Blogia
mQh

corriendo para escapar


[Emily Wax] Niñas etiopes corren en búsqueda de una vida mejor.
Addis Abeba, Etiopía. Prácticamente la única manera para Tesdale Mesele, 13, de eludir el matrimonio y convertirse en una mujer dedicada a las labores domésticas y a la crianza de los hijos, era escapar.
Así que eso fue lo que hizo la valiente chica con piernas como alambres y cola de caballo. Se echó a los caminos de tierra llenos de baches de las tierras altas de Etiopía, descalza o con desgastadas zapatillas, tratando de mejorar su resistencia. Subió corriendo los resquebrajados escalones de la Plaza de Meskel en la capital, mientras a su alrededor se pasean cabras y nubes de polución daban al aire un tinte carbón.
Y una vez que sintió que era suficientemente rápida, Tesdale corrió por la única pista del país, un accidentado círculo de goma, parchado y desgastado en el Estadio de Addis Abeba, con la ilusión de que fuera descubierta por algún club de atletismo y ganara una pequeña beca conocida como "dinero para las calorías".
El atletismo profesional en Etiopía estuvo dominado durante largo tiempo por los hombres, y el país ha producido algunos de los mejores corredores masculinos de larga distancia. El legendario Haile Gebrselassie, 33, ha roto 17 récords mundiales y ganó dos medallas olímpicas de oro. Pero en la última década, corredoras femeninas como Meseret Defar, 22, también han empezado a ganar medallas olímpicas, campeonatos mundiales de atletismo y maratones. Hoy en día, según una revista deportiva etíope, siete de los 10 mejores atletas de Etiopía son mujeres.
Inspirada por estas nuevas heroínas nacionales, Tesdale y miles de otras chicas han dejado sus aldeas y llegado a la capital para vivir con parientes en míseros vecindarios, con la ilusión de llegar a competir.
Pero también hay otras razones más prácticas por las que las chicas quieren estar en forma y ser rápidas.
"Corro para que los chicos sepan que soy fuerte y no me molesten", dijo Tesdale una tarde, jadeando después de su carrera de la escuela a la casa con unas andrajosas camiseta y zapatillas. "También corro porque quiero dar prioridad a mi educación. Si corro bien, la escuela querrá que me quede y no me quedaré en casa a lavar la ropa y hacer injera", el esponjoso pan que es el alimento básico de la dieta etiope.
Tesdale vive en una casa de paredes de barro con otras tres chicas cuyas hermanas mayores las han sacado de sus granjas familiares y traído aquí para que se preparen como atletas. Pero su principal ambición es simplemente seguir en la escuela.
En Etiopía, tener educación es una verdadera maratón: La matrícula femenina es una de las más bajas del mundo, y es más probable que mujeres y niñas mueran durante el parto que llegar al sexto básico, de acuerdo a la UNICEF.
"He puesto todas mis esperanzas en ella", dice la hermana de Tesdale, Alamas, 18. "Cuando yo tenía su edad, mis padres querían que me casara con un hombre de 30. Estaban indignados cuando me escapé a la ciudad y dejaron de hablarme durante años. Pero ahora con la ilusión de mi hermana de convertirse en atleta, ella ha adquirido valor para ellos. La respetan. Ya no tiene que dedicarse a parir bebés, porque eso estropearía su carrera. Se dan cuenta ahora de que yo tenía razón en venirme a la ciudad, y la comprenden a ella".
En Etiopía niñas de apenas 12 años pueden ser cedidas por sus padres, que llevados por la desesperación las venden por la dote de la novia.
El país tiene la tasa más alta de fístulas vaginales de África, un desgarramiento de la vagina que afecta a menudo a adolescentes durante el parto y exige una dolorosa reconstrucción quirúrgica.
Etiopía, un país pobre de 73 millones de habitantes, tiene también una de las más grandes poblaciones son SIDA del mundo, obligando a muchas chicas a abandonar la escuela y cuidar de los enfermos o de parientes que han enviudado. Debido a que pocas casas tienen agua corriente o electricidad, la cocina y la limpieza les ocupan la mayor parte del día.
También hay tabúes culturales que desalientan que las chicas caminen largas distancias a través de paisajes desolados hasta la escuela. Los padres temen que sean violadas o secuestradas, lo que a menudo ocurre como un modo de obligar a las chicas a casarse.
"Las chicas adolescentes en África son la población más vulnerable del mundo", dice Alessandro Conticini, que dirige las oficinas de protección a la infancia y SIDA/HIV de la UNICEF aquí. "Trabajan más que sus hermanos. Es más probable que las obliguen a dejar la escuela y a dedicarse a las labores domésticas... con bodas forzadas y prostitución".
Conticini dijo que las condiciones en Etiopía estaban mejorando lentamente, "pero en última instancia las muchachas necesitan una buena razón para convencer a los padres de que debería dejárseles asistir a la escuela y postergar el trabajo y el matrimonio".
De momento, correr ha demostrado ser un poderoso incentivo. Incluso en los enclaves rurales más tradicionales, los padres ven los beneficios de permitir que las chicas se entrenen, lo que significa que deben ir a la escuela porque son los entrenadores los que eligen a las niñas que correrán.
Aquí se espera que los niños ayuden a sus padres en la vejez, y las niñas que corren son a menudo exitosas económicamente debido a que llevan vidas más disciplinadas, dijo ElShadai Negash, editor de Endurance, una revista deportiva de Addis Abeba.
"Para una niña, ser capaz de correr es una verdadera afirmación de libertad que en realidad se convierte en poder", dijo Negash. "Las corredoras son ídolos en parte debido a su éxito económico. Si la chica se puede convertir en una trabajadora respetable, ¿por qué no postergar el matrimonio? Después de todo, las niñas son vistas como una inversión".
Muchas chicas etiopes desarrollan fuerzas a temprana edad dedicándose a las labores hogareñas, caminando cuatro o cinco kilómetros al día para recoger agua e ir a la escuela, y cargando leña sobre sus cabezas.
Mientras los chicos pasan el tiempo con sus padres, haciendo encargos o matando el tiempo, las niñas son responsables de ayudar a sus madres en tareas exigentes, desde moler la fruta para hacer jugos hasta lavar a mano las alfombras.
Meseret Defar, que ganó una medalla olímpica de oro en 2004 en los 5 mil metros y una de plata en los torneos mundiales de 2005, dijo que había pasado su infancia acarreando leña tan pesada que ya tenía fuertes músculos a los diez años.
"También acarreaba potes de barro llenos de agua durante tres kilómetros cada día", contó Defar en una cafetería aquí. "Yo lloraba porque todo lo que quería hacer era entrenar y correr, pero tenía que dedicarme a las tareas domésticas".
Aunque apenas de 1 metro con 52, demostró ser una corredora sorprendentemente rápida y finalmente llamó la atención de su padre y de los entrenadores de la escuela. Sin embargo, incluso entonces tenía que tomar de prestado a hurtadillas las zapatillas de su hermano.
"Siempre corría a pie desnudo", dijo, mirando la marca de las zapatillas que ahora le pagan por llevar. "En esa época, a las chicas no se les compraba zapatillas de verdad porque eran demasiado caras. Así que para entrenar empecé a usar los zapatos de mi hermano, y me levantaba muy temprano para usarlos y volver a tiempo antes de que se marchara a la escuela".
Defar ha ganado tanto dinero con las carreras que ha pagado la matrícula escolar de sus dos hermanos; uno está estudiando informática, y el otro producción de videos.
Quizás lo más importante es que ser una corredora tan exitosa le da otorgado más control sobre su vida. Pudo postergar el tener hijos y eligió a su novio, un atractivo jugador de fútbol que tiene su edad e intereses similares.
Hace poco Defar habló con jóvenes madres hospitalizadas con fístula vaginal. Dijo que las había alentado a ayudar a sus propias hijas para que siguieran en la escuela, desarrollaran sus talentos, postergaran el matrimonio y encontraran valor en sus vidas. En el barrio donde vive Tesdale, las niñas adoran a Defar y cuelgan su retrato en las paredes.
"Correr da a las niñas muchas más oportunidades que antes y hace que nuestros cuerpos nos pertenezcan", dijo Defar. "E incluso si no todas lo logran, el entrenamiento brinda nuevas ideas... como enseñar, convertirse en coach, hacer siempre lo mejor que puedes".
Gebrselassie, el corredor estrella, dijo que estaba hablando en escuelas de niñas y gestionando clubes, y también haciendo donaciones de zapatillas para su entrenamiento.
"Es fantástico que haya más niñas corriendo en Etiopía", dijo en una conferencia telefónica aquí esta semana. "Quiero apoyar a nuestras niñas atletas no sólo materialmente sino también moralmente... Las niñas son unas fantásticas corredoras. Creo que envía el fabuloso mensaje de que las niñas pueden hacer todo lo que hacen los niños".
Una mañana hace poco, Tesdale y su mejor amiga, Sercalem Tesefay, 14, se levantaron a las cinco y media y trotaron durante una hora para llegar a la Plaza de Meskel.
Corriendo a ocho minutos por kilómetro y medio, pasaron junto a mujeres encorvadas bajo cargas de leña y a hombres al volante de taxis enredados en el tráfico.
En la Plaza de Meskel niñas y niños estaban subiendo las escaleras mientras eran observados por los reclutadores. Ni Tesdale ni Sercalem se había inscrito en un grupo, pero las dos esperaban mejorar sus tiempos para el año siguiente.
Hacia las ocho de la mañana, las dos amigas salieron de la escuela básica, a otra media hora de distancia.
Después de las clases a la una de la tarde, dieron de comer a las cabras, caminaron otro kilómetro y medio para recoger agua y finalmente se instalaron en su casa para asistir a la tradicional ceremonia del café.
Sorbiendo tazas de café del tamaño de casa de muñeca, las hermanas mayores dijeron que se sentían felices de que las dos se hubieran convertido en chicas modernas: estudiantes y atletas con el cabello trenzado y esmalte en las uñas.
"En el campo falta de todo. Si nos quedamos, no sabemos si podremos llevar la vida que queremos", dijo la hermana de Sercalem, Muluwork, 20, una obrera de la construcción de 22 años. Su destino "obvio", dijo, sería "casarse joven y tener hijos, además de muchos años de tareas domésticas".
Sercalem sonrió y se volvió hacia Muluwork.
"Cuando sueño", dijo, "me veo corriendo tan rápido que puedo ayudar a vivir mejor a todo el mundo y comprar zapatillas para todas las niñas de Etiopía".
29 de diciembre de 2005

©http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2005/12/28/AR2005122801369.html
©traducción mQh

0 comentarios