bolivia quiere salir al mar
[Simón Romero] Volver al Pacífico es una prioridad para Bolivia.
La Paz, Bolivia. Desde su despacho en el ático de un edificio de nueve pisos fuertemente custodiado aquí, donde los arquitectos diseñaron las atalayas para que parecieran pequeños faros, el vice-almirante José Alba Arnez dirige una fuerza militar de más de cinco mil marinos, cadetes y oficiales.
Su sala de espera tiene pinturas al óleo mostrando buques de guerra en aguas agitadas, el timón de un viejo barco de madera hecho por John Hastie & Company, de Escocia, y camareros con pajaritas que sirven té de coca en porcelana fina.
Todo lo que le falta al almirante Alba, el comandante general de la armada boliviana, es el mar.
"Estamos en esta desdichada situación desde fines del siglo 19", dijo en una entrevista, apuntado a un mapa de 1859 en la pared que muestra a Bolivia con casi dos veces más de su actual territorio y una franja de la costa del Pacífico.
Los mapas de hoy muestran esa costa como parte de Chile, gracias al conflicto de 1879 conocido como la Guerra del Pacífico, o la Guerra del Salitre, que ayudó a cimentar a Chile como una potencia regional, y, dicen aquí algunos, puso a Bolivia en el camino de convertirse en el país más pobre de América del Sur.
En una iniciativa diplomática que combina la nostalgia con una astuta política nacionalista, el presidente Evo Morales ha empezado a cabildear para recuperar una pequeña parte de esa costa para Bolivia. La marina, que patrulla los ríos y las aguas del Lago Titicaca de Bolivia, se encuentra en medio de esta búsqueda.
Este mes, Morales ocupó el centro del escenario en la cumbre de los países del Movimiento de No-Alineados en La Habana, donde presidió una reunión paralela de una organización de 31 miembros llamada el Grupo de Países Mediterráneos en Vías de Desarrollo. Entre los miembros se encuentran países como Bhutan, Burkina Faso y Moldova.
"Esperamos que en el futuro cercano podamos salir de este grupo", dijo Morales a los delegados en La Habana.
A pesar de la histórica intransigencia de Chile a ceder así sea una pulgada de su territorio a Bolivia, esos comentarios suenan bien en Bolivia, donde los libros de texto describen la guerra de 1879 como una usurpación territorial y donde en mayo de cada año la nación conmemora un Día del Mar.
Entretanto, los oficiales de la marina sueñan con por un corredor hacia el Pacífico.
"No queremos que nos devuelvan todo", dice el almirante Alba, con su uniforme de gala. "Todo lo que queremos es un tramo de diez kilómetros que podamos llamar nuestro".
La marina actual, aunque bien establecida en la sociedad, es una creación relativamente reciente. En 1963, en un arranque de nacionalismo, el presidente Víctor Paz Estenssoro decretó su retorno a la vida.
A través de programas de intercambio se envió a oficiales militares a escuelas navales de Argentina, Brasil y Estados Unidos, institucionalizando el anhelo de Bolivia de acceder al mar.
Ahora las patrullas de la marina custodian los ríos del Amazonas, colaboran en campañas para limitar el contrabando y distribuyen medicinas a comunidades remotas. Una unidad de elite formada para combatir el tráfico de drogas, los Diablos Azules, opera cerca de la frontera con Brasil.
La avanzada que es el orgullo de la marina se encuentra en las riberas sureñas del Lago Titicaca, a más de tres kilómetros sobre el nivel del mar.
Un monumento cerca de la entrada a la Base Naval Titicaca muestra a un soldado boliviano hundiendo su bayoneta en la garganta de un soldado chileno junto al texto: "El mar fue nuestro y volverá a serlo".
El comandante de la base, el capitán Carlos Vallejo Crespo, dijo en una entrevista que el propósito de la base naval es "ejercer soberanía".
Escogiendo cuidadosamente sus palabras, el capitán Vallejo dijo que Bolivia no era "mediterránea", sino, en realidad, que estaba "enclaustrada".
En un recorrido de la base, que estaba llena de los azules uniformes y gorras blancas de la marina, apuntó hacia una flotilla que incluía dos patrulleras donadas por China y un buque hospital para trasladar a pediatras, ginecólogos y dentistas del gobierno a aldeas remotas en el lago.
Reclutas que observaban, en su mayoría indios aimara, emergen tiritando después de nadar en el lago donde el agua tiene una temperatura de ocho grados Celsius como parte de un agotador curso de buceo a grandes alturas, explicó. "Nosotros nos aseguramos de que todos nuestros marinos aprendan a bucear". Aunque rechazan toda participación en política, los oficiales navales siguen estrechamente todo murmullo en los esfuerzos de Bolivia por recuperar el acceso al Pacífico, un tema espinudo que ha ganado en importancia en los últimos años.
En 2003, el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, ya impopular por ceder a presiones de Estados Unidos para erradicar la coca, propuso planes para exportar el gas natural boliviano a Norteamérica a través de Chile. Las protestas lo obligaron a huir del país.
Morales, que fue elegido a fines del año pasado con un programa de protección del cultivo de coca para sus usos tradicionales, ha reafirmado su respaldo a la política de "gas por mar". Eso condiciona el posible suministro de gas boliviano a Chile o su exportación a través de puertos chilenos, a la obtención de un acceso al mar.
Pero Bolivia y Chile no tienen relaciones diplomáticas plenas desde 1978. Morales ha acudido a la Organización de Estados Americanos para que lo ayude a buscar una solución, pero recibió una tibia respuesta, a pesar de que su aliado, el presidente Hugo Chávez de Veneuzela, ha dicho que soñaba con nadar en una playa boliviana.
Algunos diputados chilenos y Jorge Arancibia, el ex comandante en jefe de marina chilena, han respaldado la búsqueda de una solución con Bolivia, pero las encuestas muestran que la mayoría de los chilenos se opone a un acuerdo.
Sin embargo, Morales dijo hace poco a los participantes que llegaron para la conmemoración del 43 aniversario de la reforma de la marina que deberían estar preparados para "volver en cualquier momento al Océano Pacífico".
Aunque Morales sigue siendo popular aquí, huelgas y bloqueos de las carreteras por grupos descontentos con el ritmo de las reformas oficiales, se han hecho más comunes.
Esos disturbios, sin embargo, no parece afectar las opiniones en el Museo de la Costa, una colección de viejos mapas, correspondencia de tiempos de guerra y libros de marólogos, sobre las consecuencias de la Guerra del Pacífico, que se libró por el control de los depósitos de nitrato bajo la forma de guano y salitre.
"Esto gira sobre parte de nosotros", dice Mauricia Yapura, que ha sido guarda del museo en los últimos diez años. "La parte que Chile nos quitó".
Su sala de espera tiene pinturas al óleo mostrando buques de guerra en aguas agitadas, el timón de un viejo barco de madera hecho por John Hastie & Company, de Escocia, y camareros con pajaritas que sirven té de coca en porcelana fina.
Todo lo que le falta al almirante Alba, el comandante general de la armada boliviana, es el mar.
"Estamos en esta desdichada situación desde fines del siglo 19", dijo en una entrevista, apuntado a un mapa de 1859 en la pared que muestra a Bolivia con casi dos veces más de su actual territorio y una franja de la costa del Pacífico.
Los mapas de hoy muestran esa costa como parte de Chile, gracias al conflicto de 1879 conocido como la Guerra del Pacífico, o la Guerra del Salitre, que ayudó a cimentar a Chile como una potencia regional, y, dicen aquí algunos, puso a Bolivia en el camino de convertirse en el país más pobre de América del Sur.
En una iniciativa diplomática que combina la nostalgia con una astuta política nacionalista, el presidente Evo Morales ha empezado a cabildear para recuperar una pequeña parte de esa costa para Bolivia. La marina, que patrulla los ríos y las aguas del Lago Titicaca de Bolivia, se encuentra en medio de esta búsqueda.
Este mes, Morales ocupó el centro del escenario en la cumbre de los países del Movimiento de No-Alineados en La Habana, donde presidió una reunión paralela de una organización de 31 miembros llamada el Grupo de Países Mediterráneos en Vías de Desarrollo. Entre los miembros se encuentran países como Bhutan, Burkina Faso y Moldova.
"Esperamos que en el futuro cercano podamos salir de este grupo", dijo Morales a los delegados en La Habana.
A pesar de la histórica intransigencia de Chile a ceder así sea una pulgada de su territorio a Bolivia, esos comentarios suenan bien en Bolivia, donde los libros de texto describen la guerra de 1879 como una usurpación territorial y donde en mayo de cada año la nación conmemora un Día del Mar.
Entretanto, los oficiales de la marina sueñan con por un corredor hacia el Pacífico.
"No queremos que nos devuelvan todo", dice el almirante Alba, con su uniforme de gala. "Todo lo que queremos es un tramo de diez kilómetros que podamos llamar nuestro".
La marina actual, aunque bien establecida en la sociedad, es una creación relativamente reciente. En 1963, en un arranque de nacionalismo, el presidente Víctor Paz Estenssoro decretó su retorno a la vida.
A través de programas de intercambio se envió a oficiales militares a escuelas navales de Argentina, Brasil y Estados Unidos, institucionalizando el anhelo de Bolivia de acceder al mar.
Ahora las patrullas de la marina custodian los ríos del Amazonas, colaboran en campañas para limitar el contrabando y distribuyen medicinas a comunidades remotas. Una unidad de elite formada para combatir el tráfico de drogas, los Diablos Azules, opera cerca de la frontera con Brasil.
La avanzada que es el orgullo de la marina se encuentra en las riberas sureñas del Lago Titicaca, a más de tres kilómetros sobre el nivel del mar.
Un monumento cerca de la entrada a la Base Naval Titicaca muestra a un soldado boliviano hundiendo su bayoneta en la garganta de un soldado chileno junto al texto: "El mar fue nuestro y volverá a serlo".
El comandante de la base, el capitán Carlos Vallejo Crespo, dijo en una entrevista que el propósito de la base naval es "ejercer soberanía".
Escogiendo cuidadosamente sus palabras, el capitán Vallejo dijo que Bolivia no era "mediterránea", sino, en realidad, que estaba "enclaustrada".
En un recorrido de la base, que estaba llena de los azules uniformes y gorras blancas de la marina, apuntó hacia una flotilla que incluía dos patrulleras donadas por China y un buque hospital para trasladar a pediatras, ginecólogos y dentistas del gobierno a aldeas remotas en el lago.
Reclutas que observaban, en su mayoría indios aimara, emergen tiritando después de nadar en el lago donde el agua tiene una temperatura de ocho grados Celsius como parte de un agotador curso de buceo a grandes alturas, explicó. "Nosotros nos aseguramos de que todos nuestros marinos aprendan a bucear". Aunque rechazan toda participación en política, los oficiales navales siguen estrechamente todo murmullo en los esfuerzos de Bolivia por recuperar el acceso al Pacífico, un tema espinudo que ha ganado en importancia en los últimos años.
En 2003, el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, ya impopular por ceder a presiones de Estados Unidos para erradicar la coca, propuso planes para exportar el gas natural boliviano a Norteamérica a través de Chile. Las protestas lo obligaron a huir del país.
Morales, que fue elegido a fines del año pasado con un programa de protección del cultivo de coca para sus usos tradicionales, ha reafirmado su respaldo a la política de "gas por mar". Eso condiciona el posible suministro de gas boliviano a Chile o su exportación a través de puertos chilenos, a la obtención de un acceso al mar.
Pero Bolivia y Chile no tienen relaciones diplomáticas plenas desde 1978. Morales ha acudido a la Organización de Estados Americanos para que lo ayude a buscar una solución, pero recibió una tibia respuesta, a pesar de que su aliado, el presidente Hugo Chávez de Veneuzela, ha dicho que soñaba con nadar en una playa boliviana.
Algunos diputados chilenos y Jorge Arancibia, el ex comandante en jefe de marina chilena, han respaldado la búsqueda de una solución con Bolivia, pero las encuestas muestran que la mayoría de los chilenos se opone a un acuerdo.
Sin embargo, Morales dijo hace poco a los participantes que llegaron para la conmemoración del 43 aniversario de la reforma de la marina que deberían estar preparados para "volver en cualquier momento al Océano Pacífico".
Aunque Morales sigue siendo popular aquí, huelgas y bloqueos de las carreteras por grupos descontentos con el ritmo de las reformas oficiales, se han hecho más comunes.
Esos disturbios, sin embargo, no parece afectar las opiniones en el Museo de la Costa, una colección de viejos mapas, correspondencia de tiempos de guerra y libros de marólogos, sobre las consecuencias de la Guerra del Pacífico, que se libró por el control de los depósitos de nitrato bajo la forma de guano y salitre.
"Esto gira sobre parte de nosotros", dice Mauricia Yapura, que ha sido guarda del museo en los últimos diez años. "La parte que Chile nos quitó".
23 de septiembre de 2006
©new york times
©traducción mQh
1 comentario
Leonardo Stumpff -