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juzgados en el banquillo 14


[William Glaberson] Cómo un vilipendiado sistema de juzgados locales ha sobrevivido a sus críticos. Enfrentamiento en Rockland.
"Si te opones a los ‘buses escolares', al sistema de la Seguridad Social, a la zonificación, al Gobierno del Condado, a las leyes de control de la mafia, al Crimen en las Calles, al Poder Negro", vota no a la Propuesta No. 1, decía el anuncio del Partido Conservador en el diario.
Pero la Propuesta No. 1 no giraba sobre ninguna de esas cosas. Era una propuesta para remplazar los juzgados locales por el sistema de tribunales de distrito, en el que los jueces serían abogados. Después de todas las batallas en Albany, era hora de que decidiera el pueblo.
Eso ocurrió en 1967 en el condado de Rockland, un sitio rural que se convertía rápidamente en un suburbio a medida que se poblaba de nuevos residentes que llegaban por cargamentos desde la cercana Ciudad de Nueva York. Algunos recién llegados estaban alarmados por sus encuentros con jueces excéntricos que podrían ejercer enormes poderes sobre la vida de la gente.
"La sensación era que no se trataba de profesionales y que estaban demasiado conectados con la gente que llevaba sus casos al juzgado", dijo en una entrevista reciente Gloria English, una residente de Nueva York que trabajó para la propuesta como miembro de la Liga de Mujeres Votantes. "A menudo oían los casos de sus amigos".
La liga contaba con varios y poderosos aliados, incluyendo el colegio de abogados del condado y algunos dirigentes de los dos partidos principales. El Partido Demócrata auspició un anuncio que decía que era hora de que los juzgados fueran modernizados. El más importante diario del país publicó editoriales llamando a que los juzgados fuesen introducidos al siglo 20.
Al otro lado estaban los jueces y sus partidarios, incluyendo a dirigentes del Partido Conservador del condado. Advirtieron que la moda con los nuevos tribunales y sus jueces eran más caros. El colegio de abogados calculó esos costes en unos 200 mil dólares al año en todo el país, unos 50 mil dólares más de lo que costaban los juzgados locales en esa época. "Normalmente llamaba la atención de la gente sobre ese punto: ‘Es simplemente otra iniciativa inútil'", recordó en una entrevista hace poco William E. Vines, entonces juez en Clarkstown, y empleado en una compañía de seguros local.
También había un apoyo de base de los juzgados locales, especialmente entre los vecinos más antiguos. Arnold Becker, que fue defensor público del condado, dijo que alguna gente pensaba que los jueces locales conocidos podían ser más indulgentes que los jueces de distrito profesionales.
Pero la campaña también tocaba emociones que tenían poco que ver con la ley o el dinero.
Los que se oponían al referéndum no ocultaban su agudo resentimiento hacia los afuerinos. Las advertencias sobre el poder de la mafia y del poder negro delataban los temores sobre la confusión en las ciudades, y sobre el hecho de que gente de la ciudad estuviera llegando a los condados. Eran llamados al patriotismo.
"Los juzgados locales son tan parte del legado americano como las Barras y Estrellas", dijo un juez a un grupo de Jaycees dos semanas antes del referéndum. "No dejéis que nos lo quiten".
Adele Garber, entonces una joven madre que había llegado de Queens y recorrido el pueblo de puerta en puerta a favor de la propuesta, dijo que ese tipo de pasión superaba fácilmente sus argumentos sobre justicia y eficiencia. Los votantes sin intereses creados en los juzgados locales, dijo, no se preocupaban demasiado.
"No es un tema bonito y sexy", dijo.
El referéndum perdió en una razón de dos a uno.
Garber dijo que la experiencia la convirtió en cínica, y no fue la única. La votación en Rockland y otras derrotas similares en otros condados contribuyeron a crear la impresión de que en esos temas era imposible ganar.
Debido a un cambio en la política estatal desde entonces, si un condado adoptaba el sistema judicial con tribunales de distrito hoy, el estado se encargaría de los costes. A nivel nacional esos costes podrían ser significativos, quizás hasta decenas de millones de dólares.
Sin embargo, los gobiernos locales podrían ahorrar millones consolidando sus numerosos juzgados locales en tribunales de distrito más centralizados. Pero el cambio ha sido bloqueado.
Keith D. Ahlstrom, presidente de la Legislatura del Condado de Chatauqua, dijo que mientras él y otros han buscado durante largo tiempo una manera de modernizar a los juzgados, el proceso de referéndum era tan engorroso que era casi seguro que fracasara. De momento, él y otros funcionarios están respaldando un proyecto de ley del estado que permitirá que algunos juzgados se fusionen para reducir los costes.
"Necesitamos tener un pequeño éxito", dijo.

27 de septiembre de 2006
©new york times
©traducción mQh
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