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dame edna vino a vengarse


[Peter Marks] En Washington, invitando al público a revivir sus días de ama de casa australiana.
Vamos, prepárate. Tú sabes que la quieres volver a ver. La última vez que estuvo en la ciudad, te reíste como loco. Así que lo que no puedes decir, esta vez, es que tienes miedo.
Déjame tratar de disipar tus temores. Se ha constatado en nuevos estudios secretos del Buró Nacional de Normas de la Comedia que nueve de cada diez adultos que son recibidos por Dame Edna se despiden de ella sintiéndose mucho mejor y más felices que cuando llegaron.
Y ese décimo adulto claramente es alguien sin sentido del humor.
Sólo tienes que vivir la experiencia del asombro en persona en el Teatro Nacional, donde la eternamente vivaz Dame Edna Everage -que posee el tipo de elegancia que no se puede describir con palabras- ha vuelto con un nuevo espectáculo, ‘Dame Edna: Back With a Vengeance!’ Y dicen que en publicidad no hay verdades establecidas.
Dame Edna, el apodo del actor-comediante australiano Barry Humphries, estuvo la última vez en Washington -imitaciones de piedras preciosas, insultos, gladiolos y todo lo demás- hace tres años. (¿Tanto tiempo ha pasado?) Ese espectáculo fue ‘A Night With Dame Edna’, con la Dama con el tipo de vestido que podía difícilmente darle la razón a su antro. Se burló de la audiencia, hizo travesuras con el teléfono, cantó con su característico graznido y habló mal, de buen humor, de todas las personas que ha conocido en su vida.
Esta vez, otra vez vuelve a meterse con la gente de las primeras cinco filas, reafirma su papel como alegre pesada del teléfono, canta más mal que nunca y barre el suelo con todo el mundo, desde Dubya hasta la pequeña viejecita de Rockville. Oh, y como siempre, sus trajes de violento rosado empapados en lentejuelas harían que Heidi Klum y la banda del ‘Proyect Runaway’ corriesen a por las bolsas de vómito.
"Es igual que mi último espectáculo", canta Dame Edna. "Sólo que nuevo".
Humphries sabe cómo no meterse con una fórmula probada y así ‘Back With a Vengeance!’ se desvía de otras actuaciones de Dame Edna sólo en detalles menores, cosméticos. El truco es tan hilarante que no necesita mayores refinamientos. De hecho, lo que te encanta es que es el mismo espectáculo, sólo que nuevo.
Para los que no saben quién es la Dame, lo más elemental sobre Edna: Dice la leyenda que se liberó ella misma hace eones de una cocina de Melbourne para realizar su sueño de ser una estrella. Con una peluca azul lavanda e hinchados vestidos, es un ego sin cadenas.
Acompañada por un pianista (Wayne Barker) y respaldada por un par de coristas de subasta de sótano, las Gorgeous Ednaettes (Teri DiGianfelice y Michelle Pampena), Dame Edna recibe en el escenario, jugando con inocentes (y quizás también menos inocentes) miembros de la audiencia, deleitándose en su reluciente superioridad y recordándonos constantemente lo satisfactoria y elegante que es su vida en comparación con las nuestras.
Humphries lo hace con tanto estilo, tal rápido ingenio, que nos sometemos alegremente a la voluntad de Dame Edna. (Ella es como una chispeante dominatrix de comedia).
Cuando se encienden las luces y Dame Edna examina la audiencia, sopesando sus presas, puedes sentir el escalofrío que recorre el teatro. Sonríe y le toma el pelo a los espectadores de las butacas más baratas en el balcón: "Hola, paupasitos", dice, usando su cariñoso término para los páuperos. Enfocando su mirada sobre una mujer de Dakota del Norte en la orquesta, Edna empieza preguntándole sobre el tipo de casa donde vive -el estatus económico es una de sus ideas fijas- y prosigue con una pregunta condescendiente: "¿Está suelta?" Cuando sigue con el guardarropa -"Me encanta lo que llevas esta noche, Lola", le dice a otra mujer-, la audiencia zumba un poquitín más nerviosa. Se puede intuir que está preparando algún asesinato.
Las bromas no carecen de puntadas agudas, pero son rara vez lo suficientemente mordaces como para que puedan dejar a alguien en ridículo. Cualquier sentimiento de incomodidad que puedan sentir sus blancos, se evapora cuando se dan cuenta de que la audiencia está con ellos. Se relajan y ríen con todos nosotros.
Durante el segundo acto, Dame Edna invita a varios de esos en la audiencia con los que ha conversado en el escenario para un episodio final - en ‘Back With a Vengeance!’ se les pide que desempeñen papeles en un sketch sobre la vida doméstica de Edna en Australia- y los participantes se entusiasman con los focos. Al final, parece como si Edna les hubiese hecho un favor.
El espectáculo depende, de hecho, de la buena voluntad de desconocidos. El martes noche, Edna invitó a una joven pareja de Laurel a subir al escenario para una parte de los bizarros consejos matrimoniales de Edna. Sonsaca información sobre los parientes políticos de la pareja, y pronto está llamando a la madre del marido en Filadelfia, una mujer que resulta ser tan divertida por el auricular que Edna misma parece felizmente sorprendida.
"Yo no elijo a la gente", explica Edna. "Les doy energía".
El permanente placer de Dame Edna es que ella nos necesita tanto como nosotros a ella.

23 de febrero de 2006

©washington post
©traducción mQh

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