sistema binominal o fraude electoral
28 de julio de 2009
Todos los demócratas sabemos que el sistema binominal es intrínsecamente antidemocrático y, como tal, no encuadra entre los sistemas electorales proporcionales y mayoritarios, propios de la democracia. De hecho, el único otro régimen político que lo ha utilizado en el mundo, fue la desaparecida dictadura comunista del general Jaruzelski en Polonia.
Los sistemas electorales de las democracias representativas, se agrupan, con sus diversas variantes, en proporcionales y mayoritarios, según reflejen fielmente en la representación parlamentaria el porcentaje de apoyo electoral obtenido por las fuerzas políticas que participen en la elección o bien sobrerepresenten a la fuerza con la primera mayoría en dicha elección, respectivamente. Ambas opciones plenamente democráticas, en la medida que otorgan el triunfo a la mayoría, lo que constituye la materialización de la democracia, si entendemos ésta como, "el gobierno de la mayoría con respeto de la minoría".
El sistema binominal, por su parte, ni siquiera merece ser considerado propiamente un sistema electoral, ya que está diseñado para impedir que la mayoría electoral se vea reproducida como tal en el Congreso, mediante la sobrerepresentación de la minoría, con un consecuente empate de fuerzas, lo que es una burla de la voluntad del electorado. Por ello, más que un sistema electoral, constituye un fraude electoral.
Y precisamente porque el binominal no representa un sistema electoral, sino un fraude electoral, es que sus partidarios no logran ponerse de acuerdo al caracterizarlo dentro de los auténticos sistemas electorales. Así, mientras algunos suelen tildarlo de "mayoritario", otros lo motejan de "proporcional", hasta llegar al absurdo y ridículo concepto de la Sra. Von Baer. El constitucionalista Francisco Cumplido, por su parte, le niega el carácter de mayoritario o proporcional, en lo que coincidimos, denominándolo "arbitrario" (cf. Reforma Constitucional. ed. Lexis Nexis, 2006).
Ello ocurre porque el binominal no está entre los sistemas electorales democráticos (que son proporcionales o mayoritarios, en sus distintas versiones, pero, todos ellos, con la característica común no menor de que siempre otorgan el triunfo a la mayoría y no lo impiden, como en nuestro caso), sino que representa una entelequia rara que sólo podría ser calificada de, "sistema electoral minoritario", lo que es en sí un contrasentido, pero, sin duda, también un éxito postrero de su autor, Jaime Guzmán, quien lo tramó en pro de la dictadura y la perpetuación de su legado, mediante el expediente de impedir el gobierno de la mayoría (nada menos que la materialización de la democracia) a través de la sobrerepresentación de la minoría (33%=66%), lo que le otorga a esta última un poder de veto frente a la mayoría, obligando al cogobierno -que es lo que hemos vivido hasta el presente- para evitar el inmovilismo.
El sistema político ilegítimo y escandaloso que nos rige, es una burla constante a los ciudadanos, merced a la entrega de todo el poder a una élite, que se siente plenamente cómoda profitando de aquél y eternizándose en los cargos, sin correr el menor riesgo -gracias al antidemocrático sistema binominal- de que el voto ciudadano pueda poner término a este disfraz de democracia. Dicha autocomplaciente y extraviada clase política, ha llegado a justificar este régimen espurio como una "Democracia de los Acuerdos" o "política de consensos" -acuerdos y consensos totalmente ajenos al sentir ciudadano-, pero que, en virtud de lo que hemos conocido y sufrido, debiera denominárselo, más certeramente como, Democracia de los Conciliábulos, lo que sólo puede avergonzarnos.
El actual proyecto de reforma al sistema binominal, por su parte, no pasa de ser un maquillaje a dicho fraude electoral, el que permanecería intacto y reforzado por la complicidad comunista. En el caso de la Concertación, ésta hace rato que se adaptó a dicho sistema electoral antidemocrático de carácter minoritario, así como al cogobierno con la derecha que conlleva. De hecho, dejó transcurrir todo el gobierno anterior, hasta que recién replanteara el tema en la última campaña presidencial, instancia en la que todos los candidatos prometieron cambio -lo que demuestra la falsedad de la afirmación derechista de que este es "un tema que no interesa a la gente".
También hay que tener claro que nada se puede esperar de nuestros representantes, ávidamente aferrados a sus respectivas cuotas de poder, por lo que la única solución viable está en la creación de un gran movimiento ciudadano, como no se ha visto desde el plebiscito de 1988, pero del que pudimos vislumbrar un primer atisbo en el movimiento estudiantil de los pingüinos.
Sin perjuicio de que el slogan inventado por Parra -"La izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas"-, haya resultado premonitorio del Cogobierno Alianza-Concertación que se nos ha impuesto a partir de 1990 gracias al antidemocrático sistema binominal, tengo la esperanza de que los ciudadanos terminemos haciendo propio aquel otro de nuestros hermanos de allende los Andes -"¡que se vayan todos!"-, poniendo término al aliancertacionismo actual y exigiendo una nueva Constitución, legítima en su origen y democrática en su contenido, como ya lo aprobó por unanimidad el último Congreso Ideológico de la Democracia Cristiana.
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