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el gulag norcoreano, el musical


[Barbara Demick] Un campo de concentración norcoreano es el escenario de un insólito musical escrito por un desertor en Corea del Sur.
Seúl, Corea del Sur. Quizás desde que Mel Brooks creara ‘Primavera para Hitler’ [Springtime for Hitler] en la comedia ‘Los productores’ [The Producers], no se han propuesto premisas tan insólitas para un musical.
Coros de soldados marchando a paso de ganso y demacrados prisioneros políticos harán cabriolas sobre el escenario cuando ‘Yoduk Story’, un lacrimógeno dramón sobre un campo de concentración norcoreano -y cuyo nombre suena como Auschwitz para algunos coreanos- se estrene aquí el próximo mes.
Entre las pegadizas melodías que los espectadores de teatro de Corea del Sur podrán estar canturreando, se encuentran ‘Si Pudiera Pasear Libremente’ y "Todo lo Que Quiero Es un Poco de Arroz’.
La tragedia de la dividida península es, naturalmente, un tema familiar en la cultura popular de Corea del Sur. Pero las piezas más exitosas han sido las películas de suspense y de espías, ocasionalmente las películas de guerra o un dulzón drama sobre familias separadas. Pocos se han atrevido a abordar las realidades más duras de Corea del Norte, tales como la hambruna o las violaciones de los derechos humanos.
Y ciertamente no bajo al forma de un musical.
‘Yoduk Story’ es la creación de Jung Sung San, 37, un director de cine norcoreano que desertó hacia el sur en 1994. No le ha sido fácil cultivar su amor por las tablas. En un momento Jung tenía tan poco dinero para pagar a los 80 miembros de su reparto y equipo que colocó su riñón como garantía para pedir a un usurero un préstamo de 20 mil dólares. (Dice que tendrá que donar el órgano en abril si para entonces no puede pagar el préstamo).
Dos teatros se han negado a presentar el musical en su escenario. Jung dice que ha recibido llamadas telefónicas anónimas con amenazas, así como quejas oficiales del gobierno de Corea del Sur, de que el contenido podría perjudicar los intentos de reconciliación con Corea del Norte.
"El gobierno no está interesado en oír cosas malas sobre Corea del Norte", dijo Jung.
Pero para Jung el problema más grande podría ser el público de Corea del Sur. Los musicales populares aquí en este momento son más livianos, la mayoría de ellos adaptaciones de Broadway. En las marquesinas hay versiones en coreano de ‘Grease’ y ‘Los productores’, en la que un empresario que trata de perder dinero decide que un musical sobre Adolf Hitler de seguro lo arruinará -pero la pieza se convierte en un inesperado éxito.
"Los coreanos aman los musicales, pero vienen al teatro a relajarse y a disfrutar", dijo Kim Jung Han, un estudiante de teatro de Nueva York que hace de guardia norcoreano en ‘Yoduk Story’.
"Esta pieza es algo pesada".
El director Jung rechaza esas ideas pesimistas. Se imagina que ‘Yoduk Story’ es la versión coreana de ‘Los miserables’.
"Las historias oscuras y trágicas también pueden ser bonitas", dijo.
De hecho, el público la puede encontrar más evocativa de ‘Jesucristo Superstar’, debido a que entre los reclusos del campo hay un personaje parecido a Cristo, o quizás a ‘El violinista en el tejado’ [Fiddler on the Roof], debido a las sensibleras canciones sobre las familias desarraigadas y separadas. La banda sonora del compositor surcoreano Cha Kyong Chan incluye una canción especialmente triste que evoca la melodía de ‘Sunrise, Sunset’, cuando un viejo norcoreano lamenta la pérdida de sus familiares.
Jung insiste en que no cree que ‘Yoduk Story’ deprima al público de Corea del Sur.
"Les hará darse cuenta de las dichosas vidas que llevan aquí", dijo el director, un hombre menudo, de aspecto delicado, que lleva el pelo largo hasta los hombros con mechas rubias.
En un ensayo reciente en un estudio en un sótano con espejos, Jung estaba sentado en la silla de lona de director, sacudiendo su rodilla impacientemente mientras miraba a las bailarinas pavonearse con banderas rojas en el escenario.
De vez en vez se levantaba para gritar algunas de las escasas palabras que conoce en inglés: "¡Stop, stop!", para corregir a los miembros de su reparto exclusivamente surcoreano sobre tonos y amaneramientos de los norcoreanos.
Jung hizo girar los ojos ante un grupo de jóvenes actores con camisetas y vaqueros, posando torpemente como guardias norcoreanos.
"No es así como se tiene un arma. Se hace así", dijo, demostrándolo.
‘Yoduk Story’ no es autobiográfica, y Jung no estuvo nunca en un campo de concentración, donde se encuentran decenas de miles de personas, muchas de ellas presos políticos. Pero tal como lo cuenta, pudo fácilmente haber terminado allá si no hubiese sido por avatares del destino.

Creció en la capital del norte, Pyongyang, como hijo de la elite. Su padre trabajaba para una compañía del estado que importaba Mercedes-Benzes blindados para la elite, mientras el joven Jung asistió a la Escuela de Drama y Cine de Pyongyang, donde tuvo el raro privilegio de ver películas extranjeras. Las de James Bond eran sus favoritas.
Pero en 1994 su pasión por la cultura extranjera le acarreó problemas. Fue sorprendido escuchando una radio surcoreana, lo que estaba prohibido, y condenado a 13 años de cárcel.
"Siempre quieren mandar a la cárcel a alguien de la elite, para sentar un ejemplo", dijo Jung.
Jung dice que escapó cuando el camión que lo trasladaba a la prisión volcó durante una tormenta y llegó a la frontera con China y luego a Corea del Sur. En Seúl participó en una serie de empresas. Escribió un libro a dos manos, ‘The The Unpolluted Sex of Pyongyang’, sobre el contraste entre la aparente mojigatería norcoreana y la secreta prostitución de las elites; escribió una serie de guiones; y asesoró a cineastas surcoreanos sobre cómo hacer más creíbles a sus personajes norcoreanos.
La mayoría de las películas en las que trabajó describen a los norcoreanos en términos vagamente positivos -la más conocida es ‘Joint Security Area’, sobre soldados norcoreanos a lados opuestos de la zona desmilitarizada, que se hacen amigos.
Aunque desertor, no se oponía particularmente al régimen de Corea del Norte. Eso cambió en 2002, dice Jung, cuando se enteró de que su padre había sido ejecutado. Cree que su padre fue asesinado no sólo por la deserción de su hijo, sino por un programa de televisión en el que trabajó Jung que mostraba a un desertor norcoreano.
"Después de eso me puse serio", dijo Jung. Empezó a investigar sobre las violaciones a los derechos humanos en Corea del Norte, entrevistando a ex prisioneros políticos, y empezó a escribir ‘Yoduk Story’.
"Este musical es un modo de procesar la pena por la muerte de mi padre", dijo.
La trama de ‘Yoduk Story’ gira sobre una importante actriz en Pyongyang que cae en desgracia después de que su padre se reúne con su hermano surcoreano, al que no ha visto desde la Guerra de Corea de 1950-1953. La ley norcoreana prohíbe esos contactos ilegales y permite que familias enteras sean castigadas por los delitos de un miembro de la familia. Y así la actriz es detenida en medio de un ensayo y embarcada con su padre hacia Yoduk.
Allá es encarcelada con alguien que había quemado una fotografía del presidente norcoreanos Kim Jong Il, y otros disidentes políticos. Al final, es violada por un guardia, queda embarazada y se ahorca.
La historia es ficticia, pero enteramente plausible, dice el desertor norcoreano.
En Corea del Sur vive una media docena de sobrevivientes de Yoduk, la mayoría de los cuales fueron entrevistados por Jung antes de escribir el guión.
Entre ellos está Kim Young Sun, una desertora de 68 años que hace de instructora de baile de la producción. Una mujer ágil y elegante que se desliza sin esfuerzo a través del escenario del ensayo con sus diminutos pies, Kim pasó la mayor parte de los años setenta en Yoduk, con sus hijos.
Como la actriz imaginaria del musical, pertenecía a la elite de Pyongyang que fue deportada a Yoduk. La antigua bailarina nunca supo el delito exacto del que se la acusaba, pero sospecha que fue elegida porque era compañera de escuela de la amante de Kim Jong Il y tenía conocimiento de primera mano de la relación secreta.
"Les gusta que la gente recuerde que la leal elite de hoy son los traidores de mañana. Están siempre buscando gente a la que puedan castigar como ejemplo", dijo Kim, con una taza de té después del ensayo.
El campo de prisioneros, más comúnmente llamado Yodok, está en una remota área montañosa en la provincia de Hamgyong del Sur y se cree que ha albergado a más de 40 mil personas en un momento, de acuerdo a ‘El gulag oculto’ [The Hidden Gulag], un informe del Comité de Derechos Humanos de Estados Unidos.
Kim dice que el campo de prisioneros es exactamente igual al del musical, excepto que ella nunca oyó hablar de violaciones o suicidios. ("No podías matarte, porque después castigarían a tu familia", dijo). De hecho, dijo que los primeros ensayos la hicieron llorar -especialmente una escena en la que matan a un niño a balazos, porque le hizo recordar la muerte en el campo de uno de sus hijos, que se ahogó accidentalmente en el río.
"No hay exageraciones ni mentiras", dijo. "Así es Yoduk, aunque en la vida real, por supuesto, es mucho más terrible".
El estudiante de teatro Kim, que hace de guardia norcoreanos, dijo que antes de obtener el papel, no sabía nada del gulag de Corea del Norte.
"Mi generación no sabe mucho sobre la Guerra de Corea o sobre Corea del Norte", dijo Kim. "Yo sabía que los norcoreanos eran pobres y no tenían demasiado para comer, pero no sabía nada de las presiones bajo las que vivían".
La ambición de Jung como artista es utilizar la cultura popular para rectificar esas laguna en la conciencia surcoreana. Su próximo proyecto es una película que critica la falta de religión en Corea del Norte. En la película ‘Red Angels’, unos surcoreanos envían regalos de Navidad a través de la zona desmilitarizada a un niño norcoreano que descubre que uno de los regalos es un robot de Santa Claus.
Como ‘Yoduk Story’, la película no tiene un final feliz.

22 de febrero de 2006

©los angeles times
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traducción mQh

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