Blogia
mQh

venganza de una nana


[Ann Hornaday] Una niñera de estrellas saca los trapos sucios de una de las más famosas familias de Hollywood.
Voy a escribir tres palabras que nunca pensé que llegaría a escribir: Pobrecito Michael Ovitz.
Ovitz, por supuesto, es el legendario agente de Hollywood, fundador de la Agencia de Artistas Creativos [Creative Artists Agency], celebrado super negociador y, más recientemente, conocido como el depuesto director de Disney, la personificación de todo lo que hay de malo en las obscenamente pagadas y ostentosas suites ejecutivas de la industria cinematográfica. Un tema frecuente de la leyenda y folclore del mundo del espectáculo, Ovitz, conocido por sus tácticas despiadadas y carácter sobrenaturalmente calculador, no ha resaltado nunca como alguien especialmente simpático.
Para mostrar la vulnerabilidad de Ovitz fue necesaria una joven, presumiblemente ingenua palurda provinciana. En ‘You’ll Never Nanny in This Town Again’, el primer libro de la autora Suzanne Hansen cuenta el año que pasó cuidando a los tres niños de Ovitz, lo que considera un período miserable, ya que trabajó sin contrato, acobardada por las constantes críticas de Judith, la esposa de Ovitz, y escondiéndose en su cuarto durante sus fines de semana libres.
Una novata según sus propias palabras, que viajó desde su pueblo natal de Cottage Grove, Oregon, a Los Angeles apenas sacó su diploma en una escuela de nanas, Hansen deja caer ocasionales dosis de autocrítica por dejar que la explotaran y por no haber negociado nunca su contrato con sus empleadores. Pero esos apartes son meros formalismos en ‘You’ll Never Nanny in This Town Again’, una historia vengativa tan amarga y maliciosa -y finalmente poco satisfactoria- como se ha escrito nunca. Está claro que Hansen vendió la historia a sus editores sobre la base de todas las inmundicias que podía contar sobre los Ovitz, en el pasado una de las parejas más poderosas de Hollywood. Pero son trapos sucios antiguos: Hansen trabajó para ellos a fines de los años ochenta, cuando las anécdotas sobre Michael -que comía alas de pollo con cuchillo y tenedor, que se preocupaba más de su colección de arte que de sus hijos y trataba a una impotente nana con la misma rudeza que usaba en los negocios- habría sido un delicioso y merecido castigo.
En lugar de eso, en esta crónica antipática que rebosa autocompasión, rabia y resentimiento de clase, los Ovitz se ven más bien como criaturas tristes, que navegan ávidamente los escalones del poder y el estrellato, pero se ven mucho menos seguros de sí mismos cuando están en la intimidad. Lo que es más, como juzga Hansen alegremente su relación con sus hijos y entre ellos, no podrán nunca compararse con la gente buena y honesta de Cottage Grove.
En uno de las muchas e interesadas entradas que adornan el libro, Hansen despotrica: "¿Por qué esta gente con tanto dinero no se da cuenta de que su riqueza les permite tantas opciones en la vida?" Continúa, recordando a los amigos de sus padres: "Habrían dado cualquier cosa para no perderse nunca una partida de la Little League o poder visitar a sus hijos en la escuela. Me hizo pensar sobre por qué Michael no pasaba nunca por la clase de lectura de Josh, o por la escuela de ballet de Amanda. ¿Por qué razón en el mundo puede un padre perderse esas cosas voluntariamente?" ¿Y por qué debe Hansen hacer tantas suposiciones reflejas en un párrafo tan breve?
Como una ingenua mirada de las vidas de los estratosféricamente ricos, ‘You’ll Never Nanny in This Town Again’ ofrece algunos escalofríos de Schadenfreude; no nos cansamos nunca de oír que los ricos y famosos son más falsos, ruines y ordinarios que nosotros. (Judy protesta por la compra de una plancha nueva). Pero el libro de Hansen está irremediablemente pasado de moda, no sólo porque los Ovitz ya no son objetivos tentadores, sino también porque, en esta época de ‘Nanny 911’, deja tan notoriamente de lado sus propios consejos sobre la educación de los niños. (La regla número 1, al menos para los niños, debería ser: No elijáis nunca nacer en Hollywood). Hace observaciones vagas y despectivas sobre las tácticas de disciplina -o, más exactamente, de su ausencia- de sus patrones, pero nunca explica su propia filosofía: ¿Es partidaria del descanso? ¿De la agenda de deberes? ¿De la terapia de sueño? Este no es el plato caliente que la mayoría de los lectores están esperando. La autora recalienta historias antiguas de más de 20 años sobre el temperamento de Michael o la pasiva y agresiva altanería de Judy.
Hansen, finalmente, y bastante precipitadamente, deja la casa de los Ovitz, lo que hace que Michael empiece a hablar pestes de ella entre sus amigos y colegas. (Después de todo, como observa la misma autora, el libro favorito de él era ‘El arte de la guerra’). Pero Hansen logra pescar a Debra Winger, una celebridad a la que encuentra mucho más simpática y pegada a la tierra. (Además de Winger, Hansen confirma que varias otras estrellas son tan cálidas y genuinas como ella misma, incluyendo a Goldie Hawn, Bill Murray, Sally Field, Rhea Perlman y Dannu DeVito).
Winger, según nos enteramos, había tenido sus propias peleas con Ovitz y ella y Winger se convierten en amigas íntimas. Pero está claro que Hansen ha aprendido más de su ex patrón sobre el arte de la guerra de lo que ella admite. Cuando negocia su nuevo salario, declara firmemente que quiere ganar 400 dólares netos a la semana. "No tengo ni idea de por qué dije ‘netos’", escribe Hansen, con una característica y poco honrada sorpresa. En realidad, ¿por qué?

Libro reseñado
You’ll Never Nanny in This Town Again. The True Adventures of a Hollywood Nanny
Suzanne Hansen
Crown
289 pp.>
$22

8 de enero de 2006

washington post
©traducción mQh

0 comentarios