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[Keith O'Brien] Lo acusaron de violación. Fue absuelto. Pero perdió su trabajo.
Tom Guiney, el abogado defensor de Swerling, no se engaña a sí mismo. El abogado de pelo plateado y de hablar claro sabe que los maestros violan a los niños. Sabe que hay hombres viciosos que hacen cosas sucias a niñas inocentes. Como abogado que ha representado a maestros durante años, lo ha visto muchas veces.
Pero cuando conoció a Swerling, no vio a un depredador. Vio a un tontorrón, a un tipo despreocupado, a un tipo que no tenía miedo de corregir el estilo de conducción de Guiney. "Estaba mucho más interesado en llegar a tiempo para la oferta especial en el restaurante", dice Guiney, "que en acosar a niñas". El abogado llegó a la conclusión -"nunca he estado tan seguro"- de que Swerling era inocente.
Había inconsistencias en la historia de la niña. Dijo que Swerling la había violado cuando estaba oscureciendo, pero Swerling dijo que su lección había terminado a eso de las tres de la tarde y él todavía llevaba sus gafas de sol. Ella dijo que él le había agachado la cabeza sobre su regazo. Pero eso habría sido difícil, señaló Guiney a los miembros del jurado, ya que ella tenía, en ese momento, amarrado el cinturón de seguridad. La niña dijo que Swerling le había desabrochado el cinturón. Pero Guiney dijo al jurado en el juicio que eso era un "agregado reciente". Nunca antes se habían mencionado los cinturones de seguridad.
Machacó esa omisión mientras ponía en duda otros aspectos de la declaración de la niña. La supuesta agresión, por ejemplo, no habría ocurrido en un callejón o en una calle secundaria, sino más bien, dijo Guiney, en un carril para coches aparcados, paralelo a la Commonwealth Avenue, "una de las grandes arterias de esta comunidad". Puso en duda que alguien escogiera atacar a una niña en un espacio tan público a plena luz del día, o frente al registro de Watertown, donde la gente conocía a Swerling. Y Guiney también puso en duda la credibilidad del trabajo policial. La agente de policía de Newton Kathleen Cosgrove dijo en el juicio que ella había adoptado un "enfoque pasivo" de la investigación "para no traumatizar a la víctima". Dijo que le había hecho una sola pregunta: "si Swerling había eyaculado o no".
Inicialmente la niña dijo que no lo sabía. Pero doce días más tarde dijo que podría haber eyaculado. Recordó "haber probado algo muy malo". La policía buscó restos de semen en los dos coches de aprendizaje de Newton; en ninguno de ellos se encontró semen. Pero esto no disuadió a los fiscales de Middlesex de formalizar una acusación. Los casos de violación a menudo carecen de testigos y de evidencias forenses. A menudo se reduce a la palabra de la supuesta víctima contra la del supuesto victimario. Y aunque el fiscal Mark Walter reconoció ante el jurado que la niña era "inconsistente" sobre algunos detalles, nunca había dudado, dijo Walter, sobre los hechos básicos.
Walker pidió a los miembros del jurado que consideraran porqué había Swerling insistido en las lecciones adicionales cuando la niña ya había completado su práctica de carretera requerida con su ayudante. Los presionó para que buscaran una razón por la que alguien podía inventar semejante historia, y les recordó la declaración de otro agente de Newton, Tyrone Powell. Justo antes de la supuesta violación, dijo Powell, había visto a Swerling con la niña y se había puesto a conversar con ellos en su coche; recordó que Swerling comentó la belleza de la niña. En el informe original de la policía, no se decía más. De acuerdo al informe, no hubo "tocaciones indecentes". Pero en el juicio, Powell recordó que Swerling había colocado su mano en la pierna de la niña -algo que Walker recordó al jurado en su alegato final.

Pero al final los miembros del jurado determinaron que la fiscalía no había probado más allá de la duda razonable que Swerling fuera culpable de algo.
Él lloró. Su esposa lloró. Agradecieron al jurado y se marcharon. Él había sido reivindicado. Pero lo habían jodido. Swerling quería volver a su trabajo. Pero los empleados de la escuela no querían oír hablar del tema. Tras la secuela de acusaciones, habían anulado el programa para aprender a conducir. Y Turgel, la presidente de la asociación, creía que era una mala idea que Swerling volviera a la escuela haciendo otra cosa. En los dieciocho meses que pasaron desde que Turgel conociera a Swerling cuando este fue suspendido, había dejado de verlo como un tipo desafortunado, un hombre estrafalario que quizás dijo algo inapropiado a la niña. Como Guiney, estaba convencida de que era inocente. Sin embargo, Turgel no lo quería de vuelta en la sala de clases. Entre los niños, pensaba, él sería vulnerable.
"Sé que hay gente que cree que los niños no mienten", dice Turgel. "Pero sí mienten. Y pueden ser crueles". Se enamoran de los maestros y a veces mienten. Creen que los maestros pueden ser injustos con ellos, y entonces mienten. "No creo que la gente en general entienda", dice Turgel, "lo delicado que es trabajar con niños".
Sin trabajo, Swerling trató de comenzar de nuevo. Pero fue difícil. Las dudas persistían. Absuelto o no, todavía era considerado ‘raro' por sus antiguos alumnos que fueron citados extensamente en el Newton Tab después del veredicto del jurado. Recordaban su falta de paciencia, sus bromas desubicadas y la sensación general de que el hombre había sido siempre algo raro. "Son las secuelas", dice su mujer. "Fue juzgado. Fue absuelto más allá de toda duda, según entiendo. Y todavía existe esa idea. Yo creo que todavía existe la percepción de que es culpable o de que puede ser culpable".

"Uno tiene que preguntarse a sí mismo, y yo estoy simplemente haciendo esta pregunta: ¿Es este hombre completa y enteramente inocente debido a que fue absuelto? Ese es el problema. Y no creo que nadie pueda responder esa pregunta. Ni siquiera nosotros".
(Declaración reciente de uno de los jurados).

"¿Quieres saber dónde vive?", me pregunta Swerling.
Estamos a fines de abril. Hacemos un recorrido por Newton. Él conduce su furgoneta Chrysler, el cinturón amarrado, controlando todo.
Swerling habla todo el rato durante el recorrido.
Visitamos la Escuela Secundaria de Newton Sur, y la de Newton Norte. Señala su antigua aula y su estacionamiento. Me muestra el lugar dónde ocurrió supuestamente la violación. Al fin del día visitamos incluso el registro de Watertown, brillando entre luces fluorescentes y atiborrado como todos los días. Saluda a la gente que conoce ahí haciendo señas con la mano. Y ellos lo saludan a su vez.
Nos dirigimos a la casa de la niña. "Nos iremos por aquí", dice. "Es bonito". Los caminos de entrada son de ladrillos, los jardines impecables. Las casas -algunas antiguas, otras nuevas- brillan bajo la luz del sol. Todo es verde. Todo está floreciendo. Y ahí está la casa.
Swerling no aminora. Estamos ahí, y seguimos. Sabe que no puede detenerse.
En octubre pasado, el departamento de educación le pagó para que se marchara, acordando pagarle su salario hasta enero de 2007, y también acordaron eliminar toda mención de suspensión administrativa de su expediente. Como si nada hubiese pasado. Debería estar feliz. Pero no lo está. No realmente.
El problema es que todavía se ve como el señor Swerling, el maestro, en lugar de Norman Swerling, el hombre. El problema es que enseñar a conducir es lo único que sabe hacer, dice, y ya nadie lo contratará para hacer lo que le gusta.
"Si no trabajas", dijo otro día, "tu mente se va al diablo. Estoy hablando en serio. Yo era muy preciso. En el asiento del conductor tienes que ser así". Chasquea los dedos dos veces.
Es un hombre libre, pero atascado en el pasado. Entonces tenía latiguillos, aforismos que podía usar para ayudar a los alumnos, o a veces incluso a su mujer, a conducir mejor. Uno de ellos era: "Lucha por mejorar tu posición".
Quiere decir: Sé consciente del tráfico a tu alrededor. No te dejes atrapar en el punto ciego de otro. No te dejes sorprender. Es una metáfora apta de la vida. Pero el viejo maestro la olvidó. Cuando le recuerdo su latiguillo y le pregunto cómo se aplica ahora a su vida, Swerling habla de buscar otro trabajo. Luego, reconociendo que no es probable, vuelve a hablar de la gente que todavía ve en su espejo retrovisor.
Los agentes de policía. Los fiscales. Los empleados de la escuela.
La niña.

keithob@aol.com

9 de julio de 2006
©boston globe
©traducción mQh
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