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trabajo infantil y superviviencia


[Emily Wax] Las familias campesinas de Etiopía luchan por la supervivencia, y eso significa a menudo el trabajo infantil.
Lebasjie, Etiopía. Asmara Chanie saca a pastar al ganado al amanecer y los lleva de vuelta a la granja con la puesta del sol. Le pagan con sacos de cebada, con los que sobreviven los seis miembros de su familia.
Himnat Yenealem friega pisos, lava ropa y tuesta granos de café para el desayuno de su patrón. A cambio, recibe alimentación, alojamiento y ropa.
Sus trabajos son la norma en África, donde el trabajo manual es la forma más común de empleo. Pero sus edades sorprenderían a muchos extranjeros.
Asmara tiene 12 años, y es un niño flacuchento y amistoso que dejó la escuela y que hace poco cambió su mochila por el bastón de pastora cuando la cosecha de su padre fracasó. Himnat es un pequeñita de 13, de rizos color de chocolate y un temperamento solemne cuyos padres murieron hace cuatro años de enfermedades relacionadas con el SIDA, dejándola sola y en la calle.
"Tenía un dilema terrible, así que tenía que trabajar", dijo Himnat, tranquila, pellizcando sus manos callosas. "Tenía miedo. Pero de este modo al menos no estoy en la calle y puedo tratar de superarme a mí misma".
De acuerdo a un estudio de Naciones Unidas, en todo el sub-Sahara africano un tercio de los niños menores de 14 trabaja todos los días, saltándose abruptamente la infancia y asumiendo responsabilidades en las que sus compañeros de edad en Occidente no tienen que pensar sino muchos años más tarde.
Hay tantos niños trabajando en el continente que los ministerios de educación señalan el trabajo como la principal razón por la que los niños abandonan la escuela básica, seguida por la pérdida de los padres a manos del SIDA/HIV y la incapacidad de pagar la matrícula escolar. Muchos son empleados en el sector informal, en las casas de los vecinos o en los campos, y pagados con alimentos o suministros; sólo los que trabajan en grandes fábricas ganan salarios en dinero.
"Desafortunadamente, el trabajo infantil es una realidad en África", dijo Afewerk Ketema, coordinador de Focus on Children at Risk [Niños en Peligro de Exclusión], un grupo de ayuda etiope. Ha reclutado a 300 niños trabajadores, incluyendo Himnat, para un proyecto en esta ciudad norteña en el que pueden asistir a clases vespertinas o en la tarde.
"La verdad es que el trabajo infantil no es visto como algo malo en el campo africano. De hecho, es una fuente de supervivencia", dijo Ketema. "Los niños viven la pobreza y las cosechas pobres más que todos los demás. Y ahora con el SIDA, los padres están a menudo enfermos, mueren o están sobrecargados criando a los huérfanos de otros... Hay muchos casos de niños que encuentran empleo como sirvientes".

Obligados a Trabajar
Etiopía tiene una de las tasas más altas del mundo en trabajo infantil, de acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo de Naciones Unidas y a la Red Africana de Prevención y Protección de los Niños contra el Abuso y Abandono [African Network for the Prevention of and Protection Against Child Abuse and Neglect]. Nueve millones de niños de entre 5 y 17 años están empleados, 90 por ciento de ellos en el sector agrícola, informaron las agencias.
Los factores que empujan a los niños a los campos incluyen las antiguas técnicas agrícolas en un campo exhausto, la epidemia del SIDA y un creciente población de 74 millones de habitantes.
Esta es una sociedad profundamente religiosa donde las familias a menudo tienen ocho o diez hijos. Es una sociedad donde el SIDA y otros males han dejado sin padres a 4.6 millones de niños -el número de huérfanos más grande del mundo, según un estudio conjunto de 2004 de agencias de Naciones Unidas y del ministerio etiope del Trabajo y Asuntos Sociales.
Es también una sociedad rural pobre donde el 85 por ciento de la población trabaja parcelas de menos de una hectárea, demasiado pequeñas para rendir beneficios, y casi todas trabajadas hasta su agotamiento. Estudios han mostrado que las culturas dependientes de la agricultura de subsistencia tienen también las tasas más altas de trabajo infantil.
"El actual sistema agrícola no ha cambiado en los últimos dos mil años, y eso afecta todo", dijo Stuart Williams, un keniata que trabaja en un proyecto conjunto sobre medio-ambiente y desarrollo de Naciones Unidas y del ministerio etiope de Agricultura. "Cuando fracasan las cosechas debido a la sobreexplotación de la tierra, los campesinos venden los animales. La familia entonces se queda despojada de sus recursos. El campesino pierde todo. Lo único que le queda es enviar a sus hijos a trabajar para otros".
La familia de Asmara fue víctima de una cadena de acontecimientos semejante. El año pasado, cuando el rocoso suelo marrón de su granja se erosionó demasiado como para poder ararlo, su desconsolado padre, Bisat Chanie, vendió de mala gana su último buey. Primero envió a trabajar a su hijo mayor, de 16, a una fábrica de sésamo cerca de la frontera con Sudán. Luego subió penosamente un empinado cerro hasta el mercado más cercano para hablar con un intermediario para que encontrara trabajo para Asmara.
"No teníamos nada. No teníamos qué comer", dijo el padre, 50, un hombre alto con una barba canosa, un turbante blanco y amables maneras. "Lloré cuando tuve que enviarlos a trabajar. Todavía lloro. Pero también estoy orgulloso de que mis hijos nos estén ayudando. ¿Qué otras opciones teníamos?"

Sequía y Subdesarrollo
En las últimas décadas, la naturaleza y la política han conspirado para mantener a Etiopía como uno de los países menos desarrollados del planeta. Algunos regiones son proclives a ciclos de sequía y hambruna, y las parcelas dependen fuertemente de las lluvias. En los años ochenta, el gobernante comunista, el teniente coronel Mengistu Haile Mariam, desdeñó a las regiones pobres que no apoyaban su gobierno, paralizando su desarrollo y exacerbando los efectos de la hambruna de 1984 en la que se estima que murió un millón de personas.
Mengistu fue derrocado en 1991 y reemplazado por un gobierno reformista, pero siete años después estaba en una guerra por fronteras con Eritrea, que costó a ambos bandos más o menos un millón de dólares al día. Muchos donantes extranjeros se retiraron de los proyectos de desarrollo, incluyendo planes para construir sistemas modernos de irrigación.
Las tensiones entre los dos países han vuelto recientemente a aumentar y han retornado a Etiopía los problemas políticos. Después de que las disputadas elecciones desencadenaran en protestas en el otoño pasado, numerosos líderes de la oposición fueron encarcelados y siguen tras las rejas. Como resultado, es probable que los donantes occidentales retiren los 375 millones de dólares prometidos en ayudas.
Algunos de esos opositores estaban pidiendo reformar el actual sistema de tenencia de la tierra, en la que el gobierno alquila pequeños terrenos a los campesinos y les impide formar cooperativas. Pero los funcionarios dicen que la industrialización, y no la reforma agraria, es la clave para un mejor futuro económico para los niños de Etiopía.
"La situación que enfrentan estos niños, inclusive por algunas semanas, es una desgracia que durará toda la vida", dijo en una entrevista reciente en la capital Addis Abeba el primer ministro Meles Zenawi. "Hemos hecho algunos progresos colocando advertencias para detectar la escasez de alimentos. Pero quizás hemos hecho muy poco, y demasiado tarde".
El gobierno de Meles ha sido elogiado por sus esfuerzos para combatir el SIDA, predicando la planificación familiar, anticipando la sequía y atrayendo algunas grandes fábricas. Pero hasta que las reformas lleguen a las resecas regiones rurales, niños como Asmara y Himnat tendrán pocas alternativas.
Himnat, una niña delgada de cara redonda, habló suavemente sobre cómo sus padres, que vendían cerveza hecha en casa a los campesinos, murieron en su aldea a 65 kilómetros al noroeste del país, debido a complicaciones relacionadas con el SIDA. No tenían tierras y se quedó sin lugar donde vivir. Su única tía ya estaba sobrecargada con tres hijos propios.
Sin embargo, se consideraba afortunada debido a que había encontrado trabajo como criada para una mujer que era "buena conmigo y nunca me golpea por mis errores. Inclusive me deja asistir a la escuela. Me siento tan feliz por eso que ahora trabajo mucho más para ella".

Exigencia de Educación
Ahora, con el proyecto vespertino de Ketema, también puede estudiar. Los maestros de su escuela dijeron que es una alumna brillante, pero que a veces replica en las clases. Himnat está entusiasmada porque una vez que aprenda a leer y escribir, el proyecto le enseñará algún oficio útil, como la reparación de bicicletas, costura, peluquería o carpintería. Los partidarios de los derechos de los niños están pidiendo un sistema escolar nacional de medio día de modo que más niños puedan avanzar más allá de la agricultura.
Garet Mengistie, la patrona de Himnat, dijo que la habían elogiado por ocuparse de una huérfana, pero sabe "que trabajar toda la vida para mí no es su futuro".
"Es una buena chica y merece ir a la escuela", dijo Mengistie.
Bisat Chanie no puede enviar a la escuela a Asmara, ni siquiera media jornada, porque el dueño del ganado que contrató al niño necesita que se ocupe de los animales todo el día. Pero las dos hermanas de Asmara han mostrado tener aptitudes para los estudios, y Chanie dijo que estaba decidido a mantenerlas en la escuela, inclusive si eso significaba destinar todo el dinero que le envía su hijo mayor desde la fábrica de sésamo -aunque signifique que tenga que salir a recoger leña para venderla, lo que aquí se considera que es trabajo de mujeres.
"En al época de mi padre teníamos muchas tierras. Y ganábamos dinero con la agricultura", dijo Chanie, sentado frente a su choza, el ceño fruncido de preocupación mientras miraba su rocosa tierra. "Nunca fuimos a la escuela. Pero tampoco salíamos de casa. Ahora los jóvenes tienen mucho optimismo sobre el país, y tienen razón".
Quizás algún, dijo Chanie, sus hijas encuentren trabajos como secretarias o funcionarias. Entonces podría finalmente enviar a Asmara a la escuela.

3 de enero de 2006

©washington post
©traducción mQh

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