pantera rosa maúlla como minino
[Stephen Holden] Pero débilmente en mecánico remake con el torpe inspector francés.
En ‘La pantera rosa’, la imagen de Steve Martin girando frenéticamente con un par de vasos de gran valor en los que se les han atascado los puños, vuelve a revivir durante un instante los mareantes años de gloria (principios de los sesenta) de una franquicia cómica que se acabó hace más de veinte años. Cuando se zafa de uno de esos guantes de boxeo de porcelana (según nos enteramos, son unas imitaciones sin valor alguno), lo hace de manera delicada: rompiéndolos sobre una mesa invalorable, que se derrumba y convierte sin demora en un montón de astillas.
Pero porque estamos en 2006, también hay un saludo de cabeza obligatorio a la comedia de mal gusto. Se produce en una escena en la que Martin entra a tropezones en un estudio de grabación en la mitad de una sesión y corre hacia la cabina de sonido, sólo para soltar una explosión de flatulencias que son amplificadas para la audición de todo el mundo. ¿Qué haría hoy una comedia sin una pequeña explosión de gas? Yo diría que nada.
El tira y afloja entre el hoy y el ayer es ilustrado por una broma de Viagra, en la que Martin trata desesperadamente de recuperar una mágica píldora azul después de que esta cayera por accidente en el desagüe de una suite del Waldorf-Astoria. Tan metódicamente inepto que nunca tuvo en sus manos una bombilla que no explotara, su personaje emprende una improvisada expedición de fontanería que resulta en inundación, incendio y montañas de yeso mojado.
Por supuesto, ese personaje es el Inspector Jacques Clouseau, el idiota y torpe detective de policía francés con un impresionante ego, inmortalizado por Peter Sellers. Martin, en su honor, hace un concurso para ver a quién le calzan unos zapatos del sabueso. La buena noticia es que su meticulosa y e ingeniosa actuación ofrece una glosa fina y agradable de una clásica figura cómica. Con un flaco mostacho, sus ojos achicados a dos rajas de sospechosa estupidez, con los brazos pegados a los lados como un soldadito de plomo, el Clouseau de Martin sugiere una versión refinada y canosa del Hitler de Charlie Chaplin. El ridículo acento francés de Clouseau también provoca risitas durante una lección de inglés en la que estropea repetidas veces la palabra ‘hamburger’, haciéndolo peor con cada intento.
La noticia no tan buena es que el talento de Martin no puede competir con el genio instintivo de Sellers. Mientras que Martin se acerca a la farsa intelectualmente, Sellers lo hacía visceralmente. Un terremoto cómico imprevisible, era sublimemente ridículo desde dentro. Debido a que Martin lo hace al revés, podemos seguir desde el principio la idea detrás de cada una de las bien calculadas maniobras, y se pierde el factor sorpresa.
A pesar de sus momentos brillantes, gran parte de ‘La pantera rosa’ es como ponerse ropa vieja cuya talla ya no nos queda y se ve mucho más zarrapastrosa de lo que pensábamos que estaría cuando abrimos el armario. Puede no ser verdad del tema musical eternamente alegre de Henry Mancini, reciclado para la continuidad. Pero la vieja rutina de descorrer las cortinas para exponer ocultándose detrás a nadie o a la persona equivocada, que ha sido además recién brutalmente aporreada, es reciclada demasiadas veces de modos demasiado familiares.
Más a menudo que no, el blanco de estas rutinas es el ambicioso oficial superior de Clouseau, Dreyfus (Kevin Kline), que lo llama para solucionar el asesinato de un entrenador que ha dirigido al equipo de fútbol francés en su triunfo sobre China. En su momento de gloria, el entrenador es asesinado con dardos envenenados, mientras su amante, la estrella pop internacional Xania (Beyoncé Knowles) revolotea a su lado. En medio del alboroto desaparece su anillo de compromiso, un horrible (y horriblemente caro) diamante rosa (la pantera rosa).
Desesperado por ganar la Medalla de Honor, Dreyfus trama convertirse en un héroe nacional encargándose del caso y resolviéndolo después de que Clouseau y Ponton (Jean Reno), el compañero enviado para vigilar a Clouseau, estropeen la pesquisa. Este guión desechable es incluso más tonto y más improvisado de lo que parece.
‘La pantera rosa’ une a Martin con el director Shawn Levy, que pilotó su éxito ‘Doce en casa’ [Cheaper by the Dozen] a figuras de nueve cifras. Aquí, como en ‘Doce en casa’, la fría y racional dirección de Levy le da a la película un aire de artilugio mecánico manipulado por control remoto con un dedo nervioso en el botón de avanzado. Apenas podemos registrar los chistes, que ya estamos en mitad del siguiente. Blake Edwards, que creó ‘La pantera rosa’ y se aferró a la franquicia contra viento y marea, pensaba que la estupidez era suficiente para confiar que sus ritmos naturales impulsaran la historia.
La película hace descaradamente publicidad para la nueva película de James Bond (Daniel Craig) haciendo que Clouseau se codee con 006, como lo llaman, que está trabajando como agente encubierto. ¡Hablando de emplazamiento de productos!
Pero porque estamos en 2006, también hay un saludo de cabeza obligatorio a la comedia de mal gusto. Se produce en una escena en la que Martin entra a tropezones en un estudio de grabación en la mitad de una sesión y corre hacia la cabina de sonido, sólo para soltar una explosión de flatulencias que son amplificadas para la audición de todo el mundo. ¿Qué haría hoy una comedia sin una pequeña explosión de gas? Yo diría que nada.
El tira y afloja entre el hoy y el ayer es ilustrado por una broma de Viagra, en la que Martin trata desesperadamente de recuperar una mágica píldora azul después de que esta cayera por accidente en el desagüe de una suite del Waldorf-Astoria. Tan metódicamente inepto que nunca tuvo en sus manos una bombilla que no explotara, su personaje emprende una improvisada expedición de fontanería que resulta en inundación, incendio y montañas de yeso mojado.
Por supuesto, ese personaje es el Inspector Jacques Clouseau, el idiota y torpe detective de policía francés con un impresionante ego, inmortalizado por Peter Sellers. Martin, en su honor, hace un concurso para ver a quién le calzan unos zapatos del sabueso. La buena noticia es que su meticulosa y e ingeniosa actuación ofrece una glosa fina y agradable de una clásica figura cómica. Con un flaco mostacho, sus ojos achicados a dos rajas de sospechosa estupidez, con los brazos pegados a los lados como un soldadito de plomo, el Clouseau de Martin sugiere una versión refinada y canosa del Hitler de Charlie Chaplin. El ridículo acento francés de Clouseau también provoca risitas durante una lección de inglés en la que estropea repetidas veces la palabra ‘hamburger’, haciéndolo peor con cada intento.
La noticia no tan buena es que el talento de Martin no puede competir con el genio instintivo de Sellers. Mientras que Martin se acerca a la farsa intelectualmente, Sellers lo hacía visceralmente. Un terremoto cómico imprevisible, era sublimemente ridículo desde dentro. Debido a que Martin lo hace al revés, podemos seguir desde el principio la idea detrás de cada una de las bien calculadas maniobras, y se pierde el factor sorpresa.
A pesar de sus momentos brillantes, gran parte de ‘La pantera rosa’ es como ponerse ropa vieja cuya talla ya no nos queda y se ve mucho más zarrapastrosa de lo que pensábamos que estaría cuando abrimos el armario. Puede no ser verdad del tema musical eternamente alegre de Henry Mancini, reciclado para la continuidad. Pero la vieja rutina de descorrer las cortinas para exponer ocultándose detrás a nadie o a la persona equivocada, que ha sido además recién brutalmente aporreada, es reciclada demasiadas veces de modos demasiado familiares.
Más a menudo que no, el blanco de estas rutinas es el ambicioso oficial superior de Clouseau, Dreyfus (Kevin Kline), que lo llama para solucionar el asesinato de un entrenador que ha dirigido al equipo de fútbol francés en su triunfo sobre China. En su momento de gloria, el entrenador es asesinado con dardos envenenados, mientras su amante, la estrella pop internacional Xania (Beyoncé Knowles) revolotea a su lado. En medio del alboroto desaparece su anillo de compromiso, un horrible (y horriblemente caro) diamante rosa (la pantera rosa).
Desesperado por ganar la Medalla de Honor, Dreyfus trama convertirse en un héroe nacional encargándose del caso y resolviéndolo después de que Clouseau y Ponton (Jean Reno), el compañero enviado para vigilar a Clouseau, estropeen la pesquisa. Este guión desechable es incluso más tonto y más improvisado de lo que parece.
‘La pantera rosa’ une a Martin con el director Shawn Levy, que pilotó su éxito ‘Doce en casa’ [Cheaper by the Dozen] a figuras de nueve cifras. Aquí, como en ‘Doce en casa’, la fría y racional dirección de Levy le da a la película un aire de artilugio mecánico manipulado por control remoto con un dedo nervioso en el botón de avanzado. Apenas podemos registrar los chistes, que ya estamos en mitad del siguiente. Blake Edwards, que creó ‘La pantera rosa’ y se aferró a la franquicia contra viento y marea, pensaba que la estupidez era suficiente para confiar que sus ritmos naturales impulsaran la historia.
La película hace descaradamente publicidad para la nueva película de James Bond (Daniel Craig) haciendo que Clouseau se codee con 006, como lo llaman, que está trabajando como agente encubierto. ¡Hablando de emplazamiento de productos!
La pantera rosa
Dirección Shawn Levy Guión Steve Martin y Len Blum, basado en una historia de Blum y Michael Saltzman y otros personajes creados por Maurice Richlin y Blake Edwards y las películas de ‘La pantera rosa’ de Edwards Fotografía Jonathan Brown Montaje George Folsey Jr. y Brad E. Wilhite Música Christophe Beck Diseño de Producción Lilly Kilvert Producción Robert Simonds Distribución Columbia Pictures. Duración 92 minutos.
Reparto Steve Martin (Inspector Clouseau), Kevin Kline (Dreyfus), Jean Reno (Gilbert Ponton), Beyoncé Knowles (Xania), Kristin Chenoweth (Cherie), Emily Mortimer (Nicole) and Henry Czerny (Yuri).
10 de febrero de 2006
©new york times
©traducción mQh
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