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conspiración para matar


[Robert F. Worth] Conspiraron para matar a sangre fría a prisioneros iraquíes esposados.
Durante más de un mes después de los asesinatos, el sargento Lemuel Lemus se aferró a su versión.
"Fue un uso adecuado de la fuerza", dijo a un investigador, describiendo cómo los miembros de su unidad mataron a balazos a tres detenidos iraquíes que habían atacado a los soldados y tratado de escapar después de un allanamiento en el noroeste de Bagdad el 9 de mayo.
Pero el 15 de junio el sargento Lemus ofreció una versión no conocida y mucho más oscura.
En una larga declaración jurada, dijo que había sido testigo de una conspiración deliberada de sus compañeros para matar a tres iraquíes esposados y ponerse de acuerdo en una historia para encubrir los crímenes. Para sonar convincentes, uno de los soldados tajeó a otro para reforzar su historia. El jefe del pelotón amenazó con matar a cualquiera que hablara. Más tarde, un soldado agobiado por los sentimientos de culpa se quejó de que sufría pesadillas y "no podía dejar de hablar" sobre lo que había ocurrido, dijo el sargento Lemus.
Como en casos similares que están siendo investigados en Iraq, la historia del sargento Lemus ha hecho surgir preguntas sobre las reglas bajo las cuales operan las tropas estadounidenses y la posible culpabilidad de los comandantes. En el caso, cuatro soldados han sido acusados de homicidio premeditado. Los abogados de dos de ellos, que rechazan la versión del sargento Lemus, dicen que los soldados recibieron órdenes de un coronel condecorado el día en cuestión, de "matar a todos los hombres en edad de portar armas" que encontraran.
Persisten muchas preguntas sobre el caso, cuya audiencia de control del Artículo 32 se realizará el martes en Iraq. Pero cualquiera sea la verdad, la declaración jurada del sargento Lemus -que fue obtenida por el New York Times- ofrece una extraordinaria ventana hacia las presiones bajo las que viven los soldados estadounidenses en Iraq, donde el caos de tiempos de guerra y el imperativo de lealtad a menudo complican las decisiones sobre lo correcto y lo incorrecto.
Cuando los investigadores le preguntaron por qué no trató de detener a los otros soldados de llevar a cabo los asesinatos, el sargento Lemus -que no ha sido acusado en el caso- dijo simplemente que tuvo miedo de que lo llamaran cobarde. Se quedó callado, dijo, debido "a la presión de los otros y porque tengo que ser leal al pelotón".
La misión par asesinar comenzó al alba del 9 de mayo, cuando soldados del Equipo de Combate de la Tercera Brigada de la División Aerotransportada 101 aterrizaron en una zona remota cerca de una antigua planta química, no muy lejos de Samarra, de acuerdo a documentos judiciales y a los abogados de los soldados acusados. Se sospechaba que en ese sitio había un campo de adiestramiento de la resistencia y era considerado extremadamente peligroso.
Justo antes de salir, los soldados recibieron de un capitán y un coronel la orden de "matar a todos los hombres en edad de portar armas" que encontrasen en el sitio, dijo Paul Bergrin y Michael Waddington, los abogados que rechazan la versión del sargento Lemus. Oficiales en Bagdad se han negado a comentar sobre esa orden, que habría violado una de las leyes de la guerra.
El coronel Michael Steele es el comandante de la brigada. Dirigió la misión en Somalia en 1993, que se hizo famosa por el libro y la película ‘Black Hawk derribado' [Black Hawk Down].
Los dos abogados dicen que el coronel Steele ha indicado que él no declarará en la audiencia por el Artículo 32 -el equivalente militar de una vista de un gran jurado- ni responderá preguntas sobre el caso. Las llamadas y mensajes por correo electrónico a un abogado civil que representa al coronel Steele, no fueron contestadas.
Es muy raro que un comandante se niegue a declarar en cualquier fase de un juicio en la corte marcial, dijo Gary D. Solís, un ex juez militar y fiscal que enseña derecho militar en la Universidad de Georgetown.
Durante la incursión los soldados capturaron a tres iraquíes ocultándose en una casa, que estaban usando a las mujeres y niños como escudos, dijo el sargento Lemus en su declaración. Los soldados apartaron a los hombres, los vendaron y amarraron sus manos con amarras' de plástico, amarras que no son tan fuertes como las esposas de plástico que se usan a menudo en Iraq.
Entonces, dijo el sargento Lemus a los investigadores, otro sargento le dijo a su jefe de pelotón, el sargento de segunda clase Raymond L. Girouard: "Los detenidos deberían haber sido matados".
El hombre acusado de haber dicho eso, el sargento primero Eric J. Geressy, lo ha negado. En su propia declaración jurada, dijo a un investigador que durante el llamado de radio "me estaba preguntando por qué no mataron a los enemigos cuando tuvieron contacto". Pero agregó: "En ningún momento traté de sugerir esa a los soldados que ejecutaran a los detenidos".
El sargento Lemus dio a los investigadores la siguiente versión sobre lo que ocurrió: Unos diez minutos más tarde, el jefe del pelotón reunió al sargento Lemus y otros tres soldados en una casa cercana y les dijo que se "acercaran" para hablarles más bajo. El sargento Girouard habló "en voz baja" y "gesticulando", dejando en claro que debían matar a los iraquíes.
"No me gustó la idea, así que me dirigí hacia la puerta", dijo el sargento Lemus en su declaración. "Él miró a todos los demás y preguntó si alguno tenía algún problema con la misión". Nadie dijo nada.
Poco después, dijo el sargento Lemus, estaba parado cerca de la zona de aterrizaje cuando oyó gritos y ráfagas de fuego. Vio a los detenidos que corrían y caían al suelo. Volvió a la escena y le preguntó al sargento Girouard qué había pasado.
"Pero no podía responder", dijo el sargento Lemus. "Simplemente miró los cadáveres y tenía una expresión congelada en su cara. Le pregunté dónde estaban mis hombres y murmulló que estaban en el edificio" buscando primeros auxilios.
El sargento Girouard y los otros tres soldados: el especialista William B. Hunsaker, el soldado de primera clase Corey R. Clagett y el especialista Juston R. Graber fueron acusados de homicidio premeditado, un delito que puede ser castigado con la pena capital. El soldado raso Clagett y el especialista Hunsaker fueron acusados de haber sido los autores materiales de los homicidios.
Bergrin, el abogado que representa al soldado raso Clagett, y Waddington, que representa al especialista Hunsaker, rechazan la versión del sargento Lemus. Dicen que los prisioneros se escaparon cuando estaban apretándoles las amarras, que se habían aflojado. Dicen que los prisioneros apuñalaron al especialista Hunsaker y golpearon al soldado raso Clagett antes de tratar de huir.
Pero en su declaración, el sargento Lemus dijo que había oído decir a los soldados acusados que fue el sargento Girouard quien cortó al especialista Hunsaker en un intento de hacer más plausible la historia del ataque. Él creyó en la historia, dijo el sargento Lemus, "porque los dos son de la academia de comandos y son muy amigos", y agregó: "Hablan siempre sobre la Legión de Honor francesa y de los mercenarios renegados huyendo de país en país".
Tres días después, el soldado raso Clagett "me dijo que no podía dejar de pensar sobre el asunto", recordó el sargento Lemus. El soldado preguntó cómo había reaccionado el sargento Lemus al ver los cadáveres y qué pensaba de la idea de matar al enemigo durante su período en Iraq.
"Le dije que estaba bien que pensara eso", dijo el sargento Lemus. "Él estaba realmente estresado porque cuando dormía las pocas horas que dormía, soñaba una y otra vez sobre el asunto".
Dos investigaciones iniciales de los homicidios realizadas por los comandantes no constataron ninguna falta. No está claro quién finalmente contó a los comandantes que existía otra versión sobre lo que pasó ese 9 de mayo.
En un momento, dice el sargento Lemus en su declaración, el sargento Girouard reunión a los hombres que habían estado presentes antes del homicidio y les dijo que debían "ser leales y no fanfarronear ni difundir rumores" sobre lo que había ocurrido. El sargento Girouard agregó que "si descubría que alguien abría la boca sobre el asunto, que cuando él saliera de la cárcel buscaría a esa persona y la mataría".
El sargento Lemus dijo en ese entonces se rió de la amenaza. Pero pueden haber habido otras amenazas. Además del homicidio, los cuatro soldados acusados deben responder por haber amenazado con matar al soldado de primera clase Bradley L. Mason, uno de los hombres del pelotón, si contaba algo sobre los crímenes.

28 de julio de 2006
©new york times
©traducción mQh
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