violencia y venganzas en bagdad
[Joshua Partlow y Saad al-Izzi] Decenas de sunníes asesinados en Bagdad. Residentes aparecen con signos de tortura.
Bagdad, Iraq. La mortífera ola de violencia que empezó el domingo por la mañana en un barrio árabe sunní continuó en toda la capital hasta el lunes, incluyendo atentados con coches bomba contra de patrullas policiales y la emboscada de un bus de pasajeros por hombres armados.
Más de cincuenta personas fueron asesinadas el domingo cuando milicianos chiíes atacaron el barrio de al-Jihad poco después de la salida del sol, dijeron los vecinos, instalando puestos de control, exigiendo carnés de identidad e irrumpiendo en casas para secuestrar a vecinos sunníes y matarlos. Los cuerpos, algunos de los cuales fueron torturados, fueron dejados en las calles, dijeron testigos y funcionarios iraquíes.
Decenas de personas más fueron asesinadas el domingo y lunes en una constante corriente de atentados con bomba y ataques armados, provocando que el primer ministro iraquí Nuri al-Maliki suplicara a sus electores que se "unieran como hermanos".
"Nuestro destino es trabajar juntos fraternalmente para derrotar al terrorismo y a la resistencia", dijo Maliki, un chií, al parlamento regional kurdo en el norte de Iraq, de acuerdo a Reuters. "No tenemos otra opción que derrotar a los que quieren que volvamos a los días negros".
Sin embargo, mientras hablaba aumentaba el número de bajas. Once civiles y tres agentes de policía fueron asesinados en tres diferentes atentados con coches bomba en Bagdad, incluyendo dos que detonaron en el mísero barrio chií de Ciudad Sáder, dijo el coronel Sami Jasim, del ministerio del Interior. Cuatro personas fueron matadas a balazos en un bus de cercanías en el barrio de Amriya, de Bagdad, informó Reuters, y otras tres -incluyendo a una mujer- fueron ultimadas cerca de ahí. Tres personas fueron asesinadas y ocho quedaron heridas al estallar un coche bomba frente a las oficinas de partido PUK kurdo en Kirkuk, de acuerdo a la agencia de noticias.
En el barrio étnicamente mixto de Duda al sur de Bagdad, la policía encontró los cuerpos de seis personas no identificadas que fueron matadas de balazos en la cabeza y el pecho. Hombres armados atacaron a los guardaespaldas de un juez en Bagdad, matando a dos e hiriendo a tres, dijo Reuters, y mataron a un miembro del gobierno regional de la provincia de Diyala después de atacar su séquito de automóviles.
La racha de asesinatos empezó el día en que los militares estadounidenses anunciaron cargos contra cinco soldados en el caso de violación y asesinato de una niña y del asesinato de tres miembros de su familia en la ciudad de Mahmudiyah en el sur de Iraq.
Políticos sunníes describieron los ataques como las olas de asesinatos más mortíferas tras la invasión estadounidense de 2003. Dicen que el derramamiento de sangre exacerba gravemente los problemas en Bagdad, donde ocurren asesinatos casi todos los días, y acusan a la policía iraquí de colaborar con los milicianos chiíes en la violencia.
"Este es un nuevo paso. Se ha cruzado una línea roja", dijo Alaa Makky, un miembro sunní del parlamento. "Han matado a gente en la calle; ahora los están matando en sus casas".
Un vecino del barrio, Hazim al-Rawi, dijo que reunió a su familia y huyó del lugar después de ver quince cadáveres frente a su casa.
"Algunos de ellos fueron torturados con taladros", dijo Rawi sobre los cadáveres. "Algunos de ellos fueron colgados de cuerdas".
Horas después de los ataques, los atacantes volvieron a golpear, haciendo detonar dos coches bomba cerca de una mezquita chií. Al menos doce personas resultaron muertas, incluyendo cinco agentes de policía, y 18 resultaron heridas, de acuerdo al teniente coronel Memduh Abdulla, del distrito policial de Rusafa. La Associated Press informó sobre la muerte de 17 personas; 38 resultaron heridas.
"Hemos dicho varias veces que hay gente que quiere provocar una guerra civil", dijo en el canal de televisión al-Jazira el asesor del presidente iraquí Jalal Talabani, Wafiq al-Samarrae. "Hoy, este país está al borde de la guerra civil, no de una guerra religiosa".
Los asesinatos religiosos han escalado agudamente en todo Iraq desde que una bomba destruyera un venerado santuario chií de cúpula dorada en Samarra el 22 de febrero. Ese atentado provocó ataques en venganza contra mezquitas sunníes y empujó todavía más al país hacia una guerra civil declarada.
El domingo la policía recogió 57 cuerpos en el barrio de al-Jihad, de acuerdo a Ali Hussein, un comando del ministerio del Interior que transportó los cadáveres al Hospital Yarmouk, de Bagdad. Dijo que también murieron tres agentes de policía del ministerio del Interior. El general Saad Mohammed al-Tamini, del ministerio del Interior, confirmó la muerte de más de cincuenta personas.
Pero un portavoz de los militares estadounidenses dijo que la policía nacional iraquí y soldados norteamericanos encontraron once iraquíes muertos en tres sitios diferentes en el barrio. Los informes de bajas más altas "no coinciden con nuestros hallazgos", dijo el teniente coronel Jonathan Withington.
Algunos de los cuerpos en las calles yacían esposados, agujereados con impactos de bala, y otros habían sido torturados con pernos y clavos, dijeron testigos.
Funcionarios iraquíes y vecinos de los barrios identificaron a los pistoleros que irrumpieron en los barrios como miembros del Ejército Mahdi, la poderosa milicia controlada por el clérigo radical chií Moqtada al-Sáder. En los últimos tres días, tropas iraquíes con el respaldo de fuerzas de la coalición norteamericana han allanado casas de milicianos y detenido a algunos de sus cabecillas.
Comandantes estadounidenses y diplomáticos dicen que Sáder y su milicia constituyen una de las amenazas más serias a la seguridad de Iraq. Hace dos años, fuerzas estadounidenses lucharon contra milicianos del Ejército Mahdi en Bagdad y en la sureña ciudad de Nayaf. Sáder también ejerce una considerable influencia sobre el sistema político, y tiene lazos con más de treinta miembros del parlamento y varios ministros de gabinete.
El domingo el vice primer ministro de Iraq, Salam al-Zobaie, acusó a los ministerios del Interior y Defensa de trabajar con las milicias para cometer esas matanzas.
"Los ministerios del Interior y de Defensa están infiltrados, y hay funcionarios implicados que dirigen las brigadas", dijo Zobaie en una entrevista en al-Jazira. "Lo que está ocurriendo ahora es una terrible masacre".
Tras los asesinatos, Sáder llamó a la calma pero criticó lo que llamó una "conspiración occidental" que fomenta "la guerra civil y religiosa entre hermanos".
"Iraq atraviesa por un fase crítica y un empeoramiento de la situación de seguridad a pesar de la presencia de un gobierno independiente", dijo Sáder en una declaración. "Llamo a todas las partes, tanto oficiales como populares, a controlarse mejor, y a asumir sus responsabilidades ante Dios y la sociedad".
Otros funcionarios de la organización Sáder condenaron los asesinatos en al-Jihad y negaron que el Ejército Madhi estuviera implicado.
"Lamentamos las declaraciones hechas por algunos sunníes, que dijeron que el Ejército Mahdi había realizado el allanamiento de Jihad y matado a gente inocente allá", dijo Riyadh al-Nouri, un importante ayudante de Sáder y su cuñado. "Si el Ejército Mahdi quisiera entrar en un conflicto, Iraq se convertiría en un baño de sangre".
En al-Jihad, un barrio de predominancia sunní a lo largo de la carretera hacia el Aeropuerto Internacional de Bagdad, policías en camiones blancos patrullaban las calles. Los combatientes se reunían en las calles, con lanzacohetes y cinturones de municiones de ametralladoras mientras los helicópteros sobrevolaban la zona. Un cálido viento barría el barrio, dispersando en el aire nubarrones de humo negro que se elevaban de llantas ardiendo.
Más tarde el gobierno iraquí impuso un toque de queda diurno en el barrio, y altavoces de la mezquita emitía advertencias de que los residentes debían huir o, de otro modo, serían matados.
Hayider Hussein, un vecino, dijo que frente a su casa había milicianos dando vueltas en torno a un minibús en el que se podían ver los cuerpos del chofer y de una docena de pasajeros.
"Los mataron disparándoles a la cabeza", dijo.
Ali Muhsin, 58, un jubilado que vive en el barrio, dijo que vio tres coches con hombres armados cerca de su casa que empezaron a disparar a la gente. Había cuatro cuerpos en el suelo a unos cien metros de su puerta y vio otros cuatro personas muertas ultimadas en un mercado de verduras cercano, dijo.
Muhsin dijo que vio a los pistoleros descender de un sedán, sacar dos cuerpos del maletero "y arrojarlos en la calle".
Vecinos dijeron que los ataques fueron gatillados por un atentado con coche bomba contra la mezquita chií de al-Zahra la noche del sábado, ampliando la persecución puerta a puerta de sunníes por chiíes.
Frente a la morgue del Hospital Yarmouk, una angustiada mujer con un pañuelo rojo buscaba a su hermano extraviado. A las siete de la mañana, dijo, un grupo de pistoleros vestidos de negro irrumpieron en su casa y preguntaron el nombre tribal de la familia. Cuando su hermano respondió "Jubour", uno de los pistoleros dijo: "Entonces sois definitivamente sunníes".
"Juro por Hussein juro por Alí, que todos somos chiíes", suplicó su hermano Muzahim Salman, refiriéndose a los familiares del profeta Mahoma que son venerados por los chiíes.
Los pistoleros encerraron a la mujer, que se negó a proporcionar su nombre completo, y a su madre en un cuarto antes de secuestrar a su hermano. Media hora más tarde, dijo, llamó al celular de su hermano.
"El hombre que respondió me dijo: ‘Somos el Ejército Mahdi. Matamos a su hermano. Vaya a la morgue y recoja su cuerpo'".
Más de cincuenta personas fueron asesinadas el domingo cuando milicianos chiíes atacaron el barrio de al-Jihad poco después de la salida del sol, dijeron los vecinos, instalando puestos de control, exigiendo carnés de identidad e irrumpiendo en casas para secuestrar a vecinos sunníes y matarlos. Los cuerpos, algunos de los cuales fueron torturados, fueron dejados en las calles, dijeron testigos y funcionarios iraquíes.
Decenas de personas más fueron asesinadas el domingo y lunes en una constante corriente de atentados con bomba y ataques armados, provocando que el primer ministro iraquí Nuri al-Maliki suplicara a sus electores que se "unieran como hermanos".
"Nuestro destino es trabajar juntos fraternalmente para derrotar al terrorismo y a la resistencia", dijo Maliki, un chií, al parlamento regional kurdo en el norte de Iraq, de acuerdo a Reuters. "No tenemos otra opción que derrotar a los que quieren que volvamos a los días negros".
Sin embargo, mientras hablaba aumentaba el número de bajas. Once civiles y tres agentes de policía fueron asesinados en tres diferentes atentados con coches bomba en Bagdad, incluyendo dos que detonaron en el mísero barrio chií de Ciudad Sáder, dijo el coronel Sami Jasim, del ministerio del Interior. Cuatro personas fueron matadas a balazos en un bus de cercanías en el barrio de Amriya, de Bagdad, informó Reuters, y otras tres -incluyendo a una mujer- fueron ultimadas cerca de ahí. Tres personas fueron asesinadas y ocho quedaron heridas al estallar un coche bomba frente a las oficinas de partido PUK kurdo en Kirkuk, de acuerdo a la agencia de noticias.
En el barrio étnicamente mixto de Duda al sur de Bagdad, la policía encontró los cuerpos de seis personas no identificadas que fueron matadas de balazos en la cabeza y el pecho. Hombres armados atacaron a los guardaespaldas de un juez en Bagdad, matando a dos e hiriendo a tres, dijo Reuters, y mataron a un miembro del gobierno regional de la provincia de Diyala después de atacar su séquito de automóviles.
La racha de asesinatos empezó el día en que los militares estadounidenses anunciaron cargos contra cinco soldados en el caso de violación y asesinato de una niña y del asesinato de tres miembros de su familia en la ciudad de Mahmudiyah en el sur de Iraq.
Políticos sunníes describieron los ataques como las olas de asesinatos más mortíferas tras la invasión estadounidense de 2003. Dicen que el derramamiento de sangre exacerba gravemente los problemas en Bagdad, donde ocurren asesinatos casi todos los días, y acusan a la policía iraquí de colaborar con los milicianos chiíes en la violencia.
"Este es un nuevo paso. Se ha cruzado una línea roja", dijo Alaa Makky, un miembro sunní del parlamento. "Han matado a gente en la calle; ahora los están matando en sus casas".
Un vecino del barrio, Hazim al-Rawi, dijo que reunió a su familia y huyó del lugar después de ver quince cadáveres frente a su casa.
"Algunos de ellos fueron torturados con taladros", dijo Rawi sobre los cadáveres. "Algunos de ellos fueron colgados de cuerdas".
Horas después de los ataques, los atacantes volvieron a golpear, haciendo detonar dos coches bomba cerca de una mezquita chií. Al menos doce personas resultaron muertas, incluyendo cinco agentes de policía, y 18 resultaron heridas, de acuerdo al teniente coronel Memduh Abdulla, del distrito policial de Rusafa. La Associated Press informó sobre la muerte de 17 personas; 38 resultaron heridas.
"Hemos dicho varias veces que hay gente que quiere provocar una guerra civil", dijo en el canal de televisión al-Jazira el asesor del presidente iraquí Jalal Talabani, Wafiq al-Samarrae. "Hoy, este país está al borde de la guerra civil, no de una guerra religiosa".
Los asesinatos religiosos han escalado agudamente en todo Iraq desde que una bomba destruyera un venerado santuario chií de cúpula dorada en Samarra el 22 de febrero. Ese atentado provocó ataques en venganza contra mezquitas sunníes y empujó todavía más al país hacia una guerra civil declarada.
El domingo la policía recogió 57 cuerpos en el barrio de al-Jihad, de acuerdo a Ali Hussein, un comando del ministerio del Interior que transportó los cadáveres al Hospital Yarmouk, de Bagdad. Dijo que también murieron tres agentes de policía del ministerio del Interior. El general Saad Mohammed al-Tamini, del ministerio del Interior, confirmó la muerte de más de cincuenta personas.
Pero un portavoz de los militares estadounidenses dijo que la policía nacional iraquí y soldados norteamericanos encontraron once iraquíes muertos en tres sitios diferentes en el barrio. Los informes de bajas más altas "no coinciden con nuestros hallazgos", dijo el teniente coronel Jonathan Withington.
Algunos de los cuerpos en las calles yacían esposados, agujereados con impactos de bala, y otros habían sido torturados con pernos y clavos, dijeron testigos.
Funcionarios iraquíes y vecinos de los barrios identificaron a los pistoleros que irrumpieron en los barrios como miembros del Ejército Mahdi, la poderosa milicia controlada por el clérigo radical chií Moqtada al-Sáder. En los últimos tres días, tropas iraquíes con el respaldo de fuerzas de la coalición norteamericana han allanado casas de milicianos y detenido a algunos de sus cabecillas.
Comandantes estadounidenses y diplomáticos dicen que Sáder y su milicia constituyen una de las amenazas más serias a la seguridad de Iraq. Hace dos años, fuerzas estadounidenses lucharon contra milicianos del Ejército Mahdi en Bagdad y en la sureña ciudad de Nayaf. Sáder también ejerce una considerable influencia sobre el sistema político, y tiene lazos con más de treinta miembros del parlamento y varios ministros de gabinete.
El domingo el vice primer ministro de Iraq, Salam al-Zobaie, acusó a los ministerios del Interior y Defensa de trabajar con las milicias para cometer esas matanzas.
"Los ministerios del Interior y de Defensa están infiltrados, y hay funcionarios implicados que dirigen las brigadas", dijo Zobaie en una entrevista en al-Jazira. "Lo que está ocurriendo ahora es una terrible masacre".
Tras los asesinatos, Sáder llamó a la calma pero criticó lo que llamó una "conspiración occidental" que fomenta "la guerra civil y religiosa entre hermanos".
"Iraq atraviesa por un fase crítica y un empeoramiento de la situación de seguridad a pesar de la presencia de un gobierno independiente", dijo Sáder en una declaración. "Llamo a todas las partes, tanto oficiales como populares, a controlarse mejor, y a asumir sus responsabilidades ante Dios y la sociedad".
Otros funcionarios de la organización Sáder condenaron los asesinatos en al-Jihad y negaron que el Ejército Madhi estuviera implicado.
"Lamentamos las declaraciones hechas por algunos sunníes, que dijeron que el Ejército Mahdi había realizado el allanamiento de Jihad y matado a gente inocente allá", dijo Riyadh al-Nouri, un importante ayudante de Sáder y su cuñado. "Si el Ejército Mahdi quisiera entrar en un conflicto, Iraq se convertiría en un baño de sangre".
En al-Jihad, un barrio de predominancia sunní a lo largo de la carretera hacia el Aeropuerto Internacional de Bagdad, policías en camiones blancos patrullaban las calles. Los combatientes se reunían en las calles, con lanzacohetes y cinturones de municiones de ametralladoras mientras los helicópteros sobrevolaban la zona. Un cálido viento barría el barrio, dispersando en el aire nubarrones de humo negro que se elevaban de llantas ardiendo.
Más tarde el gobierno iraquí impuso un toque de queda diurno en el barrio, y altavoces de la mezquita emitía advertencias de que los residentes debían huir o, de otro modo, serían matados.
Hayider Hussein, un vecino, dijo que frente a su casa había milicianos dando vueltas en torno a un minibús en el que se podían ver los cuerpos del chofer y de una docena de pasajeros.
"Los mataron disparándoles a la cabeza", dijo.
Ali Muhsin, 58, un jubilado que vive en el barrio, dijo que vio tres coches con hombres armados cerca de su casa que empezaron a disparar a la gente. Había cuatro cuerpos en el suelo a unos cien metros de su puerta y vio otros cuatro personas muertas ultimadas en un mercado de verduras cercano, dijo.
Muhsin dijo que vio a los pistoleros descender de un sedán, sacar dos cuerpos del maletero "y arrojarlos en la calle".
Vecinos dijeron que los ataques fueron gatillados por un atentado con coche bomba contra la mezquita chií de al-Zahra la noche del sábado, ampliando la persecución puerta a puerta de sunníes por chiíes.
Frente a la morgue del Hospital Yarmouk, una angustiada mujer con un pañuelo rojo buscaba a su hermano extraviado. A las siete de la mañana, dijo, un grupo de pistoleros vestidos de negro irrumpieron en su casa y preguntaron el nombre tribal de la familia. Cuando su hermano respondió "Jubour", uno de los pistoleros dijo: "Entonces sois definitivamente sunníes".
"Juro por Hussein juro por Alí, que todos somos chiíes", suplicó su hermano Muzahim Salman, refiriéndose a los familiares del profeta Mahoma que son venerados por los chiíes.
Los pistoleros encerraron a la mujer, que se negó a proporcionar su nombre completo, y a su madre en un cuarto antes de secuestrar a su hermano. Media hora más tarde, dijo, llamó al celular de su hermano.
"El hombre que respondió me dijo: ‘Somos el Ejército Mahdi. Matamos a su hermano. Vaya a la morgue y recoja su cuerpo'".
Bassam Sebti, K.I. Ibrahim y Naseer Nouri en Bagdad, Saad Sarhan en Nayaf, y Debbi Wilgoren en Washington contribuyeron a este reportaje.
11 de julio de 2006
©washington post
©traducción mQh
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