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bush contra salim hamdan 3


[Ionathan Mahler] Al-Bahri, ex guardaespaldas de bin Laden, renuncia al terrorismo, pero no por razones ideológicas.
Durante la mayor parte del tiempo que pasé en Yemen, al-Bahri se negó a recibirme. Pero la noche anterior a la fecha de mi regreso a casa, accedió a reunirse conmigo a la noche siguiente en la casa de unos parientes en Sana. Un hombre alto y delgado, con entradas y una barba pulcramente recortada, al-Bahri se ve mayor que sus 33 años. Estaba sentado en un cojín, y sus largas piernas emergían del fondo de su impecable túnica blanca. Antes en nuestra conversación, que duró más de cinco horas, se había producido un apagón. Durante el resto de la velada, la estrecha habitación fue iluminada por dos velas. Al-Bahri se excusó repetidas veces para salir a orinar, explicando que era diabético.
De acuerdo a al-Bahri, su decisión de renunciar a Al Aqeda y al terrorismo no tenía nada que ver con el programa de diálogos del juez al-Hitar, del que duda que haga cambiar de parecer a alguien. Más bien, dijo que durante los dos años que estuvo en prisión en Yemén, casi la mitad de los cuales en confinamiento solitario, tuvo la oportunidad de leer y pensar un montón. Continúa creyendo que Estados Unidos oprime y explota a los musulmanes, pero ya no acepta que el asesinato arbitrario de gente inocente sea una expresión legítima de la yihad, la que, dijo, "tiene su hora y lugar, como las oraciones". También era un asunto de madurez. "Cuando llegamos a los 30, empezamos a lamentar lo que hicimos cuando teníamos 20", me dijo flemáticamente, como un ex radical universitario meditando sobre un acto menor de desobediencia civil en su pasado distante.
Al-Bahri no tenía demasiado interés en hablar sobre Hamdan; debido a que se siente responsable por el destino de su cuñado, dijo que hablar sobre él era demasiado deprimente. Como es lógico, lo que dijo distanció a Hamdan de las operaciones militares de Al Qaeda. Al-Bahri describió a Hamdan casi como un niño, un hombre simple y alegre. De acuerdo a al-Bahri, al principio Hamdan estaba excitado con la guerra santa, pero carecía tanto del celo de un combatiente de la yihad como de la formación religiosa o inclinación para entender la ideología del movimiento. Según cuenta al-Bahri, Hamdan fue a Tayikistán para participar en la yihad, pero se quedó en Afganistán debido a que trabajar como chofer y mecánico en el grupo de mecánicos de bin Laden era mejor que conducir una dabab en Sana.
Al-Bahri fue rápido a la hora de exonerar a Hamdan, pero no mostró ninguna duda al hablar de sí mismo como un cuadro superior de la que debe ser la más infame organización terrorista del mundo. Al-Bahri no sonó nostálgico ni expresó remordimiento sobre sus años como jefe de la guardia de bin Laden; hablando sobre ese período parecía un ejecutivo jubilado discutiendo desapasionadamente sus años en la firma. Sin embargo fue, en cierto sentido, cauto: aunque estaba dispuesto a responder cualquier pregunta que le hiciera, se distanció explícitamente de todo atentado específico de los que ocurrieron durante su tiempo con bin Laden.
El futuro de al-Bahri se veía venir ya cuando era adolescente en Jidda, cuando cayó por primera vez bajo la influencia de un clérigo radical saudí. "Pensé que mi deber era tomar las armas y defender a los musulmanes donde quiera que estuvieran", me dijo. "Esa era una tarea sagrada que me llevaría al paraíso". Habiendo crecido en Arabia Saudí, el país más sagrado del islam, respondió personalmente cuando oyó a bin Laden describir a su país como un agente de Estados Unidos y juró expulsar a Estados Unidos de la Península Arábica. Lo que es más, al-Bahri dejó Arabia Saudí y viajó a Bosnia a principio de los años noventa y había estado sin guía religioso desde entonces. En bin Laden, dijo al-Bahri, había encontrado a "un nuevo padre espiritual".
Al-Bahri avanzó rápidamente en la organización de Al Qaeda. Con el alias de Abu Jandal, ayudó a montar nuevos campos de adiestramiento que se parecían poco al tipo de campo a los que había asistido como joven en Bosnia, donde los yihadistas aprendían habilidades convencionales, tales como armar y desarmar y disparar armas y leer mapas. Ahora se trataba de combatir en ciudades y de prepararse para operaciones suicidas, lo que significaba aprender a fundirse con las poblaciones locales y atacar objetivos civiles. Bin Laden era claro sobre los objetivos. "Repetía una y otra vez que debíamos realizar ataques dolorosos contra Estados Unidos, para que se excitara como toro", recordó al-Bahri, "y si el toro llega a nuestra región, no sabrá nada sobre el país, y nosotros sí". A fines de los años noventa, al-Bahri peleó junto a los talibanes contra la Alianza del Norte y sirvió como uno de los guardaespaldas personales de bin Laden durante sus frecuentes viajes a campos de adiestramiento de Al Qaeda en Afganistán.
Tras los atentados contra las embajadas estadounidenses en el este de África en el verano de 1998, dijo al-Bahri, bin Laden lo puso a cargo de las casas de huéspedes de la organización en Kabul y Kandahar, donde debía ayudar a inspirar y adiestrar a nuevos reclutas para realizar operaciones terroristas contra Estados Unidos. Fue en ese momento, dice al-Bahri, que empezó a tener dudas sobre Al Qaeda, no porque cuestionara su misión, sino porque no estaba convencido de que los reclutas estuvieran preparados para llevarlas a cabo.
La yihad, pensó al-Bahri, era una misión religiosa genuina y se había convertido en un llamado para cualquier musulmán. Todavía años después, aunque había renunciado al terrorismo, se irritaba con lo que llamó las deficiencias en la dirección de Al Qaeda. "Estábamos recibiendo a jóvenes que no estaban comprometidos con la yihad, gente muy joven de 15 o 16 años", me dijo. "¿Qué podíamos hacer con ellos? Yo dije que sólo debíamos aceptar a gente joven que fuera religiosa. Pero nadie me llevo de apunte". Al-Bahri me dijo que bin Laden sabía que se estaba decepcionando y fue por eso que los animó, a él y a Hamdan, a casarse con unas hermanas en 1999; según la interpretación de al-Bahri, uniéndolo a Hamdan, que tenía menos opciones y era por tanto menos probable que abandonara la causa, bin Laden tendría más posibilidades de conservar a al-Bahri en el redil.
Durante el verano de 2000, Hamdan y al-Bahri volvieron a Sana para las bodas de un cuñado. A las pocas semanas, en un pequeño bote cargado de explosivos, varios operativos de Al Qaeda embistieron el destructor U.S.S. Cole, que había atracado en Yemen para reabastecerse. Poco después del atentado, agentes de la inteligencia yemení empezaron a detener a extremistas sospechosos. Al-Bahri trató de escapar, pero fue aprehendido en el aeropuerto cuando intentaba volver a Afganistán. Hamdan ya había llevado a su esposa y sus padres de peregrinación a la Meca y se enteró rápidamente en Arabia Saudí de que si volvía a Yemen, también sería detenido. En lugar de eso, volvió donde bin Laden, llevando a su esposa con él.
Tras el 11 de septiembre, me dijo al-Bahri, tres agentes del FBI llegaron a la cárcel donde estaba detenido en Yemen para interrogarlo. Las transcripciones de esos interrogatorios son confidenciales, pero al-Bahri dice que ellos estaban sobre todo interesados en la estructura e ideología de Al Qaeda. Le preguntaron si bin Laden tenía acceso a armas químicas o nucleares, y al-Bahri les respondió que bin Laden tenía algo mucho más poderoso: hombres determinados a cumplir su compromiso con Dios y morir como mártires en operaciones contra Estados Unidos.

8 de enero de 2006

©new york times
©traducción mQh

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