periodismo menonita
[Ellen Barry] La comunidad puede llorar a sus hijos asesinados, pero su diario se concentrará, como siempre, en la maduración de las manzanas y las mudanzas.
Millersburg, Pensilvania. Durante toda la semana, en las comunidades menonitas en los alrededores de Nickel Mines, fue posible ver a apresurados periodistas. Los productores de televisión se internaban dando grandes zancadas por caminos de tierra, cotorreando por los celulares; los periodistas se agolpaban en torno a los deudos; los fotógrafos con teleobjetivos se encamaraban en sus coches con la esperanza de besar el santo y captar un abrazo.
Así que era llamativo que Elam Lapp, el editor del semanario menonita Die Botschaft, tuviera semejante aire de tranquilidad. Cuando la edición del 9 de octubre de Die Botschaft llegue a los buzones de sus subscriptores la próxima semana, encontrarán el tipo de noticias a las que están acostumbrados: noticias sobre accidentes con la horquilla y apendicetomías, zorros mansos y la cosecha de trigo, recién nacidos y dolorosas experiencias de pesca.
Aunque la revista del 16 de octubre reflejará la pérdida de vidas en Nickel Mines, donde un hombre irrumpió en el aula de una escuela el lunes y disparó contra diez niñas menonitas, matando a cinco, Lapp espera no tener que dedicar demasiadas columnas al incidente. Una política fija en Die Botschaft prohíbe la publicación de reportajes sobre asesinatos, así como artículos sobre la guerra, amorosas o sobre religión.
"Podríamos mencionar lo que ha ocurrido", dijo Lapp, 53, en menonita del Viejo Orden que redacta el semanario en su granja familiar.
Los diarios menonitas no son como los que estamos acostumbrados. Die Botschaft, que tiene una circulación de 11 mil en todo el país, está escrito no solamente por periodistas, sino por 600 ‘escribas' menonitas y menonitas del Viejo Orden voluntarios que informan sobre lo que ocurre en sus comunidades. La categoría de información que la mayoría de los editores de diarios consideran noticia -crimen, conflictos, política, guerra, desastres- está ausente.
Este contraste no estuvo nunca tan marcado como esta semana. Lapp es un lector de todos los días del Harrisburg Patriot-News, así que conoce todos los detalles del ataque de Charles Carl Robert en la escuela -por ejemplo, que disparó a quemarropa contra las niñas, como si fuese una ejecución, con un revólver de nueve milímetros. Pero Lapp no ve razón alguna para entregar esta información a sus lectores, que necesitan, sobre todo, perdonar y olvidar y continuar.
"Pronto se olvidará", dijo. "Realmente todos esos detalles no son importantes". Cuando llegan las cartas de los escribas refiriéndose al pistolero, por ejemplo, "simplemente hablamos sobre la tragedia en la escuela", dijo. "No queremos hablar demasiado sobre los pistoleros".
Un número típico de Die Botschaft -un término del holandés de Pensilvania que quiere decir El Mensaje- consta de 50 a 80 páginas de cartas con trivialidades enviadas desde zonas rurales. No hay fotografías, de modo que las páginas son sólidos bloques de texto. Pero eso no disminuye el entusiasmo de los subscriptores de Die Botschaft, que pagan 32 dólares al año para buscar noticias sobre sus dispersas familias.
Las cartas del número del 2 de octubre describían la operación de cataratas de Eli Gingerich y los problemas de dejar la ropa secándose fuera cuando llueve. Un escriba de Monticello, Missouri, escribió: "Levi Stutzman tenía un enorme cerdo loco. Lo atacó y tiró por el suelo, abriéndole el brazo con su colmillo. Con la ayuda de un vecino, lo pudieron dominar y lo sometieron a un ajuste de conducta, y le quitaron sus colmillos".
Desde Clearbrook, Minnesota, llegó la noticia de que el cáncer de la tía Rhoda Sturgis y la amorosa conducta de Ida Stutzman, 2, que "vació una caja de manzanas en Dannie J.'s, donde las mujeres tenían que trabajar ese día, se metió gateando en la caja y se quedó dormida. La abuela piensa que es una monada y cree que la abuela Stutzman debería pensar lo mismo".
Se registran las muertes, pero no se detienen en ello, como en el caso de Emanuel King, un niño de doce que fue arrollado por un coche el 24 de septiembre mientras paseaba con sus patines.
"Nació en noviembre, así que no llegó a la adolescencia", escribió un escriba de Paradise, Pensilvania. "Ah, qué rápido que pueden cambiar los planes que nos hacemos y pensamos mucho en los jóvenes. Tenía la edad de nuestro hijo Allen, y era sólo dos meses menor. Supongo que es por eso que nos afectó tanto. ¡Continuad mejorando!
"El domingo pasamos una mañana muy relajada, luego en la tarde visitamos a Mery y Ada Marie Lapp para ver el precioso fajo, Anna Marie".
Durante sus 32 años de existencia, los editores de Die Botschaft han desalentado a sus escribas a que escriban sobre temas morbosos, controvertidos o que exciten.
El periódico fue fundado por los estrictos menonitas del Viejo Orden y los menonitas del Equipo del Viejo Orden, que usan caballos para el transporte y rechazan los teléfonos o la electricidad en sus casas. Ya existía un periódico menonita -'The Budget', que empezó su publicación en 1890-, pero publicaba escritos de los menonitas del Nuevo Orden, más liberales, y de grupos menonitas que se apartaron de la iglesia mayor en el siglo 19.
Ofendido por lo que consideraba que era proselitismo, un prominente menonita del Viejo Orden llamado Andrew Kinsinger, decidió empezar su propia revista en el condado de Lancaster, dijo Jim Weaver, que trabajaba como su editor. Kinsinger contrató a Weaver, que no es menonita, para editar e imprimir el periódico, tareas que requieren el uso de tecnologías prohibidas.
Durante las siguientes décadas, Weaver se reunió regularmente con un comité editorial de seis menonitas, que fijaron normas estrictas sobre lo que podía ser publicado. Weaver, 71, recuerda una reunión en una granja cuando un miembro del comité preguntó si era verdad que había empezado a recibir artículos por fax.
"Todos los menonitas con negocios tienen fax", dijo Weaver. "Un viejo que estaba en el comité preguntó: ‘¿Qué es un fax?' Le dije: ‘Es como una fotocopiadora, pero la copia sale en otra parte'. Me dijo: ‘¿Quieres decir en otro cuarto?' Le dije: ‘En otro país'. Me miró muy intrigado. Estuvo un rato sin decir nada. Entonces dijo: ‘Eso es demasiado moderno para nosotros'". En resumen, se agregó una nueva norma a las directrices editoriales del periódico: No se aceptarían cartas por fax.
En otras ocasiones las objeciones del comité tenían que ver con el contenido. Unas semanas antes de las elecciones presidenciales de 2004, los conflictos entre los pacifistas y los partidarios del presidente Bush se caldearon tanto que el comité decidió prohibir las discusiones sobre política en el diario, dice Weaver. "Cuando la gente se calentaba demasiado sobre algo, les decíamos que no íbamos a publicar nada más sobre el asunto", dice Waever.
Weaver recuerda haber consultado con el comité editorial sobre si imprimir o no anuncios de Radio Shack en los que se publicitaban celulares; aunque los celulares todavía son desalentados por la iglesia, muchos menonitas han empezado a usarlos. El comité rechazó los anuncios. Hace dos años, cuando el comité decidió remplazarlo por Lapp, Weaver dijo que se sintió aliviado: "Aunque era rentable, también era un terrible dolor de cabeza".
Ahora es Lapp quien dirige el negocio y dirige un equipo de siete empleados. Como todos los menonitas del Viejo Orden maduros, lleva barba; lleva su pelo canoso largo y al estilo tazón. En un edificio aparte más abajo en la colina donde está su granja, ha diseñado las planchas para la edición del 16 de octubre, colocando los anuncios de edredones, remedios homeopáticos y talleres de reparaciones de cochecitos, entre otras cosas.
Die Botschaft es impreso y enviado por correo los lunes; debido a la prohibición del uso de equipos electrónicos, el proceso editorial es algo tortuoso. Lapp recibe en su buzón unas 400 cartas a la semana, y las envía a empleados no-menonitas (o ‘ingleses', como dicen ellos) para que la tipeen. Lapp edita las pruebas de galera y devuelve el texto a sus colegas ingleses, que los llevan a la imprenta. Para cuando las noticias llegan a los subscriptores, ya tienen dos semanas de antigüedad.
Lapp dice que rara vez ha tenido que redactar materiales reprensibles, aunque los errores tipográficos, dijo, "pueden crear palabras que no se deben expresar". Y esta semana, censuró un párrafo de una carta de un corresponsal de edad en Thompsonville, Pensilvania, que describía con vívidos detalles el asesinato en 1889 de un menonita, Christian Yoder, a manos de una "violenta pandilla de ladrones".
Comentando el lapso de la escriba, miró a su hijo de 15, Chester, que trabaja para él como vendedor de anuncios del semanario. "Su lámpara debe de estar fallando", dijo Lapp, y se partieron de la risa.
Lapp tiene 11 hijos. Mientras hablaba, su hija de cinco, Miriam, estaba sentada junto a él, dibujando con un rotulador negro. Le estaban saliendo dos dientes, y llevaba el pelo partido en el medio y sujeto con un diminuto moño dorado en la nuca. Toda vez que se volvía hacia su padre, interrumpiéndolo, él dejaba de hablar, le sonreía y respondía.
Cuando Lapp retomó el tema de los asesinatos, fue como si se le echase un peso encima. Su hermano, que vive cerca de Nickel Mines, había ido a mirar los cuerpos y dejó un mensaje en el contestador de Lapp (tiene un teléfono para los negocios, aunque, de acuerdo con la ley menonita, no tiene ninguno en casa). El contestador describía la escena dentro de la escuela en términos tan espantosos que Lapp borró el mensaje "porque realmente no quería que nadie más lo pudiera escuchar".
"Me sentí enfermo después de escuchar el mensaje", dijo Lapp. "Hay hechos que realmente no necesitamos repetir".
Era difícil estar en desacuerdo con él. Tres días después de los asesinatos, los hechos del caso habían sido repetidos hasta la saciedad. No se podía decir nada más sobre la maldad de Robert, o sobre la vulnerabilidad de esas diez niñitas en mandilones haciendo la cola para ser ejecutadas. Y sin embargo los informes continuaron llegando de Nickel Mines, relatándolo todo con escabrosos detalles. Una vez oídos, los detalles del crimen se pegan en tu mente y son difíciles de erradicar.
Qué alivio debe ser, entonces, para un lector de Die Botschaft, abrir el periódico la próxima semana y enterarse de que las varas de oro silvestre están floreciendo, que ya se ha engavillado el trigo y que está volviéndose marrón, que los árboles en el huerto están henchidos de frutas. Lapp ha empezado a recibir las cartas para la edición del 16 de octubre. De momento, son más breves que lo usual. La gente no tiene muchas ganas de escribir, dice.
"Yo mismo tengo problemas con mi pluma ahora", dijo. "El papel aguanta todo lo que escribes. Pero en tiempos tan tristes como ahora, me preocupa escribir correctamente, para no herir a nadie".
Me cuenta el contenido de otra carta. Cuenta en detalle una visita a la antigua casa de Daniel y Mabel Newswanger y luego, sin introducirlo, repite esta reflexión del autor menonita Peter J. Dyck: "Perdonar es un asunto serio porque básicamente es para nuestro propio beneficio espiritual, emocional y físico. Podemos o no establecer una nueva relación con la persona que nos hizo daño; eso no es lo importante del perdón. Podemos perdonar y olvidar, podemos dejar de hacernos daño a nosotros mismos, dejar todo eso en manos de Dios y creer en lo que dice: La venganza es mía. Me vengaré, lo dice el Señor".
Así que era llamativo que Elam Lapp, el editor del semanario menonita Die Botschaft, tuviera semejante aire de tranquilidad. Cuando la edición del 9 de octubre de Die Botschaft llegue a los buzones de sus subscriptores la próxima semana, encontrarán el tipo de noticias a las que están acostumbrados: noticias sobre accidentes con la horquilla y apendicetomías, zorros mansos y la cosecha de trigo, recién nacidos y dolorosas experiencias de pesca.
Aunque la revista del 16 de octubre reflejará la pérdida de vidas en Nickel Mines, donde un hombre irrumpió en el aula de una escuela el lunes y disparó contra diez niñas menonitas, matando a cinco, Lapp espera no tener que dedicar demasiadas columnas al incidente. Una política fija en Die Botschaft prohíbe la publicación de reportajes sobre asesinatos, así como artículos sobre la guerra, amorosas o sobre religión.
"Podríamos mencionar lo que ha ocurrido", dijo Lapp, 53, en menonita del Viejo Orden que redacta el semanario en su granja familiar.
Los diarios menonitas no son como los que estamos acostumbrados. Die Botschaft, que tiene una circulación de 11 mil en todo el país, está escrito no solamente por periodistas, sino por 600 ‘escribas' menonitas y menonitas del Viejo Orden voluntarios que informan sobre lo que ocurre en sus comunidades. La categoría de información que la mayoría de los editores de diarios consideran noticia -crimen, conflictos, política, guerra, desastres- está ausente.
Este contraste no estuvo nunca tan marcado como esta semana. Lapp es un lector de todos los días del Harrisburg Patriot-News, así que conoce todos los detalles del ataque de Charles Carl Robert en la escuela -por ejemplo, que disparó a quemarropa contra las niñas, como si fuese una ejecución, con un revólver de nueve milímetros. Pero Lapp no ve razón alguna para entregar esta información a sus lectores, que necesitan, sobre todo, perdonar y olvidar y continuar.
"Pronto se olvidará", dijo. "Realmente todos esos detalles no son importantes". Cuando llegan las cartas de los escribas refiriéndose al pistolero, por ejemplo, "simplemente hablamos sobre la tragedia en la escuela", dijo. "No queremos hablar demasiado sobre los pistoleros".
Un número típico de Die Botschaft -un término del holandés de Pensilvania que quiere decir El Mensaje- consta de 50 a 80 páginas de cartas con trivialidades enviadas desde zonas rurales. No hay fotografías, de modo que las páginas son sólidos bloques de texto. Pero eso no disminuye el entusiasmo de los subscriptores de Die Botschaft, que pagan 32 dólares al año para buscar noticias sobre sus dispersas familias.
Las cartas del número del 2 de octubre describían la operación de cataratas de Eli Gingerich y los problemas de dejar la ropa secándose fuera cuando llueve. Un escriba de Monticello, Missouri, escribió: "Levi Stutzman tenía un enorme cerdo loco. Lo atacó y tiró por el suelo, abriéndole el brazo con su colmillo. Con la ayuda de un vecino, lo pudieron dominar y lo sometieron a un ajuste de conducta, y le quitaron sus colmillos".
Desde Clearbrook, Minnesota, llegó la noticia de que el cáncer de la tía Rhoda Sturgis y la amorosa conducta de Ida Stutzman, 2, que "vació una caja de manzanas en Dannie J.'s, donde las mujeres tenían que trabajar ese día, se metió gateando en la caja y se quedó dormida. La abuela piensa que es una monada y cree que la abuela Stutzman debería pensar lo mismo".
Se registran las muertes, pero no se detienen en ello, como en el caso de Emanuel King, un niño de doce que fue arrollado por un coche el 24 de septiembre mientras paseaba con sus patines.
"Nació en noviembre, así que no llegó a la adolescencia", escribió un escriba de Paradise, Pensilvania. "Ah, qué rápido que pueden cambiar los planes que nos hacemos y pensamos mucho en los jóvenes. Tenía la edad de nuestro hijo Allen, y era sólo dos meses menor. Supongo que es por eso que nos afectó tanto. ¡Continuad mejorando!
"El domingo pasamos una mañana muy relajada, luego en la tarde visitamos a Mery y Ada Marie Lapp para ver el precioso fajo, Anna Marie".
Durante sus 32 años de existencia, los editores de Die Botschaft han desalentado a sus escribas a que escriban sobre temas morbosos, controvertidos o que exciten.
El periódico fue fundado por los estrictos menonitas del Viejo Orden y los menonitas del Equipo del Viejo Orden, que usan caballos para el transporte y rechazan los teléfonos o la electricidad en sus casas. Ya existía un periódico menonita -'The Budget', que empezó su publicación en 1890-, pero publicaba escritos de los menonitas del Nuevo Orden, más liberales, y de grupos menonitas que se apartaron de la iglesia mayor en el siglo 19.
Ofendido por lo que consideraba que era proselitismo, un prominente menonita del Viejo Orden llamado Andrew Kinsinger, decidió empezar su propia revista en el condado de Lancaster, dijo Jim Weaver, que trabajaba como su editor. Kinsinger contrató a Weaver, que no es menonita, para editar e imprimir el periódico, tareas que requieren el uso de tecnologías prohibidas.
Durante las siguientes décadas, Weaver se reunió regularmente con un comité editorial de seis menonitas, que fijaron normas estrictas sobre lo que podía ser publicado. Weaver, 71, recuerda una reunión en una granja cuando un miembro del comité preguntó si era verdad que había empezado a recibir artículos por fax.
"Todos los menonitas con negocios tienen fax", dijo Weaver. "Un viejo que estaba en el comité preguntó: ‘¿Qué es un fax?' Le dije: ‘Es como una fotocopiadora, pero la copia sale en otra parte'. Me dijo: ‘¿Quieres decir en otro cuarto?' Le dije: ‘En otro país'. Me miró muy intrigado. Estuvo un rato sin decir nada. Entonces dijo: ‘Eso es demasiado moderno para nosotros'". En resumen, se agregó una nueva norma a las directrices editoriales del periódico: No se aceptarían cartas por fax.
En otras ocasiones las objeciones del comité tenían que ver con el contenido. Unas semanas antes de las elecciones presidenciales de 2004, los conflictos entre los pacifistas y los partidarios del presidente Bush se caldearon tanto que el comité decidió prohibir las discusiones sobre política en el diario, dice Weaver. "Cuando la gente se calentaba demasiado sobre algo, les decíamos que no íbamos a publicar nada más sobre el asunto", dice Waever.
Weaver recuerda haber consultado con el comité editorial sobre si imprimir o no anuncios de Radio Shack en los que se publicitaban celulares; aunque los celulares todavía son desalentados por la iglesia, muchos menonitas han empezado a usarlos. El comité rechazó los anuncios. Hace dos años, cuando el comité decidió remplazarlo por Lapp, Weaver dijo que se sintió aliviado: "Aunque era rentable, también era un terrible dolor de cabeza".
Ahora es Lapp quien dirige el negocio y dirige un equipo de siete empleados. Como todos los menonitas del Viejo Orden maduros, lleva barba; lleva su pelo canoso largo y al estilo tazón. En un edificio aparte más abajo en la colina donde está su granja, ha diseñado las planchas para la edición del 16 de octubre, colocando los anuncios de edredones, remedios homeopáticos y talleres de reparaciones de cochecitos, entre otras cosas.
Die Botschaft es impreso y enviado por correo los lunes; debido a la prohibición del uso de equipos electrónicos, el proceso editorial es algo tortuoso. Lapp recibe en su buzón unas 400 cartas a la semana, y las envía a empleados no-menonitas (o ‘ingleses', como dicen ellos) para que la tipeen. Lapp edita las pruebas de galera y devuelve el texto a sus colegas ingleses, que los llevan a la imprenta. Para cuando las noticias llegan a los subscriptores, ya tienen dos semanas de antigüedad.
Lapp dice que rara vez ha tenido que redactar materiales reprensibles, aunque los errores tipográficos, dijo, "pueden crear palabras que no se deben expresar". Y esta semana, censuró un párrafo de una carta de un corresponsal de edad en Thompsonville, Pensilvania, que describía con vívidos detalles el asesinato en 1889 de un menonita, Christian Yoder, a manos de una "violenta pandilla de ladrones".
Comentando el lapso de la escriba, miró a su hijo de 15, Chester, que trabaja para él como vendedor de anuncios del semanario. "Su lámpara debe de estar fallando", dijo Lapp, y se partieron de la risa.
Lapp tiene 11 hijos. Mientras hablaba, su hija de cinco, Miriam, estaba sentada junto a él, dibujando con un rotulador negro. Le estaban saliendo dos dientes, y llevaba el pelo partido en el medio y sujeto con un diminuto moño dorado en la nuca. Toda vez que se volvía hacia su padre, interrumpiéndolo, él dejaba de hablar, le sonreía y respondía.
Cuando Lapp retomó el tema de los asesinatos, fue como si se le echase un peso encima. Su hermano, que vive cerca de Nickel Mines, había ido a mirar los cuerpos y dejó un mensaje en el contestador de Lapp (tiene un teléfono para los negocios, aunque, de acuerdo con la ley menonita, no tiene ninguno en casa). El contestador describía la escena dentro de la escuela en términos tan espantosos que Lapp borró el mensaje "porque realmente no quería que nadie más lo pudiera escuchar".
"Me sentí enfermo después de escuchar el mensaje", dijo Lapp. "Hay hechos que realmente no necesitamos repetir".
Era difícil estar en desacuerdo con él. Tres días después de los asesinatos, los hechos del caso habían sido repetidos hasta la saciedad. No se podía decir nada más sobre la maldad de Robert, o sobre la vulnerabilidad de esas diez niñitas en mandilones haciendo la cola para ser ejecutadas. Y sin embargo los informes continuaron llegando de Nickel Mines, relatándolo todo con escabrosos detalles. Una vez oídos, los detalles del crimen se pegan en tu mente y son difíciles de erradicar.
Qué alivio debe ser, entonces, para un lector de Die Botschaft, abrir el periódico la próxima semana y enterarse de que las varas de oro silvestre están floreciendo, que ya se ha engavillado el trigo y que está volviéndose marrón, que los árboles en el huerto están henchidos de frutas. Lapp ha empezado a recibir las cartas para la edición del 16 de octubre. De momento, son más breves que lo usual. La gente no tiene muchas ganas de escribir, dice.
"Yo mismo tengo problemas con mi pluma ahora", dijo. "El papel aguanta todo lo que escribes. Pero en tiempos tan tristes como ahora, me preocupa escribir correctamente, para no herir a nadie".
Me cuenta el contenido de otra carta. Cuenta en detalle una visita a la antigua casa de Daniel y Mabel Newswanger y luego, sin introducirlo, repite esta reflexión del autor menonita Peter J. Dyck: "Perdonar es un asunto serio porque básicamente es para nuestro propio beneficio espiritual, emocional y físico. Podemos o no establecer una nueva relación con la persona que nos hizo daño; eso no es lo importante del perdón. Podemos perdonar y olvidar, podemos dejar de hacernos daño a nosotros mismos, dejar todo eso en manos de Dios y creer en lo que dice: La venganza es mía. Me vengaré, lo dice el Señor".
ellen.barry@latimes.com
7 de octubre de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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