más chicas que se confiesan
[Charles McGrath] Un tema, treinta escritoras, una tendencia.
Literatura para chicas. Crímenes verdaderos. Libros de dieta. Memorias de recuperaciones. Libros sobre Britney. La industria editorial es una convencida creyente del principio de que mucho nunca es demasiado. El último género en inundar las estanterías de las librerías en cantidades posiblemente excesivas, habrá usted observado, es la compilación, pero no del tipo que estábamos acostumbrados a llevar a clases.
Este nuevo tipo de antología reúne ensayos y confesiones en primera persona antes que, digamos, discusiones sobre servicios sanitarios e higiene personal en la Edad Media, y se reconoce fácilmente por títulos fastidiosos y una cifra que especifica el número de escritoras que desnudan sus almas sobre toda una gama de temas íntimos: ‘Maybe Baby: 28 Writers Tell the Truth About Skepticism, Infertility, Baby Lust, Childlessness, Ambivalence and How They Made the Biggest Decision of Their Lives' [Quizás, Nena: 28 Escritoras Cuentan la Verdad sobre el Escepticismo, la Esterilidad, las Ganas de Tener Hijos, el No Tener Hijos, la Ambivalencia y Cómo Tomaron las Decisiones Más Importantes de Sus Vidas]; ‘Roar Softly and Carry a Great Lipstick: 28 Women Writers on Life, Sex and Survival' [Ruge Suavemente y Lleva Contigo un Lápiz Labial Chévere: 28 Escritoras sobre la Vida, el Sexo y la Supervivencia]; ‘Because I Said So: 33 Mothers Write About Children, Sex, Men, Aging, Faith, Race and Themselves' [Porque Lo Digo Yo: 33 Madres Escriben sobre los Niños, el Sexo, los Hombres, el Envejecimiento, la Fe, la Raza y Sí Mismas].
"Si las memorias son las nuevas obras de ficción, entonces quizás las antologías son las nuevas memorias", dice Elizabeth Kaplan, la agente que ayudó a crear la tendencia en 2002 cuando vendió ‘The Bitch in the House: 26 Women Tell the Truth About Sex, Solitude, Work, Motherhood and Marriage' [Bruja en la Casa: 26 Mujeres Dicen la Verdad sobre el Sexo, la Soledad, el Trabajo, la Maternidad y el Matrimonio']. "Han empezado a explotar algo que estaba en el aire".
De vez en vez se oye hablar de hombres que escriben este tipo de confesiones. En respuesta a ‘Bitch in the House', por ejemplo, salió ‘The Bastard on the Couch: 27 Men Try Really Hard to Explain Their Feelings About Love, Loss, Fatherhood and Freedom' [Cabrón en el Sofá: 27 Hombres Tratan de Explicar Sus Sentimientos sobre el Amor, el Duelo, la Paternidad y la Libertad]. Y los hombres pueden hasta leer estas antologías en primera persona, aunque no en grandes cantidades, y rara vez en el metro y otros lugares públicos. "La mayoría de los libros destinados a los hombres, fracasan miserablemente", dice Sally Wofford-Girand, una agente que ha tenido entre sus manos varios de estos libros.
En otras palabras, el fenómeno es fundamentalmente femenino, y la mayoría de los ensayos son escritos por mujeres y para mujeres que están presuntamente en el mismo bote -tratando de ‘tenerlo todo', al mismo tiempo que alcanzan un ‘balance' en sus vidas-, sólo que sin acceso a un procesador de texto. Algunas escritoras, como Anne Lamott y Pam Houston, aparecen siempre por todas partes, escribiendo sobre una variedad de materias, pero es difícil pensar en una escritora publicada que no haya sucumbido al menos una vez a la tentación.
Hay antologías sobre dietas, el sentimiento de culpa judío, el divorcio y el rompimiento con tus amigos, y hay otros en prensa sobre el dinero, el envejecimiento y las mujeres que se portan mal. Pero los libros que causan más polémica (y generan mayores ventas) tienden, de uno u otro modo, a versar sobre la maternidad y la crianza de los niños -sobre el tener hijos, en primer lugar, y sobre quién se va a ocupar de ellos.
‘The Bitch in the House', compilado por Cathi Hanauer, fue un éxito de ventas durante un breve período, enviando a algunas de sus autoras en el programa ‘Today', y sigue siendo el libro modelo de todo el resto, aunque ninguno ha alcanzado el mismo nivel de éxito. El tema de ‘Bitch in the House' está bastante bien resumido en el título: las 26 mujeres que cuentan la verdad sobre el sexo, la soledad y el trabajo, están, en su mayor parte, más locas que las cabras.
‘The Bitch in the House' dio en el clavo, como dicen algunos en el ramo, y, más precisamente, creó una fórmula editorial que se podía repetir y engendró una mini industria. Fue seguida rápidamente por ‘The Bastard on the Couch', compilado por Daniel Jones, quien, no coincidentemente, es el marido de Hanauer (el mundo de la literatura de confesiones íntimas es pequeño) y fue luego contratado por el New York Times para dirigir la columna Modern Love en el suplemento Sunday Styles, que ha publicado fragmentos de varios artículos de las antologías en primera persona.
¿Por qué están estas mujeres tan enfadadas? Están hasta la tusa de los hombres. Los hombres que no comparten las tareas del hogar o la crianza de los niños, o los hombres -en el caso de un fanfarrón casado con una de las ensayistas- que se aventuran a hacer más de su parte. Hombres que, dice la ensayista Karen Karbo, operan solamente de modo binario: puedes pedirles que hagan algo, o decirles cómo se hace, pero no las dos cosas.
No se podría reprochar a un hombre que lea este libro que concluya, como han hecho los hombres siempre, que cuando la mujer o compañera de uno está enfadada, lo mejor es escabullirse sigilosamente de casa tan rápido y silenciosamente como sea posible. No que los hombres sean irreprochables. Algunos de los hombres que escriben en ‘The Bastard on the Couch' manejan una especie de quejumbrosa autodefensa, pero la mayoría de los 17 autores de ‘Committed: Men Tell Stories of Love, Commitment and Marriage' [Comprometidos: Hombres Cuentan Historias de Amor, Compromiso y Matrimonio], con un prefacio de Jay McInerney, el bien conocido comprometido en serie, se me antojan sublimemente despistados.
Los ensayos en este libro presentan una historia razonablemente consistente: el escritor, un imbécil redomado, después de un período de confusión (aunque disfrutando, como lo confiesa modestamente, una saludable cantidad de acción en el futón), se encuentra se repente cautivado por una chica de muerte, "esbelta" o "despampanante", de "piernas largas" y se enamora instantáneamente, sin un momento de reflexión o de remordimiento.
Como escribe David Owen, explicando su decisión de casarse bastante joven: "Si no sabes lo que estás haciendo, simplemente reunir más datos no va a alterar el resultado".
Un extraño, similar tipo de inocencia impregna ‘The May Queen: Women on Life, Love, Work and Pulling It All Together in Your 30's' [Reina de Mayo: Mujeres sobre la Vida, el Amor, el Trabajo, y Manteniendo Todo en Balance a los Treinta], una nueva antología en la que la mayoría de las escritoras, después de algunas elecciones suavemente inapropiadas, terminan encontrando al Príncipe Azul. (Para elecciones realmente inapropiadas debes consultar ‘Roar Softly': drogadictos, hombres casados, tipos que se empapan con pachulí).
A menudo, el Príncipe Azul tiene un lado profundamente espiritual. (Dato para tipos: "Déjame que te lleve paz", una excelente frase para ligar). Y a diferencia de las escritoras de la mayoría de las otras antologías, estas mujeres realmente parecen capaces de tenerlo todo, o de creer que lo tienen todo. Una cantidad sorprendente se las arregla para tener hijos justo cuando están publicando su primera novela o compilación, y los dos procesos -escribir y tener hijos- son casi indistinguibles.
La diferencia entre tener una bruja en la casa y las reinas de Mayo, está uno tentado de decir, es la edad. Las escritoras más jóvenes aún no llegan a los años de la rabia, ni se han dado cuenta de que las historias tristes se venden mejor que las alegres.
Hay un fantasma en muchos de estos libros: la madre de la escritora, que es recordada o acusada por ser demasiado perfecta, una modelo imposible, o por no preparar suficientemente a su hija para el mundo laboral. Y a veces hay una sorprendente cantidad de hostilidad hacia otras mujeres.
Algunos de los ensayos más reflexivos y más profundamente personales en ‘Maybe Baby' son aquellos en los que la autora defiende su decisión de no tener hijos y pide a los que celebran la maternidad que dejen de joderla. Otra antología, ‘Mommy Wars: Stay-at-Home and Career Moms Face Off on Their Choices, Their Lives, Their Families' [Las Guerras de Mamá: Mamás de Casa y Mamás con Carreras Frente a Sus Opciones, Sus Vidas, Sus Familias ], está llena de relatos de lo que suena como escaramuzas en el campo de batalla -en el patio de la escuela y en las reuniones de la asociación de padres y apoderados. "¿Por qué son los niños una fuerza tan divisiva?", escribe Susan Cheever. "¿Qué pasó con esos viejos buenos tiempos en que las mujeres peleaban con los hombres?"
Algunas de las contribuciones son tan crudas, tan personales, tan mal escritas que los lectores terminarán preguntándose: ¿Por qué publica la gente estas cosas? No por el dinero. A las ensayistas se les paga típicamente una tarifa plana de mil o 1.500 dólares, lo que en la mayoría de los casos significa menos de un dólar por palabra (aunque las escritoras pueden a veces ganar algo extra colocando sus artículos en diarios o revistas si el editor no se ha hecho rácanamente con los derechos).
Lo hacen porque quieren liberarse de algo o porque algunas tenían esos artículos acumulando polvo en la gaveta. O lo hacen, como yo (dos veces: en una antología sobre entrenadores y en una de próxima publicación sobre madres solas), porque algún editor persistente les torció el brazo. La vanidad también es un factor a tomar en cuenta. Un editor inteligente reunirá primero algunos nombres que suenen, y las escritoras menos conocidas se sentirán atraídas como por un imán, encantadas por la compañía.
Por su trabajo de persuasión y engatusamiento, y por pulir la prosa de las reclutas, el editor se queda con el resto del adelanto, que en el caso de una antología en estos días tiende a ser una suma de cinco cifras altas o seis bajas, para usar la jerga profesional -que no solamente no está mal como paga por el trabajo editorial, sino además es un sistema rentable y eficiente para el editor, que no tiene que hacer demasiado y puede vivir de rentas con las otras antologías.
Por supuesto, un editor también tiene que proponer ideas vendibles. En términos de calidad literaria, la mejor antología de lejos es ‘Because I Said So', compilada por Camille Peri y Kate Moses, cuyas directrices son suficientemente vagas como para incluir casi cualquier cosa si está escrita por una mujer, desde el ensayo de Margaret Talbo sobre las muñecas de American Girl, a la historia de Katherine Whitney de cuando conoció a sus suegros iraníes.
Pero las antologías que mejor se venden tienden a apretar uno o dos botones de moda, y Susanna Porter, la editora de Random House que compró ‘Mommy Wars', está preocupada de que la mayoría de las buenas ideas ya han sido usadas. "Todavía se ofrecen un montón de antologías', dice. "Pero los editores están nerviosos de que la moda está pasando. Ahora somos definitivamente más cautos. No se puede generalizar, pero creo que se están agotando las existencias de temas".
Wofford-Girand, una agente que tiene dos nuevas antologías en prensa y está preparando una tercera, se muestra más optimista.
"Claro que tiene que ser una gran idea", dice, "y tienes que ponerla en las manos de grandes escritores, pero creo que la fórmula todavía funciona. Siempre hay un elemento de voyerismo. Yo no leería trescientas páginas sobre el aborto de alguna o el divorcio de otra, pero sí podría leer un artículo sobre esos temas".
Este nuevo tipo de antología reúne ensayos y confesiones en primera persona antes que, digamos, discusiones sobre servicios sanitarios e higiene personal en la Edad Media, y se reconoce fácilmente por títulos fastidiosos y una cifra que especifica el número de escritoras que desnudan sus almas sobre toda una gama de temas íntimos: ‘Maybe Baby: 28 Writers Tell the Truth About Skepticism, Infertility, Baby Lust, Childlessness, Ambivalence and How They Made the Biggest Decision of Their Lives' [Quizás, Nena: 28 Escritoras Cuentan la Verdad sobre el Escepticismo, la Esterilidad, las Ganas de Tener Hijos, el No Tener Hijos, la Ambivalencia y Cómo Tomaron las Decisiones Más Importantes de Sus Vidas]; ‘Roar Softly and Carry a Great Lipstick: 28 Women Writers on Life, Sex and Survival' [Ruge Suavemente y Lleva Contigo un Lápiz Labial Chévere: 28 Escritoras sobre la Vida, el Sexo y la Supervivencia]; ‘Because I Said So: 33 Mothers Write About Children, Sex, Men, Aging, Faith, Race and Themselves' [Porque Lo Digo Yo: 33 Madres Escriben sobre los Niños, el Sexo, los Hombres, el Envejecimiento, la Fe, la Raza y Sí Mismas].
"Si las memorias son las nuevas obras de ficción, entonces quizás las antologías son las nuevas memorias", dice Elizabeth Kaplan, la agente que ayudó a crear la tendencia en 2002 cuando vendió ‘The Bitch in the House: 26 Women Tell the Truth About Sex, Solitude, Work, Motherhood and Marriage' [Bruja en la Casa: 26 Mujeres Dicen la Verdad sobre el Sexo, la Soledad, el Trabajo, la Maternidad y el Matrimonio']. "Han empezado a explotar algo que estaba en el aire".
De vez en vez se oye hablar de hombres que escriben este tipo de confesiones. En respuesta a ‘Bitch in the House', por ejemplo, salió ‘The Bastard on the Couch: 27 Men Try Really Hard to Explain Their Feelings About Love, Loss, Fatherhood and Freedom' [Cabrón en el Sofá: 27 Hombres Tratan de Explicar Sus Sentimientos sobre el Amor, el Duelo, la Paternidad y la Libertad]. Y los hombres pueden hasta leer estas antologías en primera persona, aunque no en grandes cantidades, y rara vez en el metro y otros lugares públicos. "La mayoría de los libros destinados a los hombres, fracasan miserablemente", dice Sally Wofford-Girand, una agente que ha tenido entre sus manos varios de estos libros.
En otras palabras, el fenómeno es fundamentalmente femenino, y la mayoría de los ensayos son escritos por mujeres y para mujeres que están presuntamente en el mismo bote -tratando de ‘tenerlo todo', al mismo tiempo que alcanzan un ‘balance' en sus vidas-, sólo que sin acceso a un procesador de texto. Algunas escritoras, como Anne Lamott y Pam Houston, aparecen siempre por todas partes, escribiendo sobre una variedad de materias, pero es difícil pensar en una escritora publicada que no haya sucumbido al menos una vez a la tentación.
Hay antologías sobre dietas, el sentimiento de culpa judío, el divorcio y el rompimiento con tus amigos, y hay otros en prensa sobre el dinero, el envejecimiento y las mujeres que se portan mal. Pero los libros que causan más polémica (y generan mayores ventas) tienden, de uno u otro modo, a versar sobre la maternidad y la crianza de los niños -sobre el tener hijos, en primer lugar, y sobre quién se va a ocupar de ellos.
‘The Bitch in the House', compilado por Cathi Hanauer, fue un éxito de ventas durante un breve período, enviando a algunas de sus autoras en el programa ‘Today', y sigue siendo el libro modelo de todo el resto, aunque ninguno ha alcanzado el mismo nivel de éxito. El tema de ‘Bitch in the House' está bastante bien resumido en el título: las 26 mujeres que cuentan la verdad sobre el sexo, la soledad y el trabajo, están, en su mayor parte, más locas que las cabras.
‘The Bitch in the House' dio en el clavo, como dicen algunos en el ramo, y, más precisamente, creó una fórmula editorial que se podía repetir y engendró una mini industria. Fue seguida rápidamente por ‘The Bastard on the Couch', compilado por Daniel Jones, quien, no coincidentemente, es el marido de Hanauer (el mundo de la literatura de confesiones íntimas es pequeño) y fue luego contratado por el New York Times para dirigir la columna Modern Love en el suplemento Sunday Styles, que ha publicado fragmentos de varios artículos de las antologías en primera persona.
¿Por qué están estas mujeres tan enfadadas? Están hasta la tusa de los hombres. Los hombres que no comparten las tareas del hogar o la crianza de los niños, o los hombres -en el caso de un fanfarrón casado con una de las ensayistas- que se aventuran a hacer más de su parte. Hombres que, dice la ensayista Karen Karbo, operan solamente de modo binario: puedes pedirles que hagan algo, o decirles cómo se hace, pero no las dos cosas.
No se podría reprochar a un hombre que lea este libro que concluya, como han hecho los hombres siempre, que cuando la mujer o compañera de uno está enfadada, lo mejor es escabullirse sigilosamente de casa tan rápido y silenciosamente como sea posible. No que los hombres sean irreprochables. Algunos de los hombres que escriben en ‘The Bastard on the Couch' manejan una especie de quejumbrosa autodefensa, pero la mayoría de los 17 autores de ‘Committed: Men Tell Stories of Love, Commitment and Marriage' [Comprometidos: Hombres Cuentan Historias de Amor, Compromiso y Matrimonio], con un prefacio de Jay McInerney, el bien conocido comprometido en serie, se me antojan sublimemente despistados.
Los ensayos en este libro presentan una historia razonablemente consistente: el escritor, un imbécil redomado, después de un período de confusión (aunque disfrutando, como lo confiesa modestamente, una saludable cantidad de acción en el futón), se encuentra se repente cautivado por una chica de muerte, "esbelta" o "despampanante", de "piernas largas" y se enamora instantáneamente, sin un momento de reflexión o de remordimiento.
Como escribe David Owen, explicando su decisión de casarse bastante joven: "Si no sabes lo que estás haciendo, simplemente reunir más datos no va a alterar el resultado".
Un extraño, similar tipo de inocencia impregna ‘The May Queen: Women on Life, Love, Work and Pulling It All Together in Your 30's' [Reina de Mayo: Mujeres sobre la Vida, el Amor, el Trabajo, y Manteniendo Todo en Balance a los Treinta], una nueva antología en la que la mayoría de las escritoras, después de algunas elecciones suavemente inapropiadas, terminan encontrando al Príncipe Azul. (Para elecciones realmente inapropiadas debes consultar ‘Roar Softly': drogadictos, hombres casados, tipos que se empapan con pachulí).
A menudo, el Príncipe Azul tiene un lado profundamente espiritual. (Dato para tipos: "Déjame que te lleve paz", una excelente frase para ligar). Y a diferencia de las escritoras de la mayoría de las otras antologías, estas mujeres realmente parecen capaces de tenerlo todo, o de creer que lo tienen todo. Una cantidad sorprendente se las arregla para tener hijos justo cuando están publicando su primera novela o compilación, y los dos procesos -escribir y tener hijos- son casi indistinguibles.
La diferencia entre tener una bruja en la casa y las reinas de Mayo, está uno tentado de decir, es la edad. Las escritoras más jóvenes aún no llegan a los años de la rabia, ni se han dado cuenta de que las historias tristes se venden mejor que las alegres.
Hay un fantasma en muchos de estos libros: la madre de la escritora, que es recordada o acusada por ser demasiado perfecta, una modelo imposible, o por no preparar suficientemente a su hija para el mundo laboral. Y a veces hay una sorprendente cantidad de hostilidad hacia otras mujeres.
Algunos de los ensayos más reflexivos y más profundamente personales en ‘Maybe Baby' son aquellos en los que la autora defiende su decisión de no tener hijos y pide a los que celebran la maternidad que dejen de joderla. Otra antología, ‘Mommy Wars: Stay-at-Home and Career Moms Face Off on Their Choices, Their Lives, Their Families' [Las Guerras de Mamá: Mamás de Casa y Mamás con Carreras Frente a Sus Opciones, Sus Vidas, Sus Familias ], está llena de relatos de lo que suena como escaramuzas en el campo de batalla -en el patio de la escuela y en las reuniones de la asociación de padres y apoderados. "¿Por qué son los niños una fuerza tan divisiva?", escribe Susan Cheever. "¿Qué pasó con esos viejos buenos tiempos en que las mujeres peleaban con los hombres?"
Algunas de las contribuciones son tan crudas, tan personales, tan mal escritas que los lectores terminarán preguntándose: ¿Por qué publica la gente estas cosas? No por el dinero. A las ensayistas se les paga típicamente una tarifa plana de mil o 1.500 dólares, lo que en la mayoría de los casos significa menos de un dólar por palabra (aunque las escritoras pueden a veces ganar algo extra colocando sus artículos en diarios o revistas si el editor no se ha hecho rácanamente con los derechos).
Lo hacen porque quieren liberarse de algo o porque algunas tenían esos artículos acumulando polvo en la gaveta. O lo hacen, como yo (dos veces: en una antología sobre entrenadores y en una de próxima publicación sobre madres solas), porque algún editor persistente les torció el brazo. La vanidad también es un factor a tomar en cuenta. Un editor inteligente reunirá primero algunos nombres que suenen, y las escritoras menos conocidas se sentirán atraídas como por un imán, encantadas por la compañía.
Por su trabajo de persuasión y engatusamiento, y por pulir la prosa de las reclutas, el editor se queda con el resto del adelanto, que en el caso de una antología en estos días tiende a ser una suma de cinco cifras altas o seis bajas, para usar la jerga profesional -que no solamente no está mal como paga por el trabajo editorial, sino además es un sistema rentable y eficiente para el editor, que no tiene que hacer demasiado y puede vivir de rentas con las otras antologías.
Por supuesto, un editor también tiene que proponer ideas vendibles. En términos de calidad literaria, la mejor antología de lejos es ‘Because I Said So', compilada por Camille Peri y Kate Moses, cuyas directrices son suficientemente vagas como para incluir casi cualquier cosa si está escrita por una mujer, desde el ensayo de Margaret Talbo sobre las muñecas de American Girl, a la historia de Katherine Whitney de cuando conoció a sus suegros iraníes.
Pero las antologías que mejor se venden tienden a apretar uno o dos botones de moda, y Susanna Porter, la editora de Random House que compró ‘Mommy Wars', está preocupada de que la mayoría de las buenas ideas ya han sido usadas. "Todavía se ofrecen un montón de antologías', dice. "Pero los editores están nerviosos de que la moda está pasando. Ahora somos definitivamente más cautos. No se puede generalizar, pero creo que se están agotando las existencias de temas".
Wofford-Girand, una agente que tiene dos nuevas antologías en prensa y está preparando una tercera, se muestra más optimista.
"Claro que tiene que ser una gran idea", dice, "y tienes que ponerla en las manos de grandes escritores, pero creo que la fórmula todavía funciona. Siempre hay un elemento de voyerismo. Yo no leería trescientas páginas sobre el aborto de alguna o el divorcio de otra, pero sí podría leer un artículo sobre esos temas".
28 de mayo de 2006
©new york times
©traducción mQh
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