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hombre de familia


[David Segal] John Gotti dice que dejó la mafia y quiere volver a casa.
Nueva York, Estados Unidos. John A. Gotti no declaró nunca en su juicio -de cinco semanas de duración- ante el Tribunal de Distrito Federal por cargos de secuestro, extorsión y otros tipos de conductas altamente asociales, pero sí consiguió una inesperada posibilidad de gritar unas palabras en su defensa. Ocurrió el 12 de agosto, cuando un tránsfuga de la mafia llamado Frank Fappiano habló fríamente sobre la vida de la violenta y agresiva familia criminal Gambino, una organización que dirigió Gotti durante gran parte de los años noventa.
Mientras Fappiano agasajaba al jurado -¡bang!-, un sonido como el disparo de una escopeta rebotó en las paredes. Por un momento, todo el mundo en la sala 26A asumió lo peor: que Fappiano había sido reventado a la vista de todos y que se desplomaría, cubierto de sangre. Unos brincaron de sus sillas por un instante, otros se atoraban buscando aire.
Pero Fappiano estaba bien.
"¡No lo hice yo!", gritó Gotti.
El sonido debe haber sido un chirrido en el sistema de audio. Tomó un tiempo que terminaran todas las risitas nerviosas.
El juicio de Gotti, que empezó con el jurado el viernes, tenía todo lo que se puede desear de un drama de la mafia, incluyendo la violencia sin sentido y los apodos idiotas. (Un matón en particular era conocido por varios informantes solamente como Tubo de Gas [Gas Pipe], por razones que se puede suponer). Entre los espectadores -al mejor teatro de Nueva York este verano, y gratis- había un grupo de abogados, periodistas, parientes de Gotti y simpatizantes de Gambino. Parecían invitados a una boda en la que el novio era del Upper West Side y la novia del New Skyway Diner en Kearny, Nueva Jersey. Victoria, la hermana de Gotti, se apareció para el primer día vestida al estilo de la mafia. Los dos lados rara vez se mezclaron.
Se puede pensar que lo que gritó Gotti es simplemente otro modo de decir que no es culpable. Pero el hombre de 41, que se convirtió en el jefe en funciones cuando su padre, John ‘el Padrino Valiente' [the Dapper Don] Gotti fue encarcelado en 1992, no está alegando que es un inocente y consentido director ejecutivo, ni que la mafia sea producto de la imaginación del fiscal. En realidad, su defensa se reduce a esto: Eh, yo era de la mafia, de acuerdo, pero ya no. Me retiré.
"No digo que no fue nunca un gángster, porque lo fue", dijo al jurado el primer día del juicio, el abogado de Gotti, Jeffrey Lichtman. "Simplemente estoy diciendo que está harto y que se retiró".
Gotti tiene cara. Tradicionalmente, ha habido dos maneras de salirse de la Cosa Nostra: por la puerta con la placa del Programa de Protección de Testigos, que exige delatar a los colegas, o una losa, que exige que mueras.
Junior, como le conocen sus amigos, no quiere cantar y, claramente, quiere vivir. Anhela, dijo al jurado, conducir una mini-furgoneta, criar a sus niños y llevar una vida legal y tranquila. Por eso, dijo su abogado, en 1999 Gotti renunció a la mafia.
Ese año, Gotti se declaró culpable de un montón de delitos y empezó un período de seis años de prisión.

Dice que hizo saber, cuando estaba en la cárcel, que él y el mundo del vicio ya no tenían nada que ver, y en los últimos años el único gángster que lo visitó fue su tío. Eso, dijo Lichtman en el juicio, fue sólo para ocuparse del funeral del viejo Gotti, que murió de cáncer en 2002.
Pero los federales no creyeron nunca en la historia de la renuncia de Junior. Dicen que al principio de su encarcelamiento, pidió las ganancias de unos préstamos usureros y, en otra ocasión, pidió que le devolvieran unas ametralladoras. Así que el año pasado, cuando Gotti se aprestaba para su libertad, los fiscales presentaron nuevas acusaciones, basadas en las declaraciones de un nuevo grupo de informantes de la mafia, anunciando que Gotti sería procesado por crímenes cometidos en los años noventa sobre los que nadie sabía nada hasta que Fappiano y otros tres colegas de Gambino se convirtieron en evidencia de la fiscalía. Entre los cargos de la nueva acusación se encuentran el secuestro, en 1992, de Curtis Sliwa, fundador de los Guardian Angels, en venganza según se dice por las cosas ofensivas que dijo Sliva en la radio sobre el viejo Gotti. La ley de prescripción de todas estas maldades expiró hace años -a menos que... Si Gotti todavía forma parte de una conspiración en curso -es decir, si el hombre es todavía de la mafia-, el reloj de la prescripción no empezó a hacer tictac nunca. Por otro lado, si el jurado resuelve que Gotti se retiró en realidad de la familia Gambino, podría concluir que ha cumplido su sentencia y dejarlo en libertad.
Pronto quedará claro qué piensan los jurados sobre la renuncia de Gotti. Pero no ha sido bien acogida por los expertos. "A la mafia no se renuncia. Eso no existe", dice Howard Abadinsky, profesor de la Universidad de St. John y autor de ‘Organized Crime'.
"Es posible que John Gotti haya decidido que no quiere cometer más crímenes. Pero si el jefe que sea de la familia Gambino dice: ‘Tenemos algo importante que tienes que hacer, y él no lo hace, se puede considerar un hombre muerto".

Canarios con Esteroides
El caso contra Gotti, así como contra los otros acusados, Michael Yannotti y Louis Mariani, reposa en gran parte en las robustas espaldas de esos cuatro tránsfugas de la mafia, que aceptaron todos cotorrearse a cambio de la posibilidad de una sentencia reducida. Aunque compuestos y educados en el estrado, estos hombres reconocieron crímenes que van de lo atroz a lo trivial. Uno de ellos contó que había sacudido a unos adolescentes que estaban robando 500 dólares a la semana en la rosquillería donde trabajaban. Otro robaba a normalmente traficantes de drogas. Todos parecen haber tenido serios problemas de gestión.
A uno de ellos, Michael DiDOnato, le preguntaron los fiscales si acaso tenía una relación volátil con su esposa.
"Era muy volátil", replicó.
Esperáis una historia sobre abusos, ¿no? Pero no fue eso. En abril de 1988, la esposa de DiDonato confesó que había comprado su coche a un hombre de la misma calle, y no a un familiar, como había contado a su marido. Esto molestó bastante a DiDonato.
"No quería que mi mujer aceptara favores de otros hombres", dijo DiDonato. "Así que fui a hablar con él".
Bueno, esa conversación se alteraron los ánimos. "Empezó a chillar y a gritarme. Yo dije algo de vuelta y... le disparé".
Le disparó en realidad exactamente en la cabeza, a una distancia de dos pulgadas. Milagrosamente, el tipo sobrevivió y DiDonato terminó cumpliendo una sentencia por intento de homicidio.
Las decaídas fortunas de la mafia de las últimas décadas se atribuye habitualmente a avances en las técnicas de vigilancia, mejor coordinación entre las agencias policiales, etcétera. Pero no se trata solamente de que los tipos buenos se están volviendo listos. Los malos son cada vez más idiotas. A un informante debió decírsele qué significaba la palabra "implicado".
DiDonato tuvo una célebre conversación con el juez Shira Scheindlin, que intervenía frecuentemente para aclarar preguntas.

Juez: En ese momento, le ordenó [Nicholas Corozzo, capitán de Gambino] a usted cometer un crimen?
DiDonato: No, en ese momento no me mandó a matarlo.
Juez: No, quiero decir, hasta ese momento, ¿le había ordenado alguna vez matar a alguien?
DiDonato: Hubo otro ejemplo unos meses antes cuando me dijo que le diera una lección a una persona.
Juez: ¿Qué lección le dio a esa persona? ¿Fue asesinado o golpeado?
DiDonato: No, le pegamos un balazo. Tratamos de matarlo.

Un tiroteo, parece, podría ser una lección muy valiosa. Pero nadie en la mafia parece aprender. Y no sorprende. Ahora que las grandes compañías como Merril Lynch están llenas de inmigrantes de segunda y tercera generación, sólo los prestamistas más tontos necesitan saber cómo quebrar rodillas para prestar dinero. La mafia se ha convertido en un negocio de última hora.
Los únicos solicitantes de trabajo, cuando lo hay, tienden a ser imbéciles violentos.

Menos Que Angelical
Depender de los testimonios de gángsteres que se han chivado para meter en cana a los que no, es arriesgado.
Los testigos llamados por la fiscalía sabían que mientras más porquería sirven, más posibilidades tienen de que un juez se muestre complaciente con ellos el día del ajuste de cuentas. Esto, de acuerdo a los abogados de la defensa, ha creado incentivos entre los testigos, llevándoles a mentir de modo incriminatorio sobre sus clientes. Como admitieron todos los informantes, la mentira estuvo siempre ahí, incluso durante el juramento.
"La fiscalía debería llamar a pilares meritorios de la comunidad", dijo el fiscal Michael McGovern al jurado. Pero esa gente "no participa en asesinatos. A los ciudadanos respetuosos de la ley no se les invita a discutir tramas y maquinaciones".
Los abogados de la defensa machacaron insistentemente la credibilidad de los informantes, y fiscales fueron vilipendiados por plantear la posibilidad de que estos engendros podrían salir a la calle. "Mi consejo: Ten cuidado de con quién discutes por un sitio en el aparcadero", dijo Lichtman al jurado.
Sorprendentemente la más patente debilidad en el caso de la fiscalía no fueron los viejos Gambino. Fue Curtis Sliwa, que llegó al tribunal con un grupo de Guardian Angels vestidos de satén, dispuestos a una confrontación diciendo que estuvo jactándose de su programa radial en la WABC durante años.
Se presentó para contar sus penurias el 19 de junio de 1992, cuando hizo parar a un taxi en ruta a su trabajo. A las pocas calles, del asiento delantero se asomó un tipo con una máscara y sombrero y disparó contra Sliwa varios veces en el estómago. Sliwa escapó lanzándose por la ventana.
La fiscalía dice que Junior ordenó ese ataque -que, por complicadas razones legales fue clasificada como secuestro en el juicio- y que el otro acusado, Yannotti, apretó el gatillo. Esta, de todos modos, es la versión de los hechos que ofreció Michael ‘Mikey Cicatrices' DiLeonardo, otro de los tránsfugas de Gambino que declara en el juicio.
Cuando la defensa tuvo la posibilidad de interrogar a Sliwa, este admitió que en sus primeros días había cometido una serie de estafas para publicitar a los Angels, pero agregó que esos días ya eran pasado. Sin embargo, a medida que hablaba se hizo claro que tienen una relación muy fortuita con la verdad y no sabe quién le disparó. Su descripción del atacante, cuando habló la primera vez con la policía, no se parecía en nada a Yannotti. Cuando se le mostraron fotos de sospechosos en esa época, dijo que estaba "nueve veces de diez" seguro de que el que había disparado era un hombre llamado Steven Kaplan.
Peor, Sliwa empezó a cotorrear sin parar en su estrado. Al principio, dijo que su tarifa por hablar estaba entre los 1.000 y 5.000 dólares. Pocas preguntas después, esa cifra llegó a los 25.000 dólares. Una de las historias que cuenta en esas charlas suena misteriosamente a fábula. Se trata de una moneda de un dólar que le dio el difunto líder hasídico, el rabí Schneerson. Era lo único, dice Sliwa, que no estaba manchado de sangre el día que trataron de matarlo. ¿Cuáles son las posibilidades?
Esas balas, admitió a regañadientes, habían sido malas para su barriga, pero bastante buenas para los negocios, al aumentar su perfil y procurarle unas charlas beneficiosas.
Para cuando terminó, Sliwa se había despojado del manto de víctima. Simplemente parecía un oportunista más.

Asuntos de Familia
Lo que, pensándolo bien, también sirve para describir a John Gotti. O quizás no. Aparte de su "No lo hice yo", poco más oímos del hombre que está en el centro del juicio. Decidió a último minuto, cuando los abogados terminaban el alegato, que no subiría al estrado, dejando a Lichtman la tarea de contar la peculiar y trágica trayectoria de su vida.
"A veces un hijo hará cualquier cosa para estar al lado de su padre, para ser aceptado", dijo Lichtman al jurado. "Cuando tu padre es John Gotti, el elegante padrino de la mafia en cuya compañía quiere estar todo el mundo, la engordada personalidad con la que todos queremos estar en contacto, es más difícil pasar un minuto con él".
Así que Junior se inscribió para conseguir algún tiempo con un pariente. Pocos sentimientos son humanos y horrorosos al mismo tiempo, pero este, si es verdad, lo supera todo. Si logra convencer al jurado con su historia de la vida de Gotti -y si es Si mayúsculo-, tampoco estará Junior libre. Su Familia decidirá si puede volver a su familia. Y ese veredicto no se leerá en un tribunal.

15 de septiembre de 2005
©washington post
©traducción mQh


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