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la masacre de haditha


[Thomas E. Ricks] La versión oficial no coincide con las evidencias.
A las cinco de la tarde del 19 de noviembre, casi al final de uno de los días más violentos que había vivido el Cuerpo de Marines en el Valle del Alto Eúfrates, se dio la orden de que se recogieran con camiones los cadáveres de 24 civiles iraquíes.
La unidad que llegó a la ciudad agrícola de Haditha halló bebés, mujeres y niños con agujeros de bala en la cabeza y pecho. Un viejo en una silla de ruedas había recibido nueve impactos. También habían matado a un grupo de niñas de edades entre uno y catorce años. Todos fueron ultimados a balazos, de acuerdo a los certificados de defunción emitidos más tarde.
Al día siguiente, el capitán Jeffrey S. Pool, portavoz de los marines en Iraq, dio a conocer una escueta declaración: Quince iraquíes "murieron ayer tras la explosión de una bomba improvisada en Haditha. Inmediatamente después de la explosión, hombres armados atacaron el convoy con armas ligeras. Soldados del ejército iraquí y marines devolvieron el fuego, matando a ocho rebeldes e hiriendo a otro".
A pesar de lo que vieron los testigos cuando llegaron, se permitió que difundiera durante seis meses esa versión oficial. Quién mintió acerca de la masacre, quién sabía la verdad y qué hicieron, si acaso, en cuanto a ella, está en el corazón de uno de los sucesos potencialmente más embarazosos y perjudiciales de la guerra de Iraq, uno que algunos dicen puede superar el escándalo sobre los maltratos a prisioneros en la cárcel de Abu Ghraib.
El Cuerpo de Marines dice que sería inapropiado hacer comentarios mientras se realiza la investigación. Pero desde ese sábado tarde en noviembre, se han ido acumulando evidencias que demuestran sólidamente que la versión oficial era errónea y engañosa. Mientras más datos reunían los investigadores militares sobre lo que pasó ese día en Haditha, más nerviosos se ponían.
El 29 de noviembre, la unidad de los marines en cuestión -la Compañía Kilo, del Tercer Batallón del Regimiento de Marines Nº1- realizó en una base de los marines el servicio fúnebre del soldado raso Miguel Terrazas, un popular soldado de 20 años de El Paso, Tejas. Murió en la explosión de una bomba improvisada que parece haber desencadenado lo que parecen ser asesinatos en venganza de civiles iraquíes. El soldado raso Roel Ryan Briones dijo que Terrazas había sido "como un hermano para mí". El sargento de segunda clase Travis Fields, el sargento del pelotón de Terrazas, lo llamó "un hombre bondadoso". Poco después del hallazgo de los cuerpos, la mayor Dana Hyatt, una reservista de la marina cuya función es trabajar con la población civil cuando los militares estadounidenses causan daños, pagó 38 mil dólares en compensaciones a las familias de los 15 muertos. Los iraquíes recibieron el máximo que ofrece Estados Unidos: 2.500 dólares por muerto, más una pequeña suma para cubrir otros daños.
La Compañía Kilo no se detuvo demasiado en lo que pasó el 19 de noviembre. Mike Coffman, que era un oficial de reserva de la marina en Haditha en esa época, recordó que otro oficial le dijo que el incidente "indicaba que pensó desde el principio que hubo una reacción exagerada de parte de los marines, pero que no pensaba que se hubiese cometido algún delito".
Cuando el ayuntamiento de Haditha se reunió en enero por primera vez en muchos meses, "ninguno de los miembros iraquíes lo planteó como un problema", dijo Coffman, que asistió a la reunión. Más bien, dijo, se quejaron de que el tráfico de coches y camiones en la zona había sido suspendido después de que dos marines murieran en un atentado con bomba contra un puesto de control.
Ese mismo mes, llegó a Iraq un importante oficial americano que jugaría un papel clave en el caso: el teniente general Peter W. Chiarelli, el nuevo oficial número dos en el país. Es un general poco habitual en el ejército de hoy, que no tiene nada de la personalidad de ‘chico de la vieja guardia' que exhiben otros comandantes. Ha elogiado un artículo de un oficial británico que criticaba severamente a los oficiales estadounidenses en Iraq por usar tácticas que los distanciaban de la población. Quería que las fuerzas estadounidenses operaran de otra madera de como lo venían haciendo.
Poco después de la llegada de Chiarelli a Bagdad, un estudiante iraquí de periodismo entregó a un grupo iraquí de derechos humanos un video que había hecho en Haditha el día después del incidente. Mostraba la escena en la morgue local y el daño causado en las casas donde ocurrieron los asesinatos. El video llegó a la revista Time, cuyos periodistas empezaron a preguntar a los oficiales estadounidenses. Pool, el capitán de la marina, envió a los periodistas un desdeñoso e-mail diciendo que estaban siendo víctimas de la propaganda de Al Qaeda, dijo hace poco la revista. "No puedo creer que crean esto", escribió. La semana pasada Pool se negó a hacer comentarios sobre algún aspecto del incidente de Haditha.
Pero el teniente coronel del ejército Barry Johnson, un portavoz de mayor jerarquía en Bagdad, notificó a Chiarelli sobre las preguntas. La respuesta del general a su oficial de relaciones públicas fue breve: Informe al periodista de la revista Time sobre la investigación militar del incidente que Chiarelli asumía que se había realizado.
La respuesta fue sorprendente: No había habido ninguna investigación.
A principios de febrero, Chiarelli dijo a sus subordinados que se quedó pasmado con esa respuesta, de acuerdo a un oficial del ejército en Iraq. Ordenó que se iniciara una investigación a la brevedad posible. Quería saber qué había pasado en Haditha, y, también, por qué no se había realizado ninguna investigación.

El coronel de ejército Gregory Watt fue encargado de la investigación y el 9 de marzo, contó a Chiarelli las dos conclusiones a las que había llegado, de acuerdo al oficial del ejército.
Una de ellas era que los certificados de defunción mostraban que los 24 iraquíes que murieron ese día -los quince que los marines dijeron que habían muerto con la bomba improvisada y otros que dijeron que eran rebeldes- habían muerto por heridas de bala y no por la explosión de una bomba, a diferencia de lo que decía la declaración oficial. La otra era que el Cuerpo de Marines no había investigado las muertes, a diferencia de lo que es un procedimiento típico de los militares estadounidenses en Iraq, especialmente cuando hay tantos civiles involucrados. Individualmente, las dos conclusiones habrían sido inquietantes. Juntas, eran asombrosas.
El 10 de marzo, las conclusiones fuero entregadas al ministro de Defensa Donald H. Rumsfeld y el general Peter Pace, el primer marine en ser presidente del Estado Mayor Conjunto. Rumsfeld dijo a sus ayudantes que el caso podía convertirse en un serio problema. Lo calificó de "malo, realmente malo -igual o peor que Abu Ghraib", dijo un funcionario del Pentágono. El presidente Bush fue informado el 11 de marzo, de acuerdo a la Casa Blanca.
En el cuartel general del Cuerpo de Marines "hubo genuina sorpresa por la jerarquía", dijo un oficial del ejército, que había estado trabajando con el Cuerpo de Marines en el caso. "Pilló de sorpresa a mucha gente".
Ese fin de semana, casi cuatro meses después del incidente, "fuimos al cuartel general", dijo un general de los marines, utilizando la expresión naval para el llamado a las armas. Al día siguiente, el 13 de marzo, oficiales de los marines empezaron a informar a importantes miembros del Congreso en los comités relacionados con la defensa. Su mensaje fue sucinto: Había pasado algo terriblemente inquietante en Haditha, y sus repercusiones podían ser graves. La prontitud en la respuesta de los marines sorprendió a algunos de los ayudantes de Rumsfeld en la Oficina del Ministro de Defensa OSD. La OSD, como se la conoce en el Pentágono, dijo al Cuerpo de Marines algunos días después que no dijeran nada a nadie sobre la investigación, dijo el general. Demasiado tarde, respondieron los marines, ya hemos informado al Capitolio.
Los marines empezaron su propia investigación casi inmediatamente, siguiendo la pesquisa de Watt, pero se dieron cuenta rápidamente de que para examinar con alguna credibilidad los actos de sus comandantes en Iraq, necesitaban a alguien de fuera de su departamento. El ejército ofreció al general de división Eldon A. Bargewell, un oficial de carrera de Operaciones Especiales que había vivido su primer combate como sargento en la Guerra de Vietnam. Los marines, que son parte del departamento de la Marina, también pasaron el asunto de los actos criminales a agentes del Servicio de Investigaciones Criminales de la Marina. Notificado el 12 de marzo, el SICM envió de inmediato un equipo de tres investigadores en Iraq a Haditha, una de las zonas más violentas de Iraq. Pocos días después, a medida que asimilaban la dimensión del caso, enviaron un equipo de refuerzos desde Estados Unidos.
Pero incluso entonces, nada se había dicho en público sobre el incidente de noviembre que lo distinguiera del derramamiento de sangre diario en Iraq. Entonces, el 19 de marzo, apareció el artículo en la revista Time. "Los vi matar a mi abuelo, primero le dispararon al pecho y luego a la cabeza", citaba la revista a Eman Waleed, 9. A la mayoría de las víctimas fueron se les disparó a corta distancia, dijo a Time el director del hospital local.
La primera indicación pública de que los militares estaban tomando seriamente las acusaciones se produjo el 7 de abril, cuando el teniente coronel Jeffrey R. Chessani, un reservado y tranquilo oficial profesional del noroeste de Colorado, fue licenciado de su comando del Tecer Batallón del Primer Regimiento de Marines, la unidad de la forma parte la Compañía Kilo. También fueron removidos de sus funciones dos de sus subordinados -el comandante de Kilo, el capitán Luke McConnell, y el comandante de otra compañía. Incluso entonces el Cuerpo de Marines no especificó por qué se tomaron esas medidas, aparte de decir que los oficiales ya no contaban con la confianza de sus superiores.
Entonces, el 17 de mayo, el representante John P. Murtha (demócrata, de Pensilvania) filtró la noticia. En medio de una incoherente declaración al inicio de una rueda de prensa en el Capitolio, dijo -casi como un apartado- que lo que había ocurrido en Haditha era "mucho peor de lo que había informado Time". Dijo que las investigaciones revelarían que "nuestras tropas reaccionaron exageradamente debido a la presión bajo la que estaban operando, y mataron a sangre fría a civiles inocentes".
Los periodistas presentes apenas notaron lo que dijo Murtha. Cuando el diputado terminó su declaración, el primer periodista preguntó sobre las fuerzas de seguridad iraquíes. El segundo preguntó sobre el retiro de las tropas americanas. El tercero preguntó sobre el apoyo del Congreso a la resolución de Murtha llamado a la retirada de las tropas norteamericanas de Iraq. Finalmente, el cuarto preguntó sobre Haditha. Murtha respondió con algo más de detalles: "En realidad entraron a las casas y mataron a mujeres y niños. Y eran dos veces más víctimas que las mencionadas por Time". Incuso entonces, sus comentarios no llamaron la atención y la noticia no llegó a primera plana.
Pasarían algunos días antes de que el horror de lo que había dicho Murtha empezara a ser asimilado. "Es My Lai de nuevo", dijo la semana pasada Vaughan Taylor, un ex fiscal militar y profesor de derecho penal en la escuela del ejército para abogados militares. "Nos va a causar un enorme daño".
Los hechos del incidente son ahora conocidos, y algunos militares dicen que los artículos recientes en la prensa se parecen a los que han recibido de investigadores militares. Pero todavía hay misterios sobre como manejaron los marines el incidente y cómo contribuyeron a lo que algunos oficiales dicen que fue un encubrimiento. "El verdadero problema es cuán lejos va en la cadena de comando", dijo un marine familiarizado con el caso. "¿Quién lo sabía, y por qué no hicieron nada sobre el asunto?"
El Cuerpo de Marines todavía no corrige su engañosa declaración del 20 de noviembre de que los civiles iraquíes habían muerto con la explosión de una bomba. Un portavoz del Cuerpo de Marines no devolvió las llamadas del viernes preguntando por qué no había ocurrido.

Ann Scott Tyson y Julie Tate contribuyeron a este reportaje.

4 de junio de 2006
©washington post
©traducción mQh
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