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nueva misión en iraq


[Chaim Kaufmann] Una nueva misión en Iraq: impedir las limpiezas étnicas.
Lo que sea que el presidente Bush y sus asesores prefieran creer, ahora es demasiado tarde para parar la guerra civil sunní-chií en el centro y sur de Iraq. El propuesto ‘refuerzo' de 20 y pico tropas norteamericanas adicionales no cambiará esta realidad.
La limpieza étnica no es solamente una expresión de odio o una manera de vengarse; a menudo es una respuesta estratégica racional a temores fundados sobre la seguridad. Mientras más atrocidades se cometen en cualquier guerra civil étnica, más miedo tendrán unos de otros en ambas comunidades. La gente de los dos lados siente que depende de las milicias comunales para protegerles, incluso si esas mismas milicias están asesinando a miembros de la otra comunidad y contribuyendo a la escalación de la guerra.
En cierto punto de inflexión, ya no será posible que alguna autoridad, en ambas comunidades, pueda reunir partidarios determinados y suficientemente fuertes como para poner fin a la limpieza étnica que surgen en sus propias comunidades. Pasado ese punto, la guerra no podrá ser detenida sino hasta que las comunidades en guerra estén suficientemente separadas. Ya no importa cómo empezó la guerra, ni siquiera si la mayoría de los miembros de ambas comunidades quieren realmente una guerra étnica. La limpieza étnica continuará hasta que prácticamente todos los vecindarios urbanos mixtos, las ciudades y los distritos rurales hayan sido separadas, mientras las fuerzas que representan a los más fuerte de esas comunidades siguen matando o ahuyentando a miembros de la otra. El resultado será una escisión de facto.
Tras el atentado contra la mezquita de Samarra en febrero pasado, quedó claro que la guerra en Iraq había pasado ese punto de inflexión. Importantes líderes de las comunidades sunníes y chiíes, incluyendo a clérigos, hicieron enérgicos esfuerzos para reducir el aumento de los asesinatos religiosos, pero sin tener ningún impacto mesurable.
Desde 2003, más de dos millones de iraquíes han huido de sus hogares y casi cinco mil más lo hacen diariamente. Cientos de ciudades, pueblos y distritos urbanos en Iraq, que eran étnicamente mixtos hace cuatro años, ya no lo son.

Si la Escisión Es Inevitable
Pese a las fuertes presiones norteamericanas para que compartan el poder, no hay suficiente apoyo para esta posición entre los chiíes (ni entre los kurdos). Incluso si se pudiera de algún modo lograr acuerdos de paz, ningún lado impondría los acuerdos sobre su propia comunidad. Si existió alguna vez la posibilidad de que Estados Unidos determinara el curso futuro de la política iraquí, esa posibilidad murió hace algún tiempo.
Una encuesta en septiembre, del Programa sobre Opiniones en Política Internacional, constató que el 82 por ciento de los chiíes iraquíes dicen que estamos perjudicando, no mejorando, la situación de seguridad; el 71 por ciento de los chiíes quiere que nos marchemos dentro de un año, y el 62 por ciento piensa que los ataques contra los soldados norteamericanos son justificados. Las opiniones chiíes frente a la presencia militar norteamericana se han endurecido desde entonces, tanto por desacuerdos en política como algunas enfrentamientos reales. Íntimamente, muchos chiíes ya nos han arrojado al tacho de basura de su historia. Las opiniones sunníes sobre Estados Unidos son todavía más negativos, pero importan menos, porque son el lado más débil.
Algunos políticos y analistas académicos proponen ahora una escisión controlada de Iraq como una manera de poner fin a los asesinatos sectarios. Los opositores a la escisión dicen que podría provocar todavía más refugiados, y no pondría fin a la guerra.
Los dos lados en este debate están haciendo la pregunta equivocada. La cuestión ya no es si debemos dividir Iraq, sino si podemos impedir que Iraq se escinda él mismo.
Probablemente no. El hecho de que prácticamente todos los sunníes y la mayoría de los chiíes todavía se opone a la escisión, no es relevante; la estructura de la situación los obliga a actuar de manera tal que están dividiendo al país de todos modos.
Finalmente habrá una línea de separación de facto -incluso si partes de ella cruzan derechamente por Bagdad. La supervivencia hará que ambos lados se aseguren de que la línea sea muy difícil de cruzar; las barreras y puestos de control que las fuerzas norteamericanas están tratando de instalar en partes de Bagdad, se multiplicarán por todas partes.
Un aumento de las tropas norteamericana no cambiará nada de esto. La presencia de las fuerzas de la coalición en Iraq probablemente aminoró la escalada de la guerra civil sunní-chií -en contraste, Bosnia pasó de una situación no violenta a una guerra a toda escala en un solo mes, marzo de 1992-, pero no pudo pararla.
A principios de noviembre, los jefes militares norteamericanos en Iraq admitieron que un esfuerzo de tres meses para concentrar nuestros recursos en la seguridad de la población en Bagdad ni siquiera había logrado impedir que la situación siguiera deteriorándose. Un aumento de las tropas del orden de un 14 o 14 por ciento no hará hoy posible, lo que antes era imposible.
Ni siquiera está claro si los esfuerzos de desarme de las milicias implicadas en limpiezas étnicas, tales como los esfuerzos norteamericanos actuales contra elementos parias de la milicia chií Ejército Mahdi, reducirán realmente la pérdida de vidas. Las mismas milicias se encargan de la seguridad de sus propias comunidades.

Ayudando a Reinstalarse a Iraquíes
Hace poco, después de un atentado con camión bomba especialmente horroroso en Bagdad, líderes chiíes y funcionarios del gobierno iraquí y hasta el primer ministro Nouri al-Maliki se quejaron de que debido a las acciones norteamericanas contra el Ejército Mahdi, se habían retirado los puestos de control que pudieron haber impedido el atentado. Esta no es la primera vez que líderes chiíes hacen esta queja. La mayoría de los chiíes de Iraq cree sinceramente que las fuerzas norteamericanas les están impidiendo defenderse a sí mismos.
Estados Unidos todavía tiene una misión militar en Iraq cuya conclusión es esencial: la protección de los refugiados. Nuestros 160 mil militares fuertemente armados son más que suficientes para proteger, transportar y reinstalar a aquellos iraquíes que todavía no se han convertido en refugiados, pero probablemente se convertirán a medida que la guerra civil se acerca a su conclusión. Deberíamos identificar las 150 a 200 ciudades, pueblos y zonas urbanas que más riesgo corren de ser limpiadas étnicamente -y quedarnos allá hasta que podamos organizar transportes bien defendidos para los que quieran mudarse.
Estados Unidos debería hacerlo porque es lo correcto. Algunos que podrían, de otro modo, morir en manos de los escuadrones de la muerte, sobrevivirían si las fuerzas norteamericanas les protegieran el tiempo suficiente para reinstalarse en seguridad y sin convertirse en indigentes.
También debemos reconocer que ahora la mayoría de la gente casi en todas partes del mundo nos responsabiliza de todos los males que han caído sobre Iraq desde 2003 -y lo seguirán haciendo por cualquier cosa durante muchos años más. Todo lo que reduzca ese acta de acusación, aunque sea un poco, actúa en aras del interés nacional.
Más allá de esto, debemos repensar cómo estabilizar el futuro de la región. Incluso con las poblaciones sunníes y chiíes en gran parte separadas, Iraq seguirá siendo inestable: su terreno plano, rutas relativamente buenas, y la segunda reserva de petróleo del planeta proporcionan tanto oportunidades como motivos como para que los perdedores de una vuelta lo intenten de nuevo más tarde. Las potencias adyacentes, incluyendo a Turquía, Irán y Arabia Saudí tendrán ahora motivos poderosos para intervenir.
La región más amplia del Golfo Pérsico también se ha visto desestabilizada. Irán y los chiíes de Iraq serán los poderes naturales dominantes de la región, mientras que nuestros actuales aliados en el lado sur del Golfo son débiles no solamente a nivel externo sino internamente. Si sobreviven, lo harán con reformas o acomodándose. La disuasión norteamericana basada en el poderío militar ya no será suficiente.
La situación en Iraq y regiones adyacentes hoy es evocativa de muchos modos de la situación en los Balcanes a fines del siglo diecinueve. Enfrentadas a una configuración profundamente inestable de nacionalismo locales rivales e intereses de potencias mayores, las potencias europeas trataron de manejar la región con una serie de conferencias, tales como el famoso Congreso de Berlín de 1878. Al final, por supuesto, fracasaron en cuanto a la Primera Guerra Mundial, pero no es obvio que la iniciativa estuviera condenada al fracaso desde el principio.
Ahora se necesita algo así como un ‘Congreso de Amán'. Los partidos iraquíes, las potencias regionales y los poderes globales deben forjar modos de solucionar intereses rivales en la cambiada situación para minimizar los riesgos de una guerra todavía mayor que nadie quiere. Cada partido debe explicar a los otros qué políticas pueden esperar, y deben aprender de los rivales lo que no pueden tolerar.
Claramente, pocos partidos que necesiten hablar con sus rivales muestran signos de estar dispuestos a hacerlo. En particular, ni Estados Unidos ni Irán parecen dispuestos a hablar con el otro de manera constructiva. Quizás un logro suficiente para el Primer Congreso de Amán sea el acuerdo de que habrá otro.

Chaim Kaufmann es profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Lehigh.

11 de febrero de 2007
©new york times
©traducción mQh
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