almodóvar y la señorita cruz
[William Booth] ‘Volver' es quizás el mejor papel en la carrera de Penélope Cruz.
Cannes, France. El festival de cine francés es tan divino como los Oscars, pero diferente. En Cannes, algunas periodistas llevan hot pants.
Naturalmente se ve más esmoquin y menos calcetín, y muchos perros enanos con trastornos de personalidad no diagnosticados que son tolerados en los espacios públicos. El Festival de Cine de Cannes es un ridículo y hermoso caos y se bebe un montón de champaña, y se sufre el jet lag, pero lo que más tendrá en este lugar, en doce días de mayo, es que está absolutamente obsesionado con el cine.
En Cannes, Hollywood tiende a acaparar las primeras planas. La taquillera ‘El código Da Vinci' se estrenó aquí el miércoles (fue lapidada por los críticos, pero bendecida por la taquilla, generando 224 millones de dólares en todo el mundo). Pero para el público de Cannes, no hay nada más Cannes que el director gay español de copete canoso, Pedro Almodóvar, que los acaba de cautivar con una proyección de gala de su nueva película ‘Volver', con Penélope Cruz. Los críticos la aclamaron y la película ya ha sido preseleccionada para el máximo galardón de Cannes, la Palma de Oro (traducido al Oscar, la Mejor Película).
Almodóvar, un favorito del público de cine arte (por ‘Todo sobre mi madre' y ‘Hable con ella' y ‘La mala educación'), es ideal para Cannes, el alfa y omega del mundo cinematográfico internacional, por sus ansiedades sobre la muerte y las madres, su florida tolerancia, su izquierdismo en política, su obsesión con controlarlo todo, y su evidente amor a tradiciones y géneros fílmicos, que es lo que su gente recibe.
El viernes noche, ‘Volver' se proyectó en el Palais, el terriblemente fotografiado sitio de todas los estrenos del certamen, y aunque es probablemente contra las reglas revelarlo, este Palais se ve como un centro de congresos construido en Houston en los años setenta. Beige. Estuco. Cristal. Ah, pero los franceses lo pintan con lápiz labial, y lo envuelven en banderas y pancartas y hay una versión de Cannes de la alfombra roja, que aquí son en realidad escaleras rojas, que se ven preciosas en la tele, pero que son un tipo de cachemir aterciopelado de nailon tricotado.
Instantes antes del programa, Almodóvar y Cruz y las otras protagonistas de la película (Carmen Maura, Lola Dueñas, Chus Lampreave) emergieron de sus limusinas Renault entre los chillidos de sus fans. El DJ hacía girar un mecánico techno house europeo. Lo hicieron callar para dar paso al anunciador: ¡Madames, Messieurs, Pedro Almodóvar! Almodóvar llegó de negro de cabeza a pies, como Johnny Cash pero con el pelo voluminoso, con gafas de sol exageradamente grandes (muy Cannes) con su pareja de la noche, Penélope Cruz, que nunca se apartó de su lado y parecía entre modelo tímida y novia y lucía un vestido blanco sin tirantes, lista para la luna de miel.
Y los paparazzi se vuelven completamente locos, las Escaleras Rojas estallan en una balacera de miles de destellos, a la izquierda, derecha y centro, y Almodóvar y Penélope se dejan fotografiar (posan juntando las mejillas; la foto está en todas las portadas de revistas de Francia) y luego todo el mundo corre al Palais.
¿Cómo se estaba en el vestíbulo? Era como una noche en la ópera. Cosa de adultos. Hay más asistentes mayores que jóvenes. Todos los hombres van de etiqueta (los franceses, que Dios bendiga, lo llaman "esmoquin, tenida de velada tuxedo, camisa" -que, por lo demás, lo se lo toman muy en serio; este corresponsal debió gastar quince dólares a la entrada para cambiar su corbata roja por una pajarita negra de prendedor).
Las luces menguaron, la película empezó. Los críticos recibirán las reseñas del lanzamiento americano más tarde, pero ‘Volver' marca el retorno de Almodóvar a sus primeras fascinaciones, "un título que incluye varios tipos de reencuentros conmigo mismo", escribe en su propia descripción de la película. "He vuelto, un poco más, a la comedia. He vuelto al mundo de las mujeres", a su pueblo natal en España, en la región de La Mancha (conocida por sus feroces vientos que son responsables de una supuesta ‘alta tasa de demencia') y, "naturalmente, he vuelto a mi madre. Volver a La Mancha es siempre volver al seno materno".
Es una película sobre mujeres. Hay una madre, una fantasma maternal. Hermanas e hijas. En realidad, el único personaje masculino importante de la película termina metido en un congelador, con un cuchillo clavado en el pecho. Hay un asesinato. Un incendio. Secretos.
Y escotes, que son relevantes tanto para ‘Volver' como para Cannes. La historia del festival aquí empieza en los años treinta, cuando los cinéfilos franceses (y sus agentes de prensa) decidieron que el líder fascista italiano Mussolini debía tener competencia para el festival de cine que había montado en Venecia, y así empollaron la fiesta de Cannes (interrumpida brevemente por Hitler y la Segunda Guerra Mundial). Okay, volviendo al escote: En 1954 el Festival de Cine de Cannes se convirtió en el fenómeno internacional que es hoy, con su reputación de cosas subidas de tono, cuando la actriz francesa Simone Sylva -posando para fotos en la playa con Robert Mitchum-mostró sus tetas. (Los informes varían: Algunos dicen que Sylva "se quitó el sujetador", aunque otros dicen que ella simplemente dejó caer el top de su bikini). Sylva fue imitada por Brigitte Bardot, también en bikini, y una legión de "aspirantes a estrella en monokini", que convirtieron a Cannes en notoria -y en un afrodisiaco para periodistas y paparazzi.
En cuanto a su musa actual, la señorita Cruz, Almodóvar ha escrito: "Penélope está en la cima de su belleza. Es un cliché, pero en su caso es verdad. Esos ojos, su cuello, sus hombros, sus pechos. Penélope tiene uno de los canalillos más espectaculares del mundo del cine".
Esto, fans, lo dice su director.
Al final de la proyección de ‘Volver', hubo un clásico momento de Cannes. La audiencia estalló en aplausos, bravo, bravo. Una cámara giraba buscando primeros planos de Almodóvar y Penélope, mostrándolos en la gran pantalla, y los dos empezaron a sollozar. Las lágrimas corrían por las mejillas de ella. Los ojos de él se humedecieron, y luego se desbordaron. Él le secó una lágrima de su cara. La audiencia empezó a aplaudir en cadencia. Una y otra vez.
Siguiendo la tradición de Cannes, hubo luego una fiesta, esta vez en la playa, en una tienda del tipo Hábitat para la Humanidad. Sirvieron cerdo, de un pernil que llevaban en bandeja. Había sartenes del tamaño de cráteres rellenos de paella, que desaparecieron casi inmediatamente. La champaña corrió a caudales. Los europeos tienen codos. Estaba Samuel L. Jackson, que aparecía en todas partes, y posaba para los fotógrafos, aunque no sale en la película. El equipo y el reparto de señoritas españolas entraron con Almodóvar, que se dejó caer en una mesa junto al mar y dijo: "Dios mío, qué noche". Y se vio, incluso para un veterano como él, ligeramente abrumado.
El lunes tarde reapareció para la prensa a la hora de almuerzo en el Carlton Hotel, con Penélope.
Hubo palabras sexy sobre ella: "Es tan obediente", dijo Almodóvar a través de un intérprete. "Tengo que cuidarme. Ella hará cualquier cosa que le pida". Y un tierno intercambio sobre Penélope: Dijo que él renunciaría a la Palma de Oro si con ello Penélope se llevaba el premio a mejor actriz. "Está lista", dijo, "para papeles más inteligentes, de más profundidad".
Penélope apareció con un traje color arena, se veía amorosa, y mascaba un chicle. Dijo que Almodóvar le había dicho que quería que se viera sensual, pero más maternal, con caderas, y que hablara en un tono más bajo, y se moviera y actuara no desde los hombros sino desde el trasero, y por eso crearon y le pegaron un trasero falso, más grande y más redondo. "Para encontrar lo maternal", dijo Penélope, "la energía de la Tierra". O como dijo Almodóvar: "El mismo culo falso que tenía Dustin Hoffman en ‘Tootsie'".
Los críticos dicen que es el mejor papel de la carrera de Cruz. Ella dice que Almodóvar le cambió la vida: "A causa de él, ahora mi vida tiene más color". Es el tipo de cosas que dicen las actrices en Cannes.
Almodóvar confiesa lo mismo. Nos dice, como probablemente sabíamos, que es gay, y que su última aventura heterosexual la tuvo en 1984. "Pero con Penélope volví a sentirme heterosexual. Su cuerpo me fascina". Dice: "Me pone caliente". Eso también es muy, muy Cannes.
Naturalmente se ve más esmoquin y menos calcetín, y muchos perros enanos con trastornos de personalidad no diagnosticados que son tolerados en los espacios públicos. El Festival de Cine de Cannes es un ridículo y hermoso caos y se bebe un montón de champaña, y se sufre el jet lag, pero lo que más tendrá en este lugar, en doce días de mayo, es que está absolutamente obsesionado con el cine.
En Cannes, Hollywood tiende a acaparar las primeras planas. La taquillera ‘El código Da Vinci' se estrenó aquí el miércoles (fue lapidada por los críticos, pero bendecida por la taquilla, generando 224 millones de dólares en todo el mundo). Pero para el público de Cannes, no hay nada más Cannes que el director gay español de copete canoso, Pedro Almodóvar, que los acaba de cautivar con una proyección de gala de su nueva película ‘Volver', con Penélope Cruz. Los críticos la aclamaron y la película ya ha sido preseleccionada para el máximo galardón de Cannes, la Palma de Oro (traducido al Oscar, la Mejor Película).
Almodóvar, un favorito del público de cine arte (por ‘Todo sobre mi madre' y ‘Hable con ella' y ‘La mala educación'), es ideal para Cannes, el alfa y omega del mundo cinematográfico internacional, por sus ansiedades sobre la muerte y las madres, su florida tolerancia, su izquierdismo en política, su obsesión con controlarlo todo, y su evidente amor a tradiciones y géneros fílmicos, que es lo que su gente recibe.
El viernes noche, ‘Volver' se proyectó en el Palais, el terriblemente fotografiado sitio de todas los estrenos del certamen, y aunque es probablemente contra las reglas revelarlo, este Palais se ve como un centro de congresos construido en Houston en los años setenta. Beige. Estuco. Cristal. Ah, pero los franceses lo pintan con lápiz labial, y lo envuelven en banderas y pancartas y hay una versión de Cannes de la alfombra roja, que aquí son en realidad escaleras rojas, que se ven preciosas en la tele, pero que son un tipo de cachemir aterciopelado de nailon tricotado.
Instantes antes del programa, Almodóvar y Cruz y las otras protagonistas de la película (Carmen Maura, Lola Dueñas, Chus Lampreave) emergieron de sus limusinas Renault entre los chillidos de sus fans. El DJ hacía girar un mecánico techno house europeo. Lo hicieron callar para dar paso al anunciador: ¡Madames, Messieurs, Pedro Almodóvar! Almodóvar llegó de negro de cabeza a pies, como Johnny Cash pero con el pelo voluminoso, con gafas de sol exageradamente grandes (muy Cannes) con su pareja de la noche, Penélope Cruz, que nunca se apartó de su lado y parecía entre modelo tímida y novia y lucía un vestido blanco sin tirantes, lista para la luna de miel.
Y los paparazzi se vuelven completamente locos, las Escaleras Rojas estallan en una balacera de miles de destellos, a la izquierda, derecha y centro, y Almodóvar y Penélope se dejan fotografiar (posan juntando las mejillas; la foto está en todas las portadas de revistas de Francia) y luego todo el mundo corre al Palais.
¿Cómo se estaba en el vestíbulo? Era como una noche en la ópera. Cosa de adultos. Hay más asistentes mayores que jóvenes. Todos los hombres van de etiqueta (los franceses, que Dios bendiga, lo llaman "esmoquin, tenida de velada tuxedo, camisa" -que, por lo demás, lo se lo toman muy en serio; este corresponsal debió gastar quince dólares a la entrada para cambiar su corbata roja por una pajarita negra de prendedor).
Las luces menguaron, la película empezó. Los críticos recibirán las reseñas del lanzamiento americano más tarde, pero ‘Volver' marca el retorno de Almodóvar a sus primeras fascinaciones, "un título que incluye varios tipos de reencuentros conmigo mismo", escribe en su propia descripción de la película. "He vuelto, un poco más, a la comedia. He vuelto al mundo de las mujeres", a su pueblo natal en España, en la región de La Mancha (conocida por sus feroces vientos que son responsables de una supuesta ‘alta tasa de demencia') y, "naturalmente, he vuelto a mi madre. Volver a La Mancha es siempre volver al seno materno".
Es una película sobre mujeres. Hay una madre, una fantasma maternal. Hermanas e hijas. En realidad, el único personaje masculino importante de la película termina metido en un congelador, con un cuchillo clavado en el pecho. Hay un asesinato. Un incendio. Secretos.
Y escotes, que son relevantes tanto para ‘Volver' como para Cannes. La historia del festival aquí empieza en los años treinta, cuando los cinéfilos franceses (y sus agentes de prensa) decidieron que el líder fascista italiano Mussolini debía tener competencia para el festival de cine que había montado en Venecia, y así empollaron la fiesta de Cannes (interrumpida brevemente por Hitler y la Segunda Guerra Mundial). Okay, volviendo al escote: En 1954 el Festival de Cine de Cannes se convirtió en el fenómeno internacional que es hoy, con su reputación de cosas subidas de tono, cuando la actriz francesa Simone Sylva -posando para fotos en la playa con Robert Mitchum-mostró sus tetas. (Los informes varían: Algunos dicen que Sylva "se quitó el sujetador", aunque otros dicen que ella simplemente dejó caer el top de su bikini). Sylva fue imitada por Brigitte Bardot, también en bikini, y una legión de "aspirantes a estrella en monokini", que convirtieron a Cannes en notoria -y en un afrodisiaco para periodistas y paparazzi.
En cuanto a su musa actual, la señorita Cruz, Almodóvar ha escrito: "Penélope está en la cima de su belleza. Es un cliché, pero en su caso es verdad. Esos ojos, su cuello, sus hombros, sus pechos. Penélope tiene uno de los canalillos más espectaculares del mundo del cine".
Esto, fans, lo dice su director.
Al final de la proyección de ‘Volver', hubo un clásico momento de Cannes. La audiencia estalló en aplausos, bravo, bravo. Una cámara giraba buscando primeros planos de Almodóvar y Penélope, mostrándolos en la gran pantalla, y los dos empezaron a sollozar. Las lágrimas corrían por las mejillas de ella. Los ojos de él se humedecieron, y luego se desbordaron. Él le secó una lágrima de su cara. La audiencia empezó a aplaudir en cadencia. Una y otra vez.
Siguiendo la tradición de Cannes, hubo luego una fiesta, esta vez en la playa, en una tienda del tipo Hábitat para la Humanidad. Sirvieron cerdo, de un pernil que llevaban en bandeja. Había sartenes del tamaño de cráteres rellenos de paella, que desaparecieron casi inmediatamente. La champaña corrió a caudales. Los europeos tienen codos. Estaba Samuel L. Jackson, que aparecía en todas partes, y posaba para los fotógrafos, aunque no sale en la película. El equipo y el reparto de señoritas españolas entraron con Almodóvar, que se dejó caer en una mesa junto al mar y dijo: "Dios mío, qué noche". Y se vio, incluso para un veterano como él, ligeramente abrumado.
El lunes tarde reapareció para la prensa a la hora de almuerzo en el Carlton Hotel, con Penélope.
Hubo palabras sexy sobre ella: "Es tan obediente", dijo Almodóvar a través de un intérprete. "Tengo que cuidarme. Ella hará cualquier cosa que le pida". Y un tierno intercambio sobre Penélope: Dijo que él renunciaría a la Palma de Oro si con ello Penélope se llevaba el premio a mejor actriz. "Está lista", dijo, "para papeles más inteligentes, de más profundidad".
Penélope apareció con un traje color arena, se veía amorosa, y mascaba un chicle. Dijo que Almodóvar le había dicho que quería que se viera sensual, pero más maternal, con caderas, y que hablara en un tono más bajo, y se moviera y actuara no desde los hombros sino desde el trasero, y por eso crearon y le pegaron un trasero falso, más grande y más redondo. "Para encontrar lo maternal", dijo Penélope, "la energía de la Tierra". O como dijo Almodóvar: "El mismo culo falso que tenía Dustin Hoffman en ‘Tootsie'".
Los críticos dicen que es el mejor papel de la carrera de Cruz. Ella dice que Almodóvar le cambió la vida: "A causa de él, ahora mi vida tiene más color". Es el tipo de cosas que dicen las actrices en Cannes.
Almodóvar confiesa lo mismo. Nos dice, como probablemente sabíamos, que es gay, y que su última aventura heterosexual la tuvo en 1984. "Pero con Penélope volví a sentirme heterosexual. Su cuerpo me fascina". Dice: "Me pone caliente". Eso también es muy, muy Cannes.
23 de mayo de 2006
©washington post
©traducción mQh
1 comentario
Elena -
Parece que el espíritu "almovodariano" saltó de la pantalla invadiéndolo todo.
He escrito algo también sobre la Cruz en mi weblog, más humilde por cierto
Un abrazo y felicitaciones
Elena