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hacían sacrificios humanos


[Gilles Bertin] El martirio de los chachapoyas. Expedición descubre sacrificios humanos entre estos indios prehispánicos.
Conocidos por la impresionante fortaleza de Kuélap y sus extrañas sepulturas, hasta hoy nadie daba certezas que practicaran ejecuciones espirituales. Pero un puñado de científicos, picota en mano, se encargó de corroborar esta dramática práctica.
Un equipo de espeleólogos franceses y peruanos, acompañado de un arqueólogo, descubrió por primera vez, en grutas al nordeste en los Andes del Perú, pruebas de que los indios chachapoyas practicaban sacrificios humanos en la época prehispánica.
Cerca de las ruinas de Chaquil, abajo de un pozo de doce metros "se descubrieron al menos tres cráneos de individuos adultos al igual que un esqueleto humano con un esqueleto de perro en el pecho", dijo el arqueólogo francés Olivier Fabre.
Para este arqueólogo, especialista en esta civilización, "es la primera vez que hay pruebas del sacrificio humano entre los chachapoyas".
Conocidos sobre todo por la impresionante fortaleza de Kuélap y sus extrañas sepulturas antropomorfas hechas en flanco de montaña, los chachapoyas vivieron entre 800 y 1.470 d.C en el nordeste de los Andes, en una región conquistada por los incas bajo el reinado de Tupac Yupanqui.
"Los individuos habrían sido depositados y matados. Hay varios cráneos con un mismo golpe, a la izquierda y en el mismo lugar, debajo de la oreja izquierda. Ese golpe habría sido provocado por un golpe dado con un objeto puntudo, tal vez una pieza en forma de estrella", explicó el científico que acompañaba a la expedición espeleológica.
Los investigadores descubrieron también cerámicas prehispánicas y un plato de piedra que estaban asociados a las osamentas.

No Es Casualidad
El sitio arqueológico de Chaquil, situado a 3.000 metros de altura cerca de la población de Soloco (2.400 metros), data aproximadamente del siglo XIV. Actualmente cubierto de selva tropical y de pastizales, Chaquil habría albergado entre 1.500 y 2.000 habitantes.
Para Fabre, los cráneos no llegaron ahí por casualidad al fondo de varios pozos. Entre los chachapoyas "hay un lazo entre el mundo subterráneo y la verticalidad" del mundo aéreo, los dos están ligados a la muerte, explicó, recordando que "ciertos esqueletos están colocados en vertical en acantilados".
En la misma caverna, dos paleontólogos de la Universidad San Marcos de Lima también encontraron un oso fósil, en perfecto estado, y huellas de garras en la pared. Sin embargo el estudio de la fecha no ha sido todavía realizado para sacar conclusiones, señalan los científicos.
Los nueve miembros del Grupo Espeleológico Bagnols Marcoule (GSBM) y del equipo espeleológico Andino de Lima (ECA) están en su cuarta expedición en Perú. Deportistas aguerridos, debieron afrontar condiciones climáticas difíciles: "llueve un día sobre tres", comentó Jean-Loup Guyot, espeleólogo y también hidrólogo.
Los exploradores deben luchar también contra la altura, pues trabajan a 3.000 metros, donde el déficit de oxígeno obliga a realizar mayores esfuerzos.
Benoit Lefalher, jefe de la expedición, está contento de esta gran aventura subterránea: "en Perú cada hueco es una novedad... como al comienzo de la espeleología hacia 1900, se trata de exploración pura".
"Sobre el macizo de Soloco hay una red de grutas con arroyos que comunican; nuestro sueño es explorarla", agrega Lefalher.
"Perú es un país que atrae cada vez más espeleólogos y han encontrado (a más de 300 metros de profundidad) la red de grutas más grande del país", señala.
Durante tres semanas, entre septiembre y octubre pasado, los exploradores recorrieron a más de 300 metros de profundidad toda una red de cavernas unidas entre ellas y estiman que la red debería alcanzar entre 8 y 10 kilómetros.
"Debimos detenernos pues había agua en la mañana y podíamos penetrar, pero en la tarde no". "No somos temerarios", subraya uno de los espeleólogos que indica que en Perú no hay un servicio de meteorología y que uno de ellos debía vigilar permanentemente desde el exterior.

24 de octubre de 2006
©la nación
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