gobierno impotente en iraq
Los iraquíes tienen derecho a esperar que el gobierno cumpla su palabra y, entre otras cosas, neutralice las milicias y los escuadrones de la muerte
Una vez más, los iraquíes temen que su país se deslice hacia la guerra civil ahora que una serie de masacres y venganzas religiosas particularmente espeluznantes y mortíferas escapan a todo control mientras el nuevo gobierno de unidad nacional del país no hace más que mirar impotente.
La muy elogiada repartición de los puestos de gabinete entre chiíes, kurdos y sunníes no vale mucho si no produce un gobierno capaz de mantener a Iraq íntegro y lo aleja del precipicio.
Incluso para los sanguinarios estándares de Iraq, esta ha sido una semana terrible. El domingo, milicianos chiíes irrumpieron en un barrio sunní, empujaron a los hombres a las calles secundarias y los ejecutaron. Dos días más tarde, combatientes sunníes se vengaron haciendo descender de un autobús a los participantes de un funeral que pasaba por un barrio sunní y los ejecutaron. Solamente en Bagdad murieron asesinadas más de 140 personas en incidentes como los descritos en los primeros cuatro días de la semana.
Esto no es exactamente lo que los estadounidenses creían cuando el presidente Bush viajó a Bagdad para celebrar la formación del gabinete de unidad nacional. El primer día de esa visita, el primer ministro Nuri Kamal al-Maliki anunció una importante campaña militar que se suponía debía proteger a Bagdad de las masacres religiosas. Y Maliki había prometido ya antes poner fin a las ‘limpiezas religiosas' en Bagdad y eliminar a las milicias no gubernamentales y los escuadrones de la muerte.
¿Por qué fueron, las decenas de miles de tropas iraquíes y estadounidenses que fueron movilizadas para esta operación, tan poco eficaces a la hora de parar las matanzas de esta semana? ¿Y por qué son las milicias religiosas todavía las que detentan el poder último en los barrios residenciales de Bagdad?
Nadie esperaba que Iraq se convirtiera en un reino pacífico de la noche a la mañana. Pero no es demasiado pedir que este gobierno respete su palabra. En lugar de eso, en los últimos días Maliki ha sido casi tan invisible como inútil.
Todos, desde la Casa Blanca hasta las calles de Bagdad, reconocen ahora que el gobierno de Maliki representa probablemente la última oportunidad de Iraq para satisfacer las esperanzas de su gente de tener una vida mejor y en seguridad. Los iraquíes tienen todo el derecho a esperar un desempeño oficial más competente y tranquilizador de lo que han visto esta semana.
La muy elogiada repartición de los puestos de gabinete entre chiíes, kurdos y sunníes no vale mucho si no produce un gobierno capaz de mantener a Iraq íntegro y lo aleja del precipicio.
Incluso para los sanguinarios estándares de Iraq, esta ha sido una semana terrible. El domingo, milicianos chiíes irrumpieron en un barrio sunní, empujaron a los hombres a las calles secundarias y los ejecutaron. Dos días más tarde, combatientes sunníes se vengaron haciendo descender de un autobús a los participantes de un funeral que pasaba por un barrio sunní y los ejecutaron. Solamente en Bagdad murieron asesinadas más de 140 personas en incidentes como los descritos en los primeros cuatro días de la semana.
Esto no es exactamente lo que los estadounidenses creían cuando el presidente Bush viajó a Bagdad para celebrar la formación del gabinete de unidad nacional. El primer día de esa visita, el primer ministro Nuri Kamal al-Maliki anunció una importante campaña militar que se suponía debía proteger a Bagdad de las masacres religiosas. Y Maliki había prometido ya antes poner fin a las ‘limpiezas religiosas' en Bagdad y eliminar a las milicias no gubernamentales y los escuadrones de la muerte.
¿Por qué fueron, las decenas de miles de tropas iraquíes y estadounidenses que fueron movilizadas para esta operación, tan poco eficaces a la hora de parar las matanzas de esta semana? ¿Y por qué son las milicias religiosas todavía las que detentan el poder último en los barrios residenciales de Bagdad?
Nadie esperaba que Iraq se convirtiera en un reino pacífico de la noche a la mañana. Pero no es demasiado pedir que este gobierno respete su palabra. En lugar de eso, en los últimos días Maliki ha sido casi tan invisible como inútil.
Todos, desde la Casa Blanca hasta las calles de Bagdad, reconocen ahora que el gobierno de Maliki representa probablemente la última oportunidad de Iraq para satisfacer las esperanzas de su gente de tener una vida mejor y en seguridad. Los iraquíes tienen todo el derecho a esperar un desempeño oficial más competente y tranquilizador de lo que han visto esta semana.
14 de julio de 2006
©new york times
©traducción mQh
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