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parias del cuarto de infantería


[Thomas E. Ricks] Desde sus primeros días en Iraq en abril de 2003, la Cuarta División de Infantería del ejército causó impresión entre soldados de otras unidades. Pero era la impresión equivocada.
"Pasamos lentamente frente a los tipos del Cuarto de Infantería... y se veían violentos y malencarados", recordó la sargento Kayla Williams, entonces una especialista en inteligencia militar en la Aerotransportada 101. "Estaban arriba de sus camiones, apuntando con sus armas directamente a los civiles... ¿Qué podrían haber hecho esos civiles? ¿Era necesaria esta intimidación? Nadie decía nada, pero se veían violentos y malencarados".
Hoy, el Cuarto de Infantería y su comandante el general de división Raymond T. Odierno, son recordados por haber capturado al ex presidente iraquí Saddam Hussein, uno de los máximos logros de la ocupación estadounidense. Pero a fines del verano de 2003, cuando comandantes americanos trataban de contener la creciente insurgencia con indiscriminadas operaciones de acordonamiento-y-barrida, el Cuarto de Infantería era conocido por sus tácticas agresivas que pueden haber hecho creer que pacificaron el norteño Triángulo Sunní en el corto plazo, pero que, de acuerdo a numerosos informes internos del ejército y entrevistas con comandantes militares, se enajenaron el apoyo de gran parte de la población.
La unidad, una división de blindados pesados a pesar de su nombre, era conocida por "aprehender pueblos enteros porque los soldados eran incapaces de determinar quién era de valor y quién no", de acuerdo a una investigación ulterior de las operaciones de detención de la Cuarta División de Infantería por la oficina del inspector general del ejército. Sus detenciones indiscriminadas de iraquíes colmaron la cárcel de Abu Ghraib, inundaron el sistema de interrogatorios norteamericano y abrumaron a los soldados estadounidenses encargados de la custodia de las prisiones.
El teniente coronel David Poirier, que comandaba el batallón de policía militar asignado a la Cuarta División de Infantería y estuvo estacionado en Tikrit de junio de 2003 hasta marzo de 2004, dijo que los métodos de la división eran indiscriminados. "Para los comandantes de la brigada y del batallón se convirtió en una filosofía: ‘Aprehended a todos los hombres en edad de portar armas, porque no sabemos quiénes son buenos o malos'". El coronel Alan King, un oficial de asuntos civiles que trabajaba en la Autoridad Provisional de la Coalición, se hizo una impresión similar de los métodos del Cuarto de Infantería. El Cuarto de Infantería detenía a "todos los hombres entre 16 y 60 años" a los que podía poner mano, dijo. "Y cuando recobraban su libertad, se habían convertido en partidarios de la resistencia".
Las tácticas de la unidad no eran un accidente, dado los comandantes que tenía, dicen sus críticos. "Odierno golpeaba a todo el mundo", dijo Joseph K. Kellogg Jr., un general en retiro del ejército que formaba parte de la Autoridad Provisional de la Coalición, la agencia de la ocupación norteamericana.
Pero esa crítica no ha dañado la carrera ulterior de Odierno. Cuando volvió a Estados Unidos a mediados de 2004, Odierno fue ascendido para ser el secretario militar del jefe del Estado Mayor Conjunto. Hace poco se hizo cargo del Cuerpo III en Fort Hood, Tejas, y para fines de año deberá volver a Iraq para convertirse en el segundo comandante norteamericano allá, a cargo de la supervisión de las operaciones corrientes de las fuerzas estadounidenses.
En una entrevista, Odierno montó una intensa defensa del desempeño de su división, y dijo que cualquiera implicación de que "todo lo que hicimos fue matar gente al azar y torturar a prisioneros -en mi opinión, eso es totalmente falso".
Odierno dijo que él había convertido las operaciones de detención en una importante prioridad de su comando después de que quedara claro en el verano de 2003 que la división tendría que encargarse de los prisioneros. "Eso es lo que me preocupa sobre esta discusión" del papel del Cuarto de Infantería. "He gastado mucho tiempo en esto. Lo que hicimos fue correcto".
Hace dos años en una reunión de la Asociación del Ejército estadounidense, Odierno explicó que sus tácticas agresivas habían surgido de la experiencia. "Nosotros salíamos, allanábamos una casa, y no revisábamos a toda la familia y cuando estábamos marchándonos, sacaban armas de debajo de la ropa y las entregaban a sus hombres, los que nos disparaban".
Así, dijo, "sí, al principio probablemente cometimos algunos errores". Pero, continuó, "nos adaptamos rápidamente".

Primer Combate en Décadas
A diferencia de la mayoría de las divisiones del ejército, el Cuarto de Infantería no había sido desplegado durante décadas, y no intervino ni en Panamá, la Guerra del Golfo Pérsico de 1991, Somalia, Bosnia, Kosovo ni Afganistán. En su cuartel en Fort Hood, Tejas, era a veces ridiculizado como el segundo equipo, ocupando siempre el asiento de atrás de su vecino, la Primera División de Caballería.
Inicialmente la unidad debía invadir Iraq desde el norte en la primavera de 2003, pero su misión cambió después de que el gobierno turco se rehusara a permitir movimientos de tropas estadounidenses en su territorio. Los equipos del Cuarto de Infantería fueron enviados a Kuwait, y entraron a Iraq después de que hubiera terminado la invasión.
A mediados de abril, la división recibió la misión de relevar a los marines que habían ocupado brevemente la ciudad natal de Hussein, Tikrit. En un inusual lenguaje para un documento oficial, la historia de la operación presentada por la Primera División de Marines expresa desaprobación, incluso desdén, por lo que califica de "muy agresiva" postura de la Cuarta División de Infantería cuando la unidad llegó a Iraq.
La historia observaba lacónicamente que los marines, "a pesar de alguna desazón", entregaron el área a la Cuarta División de Infantería y se marcharon el 21 de abril. "Las tiendas que habían vuelto a abrir, volvieron a cerrar rápidamente cuando la gente desapareció de las calles, porque se estaban adaptando a las nuevas tácticas de seguridad", se leía en el borrador final de la historia. "Una atmósfera de cooperación en ciernes entre los ciudadanos y las fuerzas americanas se apagó rápidamente. La nueva relación de hostilidad se convertiría en una importante fuente de problemas en los meses venideros".
En julio, un miembro del equipo de operaciones psicológicas asignado a la cuarta brigada de artillería, que era conocida como el Destacamento Artillero de Hierro [Iron Gunner], presentó una queja formal por la manera en que los soldados trataban a los iraquíes.
"Pocos de los allanamientos y detenciones llevadas a cabo por el Destacamento Artillero de Hierro han conducido a la captura de enemigos de la coalición o a la incautación de armas", escribió el soldado, cuyo nombre fue borrado de los documentos dados a conocer por el ejército.
El soldado culpó al comandante de la unidad de artillería, el coronel Kevin Stramara. "Este equipo ha presenciado cómo el coronel iniciaba esos sucesos". Dijo que las prácticas de detención eran caprichosas, y se basaban a veces en el capricho del comandante o porque se habían encontrado más de cien dinares iraquíes en posesión de alguien.
Un día en junio, dijo el soldado, un vehículo de combate Bradley había abierto el fuego contra una causa, provocando que esta estallara en llamas. En otro incidente separado, el padre de un niño de 12 que había sido matado por error por las fuerzas estadounidenses fue obligado a cavar la tumba para su hijo.
En una declaración jurada posterior, el soldado reconoció que algunas de sus acusaciones se basaban en cosas que había oído, pero se mantuvo firme en lo esencial. "Mi impresión general del tratamiento de la población civil es negativa. Yo visito a la comunidad civil unas tres veces a la semana para comunicarme con la población iraquí y hacerme una idea general de cómo nos perciben. A través de intérpretes, la gente iraquí me pregunta por qué somos tan injustos con ellos".
La investigación del ejército encontró explicaciones verosímiles para la mayoría de los cargos. La casa que fue atacada, concluyó la investigación, estalló en llamas porque en su tejado tenía una carbonera que se constató que almacenaba morteros y proyectiles de artillería. El niño muerto fue enterrado porque no había lugar dónde mantener su cuerpo, y fue exhumado sin ayuda de los norteamericanos porque la familia pidió que no interviniesen tropas estadounidenses.
Pero la pregunta fundamental de si las tácticas de la brigada eran erróneas, no fue tratada por la investigación.
Otra instancia de abusos cometidos por el Cuarto de Infantería no ofrecía ambigüedades.
El 11 de septiembre de 2003, un soldado mató a un detenido iraquí esposado, Obeed Radad, en una celda de castigo en un centro de detención en Camp Packhorse [Campamento Caballo de Carga] cerca de Tikrit, presuntamente cuando el iraquí intentó cruzar una valla de alambres de púa. Radad se había entregado él mismo nueve días antes, tras enterarse de que las fuerzas norteamericanas lo estaban buscando. La bala atravesó su antebrazo y se incrustó en su estómago.
Dieciocho horas más tarde, un investigador del ejército empezó a estudiar el incidente, según un sumario interno del ejército. El mayor Frank Rangel Jr., el oficial ejecutivo de un batallón de la policía militar asignado al Cuarto de Infantería, fue encargado de la investigación. No creía en la versión del soldado de que Radad había tratado de escapar.
"Pensaba que el sujeto podía haber cometido un homicidio negligente" y otros delitos menores, dijo Rangel más tarde. El teniente coronel Poirier, el oficial superior de Rangel, pensaba que el soldado debía ser sometido a la corte marcial. "Este soldado cometió un asesinato", dijo Poirier.
Pero Odierno revocó esa recomendación y finalmente el soldado fue licenciado del ejército para bien de las fuerzas armadas. "Tomé la decisión del licenciamiento deshonroso debido a las circunstancias atenuantes", dijo Odierno en una entrevista. "Él era un cocinero, no había tenido un adiestramiento adecuado y ese detenido era un tipo malo y agresivo".
El 21 de septiembre de 2003, Odierno envió un memorándum sobre el tratamiento de los detenidos a todos los miembros de su división. "Los soldados deben tratar a todos los detenidos con dignidad y respeto y, como mínimo, respetarán las normas de tratamiento humanitario formulado en el derecho internacional", ordenó. "Aunque los detenidos bajo custodia de Estados Unidos pueden ser interrogados para propósitos de inteligencia, el uso de apremios físicos o mentales, o coerción para obligar a un individuo a proporcionar información queda estrictamente prohibido... Ni la estrés del combate, ni fuertes provocaciones justifican los tratos inhumanos".

Advertencias Tempranas
Sin embargo, los abusos continuaron. Pocos meses después, otro soldado del Cuarto de Infantería, el sargento de segunda clase que dirigía la sección de interrogatorios de la principal unidad de detención en Tikrit, fue reprendido después de que un iraquí fuera golpeado con un bastón mientras era interrogado.
"Esos actos podrían... desacreditar enormemente al ejército estadounidense", le advirtió en una carta del 6 de noviembre el teniente coronel Conrad Christman, comandante del Batallón de Inteligencia Militar 104. Los incidentes de maltratos a los detenidos, agregaba en su carta, "mostraban una falta de juicio de su parte".
El sargento, cuyo nombre fue modificado en los documentos oficiales antes de ser dados a conocer, lanzó esas conclusiones a su cadena de comando.
"Con la excepción de mí mismo, todos los interrogadores de la TF IH ICE [[Task Force Iron Horse Interrogation Control Element] eran, y lo siguen siendo, inexpertos en cuanto a interrogatorios", escribió el sargento. Las campañas de inteligencia de la división eran generalmente "superficiales", agregó, debido a la "falta de personal, tiempo y recursos".
El ejército tampoco había preparado al sargento y sus soldados para el trabajo para el que fueron asignados. "Nuestra unidad nunca recibió adiestramiento para administrar centros de detención, porque a nuestra unidad no se le asignó esa misión... Mis soldados fueron asignados a misiones para las que no fueron preparados, no fueron equipados..., no fueron aprovisionados... y que no pudieron cumplir efectivamente".
Lo que es más, escribió, el ejército institucional ni siquiera había tomado las medidas adecuadas para prepararse para este tipo de guerra. "Por lo que yo sé, no hay un manual de campaña que cubra las operaciones de interrogatorio de insurgentes".
Pero lo más asombroso fue una larga denuncia de la confusión estratégica de los que dirigen al ejército en Iraq. "Creo firmemente que [el nombre del soldado subordinados borrado del documento] hizo lo que hizo en parte debido a su percepción del clima de comando de la división como un todo". Observó, por ejemplo, que los líderes de la división habían hecho comentarios tales como: "Son terroristas, y los trataremos como tales".
Como estaba ocurriendo en otras partes en Iraq, el sargento informó sobre indicios de que las fuerzas estadounidenses estaban practicando una forma de toma de rehenes, deteniendo a miembros de las familias de sospechosos para obligarlos a entregarse.
"El personal del ICE ve regularmente a detenidos que, en lo esencial, son rehenes", acusó. "Normalmente son arrestados por las fuerzas de la coalición debido a que son familiares de individuos que están siendo buscados por una brigada en base a delaciones que pueden ser verdad o no, para ser dejados en libertad cuando y si los individuos buscados se entregan a las fuerzas de la coalición".
De hecho, dijo, los militares estadounidenses tendían a no respetar su palabra, porque el sistema de detenciones operaba muy mal: "En realidad, esos detenidos eran transferidos a la cárcel de Abu Ghraib, y se perdían en la estructura de detención de la coalición independientemente de si el individuo buscado se entregaba o no".
Esta aprehensión coercitiva de prisioneros contaba al menos con la "aprobación tácita" de jefes de alto rango de la división, acusó, porque había sido discutida frente a ellos en reuniones informativas.
El comandante de la inteligencia militar, Christman, impresionado por los argumentos del sargento de segunda clase, concluyó que sería erróneo acusarlo de falta de juicio y decidió no incorporar la reprimenda escrita a la hoja de servicio del sargento.
Una revisión posterior de la oficina del inspector general del ejército dijo que los interrogadores informaban"sobre detenidos que llegaban a la celda malamente golpeados. Muchas golpizas ocurrían después de que los detenidos fueran entregados a algunas unidades del Cuarto de Infantería".
Cuando se le preguntó sobre el informe, Odierno dijo que no lo había leído ni había sido informado sobre los cargos.

Venganza en el Río Tigris
El ejemplo más asombroso de maltratos en la Cuarta División de Infantería ocurrió poco después del 2 de enero de 2004, cuando el capitán Eric Paliwoda, comandante de una compañía de ingenieros de la Tercera Brigada de la división, murió en su puesto de comando tras un ataque con morteros.
El teniente coronel Nathan Sassaman, comandante del batallón del que la compañía de Paliwoda formaba parte, sostuvo al oficial mortalmente herido antes de subirlo a un helicóptero de evacuación médica. "Cuando murió el capitán Paliwoda, se me arruinó el resto de la guerra", dijo más tarde Sassaman en una declaración jurada.
La muerte de Paliwoda dejó a la unidad con ánimos de venganza -y sabían exactamente cómo hacerlo. Esa fría noche de enero, los soldados de la unidad salieron con el propósito de matar a iraquíes específicos. A las 9:30 una patrulla de la Compañía Alfa empezó a detener a los conductores en las afueras de Samarra que violaban el toque de queda. La patrulla era dirigida por el teniente Jack Saville.
El primero coche que pararon los hombres de Saville llevaba a una familia que volvía del hospital donde la madre acababa de dar a luz. Les dijeron que se marcharan a casa. El segundo era miembro del ayuntamiento. El tercero era una camión blanco.
Sus dos ocupantes fueron esposados, conducidos al río Tigris y empujados desde la cornisa de una estación de bombeo hacia el río, un salto de unos dos metros. Uno de los hombres, Zaidoun Fadel Hassoun, 19, se ahogó, de acuerdo al otro, Marwan Fadel Hassoun, 23, su primo.
Al principio los soldados insistieron ante los investigadores del ejército que ellos habían dejado en libertad a los hombres -sin mencionar que los habían ‘dejado en libertad' en el río. Pero presionados, dijeron luego que habían visto nadar y llegar a la playa a los dos hombres.
Eso era mentira, declaró Saville más tarde. De hecho, él había salido esa noche con una orden del comandante de su compañía, el capitán Matthew Cunningham. "Entendí que me estaba ordenando a mí y a mis subordinados que matara a unos iraquíes que estábamos buscando esa noche, de los que se sospechaba del asesinato del comandante de nuestra unidad", declaró.
Tampoco debía hacer prisioneros.
Unas horas después, al final de una serie de allanamientos en casas de sospechosos en Balad, otro soldado de la misma compañía, el sargento de segunda clase Shane Werst llevaba a un iraquí a su casa, supuestamente le golpeó una diez veces y luego le disparó al menos seis veces con su carabina M-4.
"No puedo sentir otra cosa que fui miembro de un pelotón de ejecución", declaró más tarde el otro soldado que estaba alla, el soldado raso Nathan Stewart. Los hechos no son discutidos. Werst sacó entonces una pistola, disparó contra una muralla y ordenó a Stewart tomar con eso las huellas digitales del muerto.
Acusado meses después de homicidio, Werst declaró que había actuado en defensa personal. Werst dijo que había colocado la pistola sobre el cuerpo del muerto porque "tenía dudas". Fue absuelto por un jurado militar.
Un abogado del ejército recomendó que Cunningham fuera acusado de incitación al homicidio, homicidio involuntario y otros delitos. Pero tras la absolución de Werst, el ejército decidió procesarlo, y Cunningham dejó el ejército en junio de 2005.
Saville dijo que había tenido discusiones con Sassaman sobre cómo engañar a los investigadores del ejército. Pero Sassaman sólo recibió una amonestación escrita de Odierno.
Sassaman siguió al mando durante meses, un resultado que tenía consternado a Poirier, su colega comandante. "Tienes un comandante de batallón que ordena a sus hombres fabricar una historia para encubrir un asesinato, y todavía sigue al mando?", dijo Poirier en abril de 2005, poco después de que se retirara del ejército. "Eso es incorrecto".
Sassaman dejó el ejército casi al mismo tiempo que Poirier. Se marchó desafiantemente, atacando a Odierno, cuya división estaba acuartelada en uno de los antiguos palacios de Hussein en Tikrit.
"Si tuviera que hacerlo de nuevo, haría exactamente lo mismo, y he pensado esto durante mucho tiempo", dijo Sassaman. "En el ejército me enseñaron a ganar, y yo estaba tratando de ganar, y estaba en desacuerdo -en profundo desacuerdo- con mis superiores sobre las acciones que debieron haber emprendido con esos individuos [los acusados en el caso del río Tigris]. Y tienes que entender, la comunidad legal, mis comandantes superiores no estaban luchando en las calles de Samarra. Estaban viviendo en un palacio en Tikrit".

Este es el segundo artículo adaptado del libro ‘Fiasco: The American Military Adventure in Iraq', de Thomas E. Ricks. The Penguin Press, Nueva York © 2006.

©washington post
©traducción mQh
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