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el nazi simpático


[Manohla Dargis] En la cama con un nazi simpático, y otros peligros de tiempos de guerra.
El revolcón terriblemente vulgar de Paul Verhoeven en ‘El libro negro' [Black Book] empieza en septiembre de 1944. Una joven mujer judía, la indomable Rachel Stein -llevada a la pantalla con feroz energía por la actriz holandesa Carice van Houten- ha estado ocultándose en la granja de una familia cristiana cuando un bombardero americano reduce la casa a pedazos.
No siendo una persona que deje que una carga explosiva de los aliados estorbe su estilo, Rachel se recompone, se limpia el polvo y se arroja en los brazos de un joven que pasa por ahí, el primero de una larga serie de elegantes rescatadores que la acompañarán a través de una maraña de intrigas y apasionados romances en una historia sobre el Holocausto como pocas otras.
Tras llamar la atención internacional primero con diversiones holandesas crudamente efectivas como ‘Eric, oficial de la reina' [Soldier of Orange], Verhoven se fue a Hollywood, a fines de los años ochenta, con diversiones cada vez más mañosas, y menos efectivas, como ‘Instinto básico' [Basic Instinct] y ‘Coristas' [Showgirls]. ‘El libro negro' es la primera película que ha rodado en su país natal en más de veinte años, y se nota en su vigor, en las tensas costuras de su construcción y en su voluntariosa irreverencia hacia su tema: en particular su insistencia de que no hay canallas obvios, incluso en medio de la ocupación nazi. Escrita por Verhoeven y su guionista ocasional, Gerard Soeteman, ‘El libro negro' incluye lo mejor y lo peor de las baratas brutalidades que son su característica.
Pese a la génesis no-hollywoodense del proyecto, ‘El libro negro' descansa en la misma fórmula que ha sostenido la carrera de Verhoeven en los grandes estudios, es decir en el sexo y la violencia desenfrenados, con cuerpos retorciéndose con el éxtasis del coito y revolcándose en los paroxismos de la muerte, y a veces al mismo tiempo. Los revolcones nunca aflojan en ‘El libro negro', una película en la que el cuerpo de una mujer judía es salvado de los campos de exterminio fuera de cámara, las cámaras de gas y los hornos, para convertirse en un sitio de negociación, un medio para sobrevivir y un espectáculo erótico. Maltratada y abusada, desnudada y vuelta a desnudar, Rachel -llamada así, hay que observar, por la madre de Israel-, sobrevive enmascarando su cuerpo con un disfraz pretendidamente ario. También se enamora de un nazi.
No cualquier viejo nazi, sino el jefe de la Gestapo en La Haya, donde Rachel ha aterrizado después de escapar de una emboscada que se cobra la vida de su hermano y de sus padres. Ahora colaborando con la resistencia, Rachel acepta su última misión a lo Mata Hari y accede a meter en la cama a Ludwig Müntze (Sebastian Koch), para descubrir algunos secretos nazis. Lo hace, y más que eso. Después de teñirse el pelo descaradamente rubio, Rachel gana la confianza del super elegante nazi y termina pronto en su dormitorio. A Müntze le basta una mirada a la parte de arriba de la cabeza donde asoman las raíces negras de su pelo, para intuir la verdad. Cogiendo sus pechos desnudos con sus manos, Rachel defiende su causa con una shakespeariana solemnidad: "¿No tiene una judía, eh... ojos?"
Yowza! En verdad, Rachel -que ahora se llama Ellis- se pregunta lo mismo de sus senos y luego de sus caderas. "¿Son judías mis caderas?" Seducido por la impertinencia de su argumento, o quizás de su físico, provisto seductoramente de ligas y medias negras, Müntze responde su pregunta silenciosa, pero firmemente. Cautivada por su sensibilidad, y, qué duda, por su decisión de perdonarle la vida -durante unas confidencias de almohada, este simpático nazi le cuenta que su esposa e hijos murieron en un bombardeo de los aliados- Rachel se ve obligada a navegar una línea cada vez más tenue entre el deber y el deseo. Es una línea todavía más frágil por el montón de complicaciones que Verhoeven introduce frenéticamente en la trama, dando a la película la extravagante sensación de ser una vieja película por episodios hecha bajo los efectos de la metanfetamina.
El caricaturesco realismo de Verhoeven, acentuado por una iluminación de comedia de tele, las balaceras montadas primitivamente, el rechinamiento de dientes, las balas silbantes y una estruendosa partitura, tiene el atractivo de las superficies duras. Diseñada para distraerse, ‘El libro negro' sólo funciona si te gusta la ficción más hortera, no la glosa histórica, independientemente de sus objetivos confesados. También ayuda si no te preocupa su flojo y burro relativismo moral, el que, entre otras cosas, hace que un personaje diga, al menos, que los holandeses no son mejor que los nazis, un punto que Verhoeven trata de reforzar reconfigurando una atrocidad del clásico de horror de Brian De Palma, ‘Carrie'. Arrojar un cubo con excremento humano sobre tu heroína ciertamente quiere decir algo, aunque sea nauseabundo.
Dada la frecuencia con que se sube el ruido en la película, no está bien que Verhoeven no haya gastado más tiempo en su imagen más provocadora, que muestra a un sobreviviente del Holocausto detrás de la valla de alambre de púas de un kibbutz israelí en 1956 e indica que la supervivencia judía sigue siendo una historia de nunca acabar.
‘El libro negro' ha sido clasificada como R. (Los menores de 17 deben ir acompañados por sus padres o un tutor adulto). Incluye balaceras, un enorme contenedor con desechos humanos, lenguaje soez y desnudos frontales.

Black Book
Dirección
Paul Verhoeven Guión (en holandés, alemán, inglés y hebreo, con subtítulos en inglés) Gerard Soeteman y Verhoeven, sobre la base de una historia de Soeteman Fotografía Karl Walter Lindenlaub Montaje Job ter Burg y James Herbert Música Anne Dudley Diseño de Producción Wilbert van Dorp Producción Fu Works Productions (San Fu Maltha), Hector (Jos van der Linden) y Motel Films (Jeroen Beker y Frans van Gestel) Distribución Sony Pictures Classics. Duración 145 minutos.

Reparto
Carice van Houten (Rachel/Ellis), Sebastian Koch (Ludwig Müntze), Thom Hoffman (Hans Akkermans), Halina Reijn (Ronnie), Waldemar Kobus (Günther Franken) y Derek de Lint (Gerben Kuipers).

4 de abril de 2007
©new york times
©traducción mQh
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