baltasar garzón visita chile
columna de mérici
El juez español Baltasar Garzón forma parte indeleble de la historia de Chile y de su lucha por restablecer el respeto de los derechos humanos tras el macabro régimen del general derechista A. Pinochet. Aunque es su primera visita, fue siempre el anhelo de muchos chilenos que el juez pusiera finalmente pie en un país que le debe tanto. Que le debe tanto por lo que hizo en el pasado, enjuiciando al general homicida y tratando de juzgarle en España, y que le seguirá debiendo por los inquebrantables esfuerzos del juez por concluir, a pesar del tiempo transcurrido, los juicios iniciados y por imponer por el planeta una legislación universal y única tocante a los derechos humanos, una iniciativa de la que Chile no debería estar ausente. Ha sido justamente el régimen homicida de Pinochet y sus patrones el que ha dado un importante impulso a la lucha por imponer una legislación universal de salvaguarda de los derechos humanos. Para que nunca más queden impunes crímenes como los de Pinochet y su jauría. Crímenes como los de los Kmer Rouge. Como los Idi Amín Dada. Como los de Stalin. Como los de las dictaduras argentinas. Como los de los nazis.
Sin embargo, Garzón obviamente también tiene enemigos en Chile. Y no solamente entre gentes de derechas, como la senadora Matthei, si acaso una de las políticas más estúpidas del país. Es francamente idiota y no deja nunca de soltar alguna memez. Ahora amenaza con lanzar un huevo a la cabeza del juez. Su padre, un general cómplice de la Bestia, lanzaba otro tipo de proyectiles contra los que creía sus opositores. Balas. Su lamentable hija no pierde la costumbre de amenazar y apuntar a la cabeza, aunque el régimen democrático la obligue a cambiar de armas. La mema señorona debería, en verdad, ser procesada por insultar e incitar a la agresión contra este noble visitante de Chile.
Pero idiotas como estas no son los únicos enemigos del juez. Los hay también en círculos oficialistas, de aquellos que se opusieron al juez para defender al ex dictador, arguyendo que Garzón ponía en peligro la soberanía del país. Estas gentuzas, hoy en el gobierno, son también enemigas de Garzón. Curiosamente, son las mismas gentuzas que durante décadas -durante diecisiete años, para ser exactos- exigieron la intervención de la comunidad internacional para poner fin a la dictadura chilena. En 1998 descubrieron que Pinochet era un prócer de la patria. Y descubrieron que la soberanía era más importante que los derechos humanos.
Sin embargo, la visita de Garzón habría sido una gran oportunidad para agradecer los esfuerzos del juez reforzando su cruzada por la creación de un régimen universal en cuanto a las violaciones de los derechos humanos. Chile, a pesar de su crucial papel en esta problemática, ni siquiera cuenta con una legislación propia específica en cuanto a los derechos humanos y sus políticos parecen creer que basta con apelar a tratados internacionales suscritos por Chile, lo que es a todas luces insuficiente y hasta absurdo -absurdo porque en 1998 existían esos tratados y los políticos chilenos, de derechas e izquierdas, se opusieron a la aplicación de los mismos.
Chile podría hacer una contribución importante a esta cruzada planetaria por los derechos humanos. Las violaciones a esos derechos deben ser penalizadas explícitamente. Los soldados o funcionarios que reciban órdenes que contravienen claramente los derechos humanos debieran poder neutralizar -y ser recompensados por ello- a los oficiales que las emitan. Los subalternos que obedezcan órdenes de esta naturaleza deben ser procesados y castigados severamente. La no intervención ante casos patentes de violación de derechos humanos debe ser igualmente penalizada. Las penas deben ser severas, incluyendo si acaso la reintroducción de la pena de muerte -o su equivalente en la condena perpetua a firme- para violaciones graves de derechos humanos. La apología y defensa de violaciones a los derechos humanos debe ser penalizada y castigada severamente, incluyendo penas de prisión.
Una legislación específica, clara, contribuiría enormemente a la causa por los derechos humanos en el mundo. Sería la retribución de Chile, que contó durante tantos años con el apoyo y solidaridad del planeta.
La ciudad de La Serena hará su Hijo Ilustre al juez Garzón. Debiese ser Hijo Ilustre de Chile.
[viene de mérici ]
Sin embargo, Garzón obviamente también tiene enemigos en Chile. Y no solamente entre gentes de derechas, como la senadora Matthei, si acaso una de las políticas más estúpidas del país. Es francamente idiota y no deja nunca de soltar alguna memez. Ahora amenaza con lanzar un huevo a la cabeza del juez. Su padre, un general cómplice de la Bestia, lanzaba otro tipo de proyectiles contra los que creía sus opositores. Balas. Su lamentable hija no pierde la costumbre de amenazar y apuntar a la cabeza, aunque el régimen democrático la obligue a cambiar de armas. La mema señorona debería, en verdad, ser procesada por insultar e incitar a la agresión contra este noble visitante de Chile.
Pero idiotas como estas no son los únicos enemigos del juez. Los hay también en círculos oficialistas, de aquellos que se opusieron al juez para defender al ex dictador, arguyendo que Garzón ponía en peligro la soberanía del país. Estas gentuzas, hoy en el gobierno, son también enemigas de Garzón. Curiosamente, son las mismas gentuzas que durante décadas -durante diecisiete años, para ser exactos- exigieron la intervención de la comunidad internacional para poner fin a la dictadura chilena. En 1998 descubrieron que Pinochet era un prócer de la patria. Y descubrieron que la soberanía era más importante que los derechos humanos.
Sin embargo, la visita de Garzón habría sido una gran oportunidad para agradecer los esfuerzos del juez reforzando su cruzada por la creación de un régimen universal en cuanto a las violaciones de los derechos humanos. Chile, a pesar de su crucial papel en esta problemática, ni siquiera cuenta con una legislación propia específica en cuanto a los derechos humanos y sus políticos parecen creer que basta con apelar a tratados internacionales suscritos por Chile, lo que es a todas luces insuficiente y hasta absurdo -absurdo porque en 1998 existían esos tratados y los políticos chilenos, de derechas e izquierdas, se opusieron a la aplicación de los mismos.
Chile podría hacer una contribución importante a esta cruzada planetaria por los derechos humanos. Las violaciones a esos derechos deben ser penalizadas explícitamente. Los soldados o funcionarios que reciban órdenes que contravienen claramente los derechos humanos debieran poder neutralizar -y ser recompensados por ello- a los oficiales que las emitan. Los subalternos que obedezcan órdenes de esta naturaleza deben ser procesados y castigados severamente. La no intervención ante casos patentes de violación de derechos humanos debe ser igualmente penalizada. Las penas deben ser severas, incluyendo si acaso la reintroducción de la pena de muerte -o su equivalente en la condena perpetua a firme- para violaciones graves de derechos humanos. La apología y defensa de violaciones a los derechos humanos debe ser penalizada y castigada severamente, incluyendo penas de prisión.
Una legislación específica, clara, contribuiría enormemente a la causa por los derechos humanos en el mundo. Sería la retribución de Chile, que contó durante tantos años con el apoyo y solidaridad del planeta.
La ciudad de La Serena hará su Hijo Ilustre al juez Garzón. Debiese ser Hijo Ilustre de Chile.
[viene de mérici ]
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