Blogia
mQh

cine iraquí en bagdad


[Sabrina Tavernise] Festival de cine en medio de la violencia de Bagdad.
Bagdad, Iraq. En lo que es quizás tanto un acto de desafío como un modo relajado de pasar una tarde, el sábado pasado más de 300 iraquíes entraron a un teatro y, sin detectores de metal ni guardias de seguridad, se sentaron y vieron una película.
Era el inicio del primer festival de cine de Bagdad desde la invasión americana de 2003 que derrocó a Saddam Hussein, un evento de seis días que para el miércoles noche había producido cientos de iraquíes felices y ni una sola baja.
Mientras la violencia echa raíces en otras partes de la capital, espectadores de todas las edades se apretujaron en el teatro para ver películas cortas hechas localmente que iban desde documentales sobre pastores hasta un largometraje con ocho actores que entran y salen, llorando y riendo, uno por uno, a una cabina telefónica.
"Estamos tratando de enviar un mensaje a la gente fuera de Iraq de que este es un país de verdad, no solamente una madriguera de terroristas", dijo el organizador del festival, Nizar al-Rawi, diseñador gráfico y presidente de la Sociedad de Artes Visuales Contemporáneas. "Tenemos miles de años de arte y conocimiento. Podemos fundar aquí una vida en sociedad".
El local de reunión, un teatro infantil en el centro de Bagdad, llamado La Linterna Mágica, se atiborró de cineastas y artistas en camisetas y vaqueros. La gente se apretujaba, rozando paredes cubiertas de fotografías enmarcadas de viejas películas. Dos niños servían vasos de plásticos de agua, de un jarro, para los espectadores.
Algunos de los 58 cortos mostrados son caprichosas animaciones. Otros cuentan la historias de las penurias desde la invasión americana. Pero quizás más importante, las películas, que compiten por premios por un valor de varios miles de dólares, fueron hechas exclusivamente por iraquíes, la mayoría de ellas desde la caída de Hussein.
"Cuando ves a esta joven gente linda empezando a hacer estas cosas valientes, te sientes contento", dijo Mufeed Jazaery, que fue ministro de Cultura durante el gobierno interino iraquí el año pasado. "Hay un montón de vida y movimiento que no se ve desde arriba".
La industria cinematográfica iraquí se remonta a los años cuarenta, y los iraquíes todavía guardan agradables recuerdos de haber ido al cine con sus familias en los años setenta y ochenta. Pero con la Guerra del Golfo Pérsico de 1991 y los años de privación que siguieron con la imposición de sanciones económicas, los teatros decayeron, y los iraquíes perdieron la costumbre.
El conflicto en 2003 también se cobró su precio. El teatro de la escuela de cine de la Universidad de Bagdad se quemó después de un atentado con bomba. Posteriormente los saqueadores se llevaron una gran parte de lo que quedaba de los equipos. De los 11 teatros de Bagdad, sólo un par de ellos se encuentran en operaciones, dijo Hamoudi Jassim, profesor de la Facultad de Bellas Artes que ayudó a organizar el festival.
Los participantes en el festival parecen determinados a llevar la crónica de la violencia y caos que se han echado sobre sus vidas. La primera película exhibida fue un documental sobre okupas que viven en un edificio bombardeado de la policía secreta, cerca de Bagdad.
El cineasta Hadi Mahood dijo que estaba tratando de mostrar cómo ahora las vidas de los iraquíes están llenas de miedo y dolor, no enteramente diferentes a la situación que vivieron con Hussein, y que ese edificio de la policía, donde los iraquíes eran torturados, lo simboliza.
"Lo más importante es captar esta época, filmarla, grabarla", dijo Mahood en una entrevista.
Las películas son un temprano inicio de este proyecto. Algunos pueden tener un sonido pobre y las inestables tomas que se producen manejando cámaras pequeñas con la mano, pero la falta de destreza técnica fue más que contrarrestado por el coraje y el entusiasmo. Los organizadores del festival esperaban que se presentaran unas 30 películas; llegaron 140.
"Ahora hay tantos temas importantes en Iraq", dijo Mais al-Kair, 22, que acaba de estudiar en el Instituto de Arte de Bagdad. "Es nuestro deber contar a la gente sobre los sufrimientos de los iraquíes".
Caminar por las calles de Bagdad con una cámara en la mano es una empresa arriesgada, y los cineastas contaron experiencias en que fueron atacados y sus materiales confiscados.
Los peligros son expuestos en un documental sobre el asesinato de periodistas iraquíes hecho por Ammar Saad, 27, de un barrio insurgente en el sur de Bagdad. Saad dijo que su película fue inspirada por la muerte en 2003 de un amigo que trabajaba para el canal de televisión Iraquiya, que fue asesinado por un disparo desde una base americana en Samarra, al norte de Bagdad.
"Los periodistas iraquíes están ahora en una situación crítica", dijo Saad. "La verdad es que la prensa iraquí puede realmente influir en los dos lados".
El título de su película, ‘Damn Gum', está imbuido de humor negro: es una referencia al difícil papel de los periodistas.
"La gente no acepta la verdad", dijo Saad, agregando que como el chicle, "no pueden ni escupir ni tragar".

Harb al-Mukhtar contribuyó al reportaje desde Bagdad.

29 de septiembre de 2005
©new york times
©traducción mQh

0 comentarios