intimidad de la relación era necesariamente unilateral, ya que tiende a ser entre pacientes y otros profesionales médicos: sus clientes sabían muy poco sobre la señora McGuire. Ahora, sin embargo, estaban leyendo sobre un matrimonio infeliz, rumores de una aventura y un informe sobre la compra de un arma.
"Simplemente me trastornó", dijo una cliente, un ejecutiva de Manhattan, que sólo accedió a hablar a condición de guardar el anonimato para evitar que su situación en torno a la fertilidad se haga conocida. "No lo creía. Eso es algo sacado de una novela policíaca".
La ejecutiva, una "madre potencial" según se dice, debía llamar a McGuire hace unas semanas cuando una amiga que conocía a varias antiguas clientes de McGuire en Nueva York la llamó para contarle las noticias sobre la enfermera a la que se refería jocosamente como "la madre susurrante".
Las madre de alquiler estaban también asombradas. "No veo cómo una persona que es tan amistosa, cariñosa y amable, se puede transformar tan completamente y hacer algo contra un ser humano, aunque toda su carrera está basada en la compasión", dijo Linda Smit, 43, de Saco, Maine, una madre de alquiler que ha trabajado con McGuire, en una conferencia telefónica.
Pacientes y madres de alquiler dicen que McGuire estaba capacitada para su trabajo, tenía bastante del tipo A de personalidad para ocuparse de varias docenas de clientes al año mientras fomentaba la sensación de que estaba siempre disponible para todos.
"Me la presentaron como si fuera una gurú, la que sabía de todo", dijo la ejecutiva de Manhattan. "Siempre pensé que tendría todo el tiempo para mí si yo lo necesitara. Realmente pensaba, literalmente, que era la mujer en el trabajo correcto, y en la plenitud de su capacidad".
Melanie Slate creció en Ridgewood, Nueva Jersey, y sacó un diploma en estadísticas en la Universidad de Rutgers antes de matricularse en una escuela de enfermería. Es una mujer menuda de 1 metro 58, sus rasgos suaves enmarcados por una cascada de rizos de color caoba. Las pacientes en la clínica encarecieron su eficiente profesionalismo, pero la describieron personalmente como procaz, a veces picante.
"Me estaba contando sobre cómo someten a mujeres mayores a ultrasonido para ver si son todavía fértiles", dijo la ejecutiva de Manhattan, "y me dijo: De mucha gente lo sabes de inmediato, porque sus ovarios son como uvas pasas'. Pensé que era bárbaro. La mayoría de la gente en la profesión médica no habla de ese modo".
La señorita Slate se casó con el señor McGuire en 1999, el mismo año en que empezó a trabajar para Reproductive Medicine Associates, una de las clínicas de fertilidad más grandes del país. Es particularmente popular entre mujeres en Nueva York, donde las leyes del estado restringen enormemente toda forma de maternidad substituta.
La clínica, que dice en su sitio en internet que ha asistido en el nacimiento de 13.500 niños en nueve años, ofrece diagnósticos y análisis junto con un programa de donación de óvulos para mujeres que no pueden producir óvulos sanos y un programa de maternidad de gestación substituta para las que no pueden terminar bien su preñez.
En este procedimiento, un embrión, concebido por medio de fertilización en vitro usando sea el óvulo de una madre o un donante, es transferido a una portadora. (En la maternidad substituta tradicional, que es ilegal en Nueva Jersey, las madres de alquiler usan sus propios óvulos). El coste del proceso puede superar los 40.000 dólares, incluyendo cargas legales y la tarifa de la madre de alquiler.
Para la mayoría de las mujeres en el programa de gestación, la señora McGuire era su enfermera, la única en la clínica que estaba involucrada en el proceso y a la que podían acudir en búsqueda de apoyo moral.
"Es un proceso emocional", dijo McGuire en una respuesta escrita a preguntas del New York Times, leída por teléfono por su abogado, Henry Klingeman. "Una buena parte del trabajo consistía en mostrar interés y compasión. Por un lado, debes dar apoyo, y por otro debes ser franca y honesta, sin incomodar a las clientes".
Joni S. Mantell, psicoterapeuta de Pennington, Nueva Jersey, que se especializa en infertilidad y problemas de adopción y ha trabajado con pacientes de la clínica, dijo que para estas mujeres la maternidad de gestación no era "una opción".
"Es algo que hacen las mujeres después de haber tratado todo, su última posibilidad de tener un hijo que esté conectado a ellas genéticamente", dijo Mantell. "Una mujer en esa posición obviamente se siente inadecuada, porque no puede hacer algo que siempre se esperó de ella desde que era niña".
Calise, la cliente de Mount Olive, dijo que en sus frecuentes conversaciones, ella y McGuire conversaban sobre todo, desde los ciclos de ovulación hasta los protocolos de la medicación substituta y temas generales como la vida, la muerte y el destino. Algunos años antes, Calise había perdido una hija poco después de su nacimiento, y McGuire, se enteró, había perdido recientemente a su marido. "Hablamos un montón sobre cómo puede la vida cambiar tan rápidamente", dijo Calise. "Como si un día te despertaras y dijeras: ¿Cómo he llegado a vivir así?'" Agregó: "La consideraba una amiga".
Otra paciente dijo en una entrevista que McGuire podía ser refrescantemente franca. "Era una persona que te decía cómo eran las cosas", dijo la mujer, que viven en Manhattan y también habló anónimamente para evitar que se conozca públicamente su situación. McGuire, dijo, estaba tan crítica de una portadora potencial, que la mujer buscó a otra. Aunque esta mujer se mostró escéptica sobre sus posibilidades durante las primeras fases del proceso, fue su enfermera la que siguió testarudamente optimista: "Me dijo: Recuerda, mientras más feos los embriones, más guapos los bebés'".
McGuire y su marido vivían en un apartamento en Woodbridge con dos hijos, ahora de 3 y 5 años. Sus preocupaciones parecían las típicas de cualquier madre jove, dijo Julie Qualley, una portadora de Groton, Connecticut, que dijo que trabajó con McGuire desde la primavera de 2003 hasta mayo de 2004, el mes en que desapareció el señor McGuire. McGuire le había hablado sobre uno de sus hijos, que era autista, dijo Qualley, y una vez estaba preocupada por una filtración de monóxido en su casa.
"Hablando con ella, no sabrías nunca que algo pasaba con ella", dijo Qualley, "excepto que se quejaba de que su marido era un idiota, u otras palabras como éstas -nada excepcional".
Sin embargo, esa primavera la mujer que devolvía siempre las llamadas dentro de minutos, se convirtió de pronto en inalcanzable. A algunos pacientes les llevó más de un año enterarse por qué.
En mayo, la policía encontró el Nissan Maxima del señor McGuuire, que había sido abandonado en un aparcamiento en el Motel Flamingo en Atlantic City. El 5 de mayo se encontró una maleta con partes de un cuerpo envueltas en bolsas de plástico de basura, cerca del Bridge-Tunnel de la Bahía de Chesapeake. Más tarde fueron halladas dos maletas más, el 11 de mayo una, y el 16 de mayo la otra. Los detectives identificaron pronto el cuerpo como el del señor McGuire.
En sus respuestas a preguntas para el Times, la señora McGuire no trataría el caso mientras debiera todavía comparecer ante un gran jurado. Pero dijo que tomó libre seis semanas después de que se hallara el cuerpo de su marido y luego trabajó en más casos que nunca. "Obviamente, fue un desarrollo devastador y traumático", dijo McGuire a través de su abogado, "pero el trabajo era terapéutico".
Uno de sus casos fue el de Calise. "No estaba llorando", recordó Calise. "Pero diría que estaba adecuadamente entristecida. Pensé que él había muerto de alguna enfermedad terminal, debido a su edad. Fue sólo semanas después que alguien me dijo: Oh, su marido fue asesinado'. Pero no hablamos sobre su muerte. Me dijo: Mi marido murió'. Pensé que no era correcto pedirle detalles".
McGuire dijo que como esposa de la víctima fue interrogada dos veces por detectives después de que se hallara el cuerpo. De otro modo, la vida siguió como siempre. A fines de marzo compró una casa de 300.000 dólares en Brick. "Le estaba yendo fantástico; estaba muy optimista", recordó Sacha Weis, una madre de alquiler de Colorado que vio a la señora McGuire por última vez en el verano. Weis dijo que también habló con McGuire por teléfono el domingo antes de que fuera detenida. "No dijo nada fuera de lo normal", dijo Weis. "Hablamos sobre mi protocolo de medicación".
La detención se produjo cuando detectives pararon el Nissan Pathfinder 1999 de McGuire apenas minutos después de que dejara a sus hijos en una guardería en Metuchen. Más tarde ese día, el fiscal general de Nueva Jersey, Peter C. Harvey, anunció que los investigadores habían asociado las bolsas negras de basura que contenían partes del cuerpo con bolsas similares encontradas en la casa de la pareja, y que lo que originalmente pensaban que era pintura en la cinta usada para sellar una bolsa parecía ser en realidad esmalte para uñas.
Aunque no ofreció un motivo del crimen, Harvey puso en duda la versión de McGuire sobre la desaparición de su marido. Según ella, él tenía problemas de juego y se había estado comportando de manera paranoica desde que, el 29 de abril de 2004, se marchó después de una discusión en la que él la había maltratado físicamente. Harvey dijo que, aparentemente, McGuire había sido asesinado con al menos dos balazos con un revólver calibre 38. McGuire, dijo, compró un revólver calibre 38 en una armería de Easton, Pensilvania, tres días antes de la desaparición de su marido.
Los fiscales dicen que creen que McGuire tuvo ayuda para deshacerse del cuerpo. También dijeron que McGuire tenía una aventura en la época de la muerte de su marido, pero habían descartado al amante. Klingeman, el abogado de McGuire, dijo que esperaba que el gran jurado presente una acusación en otoño.
"Naturalmente, en cualquier investigación de un asesinato, los sospechosos iniciales son los más cercanos a la víctima, sea esposa o hermano o hermana", dijo Klingerman, cuya oficina está en Madison, Nueva Jersey. Agregó: "Daremos respuestas muy específicas a las acusaciones que probarán que Melanie McGuire no cometió este homicidio, pero el estado todavía tiene que acusarla formalmente y proporcionar más detalles, además de las ruedas de prensa".
En una declaración escrita, un representante de la clínica dijo que los empleados de la clínica no podían comentar el asunto porque todavía estaba siendo investigado, pero que estaba colaborando completamente y continuaban ofreciendo toda su gama de servicios.
"Llamé a R.M.A. y me dijo: ¿Qué está pasando con nosotros?'", dijo Weis, la madre de alquiler de Colorado. "Me dijeron que Melanie estaba con permiso. Les dije: Sé lo que pasó'. Pero no puedo ni siquiera imaginarlo, ni siquiera como ira. Es tan pequeña y siempre se vio como una persona fuerte".
Weis agregó: "Todavía estamos diciendo que tienen que haber circunstancias que no conocemos. Es una persona muy inteligente, y eso fue hecho de manera estúpida. Hay demasiadas incongruencias".
Calise dijo que después del shock inicial, el sentimiento que persistía era de tristeza, no de traición. Dijo que todavía creía en la mujer que la acompañó siempre.
22 de agosto de 2005
©new york times
©traducción mQh
0 comentarios