confirman pena en caso joan alsina
Derechos humanos: Confirman condena a coronel (r) por muerte de Joan Alsina.
En el dictamen que reafirma el fallo de primera instancia del juez Jorge Zepeda, la Corte de Apelaciones consideró la muerte del sacerdote español como "un delito de lesa humanidad", al que corresponde aplicar normas del derecho internacional.
La Corte de Apelaciones de Santiago confirmó hoy la condena a cinco años y un día de prisión al coronel (R) del Ejército, Donato López Almarza, por el asesinato del sacerdote católico español Joan Alsina Hurtos, perpetrado días después del golpe militar de 1973.
La sentencia del tribunal de alzada reafirma el fallo de primera instancia en el caso dictado por el juez Jorge Zepeda, a cargo de la causa contra López Almarza, a quien imputó el cargo de homicidio calificado.
En su dictamen, la Corte consideró el caso como "un delito de lesa humanidad", al que corresponde aplicar normas del derecho internacional.
El mayor (R) López –único sobreviviente de la patrulla que dio muerte a Joan Alsina- comandaba un destacamento del Regimiento Yungay de San Felipe que viajó a Santiago para reforzar las acciones militares de las primeras semanas de la dictadura.
Alsina fue detenido por efectivos de ese regimiento en el Hospital San Juan de Dios, donde trabajaba, quienes lo trasladaron hasta el Internado Nacional Barros Arana (INBA) en Quinta Normal. En ese liceo, el personal del Yungay tenía su campamento y allí se mantuvo por esos días a un número indeterminado de detenidos.
El 19 de septiembre, tras haber sido torturado, fue llevado al Puente Bulnes, sobre el río Mapocho, donde, por orden de López Almarza, un recluta de 18 años, Nelson Bañados, le disparó siete balazos desde corta distancia.
Días después el cadáver de Alsina fue encontrado aguas abajo y las autoridades militares afirmaron que se trataba de un "terrorista" que había muerto en un enfrentamiento con una patrulla.
Al momento de su muerte, el sacerdote pidió al recluta Bañados que no le vendara los ojos, para poder bendecirlo y darle el perdón, según confesó el propio recluta al sacerdote Miguel Llodrá, que investigó personalmente la historia del cura Alsina.
Bañados ratificó después la versión en el juicio por el asesinato y tiempo después, agobiado por los remordimientos, se suicidó.
También murió el coronel Mario Caravés, que como capitán comandó la patrulla que detuvo al sacerdote, lo torturó y después lo condujo al puente.
Relato del Soldado
En los expedientes se consigna la declaración del soldado que disparó al sacerdote español: "Al llegar al Puente Bulnes mi capitán frenó (López). Yo me bajé como lo hacía con cada uno de los que fusilaba y saqué a Juan del furgón y fui a vendarle los ojos. Pero Juan me dijo ‘por favor, no me pongas la venda, mátame de frente, porque quiero verte para darte el perdón'. Fue muy rápido. Recuerdo que levantó su mirada al cielo, hizo un gesto con las manos, las puso sobre su corazón, movió los labios como si estuviera rezando y dijo ‘Padre, perdónalos'. Yo le disparé la ráfaga y cayó al tiro. Quería dispararle con la pistola, pero lo hice con la metralleta para que fuera más rápido. El impacto fue tan fuerte que volteó su cuerpo y prácticamente cayó solo al Mapocho, yo tuve que darle un empujoncito no más. Otros a veces caían al piso del puente y había que levantarlos y echarlos al río. Eran las diez de la noche y de este fusilamiento no me voy a olvidar nunca más".
La Corte de Apelaciones de Santiago confirmó hoy la condena a cinco años y un día de prisión al coronel (R) del Ejército, Donato López Almarza, por el asesinato del sacerdote católico español Joan Alsina Hurtos, perpetrado días después del golpe militar de 1973.
La sentencia del tribunal de alzada reafirma el fallo de primera instancia en el caso dictado por el juez Jorge Zepeda, a cargo de la causa contra López Almarza, a quien imputó el cargo de homicidio calificado.
En su dictamen, la Corte consideró el caso como "un delito de lesa humanidad", al que corresponde aplicar normas del derecho internacional.
El mayor (R) López –único sobreviviente de la patrulla que dio muerte a Joan Alsina- comandaba un destacamento del Regimiento Yungay de San Felipe que viajó a Santiago para reforzar las acciones militares de las primeras semanas de la dictadura.
Alsina fue detenido por efectivos de ese regimiento en el Hospital San Juan de Dios, donde trabajaba, quienes lo trasladaron hasta el Internado Nacional Barros Arana (INBA) en Quinta Normal. En ese liceo, el personal del Yungay tenía su campamento y allí se mantuvo por esos días a un número indeterminado de detenidos.
El 19 de septiembre, tras haber sido torturado, fue llevado al Puente Bulnes, sobre el río Mapocho, donde, por orden de López Almarza, un recluta de 18 años, Nelson Bañados, le disparó siete balazos desde corta distancia.
Días después el cadáver de Alsina fue encontrado aguas abajo y las autoridades militares afirmaron que se trataba de un "terrorista" que había muerto en un enfrentamiento con una patrulla.
Al momento de su muerte, el sacerdote pidió al recluta Bañados que no le vendara los ojos, para poder bendecirlo y darle el perdón, según confesó el propio recluta al sacerdote Miguel Llodrá, que investigó personalmente la historia del cura Alsina.
Bañados ratificó después la versión en el juicio por el asesinato y tiempo después, agobiado por los remordimientos, se suicidó.
También murió el coronel Mario Caravés, que como capitán comandó la patrulla que detuvo al sacerdote, lo torturó y después lo condujo al puente.
Relato del Soldado
En los expedientes se consigna la declaración del soldado que disparó al sacerdote español: "Al llegar al Puente Bulnes mi capitán frenó (López). Yo me bajé como lo hacía con cada uno de los que fusilaba y saqué a Juan del furgón y fui a vendarle los ojos. Pero Juan me dijo ‘por favor, no me pongas la venda, mátame de frente, porque quiero verte para darte el perdón'. Fue muy rápido. Recuerdo que levantó su mirada al cielo, hizo un gesto con las manos, las puso sobre su corazón, movió los labios como si estuviera rezando y dijo ‘Padre, perdónalos'. Yo le disparé la ráfaga y cayó al tiro. Quería dispararle con la pistola, pero lo hice con la metralleta para que fuera más rápido. El impacto fue tan fuerte que volteó su cuerpo y prácticamente cayó solo al Mapocho, yo tuve que darle un empujoncito no más. Otros a veces caían al piso del puente y había que levantarlos y echarlos al río. Eran las diez de la noche y de este fusilamiento no me voy a olvidar nunca más".
30 de marzo de 2007
©la nación
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