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guerra civil a la puerta


[Robert H. Reid] Grupos rivales iraquíes se preparan para enfrentamiento.
Bagdad, Iraq. Grupos rivales iraquíes se encaminan hacia un enfrentamiento a medida que el país se prepara para la histórica votación sobre la nueva constitución y el dramático juicio televisado de Saddam Hussein.
Es prematuro hablar de una guerra civil a toda escala; miles de tropas americanas están aquí justamente para impedir que eso ocurra.
Pero las tensiones están aumentando claramente, alimentada por antiguas rivalidades, los asesinatos de los nuevos ‘escuadrones de la muerte' y visiones ampliamente diferentes sobre el nuevo Iraq.
Quizás lo más inquietante es que no ha emergido un líder con una visión que transcienda los intereses estrechos de su propia comunidad, y que tenga la estatura política para llevarla a cabo.
En lugar de eso, el resentimiento que brotó entre kurdos y chiíes durante los años de la tiranía de Saddam ha producido una atmósfera constreñida de venganza antes que de reconciliación.
El destino de Saddam no es más que un ejemplo. La decisión de enjuiciar al ex presidente el próximo mes ha sido recibida con júbilo por muchos chiíes y kurdos, que sufrieron terriblemente bajo el régimen sunní.
Pero el martes pasado el presidente Jalal Talabani, un kurdo, declaró que Saddam ya había "confesado" y "merece ser ejecutado 20 veces al día por sus crímenes contra la humanidad". Eso provocó temores entre los árabes sunníes de que sus rivales estén más interesados en la venganza que en la justicia.
La política y la vida pública en el nuevo Iraq gira sobre líneas confesionales y étnicas -el mismo fenómeno que contribuyó a desintegrar a Yugoslavia.
Las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes adiestradas por Estados Unidos son otro ejemplo. Están dominadas por los kurdos y chiíes, mientras que la mayoría de los rebeldes son árabes sunníes, muchos de ellos veteranos de las unidades que formó Saddam para reprimir la oposición.
En sus conversaciones los árabes sunníes se refieren a menudo a las fuerzas de seguridad por sus viejos nombres de milicia -los peshmerga kurdos- o la Brigada Báder chií, que pelearon contra Iraq en la guerra Irán-Iraq.
En formulaciones oídas en Iraq con creciente frecuencia, una mujer sunní dijo a la Associated Press Television News la semana pasada que su primo fue detenido por "las milicias Báder, algunos con uniformes de policía... simplemente por ser sunní".
"Le dijeron que ser ‘sunní' era lo mismo que ser terrorista", dijo.
Asesores militares americanos que adiestran a los kurdos en el norte han cuestionado abiertamente la lealtad de los reclutas.
La semana pasada, en una ceremonia en Nayaf, soldados chiíes gritaron ‘Larga Vida a Sistani', refiriéndose al gran ayatollah Ali al-Sistani, el clérigo nacido en Irán venerado por los chiíes, y visto con desconfianza por muchos sunníes.
Todas esas divisiones sectarias tienen un efecto positivo: Impiden que la resistencia se extienda más allá de la comunidad sunní.
Pero también amenazan con agregar una nueva e inquietante dimensión, casi un lento paso hacia la guerra civil: Casi todos los días aparecen cadáveres en las calles de Bagdad y otras ciudades, despojados de su identificación y con un disparo en la cabeza.
Tanto líderes sunníes como chiíes responsabilizan al otro lado de los ‘escuadrones de la muerte'.
En un brutal ejemplo, el mes pasado la policía encontró a 36 hombres muertos en una remota área cerca de la frontera iraní. Líderes sunníes dijeron que eran árabes sunníes asesinados por el ministerio del Interior (controlado por los chiíes), una acusación que el ministro rechazó.
En otro caso, docenas de campesinos chiíes huyeron en julio de sus tierras al sur de Bagdad después de advertencias de sunníes de la localidad de abandonarla o morir. Hubo algunos asesinatos.
Naciones Unidas dijo en un informe la semana pasada que "las graves acusaciones de ejecuciones extrajudiciales" subrayan el deterioro de la ley y el orden en Iraq. El informe citaba "versiones de primera y segunda mano" de Bagdad y otras cuatro áreas sobre "el uso sistemático de la tortura" durante los interrogatorios policiales.
Las áreas mencionadas en el informe incluyen partes del país donde predominan los tres grupos principales.
Las muertes masivas que causan los atentados kamikaze llaman la atención fuera del país. Pero es en la diaria letanía de asesinatos a pequeña escala -una granada en una tienda, un empleado del gobierno emboscado, un tiroteo cerca de una mezquita- la que ha desgastado la moral pública.
Las tensiones étnicas son más volátiles en el norte, donde muchos grupos, incluyendo a árabes sunníes, chiíes y también cristianos y turcomanos, comparten el temor al dominio kurdo. Los kurdos, por otra parte, creen que tienen derecho a más de las tres provincias que controlan ahora y quieren incorporar áreas con numerosas comunidades kurdas, incluyendo la ciudad de Kirkuk, rica en petróleo.
En un ambiente de tanta desconfianza, eventos que los estrategas americanos habían esperado que fomentaran la reconciliación nacional a menudo provocaban el efecto contrario.
Las elecciones de enero, por ejemplo, otorgaron poderes a los oprimidos chiíes y dejaron a los sunníes, muchos de los cuales boicotearon la votación, débiles y a la defensiva.
La redacción de la constitución también empeoró las tensiones, antes que aliviarlas como habían esperado los americanos.
Los kurdos no-árabes han presentado demandas territoriales. Los chiíes quieren autonomía en el sur. Los sunníes se oponen a ambos.
Con las conversaciones estancadas y una retórica cada vez más encarnizada, chiíes y kurdos aprobaron el borrador de constitución a fines de agosto, sin la aprobación de los sunníes. Eso pone en peligro el futuro de la constitución a medida que se acerca el referéndum de mediados de octubre.
Inclusive si obtiene su aprobación, no está todavía claro si los militantes sunníes lo aceptarán. Mientras funcionarios americanos expresan esperanzas de curación, algunos iraquíes son mucho más sombríos -o militantes.
Un clérigo radical shií, Muqtada al-Sáder, propuso en un sermón reciente que la guerra entre las sectas ya había empezado.
"Condenamos la idea de que la ocupación es buena para el pueblo iraquí porque si terminara habría una guerra religiosa", dijo a sus seguidores. "Como si la guerra entre las sectas no hubiese comenzado ya".

11 de septiembre de 2005
©new york post
©traducción mQh

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