una mártir antinazi
[Stephen Holden] Película sobre una heroína antinazi, decente y profundamente religiosa, basada en un caso real.
‘Sophie Scholl: Los últimos días’ muestra lo que debe haber sido ser joven, idealista y disidente en la Alemania nazi, donde no se toleraba la disensión. Esta fascinante historia real, dirigida con un frío estilo de documental por el director alemán Marc Rothemund a partir de un guión de Fred Breinersdorfer, te reta a calibrar tu propio valor y entereza si te encontraras en circunstancias similares. ¿Arriesgarías tu vida como Sophie Scholl (Julia Jentsch) y un pequeño grupo de compañeros de la Universidad de Munich para repartir panfletos contra el gobierno? ¿Cómo te comportarías durante el tipo de implacable interrogatorio que aguanta Sophie? ¿Si te condenaran a muerte por tus actividades, pensarías todavía que tu resistencia valía la pena?
En un clima de debate nacional en Estados Unidos sobre la supresión de ciertas libertades civiles para combatir el terrorismo, la película mira hacia atrás hacia el peor escenario posible en el que esas libertades son anuladas. Plantea una pregunta no formulada: ¿Podría ocurrir aquí?
Scholl, cuya historia ha sido contada en al menos dos películas alemanas anteriores (en ‘La rosa blanca’, de Michael Verhoeven y ‘Los cinco últimos días’, de Percy Adlon), es considerada hoy en Alemania una heroína nacional. Gran parte de la película, que fue nominada al Oscar este año como mejor película extranjera, se basa en documentos y transcripciones judiciales que permanecieron ocultos en archivos de Alemania del Este hasta 1990.
La película sigue exactamente los últimos seis días de la vida de Sophie, después de que ella y su hermano Hans (Fabian Hinrichs) son arrestados en la Universidad de Munich en febrero de 1943 por imprimir y repartir folletos antinazis. Sus detenciones toman lugar en un clima político de pánico y negación tras la derrota alemana en Stalingrado. Las noticias de la derrota habían empezado a circular, pero los poderes fácticos se mantuvieron en sus trece.
Los hermanos Scholl pertenecen a la Rosa Blanca, un pequeño movimiento de resistencia en la Universidad de Munich. El panfleto que reparten en los vacíos pasillos de la universidad, durante las clases, declara que no se puede ganar la guerra y llama a Alemania a pedir la paz. Esperan ingenuamente encender una rebelión estudiantil espontánea.
Pero la posición de los nazis hacia el final de la fortuna de Alemania en el campo de batalla es una de furiosa negación. Las chillonas acusaciones contra Sophie y dos de los otros acusados en el cuarto de interrogatorios y ante el tribunal, de boca del fulminante juez el doctor Roland Freisler (André Hennick) tienen un tono de desesperada e histérica furia.
‘Sophie Scholl: Los últimos días’ se aleja intencionadamente del melodrama y sensiblería innecesarias para ofrecer una crujiente cronología de los hechos contada enteramente desde la perspectiva de Sophie, con un mínimo de retrospectivas. Mientras los hermanos corren para repartir los panfletos, la película se niega a subrayar su inherente suspense. Aprehendidos por un alerta conserje justo cuando se están confundiendo en una pululante multitud de estudiantes, son llevados a los cuarteles de la Gestapo e interrogados separadamente.
Mientras Sophie sufre las primeras agotadoras horas de un preciso interrogatorio cruzado a cargo de Robert Mohr (Alexander Held), un frío, arrogante criminalista con una inteligencia que envidiaría Columbo, mantiene una extraordinaria compostura, insistiendo en que es apolítica y relatando una complicada tapadera en la que aparece el transporte de la ropa sucia en la maleta en que llevaban los folletos.
Sophie gana la primera ronda de jugar al gato y al ratón y está a punto de ser dejada en libertad cuando los detectives que revisan su apartamento encuentran más evidencias incriminatorias. Incluso después del derrumbe de su historia, Mohr, que tiene un hijo más o menos de la edad de Sophie, no es completamente indiferente a sus argumentos, y casi al final de su reclusión, le ofrece un trato inaceptable para que salve su propia vida. En cada momento decisivo, Sophie, que es profundamente religiosa, reza pidiendo la ayuda de Dios.
Al enterarse de que Hans ha confesado, finalmente admite su complicidad, aunque continúa tratando de proteger a los otros miembros del grupo, especialmente a Christoph Probst (Florian Stetter), que es casado y tiene hijos. Pero finalmente también él es detenido.
Conocemos a la encantadora compañera de celda de Sophie, Else Gebel (Johanna Gastdorf), una comunista declarada, y los comprensivos padres de Sophie, que la animan en una desgarradora despedida. El retrato de Jentsch, de Sophie, es todavía más impresionante por su absoluta ausencia de histriónica. Sí, Sophie es una heroína, pero no una dada al dramatismo de Juana de Arco. Una estudiante optimista y amante de la vida, con un novio y un rico futuro por delante, es el tipo de persona decente y de principios que quisiéramos ser.
En un clima de debate nacional en Estados Unidos sobre la supresión de ciertas libertades civiles para combatir el terrorismo, la película mira hacia atrás hacia el peor escenario posible en el que esas libertades son anuladas. Plantea una pregunta no formulada: ¿Podría ocurrir aquí?
Scholl, cuya historia ha sido contada en al menos dos películas alemanas anteriores (en ‘La rosa blanca’, de Michael Verhoeven y ‘Los cinco últimos días’, de Percy Adlon), es considerada hoy en Alemania una heroína nacional. Gran parte de la película, que fue nominada al Oscar este año como mejor película extranjera, se basa en documentos y transcripciones judiciales que permanecieron ocultos en archivos de Alemania del Este hasta 1990.
La película sigue exactamente los últimos seis días de la vida de Sophie, después de que ella y su hermano Hans (Fabian Hinrichs) son arrestados en la Universidad de Munich en febrero de 1943 por imprimir y repartir folletos antinazis. Sus detenciones toman lugar en un clima político de pánico y negación tras la derrota alemana en Stalingrado. Las noticias de la derrota habían empezado a circular, pero los poderes fácticos se mantuvieron en sus trece.
Los hermanos Scholl pertenecen a la Rosa Blanca, un pequeño movimiento de resistencia en la Universidad de Munich. El panfleto que reparten en los vacíos pasillos de la universidad, durante las clases, declara que no se puede ganar la guerra y llama a Alemania a pedir la paz. Esperan ingenuamente encender una rebelión estudiantil espontánea.
Pero la posición de los nazis hacia el final de la fortuna de Alemania en el campo de batalla es una de furiosa negación. Las chillonas acusaciones contra Sophie y dos de los otros acusados en el cuarto de interrogatorios y ante el tribunal, de boca del fulminante juez el doctor Roland Freisler (André Hennick) tienen un tono de desesperada e histérica furia.
‘Sophie Scholl: Los últimos días’ se aleja intencionadamente del melodrama y sensiblería innecesarias para ofrecer una crujiente cronología de los hechos contada enteramente desde la perspectiva de Sophie, con un mínimo de retrospectivas. Mientras los hermanos corren para repartir los panfletos, la película se niega a subrayar su inherente suspense. Aprehendidos por un alerta conserje justo cuando se están confundiendo en una pululante multitud de estudiantes, son llevados a los cuarteles de la Gestapo e interrogados separadamente.
Mientras Sophie sufre las primeras agotadoras horas de un preciso interrogatorio cruzado a cargo de Robert Mohr (Alexander Held), un frío, arrogante criminalista con una inteligencia que envidiaría Columbo, mantiene una extraordinaria compostura, insistiendo en que es apolítica y relatando una complicada tapadera en la que aparece el transporte de la ropa sucia en la maleta en que llevaban los folletos.
Sophie gana la primera ronda de jugar al gato y al ratón y está a punto de ser dejada en libertad cuando los detectives que revisan su apartamento encuentran más evidencias incriminatorias. Incluso después del derrumbe de su historia, Mohr, que tiene un hijo más o menos de la edad de Sophie, no es completamente indiferente a sus argumentos, y casi al final de su reclusión, le ofrece un trato inaceptable para que salve su propia vida. En cada momento decisivo, Sophie, que es profundamente religiosa, reza pidiendo la ayuda de Dios.
Al enterarse de que Hans ha confesado, finalmente admite su complicidad, aunque continúa tratando de proteger a los otros miembros del grupo, especialmente a Christoph Probst (Florian Stetter), que es casado y tiene hijos. Pero finalmente también él es detenido.
Conocemos a la encantadora compañera de celda de Sophie, Else Gebel (Johanna Gastdorf), una comunista declarada, y los comprensivos padres de Sophie, que la animan en una desgarradora despedida. El retrato de Jentsch, de Sophie, es todavía más impresionante por su absoluta ausencia de histriónica. Sí, Sophie es una heroína, pero no una dada al dramatismo de Juana de Arco. Una estudiante optimista y amante de la vida, con un novio y un rico futuro por delante, es el tipo de persona decente y de principios que quisiéramos ser.
Sophie Scholl: Los últimos días
Dirección Marc Rothemund Guión Fred Breinersdorfer Fotografía Martin Langer Montaje Hans Funck Música Johnny Klimek y Reinhold Heil Producción Christoph Mueller, Sven Burgemeister, Mr. Breinersdorfer y Mr. Rothemund Distribución Zeitgeist Films.
Duración: 117 minutos.
Reparto Julia Jentsch (Sophie Scholl), Alexander Held (Robert Mohr), Fabian Hinrichs (Hans Scholl), Johanna Gastdorf (Else Gebel), André Hennicke (Dr. Roland Freisler) y Florian Stetter (Christoph Probst).
17 de febrero de 2006
©new york times
©traducción mQh
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Lucrecia Heilmann -