cariño malo
Andrea, profesional de 25 años, llevaba cuatro con su pololo. Lo quería mucho, mucho. Demasiado para imaginar lo que le pasó. En una fiesta que organizó para sus amistades en su departamento nuevo en Santa Isabel, donde desde hacía poco tiempo vivía sola, fue abusada sexualmente por quien más quería, su pololo.
Ese día, tras discutir una y otra vez si volverían o no, los dos sentados en la cama, hablaron, lloraron y se pelearon hasta que la bronca subió de tono. Ambos habían bebido mucho. Las cosas se calmaron y después del abrazo vino un beso; pero algo fue distinto: él fue más brusco, la tomó de las muñecas y Andrea, pasmada, creyó que era una broma. La apoyó contra una pared. Ella vio su cara transformada, desconocida en él hasta ese momento, y le gritó: "Así no, huevón".
Pensó en la vergüenza, pero gritó, rasguñó y suplicó que no lo hiciera. Cerró los ojos y aguantó el dolor, pensó que si se trasladaba mentalmente a otro lugar no sentiría nada. Con una sensación mezcla de asco y pena rodó por el piso, sintió náuseas, lloró, suplicó, y arrodillada sobre la alfombra no podía dejar de pensar: ¡cómo pude dejar que pasara!
"Después de eso le grité: ¿por qué me hiciste esto, maricón? Él me pidió perdón, me ayudó a levantarme, pero le pegué y le dije que no quería volver a verlo en mi vida. Me encerré en mi pieza, hasta que se fueron todos los invitados; me prometí que nadie lo sabría. ¿Quién iba a creer que alguien con quien siempre me acostaba me había violado?
Lo peor vino después: estrés postraumático; el episodio era una idea que le corroía, que no dejaba de repasar: "Tomaba hasta borrarme, odié a los hombres y ni yo misma me soportaba. ¿Cómo tanta tontera y fragilidad de mi parte? Me puse violenta, mis amigos empezaron a cachar algo raro, nunca sentí tanta pena en mi vida, pero jamás pedí ayuda a nadie".
Ahora, Andrea recuerda actos de crueldad por parte de su novio, y cree que la violación no fue un hecho aislado, sino dentro de un marco patológico que debió alertarla, pero recién ató cabos sueltos después del abuso: "Una vez veníamos tarde de una fiesta y a un perro que nos ladró, él lo golpeó, lo pateó en el hocico, y aunque yo le gritaba que era suficiente, continuaba. Su reacción sádica me dio pavor, pero no fui capaz de imaginar que un día me violaría".
¿Mujeres Inteligentes con Hombres Crueles?
María Jesús es comunicadora social y hoy se atreve a destapar lo que no saben ni sus mejores amigas. Tiene 36 años y hace tres se separó de su marido. Ella nombra el momento de la agresión como "el día en que él se murió". Así le dice, desde su dolor más íntimo, porque es un secreto que ha guardado bajo siete llaves.
Fue resiliente, no quiso ser víctima, ni hacerle daño a sus hermanos: "Si ellos supieran se mueren". Pero el daño se nota cuando habla del ex marido con aborrecimiento: "Si hubiera podido matarlo lo habría hecho".
Vivían en su casa en Peñalolén cuando pasó. Ya no tenían relaciones sexuales hacía meses, él a veces tomaba, y ya habían hablado de separarse. Un día llegó con trago: "No me escuchó y comenzó a violarme, miré mi brazo y lo único que tenía a mano para defenderme era una pulsera de oro que tenía, le pegué tan fuerte en la frente que le quedó marcada un mes. Al otro día me imploró perdón de rodillas. Le dije que nunca más me hablara".
Si le preguntan por qué una mujer perspicaz como ella se enamoró de un hombre así, aclara con una respuesta nostálgica: "Era un hombre de gran corazón, sencillo y artista. Cuando lo conocí en Cachagua fue amor a primera vista. No le importaba la plata, era soñador y pensé que era la indicada para salvarlo del alcohol, e ingenuamente creí que cambiaría". LND
La Agresión Primitiva
Carolina Hasbún, psicóloga clínica, explica que la agresión, ya sea sexual, física o psicológica, constituye un abuso de poder. Un agresor puede ser alguien con una forma primitiva de relacionarse, y objetar al otro. Según la especialista, son personas con un desarrollo emocional muy básico. Satisfacer sus deseos de forma inmediata es lo único que les importa, y si no lo logran se frustran y agreden: "Este tipo de hombre parece haber quedado estancado en la niñez. También hay personas con una autoestima muy baja. Un hombre así puede violar a una mujer y pedirle que le diga que lo ama. Ella se lo dirá, pero porque tiene un cuchillo en el cuello". Hasbún explica las reacciones del shock después de vivir una experiencia extrema de estas características: "Hay reacciones que son una forma de eliminar el daño, como las diarreas y el vómito. Pueden tener temblores, pesadillas, pensar constantemente en la situación como una forma de digerirla. En los casos más graves se puede sufrir de alcoholismo, para evadir lo que les ha sucedido, tener aversión a los hombres o, en el caso contrario, ser promiscua, intentando dominar la relación, así sienten que ellas son quienes someten y están a salvo. Su personalidad se puede tornar agresiva o pueden aislarse".
26 de noviembre de 2006
©la nación
0 comentarios