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bésame, kate


[Ann Hornaday] Perspicaz biografía de diosa de la pantalla.
"Creo que mientras menos se diga, cuanto mejor". Eso es lo que, hace veinte años, me dijo Katharine Hepburn, cuando, como asistente de Gloria Steinem, me encontré en el papel de intermediaria en las negociaciones entre Hepburn y la revista Ms. para una entrevista. La respuesta a la petición de entrevista fue "No", pero ¿qué feminista de 25 años no estaría encantada de hablar con esa familiar y rotunda negativa?
La película sobre la que Hepburn se mostraba tan reservada era ‘La última solución de Grace Quigley', que no fue una de sus actuaciones más auspiciosas. Y su respuesta a la petición de la revista delata su cuidadoso cultivo de su propia imagen y carrera, una estratagema que el biógrafo William J. Mann reconstruye astutamente en ‘Kate'. Ya se han escrito libros sobre Hepburn, pero este es una versión particularmente amplia y absorbente de su vida y leyenda y del modo en que ejerció su feroz voluntad en la creación de ambas.
Criada en Hartford, Connecticut, por un prominente médico y una madre que participaba activamente en política y en círculos feministas, Hepburn era, en su período de crecimiento, un marimacho que adoptaba la personalidad de ‘Jimmy' para jugar con su adorado hermano mayor, Tom, que murió -muy probablemente por suicidio- a los quince. La imagen de la familia felizmente pendenciera y dicharachera defendida más tarde por Hepburn cuando hablaba de su infancia, era estropeada por la vena competitiva del doctor Hepburn y la ausencia de la señora Hepburn. La siempre constante presión para destacarse y probarse a sí misma con esos distantes dechados de virtud, propone Mann, fue apenas uno de los acicates de la candente ambición de Hepburn como actriz. Y su alter ego, Jimmy, era apenas el comienzo de una sexualidad andrógina que se convertiría en su atractivo.
Por supuesto, Hepburn siempre insistió en que ella no se adaptó a las maneras de las típicas actrices de Hollywood; según se la entiende, la fama y el éxito (un récord de cuatro Óscares) eran innatos en ella, como sus pómulos. Pero Mann propone meticulosamente que Hepburn tenía muchas ganas de ser famosa y se interesó celosamente en los baratos detalles de la industria del cine ("Tenemos que preparar algo", decía cuando quería pinchar su publicidad) y se preocupaba intensamente de su imagen.
La última preocupación, escribe Mann, llevó a Hepburn a restar importancia a sus relaciones con otras mujeres, que en el caso de amigas como Laura Harding y Phyllis Wilbourn fueron ardientes y de duraderas. La llevó a deshacerse poco ceremoniosamente de su marido, Ludlow Ogden Smith, con el que se había casado antes de marcharse a Hollywood. Y la llevó incluso a manipular el perfil público de su relación más famosa, su larga relación con Spencer Tracy.
En realidad, la gran noticia en ‘Kate' no gira sobre la sexualidad de Hepburn, sino sobre la de Tracy. (La fuente citada más frecuentemente a este respecto es un misterioso hombre llamado Scotty, que trabajaba en el garaje y aparentemente prestaba servicios homosexuales). Lo que es más, sugiere el autor, fue Hepburn misma la que retrató su relación como una aventura de amor épico mucho después de que se hubiese convertido en amistad, tras darse cuenta de que el cuento de hadas romántico realzaba su propia imagen.
Dejando de lado las sugerencias más polémicas sobre Hepburn y Tracy, Mann presenta una interpretación certera y sagaz de cómo sus papeles en la pantalla reflejaban su relación fuera de ella, lo que el autor sostiene que se basaba más en un vínculo emocional y temperamental que en la pasión sexual. Sobre la pareja verbalmente agresiva de ‘La impetuosa' [Pat and Mike], escribe: "Después de que finalmente admitieran su amor mutuamente, se dieron la mano".
Aunque Hepburn emerge como una voluntariosa buscadora de fama, Mann se muestra respetuoso y equilibrado cuando discute aspectos de su vida que ella hubiera preferido que permanecieran en la sombra. Los pecadillos sexuales de Hepburn, Tracy, el director George Cukor y su círculo cosmopolita podría ciertamente ser pienso para una historia más salada, pero Mann maneja sus materiales con una sobria ecuanimidad. Algunos de los pasajes más reveladores de esta biografía tienen que ver con el increíble tercer acto de Hepburn, cuando más tarde en su vida mostró su indomable determinación de crear todavía otra versión de sí misma: no como la ingenua testaruda o la estrella glamorosa, sino como un adorado tesoro americano. Mann ofrece una corrección a la hagiografía que a menudo ha suplantado a la historia personal (incluyendo sus propias memorias), pero sin embargo logra mantener intacta su imagen de símbolo rebelde, diosa de la pantalla y una ‘original' norteamericana.
El hecho de que esa imagen coexista ahora con otra, quizás menos noble -la hija desesperada por agradar que creció hasta convertirse en una ambiciosa, y a veces despiadada manipuladora de su propio mito-, no amenaza para nada la perdurable fascinación de Hepburn. En este caso al menos, mientras más se diga, mejor.

Libro reseñado:
Kate. The Woman Who Was Hepburn
William J. Mann
Henry Holt
621 pp.
$30

12 de noviembre de 2006
©washington post
©traducción mQh
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