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terroristas buscan nuevos blancos


[Jeffrey Fleishman] Muchos pensaba que la oposición del país a la guerra de Iraq les protegía de atentados de los militantes. Hasta que se descubrió una conspiración terrorista.
Berlín, Alemania. Como los británicos y los españoles antes que ellos, los alemanes están descubriendo el espeluznante cinéma vérité del terrorismo moderno: las borrosas imágenes de militantes sospechosos captados por cámaras de vigilancia dentro de sus fronteras.
Alemania no pensaba que fuera un blanco importante para el terrorismo hasta que las pantallas de televisión mostraron a dos hombres, vestidos de pantalones oscuros y camisas claras, empujando maletas con ruedas cargadas con bombas en un andén de una estación de trenes aquí. Los explosivos no detonaron, pero el caso provocó debates sobre las medidas de seguridad y los temores de que células militantes puedan estar distribuidas por todo el país.
Aunque las andanzas de varios de los secuestradores del 11 de septiembre fueron trazadas hasta una mezquita en Hamburgo, muchos alemanes creían que la oposición de su gobierno a la guerra de Iraq los había dejado inmunes al terrorismo. Prestaban apenas atención a las amenazas terroristas, incluso cuando las agencias de seguridad detenían a radicales musulmanes que vivían en Alemania, con conexiones con redes del terrorismo internacional.
Con una de las poblaciones inmigrantes más grandes de Europa, este país hace frente a peligros en varios frentes: organizaciones respaldadas por organizaciones como Al Qaeda; células nacionales, como las que actuaron en Londres el año pasado y en Madrid en 2004; y una emergente amenaza de musulmanes furiosos pobremente organizados que se mantienen en contacto en el ciberespacio y que podrían, de acuerdo a expertos en terrorismo, radicalizarse en un instante.
"Esta nueva camada es una especie de ejército de zombis terroristas", dice Rolf Tophoven, director del Instituto para la Investigación del Terrorismo y Políticas de Seguridad en Essen. "Los funcionarios de inteligencia y seguridad no suelen conocerlos. Debido a la vigilancia en las mezquitas, estos hombres han pasado a la clandestinidad. Participan en células secretas en círculos de comunidades de inmigrantes".
Desde las detenciones en agosto de dos libaneses en conexión con el frustrado atentado contra los trenes, los agentes de seguridad se han concentrado en mejorar las bases de datos sobre terroristas, vigilando internet e instalando más cámaras de vigilancia en estaciones de trenes, aeropuertos y plazas públicas.
Sin embargo, el recabamiento de inteligencia a nivel nacional es un asunto delicado en un país donde una brutal red de espías nazis mantuvo una vez en el poder al régimen nazi.
"No queremos tener una situación como en China, donde 20 mil agentes de policía controlan internet y suprimen completamente la libertad de expresión", dice Juergen Trittin, un parlamentario de los verdes.
Pero el complot frustrado ha hecho que la opinión pública reexamine los lindes entre derechos civiles y seguridad. El comentador populista Franz Josef Wagner escribió una carta abierta al Bild, el tabloide de mayor circulación del país, para el ministro del Interior, Wolfgang Schaeuble: "Es su trabajo, estimado ministro del Interior, hacernos entender que hay una nueva causa de defunción: el terrorismo. Es su trabajo mantenernos despiertos".
La amenaza terrorista a la que hace frente Alemania "todavía está fundamentalmente dirigida contra terceras partes, contra intereses norteamericanos, israelíes y británicos", dijo Jochem Hippler, politólogo de la Universidad de DuisburgEssen.
"Pero el atentado contra el tren muestra que los terroristas están dispuestos a atacar blancos alemanes".
Los hombres acusados de colocar las bombas, Youssef Mohamad Hajdib y Jihad Hamad, son estudiantes del Líbano. Hajdib llegó a Alemania en 2004 y se inscribió en una universidad en Kiel. Hamad entró al país a principios de este año para estudiar ingeniería mecánica.
Los dos viajaron al Líbano después de que, el 31 de julio, las bombas en los trenes con destino a Dortmund y Koblenz no llegaran a explotar. Hajdib, 21, volvió a Alemania y fue arrestado; Hamad, 19, hijo de un oficial de ejército retirado, se entregó en la ciudad libanesa de Trípoli.
La policía está investigando si los hombres tenían vínculos con una red internacional o si actuaron por propia cuenta. Las autoridades alemanas dijeron que Hajdib participó antes este año en una manifestación protestando contra la publicación en un diario danés de caricaturas del profeta Mahoma. Se sospecha que su padre es miembro de Hizb ut-Tahrir, un grupo político musulmán radical prohibido en Alemania por su antisemitismo. La organización fomenta la creación de un califato musulmán en toda Europa y Oriente Medio.
La revista Der Spiegel informó la semana pasada que la solicitud universitaria de Hajdib mencionaba una dirección en Hamburgo, compartida por el Centro Cultural Albano-Musulmán y la mezquita de Al Nur, que los funcionarios de inteligencia creen que tiene vínculos con elementos radicales.
Un tercer sospechoso en el caso, identificado como sirio, se reunió con Hadjdib en Kiel y, se dice, a menudo rezaba con él en un dormitorio.
Al principio la policía sospechaba que los hombres habían actuado en respuesta a los bombardeos israelíes en el Líbano. Pero los investigadores creen ahora que el atentado fue planeado a mediados de julio, antes de la guerra de Israel con Hezbollah. Joerg Ziercke, director de la Policía Criminal Federal de Alemania, dijo que los hombres frecuentaban páginas web de Al Qaeda y estaban encolerizados por la muerte del cabecilla terrorista Abu Musab Zarqawi, que murió en junio en un bombardeo aéreo norteamericano en Iraq.
A diferencia de los atentados en Londres y Madrid, la conspiración alemana no tenía aparentemente la intención de causar bajas de modo masivo. Las bombas, hechas de bombonas de propano y botellas de gasolina, fueron colocados en los trenes de mediodía y programadas para explotar diez minutos antes de que los trenes llegaran a sus destinos.
La rudimentaria confección de los explosivos y otras fallas de la operación, incluyendo llamadas telefónicas que fueron fácilmente interceptadas, sugieren que los conspiradores no fueron adiestrados por una organización sofisticada.
La policía también se pregunta sobre el fervor radical de los sospechosos. Hamad se entregó por consejos de su padre, un acto que según los expertos en terrorismo indica una falta del tipo de rigor ideológico encontrado, por ejemplo, en operativos de Al Qaeda.
Alemania vigila a unos 200 o 300 extremistas musulmanes, dicen expertos en terrorismo. En julio la policía de Hamburgo arrestó a Redouane Habhab, un ciudadano alemán nacido en Marruecos del que los fiscales federales sospechaban de reclutar a militantes para llevar a cabo atentados suicidas en Iraq. El despacho del fiscal dijo que Habhab completó una formación en explosivos en Argelia y tuvo "numerosos contactos con una red internacional de yihadistas internacionales".
En 2005, cuatro militantes fueron condenados en Duesseldorf por tramar atentados con granadas contra lugares judíos. Los hombres eran miembros de Al Tawhid, un grupo terrorista vinculado en el pasado con Zarqawi.
En allanamientos en Alemania en los últimos dieciocho meses, la policía ha arrestado a miembros del grupo militante iraquí Ansar al Islam. La red alemana de la organización se concentra fundamentalmente en la recaudación de dinero y encontrar ayuda médica para militantes heridos.
En 2004, operativos de Ansar planearon presuntamente el asesinato del entonces primer ministro iraquí Iyad Allawi cuando visitaba Berlín.

jeffrey.fleishman@latimes.com

7 de septiembre de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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