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embaucador por la buena causa


[Stephen J. Dubner y Steven D. Levitt] Kennedy, el autor que infiltró al Ku Klux Klan en los años cuarenta, parece no haberlo infiltrado nunca.
Nuestro libro ‘Freakonomics’ incluye un capítulo titulado ‘¿En qué se parece el Ku Klux Klan a los agentes inmobiliarios?’ Ese capítulo era nuestro intento de insuflar vida al concepto conocido en economía como asimetría de la información, una situación en la que una de las partes de una transacción tiene mejor información que la otra. Es probablemente obvio que los agentes de propiedad inmobiliaria tienen mejores informaciones que sus clientes. La historia del Ku Klux Klan es quizás menos obvia. Dijimos que la clandestinidad del Klan -sus rituales, su lenguaje cifrado, las contraseñas- conformaban una asimetría de la información que reforzaba su objetivo de aterrorizar a los negros y otros.
Pero el Klan no era el personaje de nuestra historia. El personaje era un hombre llamado Stetson Kennedy, un blanco de Florida de una vieja familia aristocrática que la embistió desde sus años mozos contra las injusticias raciales y sociales. De todas sus cruzadas -el sindicalismo, el derecho a voto y numerosas otras causas-, Kennedy es mejor conocido por denunciar al Klan en los años cuarenta. En su libro ‘The Klan Unmasked’ (publicado originalmente en 1954 bajo el título de ‘I Rode With the Ku Klux Klan’ [Ku Klux Klan. La persecución racial en los Estados Unidos), Kennedy describe cómo adoptó una identidad falsa para integrarse al principal capítulo del Klan en Atlanta, fue elegido ‘klavalier’ (jefe militar del Klan) y se encontró repetidas veces en el centro de asombrosos acontecimientos, al tiempo que corría grandes peligros.
¿Qué hizo Kennedy con toda esa información secreta que reunió sobre el Klan? La difundió como loco: a fiscales del estado, a grupos de derechos humanos e incluso a presentadores de radio, como Drew Pearson, y a los productores del programa radial ‘Superman’, que sacaron al aire las operaciones hasta entonces secretas del Klan. Kennedy tomó una asimetría de información y la puso de cabeza. Y al hacer así, escribimos, jugó un papel importante en la represión del renacimiento del Klan en Estados Unidos después de la guerra.
Kennedy ha sido justificadamente alabado por su compromiso: su amigo Woody Guthrie escribió una canción sobre él, y recientemente se declaró en el condado de St. John, en Florida, el Día de Stetson Kennedy, donde Kennedy, 89, todavía vive. Es allá donde le entrevistamos hace casi dos años; nuestro informe de su asombrosa historia se basó en esas entrevistas, ‘The Klan Unmasked’ y una montaña de libros de historia y artículos de diarios.
Pero ¿es la asombrosa historia de Kennedy igualmente verídica?
Esa era una de las inquietantes preguntas que empezaron a atormentar a otro escritor de Florida, Ben Green, que empezó en 1992 a escribir un libro sobre Harry T. Moore, un defensor negro de los derechos civiles que fue asesinado en 1951. Durante un tiempo, Stetson Kennedy colaboró con el libro. Aunque Green estaba sólo tangencialmente interesado en la infiltración del Klan por Kennedy -no era central para la historia de Moore-, eventualmente consultó los voluminosos archivos de Kennedy, en las bibliotecas de Nueva York y Atlanta.
Esos documentos contaban la crónica de la vida extraordinariamente pintoresca de un hombre que había sido, entre otras cosas, poeta, folclorista, un demoledor periodista y sindicalista. Pero Green se consternó al descubrir que la historia contada por los propios documentos de Kennedy era muy diferente de lo que Kennedy escribió en ‘The Klan Unmasked’.
En ‘The Klan Unmasked’, Kennedy se hacía pasar por un vendedor de enciclopedias llamado John S. Perkins, el que, en una de sus primeras maniobras encubiertas, visita al ex gobernador de Georgia -un reputado simpatizante del Klan- y se congracia con él ofreciéndole distribuir propaganda del Klan. Sin embargo, un documento en los archivos de Kennedy sugiere que es verdad que Kennedy se reunió con el ex gobernador, pero no como escritor encubierto. Más bien, lo entrevistó para un libro que estaba escribiendo -y en ese documento no se menciona nada sobre la propaganda del Klan.
Un examen más minucioso de los archivos de Kennedy revela un tema recurrente: las entrevistas legítimas que realizaría a jefes y simpatizantes del Klan reaparecerían en ‘The Klan Unmasked’, pero en contextos diferentes y con hechos diferentes. En una vena similar, los archivos contienen evidencias de que Kennedy asistió a eventos públicos del Klan como periodista, pero luego los remodeló en su libro como proezas encubiertas. Kennedy había acumulado también una gran cantidad de literatura sobre el Klan y otros grupos de odio de los que se hizo miembro, pero sus propios archivos sugieren que se unió a esos grupos en su mayor parte a través del correo.
Así que, ¿infiltró Kennedy personalmente al Klan en Atlanta, como afirma en ‘The Klan Unmasked’?
En sus archivos hay una serie de memoranda que fueron entregados a la Liga contra la Difamación ADL, uno de los varios grupos de derechos civiles a los que informó Kennedy. Algunos de los memos fueron escritos por él; otros fueron escritos por un hombre identificado como John Brown, sindicalista y ex oficial del Klan que había cambiado de opinión y se ofreció para infiltrar al Klan. "Este trabajador está infiltrando el Klan conmigo", escribió Kennedy en un memorándum a principios de 1946. "Estoy seguro de que es un hombre fiable".
En los memos posteriores de Kennedy -en realidad, en cientos de páginas de las varias correspondencias de Kennedy de esa época- atribuye flemáticamente algunas de sus informaciones más reveladoras sobre el Klan a John Brown: uno de sus memos era "un informe de mi informante en el Klan sobre la reunión del Klan No. 1 de Atlanta el 12 de agosto y el Klan No. 297 de Atlanta el 15 de agosto". John Brown le entregaba información desde dentro a Kennedy, y Kennedy la pasaba entonces a grupos como la ADL, así como a fiscales y periodistas. No fue sino hasta que escribió ‘The Klan Unmasked’, varios años más tarde, que Kennedy se colocó a sí mismo, como Zelig, en el centro de la acción.
Ben Green, a pesar de haber inmerso durante meses en los archivos de Kennedy, no pudo identificar al hombre conocido como John Brown. Green logró entrevistar a Dan Duke, ex fiscal del estado que, como se lee en ‘The Klan Unmasked’, colaboró estrechamente con Kennedy. Duke dijo que Kennedy "se introdujo en algunas reuniones del Klan", pero puso abiertamente en duda el dramático relato de Kennedy sobre su relación. "No pasó nada de eso", le dijo a Green. En 1999, cuando Green finalmente publicó su libro sobre Harry T. Moore, ‘Before His Time’, contenía una nota al pie de página calificando a ‘The Klan Unmasked’, "una dramatización literaria".
Green no es la única persona que ha concluido que Kennedy torció la verdad. Jim Clark, que enseña historia en la Universidad de Central Florida, dice que Kennedy "construyó una reputación nacional sobre muchas cosas que nunca ocurrieron". Meredith Babb, directora de la editorial de la Universidad de Florida [University Press of Florida], que ha publicado cuatro libros de Kennedy, llama ahora a Kennedy "un folclorista emprendedor". Pero excepto por la nota de Green, todos guardaron silencio hasta que el relato sobre las hazañas de Kennedy en ‘Freakonomics’ provocaron una nueva ronda de atención. ¿Por qué? "Sería como matar a Santa Claus", dice Green. "Para mí, lo más triste de esta historia es que lo que hizo no era suficiente para él, y se sintió obligado a inventar, a embellecer la historia y a reclamar crédito por cosas que no hizo".
Cuando se le presentaron documentos de sus propios archivos y se le preguntó derechamente, hace algunas semanas durante un almuerzo en su casa en Florida, si ‘The Klan Unmasked’ fue "de algún modo compuesto o dramatizado", Kennedy dijo que no. "Quizás haya algunos diálogos que no ocurrieron exactamente como yo los recordaba", respondió. "Pero más allá de eso, no". Cuando se le presionó, Kennedy admitió que "en algunos casos usé los informes y actividades del otro tipo y los incorporé en mi propio relato". Esa admisión ya la había hecho Kennedy una vez antes. Peggy Bulger, directora del American Folklife Center en la Biblioteca del Congreso, escribió en 1992 una disertación titulada ‘Stetson Kennedy: Applied Folklore and Cultural Advocacy’, basándose en parte en extensas entrevistas con su sujeto. En una nota final, Bulger escribe que "Kennedy combina sus experiencias personales como escritor encubierto con los relatos que le proporcionó John Brown al escribir ‘I Rode With the Ku Klux Klan’ en 1954".
Por supuesto, no nos gustó saber que una historia que habíamos incluido en ‘Freakoconomics’ tenía fundamentos tan endebles -especialmente porque el libro está dedicado a poner cabeza arriba el sentido común, y en lo que concierne a Stetson Kennedy el sentido común era su reputación como infiltrado del Klan.
También está el hecho de que en nuestro libro hicimos un punto de depender menos de anécdotas y privilegiar los datos, con la idea de que las cifras tienden a mentir menos descaradamente que la gente. Pero la historia de Stetson Kennedy fue una larga serie de anécdotas -las que no importa cuántas veces se las cuente a través de las décadas, fueron casi todas generadas por la misma fuente interesada.
Quizás la larga vida de lucha de Kennedy por las buenas causas es todo lo que importa. Quizás, para tomar de prestado la fraseología de Peggy Bulger, el objetivo de la "defensa de la cultura" justifica el uso del "folclore aplicado" antes que el tipo de franqueza que sería más típico en la historia del periodismo. Una cosa sigue siendo verdad, y es que Kennedy fue ciertamente un maestro de la asimetría de la información. Esto es, hasta que los datos le pasaron la cuenta.

Stephen J. Dubner y Steven D. Levitt son los autores de ‘Freakonomics: A Rogue Economist Explores the Hidden Side of Everything’.

www.freakonomics.com

8 de enero de 2006

©new york times
©traducción mQh

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