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bizarro populismo en perú


[Juan Forero] Gran parte de la opinión pública peruana parece preferir un gobierno autoritatio. El candidato nacionalista les ofrece justamente eso.
Moquegua, Perú. En una campaña presidencial llena de simbolismo, el candidato favorito aquí encontró una imagen perfecta para su impetuosa cruzada: el martes, se montó en una yegua alazana, y sus partidarios le siguieron a toda velocidad, galopando hasta la plaza mayor para prometer la revolución en este país andino.
El candidato es Ollanta Humala, 43, y buscaba evocar la imagen del hombre autoritario montado a caballo: el caudillo. Dijo que si es elegido el 9 de abril, no perderá tiempo en tomar medidas duras contra las multinacionales que dice que engañan a los ciudadanos y que arrestará a los políticos corruptos que dice que han saqueado al Perú. Como líder del recién formado Partido Nacionalista, dice también que se unirá al presidente Hugo Chávez, de Venezuela, que quiere formar un frente contra el gobierno de Bush.
Humala, cuyo nombre de pila significa ‘el guerrero que lo ve todo’ es tan populista como posible en un continente que ha sido barrido por dirigentes de izquierdas que explotan el descontento popular con las políticas de libre mercado y la desconfianza hacia Estados Unidos. Su posición contra la globalización y su discursos sobre la transformación de la economía provocan temor a la clase empresarial; la bolsa sufrió su mayor caída en cinco años cuando su posición en las encuestas subió.
Pero su mensaje -primero los peruanos- es convincente para muchos de los 27 millones de habitantes de su país.
"Nosotros los nacionalistas vamos a fundar un nuevo país", dijo Humala, un hombre enjuto que pelo corto que hace campaña con su camiseta roja que dice: "Amor por el Perú".
"¿Quién le tiene miedo a los cambios?", dijo. "¿Le tiene el pueblo miedo a los cambios? ¡No! Los que tienen miedo son los que están en el poder, porque saben si los nacionalistas llegan al poder, Perú cambiará".
Es un mensaje simple y programado del que rara vez se desvía, repitiéndolo ante periodistas y partidarios cada vez más numerosos, con poca elaboración. Los sondeos muestran que está funcionando. Su tasa de aprobación del 11 por ciento en noviembre, ha crecido al 33 por ciento, colocándolo por delante de Lourdes Flores, ex diputada que tiene un 27 por ciento, y de Alan García, el ex presidente cuyo gobierno de 1985 a 1990 dejó a Perú sumido en el caos, que tiene un 22 por ciento.
Humala dice que espera que los votantes en las aldeas andinas, donde cuenta con un fuerte apoyo, le entregarán más del 50 por ciento de los votos, de modo que podrá eludir una segunda vuelta.
"Está con el pueblo", dice Víctor Herrera, 40, que era uno de los miles que siguió a Humala en su reciente gira por este árido desierto al sur del Perú. "No es como los otros candidatos, que están con los grandes empresarios".
Aunque Humala quiere que se lo considere otro más de una larga lista de líderes de izquierda de América Latina, sus antecedentes no se parecen en nada a los de Evo Morales, de Bolivia, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, o Chávez, que provienen todos de familias pobres y pasaron años construyendo movimientos sociales.
Al contrario, Humala asistió a una elitista escuela privada en Lima, sirvió en el ejército, que ha sido criticado por amplios abusos de derechos humanos, y estudió en Francia.
El padre de Humala, Isaac, fundó el movimiento ultranacionalista, el etnocacerismo, llamado así por su héroe militar del siglo 19. Proclama la superioridad de la raza india por sobre los descendientes de los españoles, propugna la venganza de los indios y de los mestizos peruanos contra los descendientes de los españoles e incluye ideas como condenar a muerte a los funcionarios corruptos y cerrar las fronteras.
Su madre dijo que los homosexuales debían ser fusilados "para que no haya tanta inmoralidad en las calles". Un hermano, Antauro, ex oficial de ejército, dirigió a 150 reservistas del ejército en un asalto contra una comisaría de policía el año pasado, matando a cuatro agentes. Estaba pidiendo la renuncia del presidente Alejandro Toledo. Mil soldados volvieron a capturar la comisaría y detuvieron a Antauro, que sigue en prisión. Otro hermano, Ulises, considerado por la familia como el portador del estandarte del etnocacerismo, también aspira a la presidencia como candidato de un partido marginal, lo que provocó su alejamiento de Ollanta.
Humala formó parte del movimiento de su padre, y él y Antauro dirigieron una insurrección militar en 2000 durante los últimos días de la cuasi-dictadura del presidente Alberto Fujimori. "Es muy difícil decidir dónde termina Antauro y dónde empieza Ollanta", dice Cynthia McClintock, una especialista en Perú en la Universidad George Washington. "Humala fue claramente miembro de ese movimiento, y los tonos racistas y militaristas son ciertamente muy inquietantes para la gente que se considera de izquierdas".
Pero en una entrevista, Humala dijo que se había distanciado de sus familiares. "Son libres de expresar sus ideas, pero yo las rechazo", dijo. "Mi familia es mi pueblo. Los Humala vienen en segundo lugar".
Mientras cruza brincando el escenario como un presentador de un programa de televisión, declarando su amor por Perú, causa la impresión de ser un furioso nacionalista listo para librar batalla contra los ricos y contra cualquiera que se le oponga.
Ofrece pocos detalles sobre sus planes, aunque jura "construir un modelo alternativo al modelo neo-liberal". La economía ha estado creciendo en un promedio de cinco por ciento al año desde que Toledo asumiera el cargo en 2001, pero los economistas dicen que no ha logrado en producir prosperidad para los peruanos corrientes, creando muchos descontentos que buscan otras alternativas.
"El modelo económico está terminado, no ha sido lo que necesita el país", dijo Humala. "Ha habido crecimiento, pero sin desarrollo".
Acusa a las compañías mineras internacionales que dirigen la economía de haber obtenido contratos privilegiados y promete estrujarlas. Ha criticado el acuerdo de libre comercio de Perú con Estados Unidos, sugiriendo que lo anulará. Y dice que reformulará la Constitución, que dice que favorece al capital extranjero. En lugar de eso, dijo, quiere que el gobierno participe en algunos proyectos privados, como el desarrollo del proyecto de gas natural Camisea.
Esas tonterías preocupan al sector privado. "Si gana las elecciones, supongo que habrá algo de fuga de capitales y una caída de la bolsa", dice Fritz Du Bois, director del Instituto Económico Peruano, un grupo de análisis de políticas de libre mercado.
Humala, sin embargo, se deleita en su conflicto con la industria, diciendo: "Nuestra patria no está a la venta". Sin embargo, no es visto por todo el mundo como un hombre desinteresado del pueblo como se presenta a sí mismo. Su credibilidad ha sido puesta en duda por la gente que dice que representa: los indios del altiplano que son los que más sufrieron la guerra de Perú con el fanático grupo rebelde Sendero Luminoso.
En la entrevista, Humala rió nerviosamente cuando se le preguntó sobre las acusaciones de que él mató a campesinos a principios de los años noventa cuando era comandante una base del ejército en el conflictivo Valle del Alto Huallaga. Un puñado de familias han presentado una demanda criminal contra Humala, diciendo que cometió atrocidades, desde la ‘desaparición’ de sus familiares y torturas.
Humala, que se retiró del ejército en 2004 como teniente coronel, calificó las acusaciones de campaña de desprestigio patrocinada por sus rivales y "los sectores elitistas que manejan el tema de los derechos humanos".
"Yo no he violado los derechos humanos", dijo. "Esta es una acusación que se hace porque Ollanta Humala es el candidato número uno en todo el país".
En realidad, la popularidad de Humala no ha sufrido con las acusaciones, lo que ha llevado a Mario Vargas Llosa, el más famoso escritor de Perú, a cuestionar la dirección de la política del país.
"¿Qué está pasando en el país para que domine esa ceguera política, moral y cultural?", dijo Vargas Llosa, que vive en España, en un viaje reciente a Perú. "Lo que se juega en estas elecciones es conservar la democracia o convertirnos en una dictadura".
Un reciente estudio de la opinión pública peruana de Naciones Unidas constató que el 73.5 por ciento de los encuestados creía que el país necesitaba un gobierno autoritario. Humala parece ofrecer ese tipo de liderazgo.
"Hemos perdido nuestra moral, y Ollanta, con su pasado en el ejército, es la persona correcta para el trabajo", dijo Francisco Carvajal, 50, trabajador de Ilo, otra parada de la gira. "Me gustaría que fuera presidente. Los que hemos tenido son mentirosos y ladrones".

2 de abril de 2006
©new york times
©traducción mQh
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