perros parranderos y casamenteros
[Cindy Chang] Los perros son también gente, especialmente cuando pueden retozar día y noche en parques, cafés y clubes. Y son geniales como casamenteros.
Para los perros salchicha, bulldogs franceses y pinschers enanos en la sección de razas pequeñas del Parque Canino de Silver Lake, las amistades empiezan con un movimiento de rabo, simplemente, o olisqueando un trasero particularmente fragante.
Los dueños de estos ariscos perritos los llevan allá para que vean a otros perros, y es lo hacen, persiguiéndose de un lado a otro del pequeño terreno de tierra, peleándose o rechazando con un gruñido avances indeseados.
Mientras los humanos miran a sus perros, también ponen a prueba sus habilidades sociales dentro de su propia especie. El saludo típico no es el movimiento del rabo, sino una pregunta de perros: "¿Qué edad tiene? ¿Qué tipo de perro es?" Así han nacido amistades, relaciones comerciales e incluso romances.
"¡Ted!", gritó una tarde hace poco Lindsay Stewart cuando recogía su cocker spaniel-shih tzu con mezcla de Yorkshire terrier, y reanudaba su conversación con Joe Franks, una nueva conocido, sobre cómo tapizar un sofá. Unos minutos antes, las dos mujeres habían discutido una potencial colaboración comercial: Franks hace pizarras, y Stewart pensó que podría necesitar una para la floristería donde trabaja.
"Vengo aquí todos los días, y he hecho grandes amigos", dice Stewart. "La gente dice que vienen por sus perros, pero creo que el propósito es doble".
Nuestros amigos caninos, invalorables como proveedores de amor incondicional, también funcionan como lubricantes sociales, no solamente en los parques para perros, sino también en las aceras de la ciudad, los patios de Starbucks y donde quiera que se encuentren. Ese cachorro Labrador color chocolate, brincando alegremente a los pies de su dueña, está jugando un papel clave, aunque inconsciente, reforzando el flojo tejido social de una ciudad que depende de los coches y donde el culto del ego es, por desgracia, la norma.
Se ha dicho mucho sobre la aromoterapia y los suéteres Gucci para perros, que en esta época de maternidad aplazada y altos ingresos dispensables son considerados como sucedáneos de los niños
Pero ahora es más probable que incluso chuchos que no son mimados con cosas, salgan periódicamente de sus patios para un viaje a la playa, a un almuerzo en un café los domingos, a actividades sociales organizadas como clases agilidad y pastoreo o incluso de compras en Rodeo Drive. También están emergiendo locales nocturnos que atienden a gente que quiere tener sus perros consigo cuando salen de fiesta.
"Los Angeles es un lugar difícil para conocer gente. Cuando tienes un perro, te obliga a salir, a llevarlo al parque, a Runyon Canyon, te abre todo un mundo nuevo para ti", dice Zack Grey, un preparador de perros de Hollywood. "Es más fácil que la gente se acerque a ti si tienes un perro. Y es más fácil que tú te puedas acercar a la gente y beber algo mientras hablas sobre los perros. Cuando tu felicitas al perro, felicitas en realidad a su dueño".
Preparando el Ambiente
Desde 2002, la cantidad de familias americanas con al menos un perro ha aumentado en casi tres millones y ahora exceden los 43 millones, de acuerdo a la Asociación Americana de Fabricantes de Productos para Mascotas. Hay más solteros de entre veinte y treinta años, que viven en apartamentos y con perros, aunque continúan frecuentando bares de moda y restaurantes nuevos.
No sorprende, entonces, que los perros y la vida nocturna empiecen a mezclarse. Una noche de salida y una noche con el chucho ya no son cosas mutuamente excluyentes. Y donde hay perros, la gente sale de sus conchas. Aunque todavía no tan descaradamente amistosa como sus compañeros caninos, la gente es mucho menos reservada e más probable que inicien una conversación con desconocidos.
En SKYBARk, un nuevo local de fiestas en el centro que se anuncia a sí mismo como "un lugar para humanos y perros hasta tarde por la noche", los perros están en todas partes, retozando en la zona de juegos con cuadrados de césped verdadero o repantigándose mientras sus dueños beben y charlan.
Hay perros grandes, chicos, blancos, negros, marrones, con manchas y perros con esmoquin y vestidos de fiesta con trajes de satén. Los humanos desfilan con vaporosas camisetas sin mangas y zapatos con tacón de aguja de tres pulgadas para estar a tono con los llamativos trajes que han escogido para sus acompañantes caninos.
Pero a pesar de todos los ostentosos decorados, SKYBARk tiene mucho en común con un parque canino. Imagínelo como un parque para perros, con cócteles y música en vivo.
"Los que tienen perros salchichas, suelen ser personas chéveres", dice Sharon Olan, 36, escudriñando el SKYBARk con su marido, David, su perro salchicha Stanley y su mix de chow, Kona. Los Olan descansan en un sofá con otros tres salchichas y sus dueños, algunos de los cuales son viejos amigos y otros con quienes se han conectado instantáneamente debido a su cariño compartido por los perros de orejas gachas y lomos largos.
Brandon Hochman, 33, ex snowboarder profesional, concibió el SKYBARk tanto como una promoción de su producto PETaPOTTY (un artilugio de césped que proporciona a perros que viven en apartamentos un lugar donde aliviarse) y como una poco frecuente oportunidad de salida para gente con perros. Cada vez que hay un evento se realizan subastas silenciosas a beneficio de una lista rotatoria de grupos de ayuda animal.
Más de 300 personas y 98 perros asistieron a la segunda fiesta de SKYBARk en mayo. El fin de semana pasado hubo una ‘'Baile de Ladridos' de dos días, y Hochman está planeando otro golpe para el Cuatro de Julio, con espectáculo de fuegos artificiales desde la terraza. (Chuchos asustadizos no deben temer nada, ya que la pirotecnia se hará a bastante distancia).
"Hay un montón de gente que considera a sus perros como sus acompañantes. Vienen solos, y aquí conocen a gente en su misma situación", dice Hochman. "Cuando la conversación decae, puedes agacharte y acariciar al perro".
Pasa lo mismo todos los jueves noche en Tail, en Santa Mónica, una boutique para perros en la Calle Principal. Ningún evento con perros está completo sin un juego de palabras relacionado con los perros, así que esta fiesta es conocida como Yappy Hour.
La duena de Tails, Jenna Wicks, empezó a organizar estas fiestas hace tres meses y, normalmente, al menos 20 personas se acercan con sus perros para degustar vinos y quesos de la casa y bizcochos de gourmet para perros.
Los perros recorren la tienda y el jardín, en general pasándola bien pero con ocasionales reyertas de bar, mientras los humanos charlan sobre temas caninos: "¿Cuál cobrador es el tuyo?"
"La gente con perros es social, así que es una buena combinación: hacer vida social con los perros y hacer vida social con la gente", dice Swig Miller, 35, que asiste con su esquimal siberiana Elka.
Los perros son una parte tan fija del tejido social del vecindario en Venice, que Craig Weiss está dispuesto a desafiar las reglas y acogerlos en su bar Abbot Kinney, que abrió en marzo. Por la misma razón, permite que los niños acompañen dentro a sus padres.
Temprano en la tarde, antes de que el local se llene demasiado, se puede ver a los perros sentados en banquillos de peluche color verde oliva mientras sus dueños degustan vinos de calidad.
"Las parejas casadas pueden traer a sus bebés, ya no necesitan quedarse siempre en casa", dice Weiss, que aplica medidas similares a chuchos y niños en los bares que posee en Nueva York y Miami. "Los dueños de perros no quieren dejar a sus chuchos en casa".
Conexión Canina
La gente que tiene perros tiene la firme creencia de que la gente que no comparte su entusiasmo por los canes debe esconder algún serio defecto. De acuerdo a esta escuela de pensamiento, los amantes de los perros son más amables, más gentiles, más cariñosos que todos los demás, pues ¿quién, excepto un alma despiadada (léase: una persona amante de los gatos), puede no querer a estas leales y amorosas criaturas?
Naturalmente, estos juicios bruscos se trasladan al terreno romántico -preguntad a las hermanas casamenteras de Diane Lane en la película de 2005, ‘Y que le gusten los perros' [Must Love Dogs].
"¿Para qué quieres tener una red de personas que no gustan de los perros? No se puede confiar en ellas", dice Nathan Marsak, co-fundador del proyecto 1947, una bitácora sobre la historia de Los Angeles. Marsak perdió, al divorciarse, su mix de terrier y ahora es un compañero permanente de los dos perros de su novia. "La gente que no gusta de los perros son personas de una sola noche. Tú te casas con chicas con perros".
En sitios en la red como Datemypet.com, los amantes de los perros pueden buscar amor en un cuarto virtual lleno de almas afines, subir fotos y descripciones de sus mascotas junto con información sobre sí mismos. Aquí, al fin, hay alguien que aceptara el pesado aliento de Boomer, su inclinación a tragarse los calcetines y su cuerpo caliente en la cama en la noche.
Pero para el dueño de perro urbano, un día típico de paseos en el barrio y visitas al parque para perros, convierte en innecesario los perfiles online. Es el caso de Jerry Oliviera y Rondi Spurling.
Spurling iba caminando por el Wilshire Boulevard, y estaba de muy mal humor: Mientras hacía su turno como bartendera, le habían robado su cartera. Luego vio a un perro blanco con las orejas dobladas y una mancha oscura sobre un ojo. No pudo dejar de exclamar: "¡Qué perro tan bonito!"
Spurling y Oliviera, el dueño del perro, se dieron cuenta de que se habían conocido antes, a través de amigos mutuos. Esta vez, intercambiaron números de teléfono. Pronto empezaron a salir y llevan juntos casi un año.
Considerando su estado de ánimo ese día, dice Spurling, no se hubiese acercado por ningún motivo a Oliviera si no hubiese sido por Tucker, un bulldog americano.
"Yo estaba cruzando la calle cuando vi a Tucker", recuerda Spurling, 29. "Me compuso el día. Paré para mirar al perro, y entonces vi a Jerry".
Fiebre de Baile
Si el parque canino es como un patio de recreo, con perros en lugar de niños, entonces las clases de baile de estilo libre para perros en Start Dog Sports, en Yorba Linda, son como la Pequeña Liga, o, quizás más aptamente, las clases de patinaje artístico para niños.
Apollon, un mix de chow y Labrador, da vueltas de un lado y otro entre las piernas de Gretchen Mavrovouniotis al son de ‘Footloose', volviéndose hacia atrás cuando ella lo hace, girando cuando ella gira. ¿Es posible que esté bailando de verdad?
En realidad, está obedeciendo las órdenes cuidadosamente coordinadas de Mavrovouniotis, su dueño -sin embargo, no es un logro desdeñable, ya que debe aprender órdenes tales como "¡Gira! ¡Dobla! ¡Párate!", y responderlas instantáneamente para crear la ilusión de que está bailando.
Apollon y sus compañeros de clase en Jump Start -un pastor Shetland, un perro salchicha, un braco húngaro, un caniche enano y un cobrador dorado- viajan juntos a torneos y presentaciones. En Navidad visitan clínicas de convalecencia, girando y brincado al sonido de ‘Santa Claus Is Comin' (In a Boogie Woogie Choo Choo Train)'.
Bailar boogie-woogie con un perro -o hacerlo girar en un terreno vacío para que pueda dirigir una manada de ovejas- puede provocar las carcajadas de los escépticos que creen que un paseíto diario es todo lo que necesita un perro.
Pero no se trata solamente de los perros. Como con el fútbol juvenil o la Pequeña Liga, también surgen sentimientos de camaradería entre los ‘padres' de los chuchos, que viajan juntos a los torneos y no se cansan nunca de comentar las peculiaridades de sus pupilos.
"Mi niño se fue, así que pensé, okay, no puedo ser una mamá futbolera, así que me voy a ocupar de algún chucho", dice Donna Johnson, 56, administradora de seguros jubilada, que baila con su cobrador de Labrador, Huxley.
En las clases de pastoreo como las que ofrecen Terry Parrisch, de Action K9 Sports, border collies, pastores australianos y otras razas pastoras aprenden las técnicas usadas por sus ancestros para dirigir a las ovejas desde los pastizales hasta los rediles en las granjas.
Las ovejas en la manada de práctica que Parrish transporta todas las semanas hasta La Puente desde su sede en Escondido, no necesitan realmente ser perseguidas de un lado a otro del terreno por un perro revoloteando. Pero cada vez más los dueños de perros desembolsan hasta 45 dólares por sesión para dar a sus mascotas la posibilidad de desarrollar sus instintos pastoriles.
Kathy Morris, que fundó Jump Start hace diez años, ha visto subir vertiginosamente las matrículas en clases de agilidad, baile de estilo libre y otras para perros, debido al aumento de parejas sin niños que tratan a sus perros como si fueran miembros de la familia.
"Es algo muy social", dice Morris. "Los fines de semana salen con sus amigos para hacer pruebas. Los perros la pasan bien. Son más como miembros de la familia que antes, y necesitan descargarse".
Abundan los Parques Caninos
Para los devotos de los parques para perros es difícil imaginar la vida sin un espacio público donde sus perros puedan retozar con otros perros, sin correa. Pero el primer parque para perros de Los Angeles, el espacioso Parque Canino Laurel Canyon, no abrió sino en 1990. Ahora hay más de 20 parques para perros en Los Angeles y ciudades adyacentes, así como playas para perros en Long Beach y Huntington Beach.
Cada parque tiene su propio carácter, que refleja a menudo al barrio de los alrededores. Silver Lake tiene su cuota de snobs y hay más pit bulls que en el parque para perros de Westside, donde son más comunes los cobradores de Labrador y labradores. Los parques de perros de Bretwood y Redondo Beach son los mejor mantenidos.
La mayoría de los parques tienen áreas separadas para perros grandes y chicos, que funciona muy bien con los humanos, ya que los dueños de pastores alemanes tienen a mirar a los dueños de chihuahuas como una raza alienígena (y recíprocamente).
En el Parque para Perros de Barrington, en Bretwood, una activa asociación de voluntarios patrocina una parrillada anual y vende limonadas las noches de verano. Es un lugar donde una asistente de dentista, un diseñador gráfico, una artista del maquillaje, un diseñador de joyas y un ejecutivo de espectáculos pueden convertirse en grandes amigos.
Tabitha Mollo, la asistente de dentista, que estaba acompañada de sus dos perros, Daisy y Bailey, dijo que la pasaba socialmente mal en Los Angeles, cuando llegó desde Florida.
"Me vine aquí hace un año y medio, y me ha costado encontrar amigos", dice Mollo. "Pero una vez que compré un perro, se me abrió todo un mundo diferente".
Los dueños de estos ariscos perritos los llevan allá para que vean a otros perros, y es lo hacen, persiguiéndose de un lado a otro del pequeño terreno de tierra, peleándose o rechazando con un gruñido avances indeseados.
Mientras los humanos miran a sus perros, también ponen a prueba sus habilidades sociales dentro de su propia especie. El saludo típico no es el movimiento del rabo, sino una pregunta de perros: "¿Qué edad tiene? ¿Qué tipo de perro es?" Así han nacido amistades, relaciones comerciales e incluso romances.
"¡Ted!", gritó una tarde hace poco Lindsay Stewart cuando recogía su cocker spaniel-shih tzu con mezcla de Yorkshire terrier, y reanudaba su conversación con Joe Franks, una nueva conocido, sobre cómo tapizar un sofá. Unos minutos antes, las dos mujeres habían discutido una potencial colaboración comercial: Franks hace pizarras, y Stewart pensó que podría necesitar una para la floristería donde trabaja.
"Vengo aquí todos los días, y he hecho grandes amigos", dice Stewart. "La gente dice que vienen por sus perros, pero creo que el propósito es doble".
Nuestros amigos caninos, invalorables como proveedores de amor incondicional, también funcionan como lubricantes sociales, no solamente en los parques para perros, sino también en las aceras de la ciudad, los patios de Starbucks y donde quiera que se encuentren. Ese cachorro Labrador color chocolate, brincando alegremente a los pies de su dueña, está jugando un papel clave, aunque inconsciente, reforzando el flojo tejido social de una ciudad que depende de los coches y donde el culto del ego es, por desgracia, la norma.
Se ha dicho mucho sobre la aromoterapia y los suéteres Gucci para perros, que en esta época de maternidad aplazada y altos ingresos dispensables son considerados como sucedáneos de los niños
Pero ahora es más probable que incluso chuchos que no son mimados con cosas, salgan periódicamente de sus patios para un viaje a la playa, a un almuerzo en un café los domingos, a actividades sociales organizadas como clases agilidad y pastoreo o incluso de compras en Rodeo Drive. También están emergiendo locales nocturnos que atienden a gente que quiere tener sus perros consigo cuando salen de fiesta.
"Los Angeles es un lugar difícil para conocer gente. Cuando tienes un perro, te obliga a salir, a llevarlo al parque, a Runyon Canyon, te abre todo un mundo nuevo para ti", dice Zack Grey, un preparador de perros de Hollywood. "Es más fácil que la gente se acerque a ti si tienes un perro. Y es más fácil que tú te puedas acercar a la gente y beber algo mientras hablas sobre los perros. Cuando tu felicitas al perro, felicitas en realidad a su dueño".
Preparando el Ambiente
Desde 2002, la cantidad de familias americanas con al menos un perro ha aumentado en casi tres millones y ahora exceden los 43 millones, de acuerdo a la Asociación Americana de Fabricantes de Productos para Mascotas. Hay más solteros de entre veinte y treinta años, que viven en apartamentos y con perros, aunque continúan frecuentando bares de moda y restaurantes nuevos.
No sorprende, entonces, que los perros y la vida nocturna empiecen a mezclarse. Una noche de salida y una noche con el chucho ya no son cosas mutuamente excluyentes. Y donde hay perros, la gente sale de sus conchas. Aunque todavía no tan descaradamente amistosa como sus compañeros caninos, la gente es mucho menos reservada e más probable que inicien una conversación con desconocidos.
En SKYBARk, un nuevo local de fiestas en el centro que se anuncia a sí mismo como "un lugar para humanos y perros hasta tarde por la noche", los perros están en todas partes, retozando en la zona de juegos con cuadrados de césped verdadero o repantigándose mientras sus dueños beben y charlan.
Hay perros grandes, chicos, blancos, negros, marrones, con manchas y perros con esmoquin y vestidos de fiesta con trajes de satén. Los humanos desfilan con vaporosas camisetas sin mangas y zapatos con tacón de aguja de tres pulgadas para estar a tono con los llamativos trajes que han escogido para sus acompañantes caninos.
Pero a pesar de todos los ostentosos decorados, SKYBARk tiene mucho en común con un parque canino. Imagínelo como un parque para perros, con cócteles y música en vivo.
"Los que tienen perros salchichas, suelen ser personas chéveres", dice Sharon Olan, 36, escudriñando el SKYBARk con su marido, David, su perro salchicha Stanley y su mix de chow, Kona. Los Olan descansan en un sofá con otros tres salchichas y sus dueños, algunos de los cuales son viejos amigos y otros con quienes se han conectado instantáneamente debido a su cariño compartido por los perros de orejas gachas y lomos largos.
Brandon Hochman, 33, ex snowboarder profesional, concibió el SKYBARk tanto como una promoción de su producto PETaPOTTY (un artilugio de césped que proporciona a perros que viven en apartamentos un lugar donde aliviarse) y como una poco frecuente oportunidad de salida para gente con perros. Cada vez que hay un evento se realizan subastas silenciosas a beneficio de una lista rotatoria de grupos de ayuda animal.
Más de 300 personas y 98 perros asistieron a la segunda fiesta de SKYBARk en mayo. El fin de semana pasado hubo una ‘'Baile de Ladridos' de dos días, y Hochman está planeando otro golpe para el Cuatro de Julio, con espectáculo de fuegos artificiales desde la terraza. (Chuchos asustadizos no deben temer nada, ya que la pirotecnia se hará a bastante distancia).
"Hay un montón de gente que considera a sus perros como sus acompañantes. Vienen solos, y aquí conocen a gente en su misma situación", dice Hochman. "Cuando la conversación decae, puedes agacharte y acariciar al perro".
Pasa lo mismo todos los jueves noche en Tail, en Santa Mónica, una boutique para perros en la Calle Principal. Ningún evento con perros está completo sin un juego de palabras relacionado con los perros, así que esta fiesta es conocida como Yappy Hour.
La duena de Tails, Jenna Wicks, empezó a organizar estas fiestas hace tres meses y, normalmente, al menos 20 personas se acercan con sus perros para degustar vinos y quesos de la casa y bizcochos de gourmet para perros.
Los perros recorren la tienda y el jardín, en general pasándola bien pero con ocasionales reyertas de bar, mientras los humanos charlan sobre temas caninos: "¿Cuál cobrador es el tuyo?"
"La gente con perros es social, así que es una buena combinación: hacer vida social con los perros y hacer vida social con la gente", dice Swig Miller, 35, que asiste con su esquimal siberiana Elka.
Los perros son una parte tan fija del tejido social del vecindario en Venice, que Craig Weiss está dispuesto a desafiar las reglas y acogerlos en su bar Abbot Kinney, que abrió en marzo. Por la misma razón, permite que los niños acompañen dentro a sus padres.
Temprano en la tarde, antes de que el local se llene demasiado, se puede ver a los perros sentados en banquillos de peluche color verde oliva mientras sus dueños degustan vinos de calidad.
"Las parejas casadas pueden traer a sus bebés, ya no necesitan quedarse siempre en casa", dice Weiss, que aplica medidas similares a chuchos y niños en los bares que posee en Nueva York y Miami. "Los dueños de perros no quieren dejar a sus chuchos en casa".
Conexión Canina
La gente que tiene perros tiene la firme creencia de que la gente que no comparte su entusiasmo por los canes debe esconder algún serio defecto. De acuerdo a esta escuela de pensamiento, los amantes de los perros son más amables, más gentiles, más cariñosos que todos los demás, pues ¿quién, excepto un alma despiadada (léase: una persona amante de los gatos), puede no querer a estas leales y amorosas criaturas?
Naturalmente, estos juicios bruscos se trasladan al terreno romántico -preguntad a las hermanas casamenteras de Diane Lane en la película de 2005, ‘Y que le gusten los perros' [Must Love Dogs].
"¿Para qué quieres tener una red de personas que no gustan de los perros? No se puede confiar en ellas", dice Nathan Marsak, co-fundador del proyecto 1947, una bitácora sobre la historia de Los Angeles. Marsak perdió, al divorciarse, su mix de terrier y ahora es un compañero permanente de los dos perros de su novia. "La gente que no gusta de los perros son personas de una sola noche. Tú te casas con chicas con perros".
En sitios en la red como Datemypet.com, los amantes de los perros pueden buscar amor en un cuarto virtual lleno de almas afines, subir fotos y descripciones de sus mascotas junto con información sobre sí mismos. Aquí, al fin, hay alguien que aceptara el pesado aliento de Boomer, su inclinación a tragarse los calcetines y su cuerpo caliente en la cama en la noche.
Pero para el dueño de perro urbano, un día típico de paseos en el barrio y visitas al parque para perros, convierte en innecesario los perfiles online. Es el caso de Jerry Oliviera y Rondi Spurling.
Spurling iba caminando por el Wilshire Boulevard, y estaba de muy mal humor: Mientras hacía su turno como bartendera, le habían robado su cartera. Luego vio a un perro blanco con las orejas dobladas y una mancha oscura sobre un ojo. No pudo dejar de exclamar: "¡Qué perro tan bonito!"
Spurling y Oliviera, el dueño del perro, se dieron cuenta de que se habían conocido antes, a través de amigos mutuos. Esta vez, intercambiaron números de teléfono. Pronto empezaron a salir y llevan juntos casi un año.
Considerando su estado de ánimo ese día, dice Spurling, no se hubiese acercado por ningún motivo a Oliviera si no hubiese sido por Tucker, un bulldog americano.
"Yo estaba cruzando la calle cuando vi a Tucker", recuerda Spurling, 29. "Me compuso el día. Paré para mirar al perro, y entonces vi a Jerry".
Fiebre de Baile
Si el parque canino es como un patio de recreo, con perros en lugar de niños, entonces las clases de baile de estilo libre para perros en Start Dog Sports, en Yorba Linda, son como la Pequeña Liga, o, quizás más aptamente, las clases de patinaje artístico para niños.
Apollon, un mix de chow y Labrador, da vueltas de un lado y otro entre las piernas de Gretchen Mavrovouniotis al son de ‘Footloose', volviéndose hacia atrás cuando ella lo hace, girando cuando ella gira. ¿Es posible que esté bailando de verdad?
En realidad, está obedeciendo las órdenes cuidadosamente coordinadas de Mavrovouniotis, su dueño -sin embargo, no es un logro desdeñable, ya que debe aprender órdenes tales como "¡Gira! ¡Dobla! ¡Párate!", y responderlas instantáneamente para crear la ilusión de que está bailando.
Apollon y sus compañeros de clase en Jump Start -un pastor Shetland, un perro salchicha, un braco húngaro, un caniche enano y un cobrador dorado- viajan juntos a torneos y presentaciones. En Navidad visitan clínicas de convalecencia, girando y brincado al sonido de ‘Santa Claus Is Comin' (In a Boogie Woogie Choo Choo Train)'.
Bailar boogie-woogie con un perro -o hacerlo girar en un terreno vacío para que pueda dirigir una manada de ovejas- puede provocar las carcajadas de los escépticos que creen que un paseíto diario es todo lo que necesita un perro.
Pero no se trata solamente de los perros. Como con el fútbol juvenil o la Pequeña Liga, también surgen sentimientos de camaradería entre los ‘padres' de los chuchos, que viajan juntos a los torneos y no se cansan nunca de comentar las peculiaridades de sus pupilos.
"Mi niño se fue, así que pensé, okay, no puedo ser una mamá futbolera, así que me voy a ocupar de algún chucho", dice Donna Johnson, 56, administradora de seguros jubilada, que baila con su cobrador de Labrador, Huxley.
En las clases de pastoreo como las que ofrecen Terry Parrisch, de Action K9 Sports, border collies, pastores australianos y otras razas pastoras aprenden las técnicas usadas por sus ancestros para dirigir a las ovejas desde los pastizales hasta los rediles en las granjas.
Las ovejas en la manada de práctica que Parrish transporta todas las semanas hasta La Puente desde su sede en Escondido, no necesitan realmente ser perseguidas de un lado a otro del terreno por un perro revoloteando. Pero cada vez más los dueños de perros desembolsan hasta 45 dólares por sesión para dar a sus mascotas la posibilidad de desarrollar sus instintos pastoriles.
Kathy Morris, que fundó Jump Start hace diez años, ha visto subir vertiginosamente las matrículas en clases de agilidad, baile de estilo libre y otras para perros, debido al aumento de parejas sin niños que tratan a sus perros como si fueran miembros de la familia.
"Es algo muy social", dice Morris. "Los fines de semana salen con sus amigos para hacer pruebas. Los perros la pasan bien. Son más como miembros de la familia que antes, y necesitan descargarse".
Abundan los Parques Caninos
Para los devotos de los parques para perros es difícil imaginar la vida sin un espacio público donde sus perros puedan retozar con otros perros, sin correa. Pero el primer parque para perros de Los Angeles, el espacioso Parque Canino Laurel Canyon, no abrió sino en 1990. Ahora hay más de 20 parques para perros en Los Angeles y ciudades adyacentes, así como playas para perros en Long Beach y Huntington Beach.
Cada parque tiene su propio carácter, que refleja a menudo al barrio de los alrededores. Silver Lake tiene su cuota de snobs y hay más pit bulls que en el parque para perros de Westside, donde son más comunes los cobradores de Labrador y labradores. Los parques de perros de Bretwood y Redondo Beach son los mejor mantenidos.
La mayoría de los parques tienen áreas separadas para perros grandes y chicos, que funciona muy bien con los humanos, ya que los dueños de pastores alemanes tienen a mirar a los dueños de chihuahuas como una raza alienígena (y recíprocamente).
En el Parque para Perros de Barrington, en Bretwood, una activa asociación de voluntarios patrocina una parrillada anual y vende limonadas las noches de verano. Es un lugar donde una asistente de dentista, un diseñador gráfico, una artista del maquillaje, un diseñador de joyas y un ejecutivo de espectáculos pueden convertirse en grandes amigos.
Tabitha Mollo, la asistente de dentista, que estaba acompañada de sus dos perros, Daisy y Bailey, dijo que la pasaba socialmente mal en Los Angeles, cuando llegó desde Florida.
"Me vine aquí hace un año y medio, y me ha costado encontrar amigos", dice Mollo. "Pero una vez que compré un perro, se me abrió todo un mundo diferente".
29 de junio de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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