primeros frutos de la campaña
[Charles Krauthammer] ¿Por qué cambiar de curso ahora que la campaña de seguridad comienza a dar sus frutos?
Cada día que pasa, el debate en casa sobre Iraq se desconecta cada vez más de las realidades de la guerra en el terreno. Los demócratas en el congreso están tan consumidos por la negociación entre sus grupos sobre el artilugio lingüístico más inteligente para asegurar en la legislatura el fracaso de la actual estrategia militar del gobierno -mientras no parezca que lo hace- que ni siquiera hablan sobre los primeros resultados visibles de esa estrategia.
Y los resultados preliminares son visibles. El paisaje está cambiando en los dos frentes de la actual campaña: la provincia de Anbar y Bagdad.
Las noticias desde Anbar son las más prometedoras. Sólo este otoño pasado, el más alto oficial de la inteligencia de los marines allá concluyó que Estados Unidos había, en lo esencial, perdido la guerra contra al Qaeda. Sin embargo, precisamente esta semana el comandante de los marines, el general James Conway, volvió a la provincia en una visita de cuatro días e informó que "hemos pasado la página".
¿Por qué? Porque, como ha escrito el teniente coronel David Kilcullen, el asesor australiano en contrainsurgencia del general David Petraeus, catorce de los dieciocho líderes tribales de Anbar se han tornado contra al Qaeda. Como consecuencia de ello, miles de reclutas sunníes se están presentando en comisarías de policía donde antes no se les veía. Por primera vez, antiguos bastiones insurgentes como Ramadi tienen una fuerza de policía sunní luchando esencialmente a nuestro lado.
El general en retiro Barry McCarffrey, un importante crítico de la estrategia de guerra de Bush, informa que en Anbar, al Qaeda hace frente "a una real y creciente oleada de oposición de los sunníes tribales". Y que "este es un combate crucial, y las cosas se están dando, de momento, de nuestro lado".
La situación en Bagdad es más incierta. El puente de ayer y los atentados en la Zona Verde demuestran la capacidad de los insurgentes de hacer volar sitios sensibles. Por otro lado, la pacificación sigue adelante. "No hay lugares seguros para los occidentales", informó el 3 de abril, Terry McCarthy, del ABC. "Pero la semana pasada visitamos cinco barrios diferentes donde los vecinos nos dijeron que la vida está volviendo a la normalidad". Informó desde Jadriyah, Karrada, Zayouna, el parque Zawra Park y la notoria Calle de Haifa, conocida anteriormente como el ‘callejón de los francotiradores'. Vio que "los niños habían vuelto a salir a jugar. Y los clientes están de nuevo en los mercados" y concluyó que "nadie sabe si está pequeña zona se ampliará o si será engullida de nuevo por la violencia. De momento, sin embargo, la gente aquí está contenta de poder disfrutar de una vida que parece casi normal".
Similarmente, Fouad Ajami, recién regresado de su séptimo viaje a Iraq, se muestra discretamente optimista y explica el cambio de esta manera: Fundamentalmente, los sunníes han perdido la guerra de Bagdad. La iniciaron con una campaña de terror indiscriminado que asumieron que acobardaría a los chiíes, a los que miran con desdén como tipos congénitamente ociosos y de clase baja. Se enteraron de otra cosa después de que el atentado de Samarra en febrero de 2006 encendiera la furia chií -que resultó en una despiadada campaña de las milicias secuestrando, matando indiscriminadamente y haciendo limpiezas étnicas que han convertido a Bagdad en una ciudad predominantemente chií.
Ahora Petraeus está tratando de completar la derrota de los rebeldes sunníes en Bagdad -pero sin el salvajismo de las milicias chiíes, a las que sus tropas están simultáneamente persiguiendo y erradicando.
¿Cómo llegados a este punto -con sólo la mitad de las tropas adicionales desplegadas- pueden los demócratas tratar de obligar a Estados Unidos a desistir? Los demócratas dicen que ellos están obedeciendo el mandato electoral de las elecciones de noviembre. Pero ganar una mayoría en el senado por un solo voto como resultado de una victoria mínima en Montana y Virginia es difícilmente una victoria arrolladora.
Segundo, si el electorado estaba enviando un mensaje cristalino sobre la retirada, ¿cómo pudo el senador Joe Lieberman, un incondicional partidario de la guerra, ganar fácilmente en uno de los estados más liberales del país?
Y tercero, ¿dónde está el mandato de la retirada? Casi ningún candidato demócrata basó su campaña en eso. Hicieron campaña para cambiar el curso de la administración en noviembre pasado.
Lo que el presidente ha hecho. Ha cambiado el directorado civil en el departamento de Defensa, remplazado al jefe del Comando Central y, más críticamente, remplazado al comandante de Iraq por Petraeus -aprobado unánimemente por el senado demócrata- para poner en práctica una nueva estrategia contrainsurgente.
John McCain no se hace ilusiones sobre las dificultades de esta guerra. Tampoco las tiene ahora. En su franco y valiente discurso en el Instituto Militar de Virginia defendiendo la guerra, describió los avances en Iraq al mismo tiempo que reconocía las enormes dificultades que se debían superar. Insistiendo en que el éxito en Iraq es tanto posible como necesario, McCain dejó en claro que está dispuesto a poner en la balanza sus ambiciones presidenciales, en realidad toda su carrera política, por una estrategia de guerra que es impopular pero que cree que debe ser adoptada por el bien del país. ¿Cuántos otros candidatos presidenciales -empezando por, digamos, Hillary Clinton- crees que actúan en el mismo espíritu?
Y los resultados preliminares son visibles. El paisaje está cambiando en los dos frentes de la actual campaña: la provincia de Anbar y Bagdad.
Las noticias desde Anbar son las más prometedoras. Sólo este otoño pasado, el más alto oficial de la inteligencia de los marines allá concluyó que Estados Unidos había, en lo esencial, perdido la guerra contra al Qaeda. Sin embargo, precisamente esta semana el comandante de los marines, el general James Conway, volvió a la provincia en una visita de cuatro días e informó que "hemos pasado la página".
¿Por qué? Porque, como ha escrito el teniente coronel David Kilcullen, el asesor australiano en contrainsurgencia del general David Petraeus, catorce de los dieciocho líderes tribales de Anbar se han tornado contra al Qaeda. Como consecuencia de ello, miles de reclutas sunníes se están presentando en comisarías de policía donde antes no se les veía. Por primera vez, antiguos bastiones insurgentes como Ramadi tienen una fuerza de policía sunní luchando esencialmente a nuestro lado.
El general en retiro Barry McCarffrey, un importante crítico de la estrategia de guerra de Bush, informa que en Anbar, al Qaeda hace frente "a una real y creciente oleada de oposición de los sunníes tribales". Y que "este es un combate crucial, y las cosas se están dando, de momento, de nuestro lado".
La situación en Bagdad es más incierta. El puente de ayer y los atentados en la Zona Verde demuestran la capacidad de los insurgentes de hacer volar sitios sensibles. Por otro lado, la pacificación sigue adelante. "No hay lugares seguros para los occidentales", informó el 3 de abril, Terry McCarthy, del ABC. "Pero la semana pasada visitamos cinco barrios diferentes donde los vecinos nos dijeron que la vida está volviendo a la normalidad". Informó desde Jadriyah, Karrada, Zayouna, el parque Zawra Park y la notoria Calle de Haifa, conocida anteriormente como el ‘callejón de los francotiradores'. Vio que "los niños habían vuelto a salir a jugar. Y los clientes están de nuevo en los mercados" y concluyó que "nadie sabe si está pequeña zona se ampliará o si será engullida de nuevo por la violencia. De momento, sin embargo, la gente aquí está contenta de poder disfrutar de una vida que parece casi normal".
Similarmente, Fouad Ajami, recién regresado de su séptimo viaje a Iraq, se muestra discretamente optimista y explica el cambio de esta manera: Fundamentalmente, los sunníes han perdido la guerra de Bagdad. La iniciaron con una campaña de terror indiscriminado que asumieron que acobardaría a los chiíes, a los que miran con desdén como tipos congénitamente ociosos y de clase baja. Se enteraron de otra cosa después de que el atentado de Samarra en febrero de 2006 encendiera la furia chií -que resultó en una despiadada campaña de las milicias secuestrando, matando indiscriminadamente y haciendo limpiezas étnicas que han convertido a Bagdad en una ciudad predominantemente chií.
Ahora Petraeus está tratando de completar la derrota de los rebeldes sunníes en Bagdad -pero sin el salvajismo de las milicias chiíes, a las que sus tropas están simultáneamente persiguiendo y erradicando.
¿Cómo llegados a este punto -con sólo la mitad de las tropas adicionales desplegadas- pueden los demócratas tratar de obligar a Estados Unidos a desistir? Los demócratas dicen que ellos están obedeciendo el mandato electoral de las elecciones de noviembre. Pero ganar una mayoría en el senado por un solo voto como resultado de una victoria mínima en Montana y Virginia es difícilmente una victoria arrolladora.
Segundo, si el electorado estaba enviando un mensaje cristalino sobre la retirada, ¿cómo pudo el senador Joe Lieberman, un incondicional partidario de la guerra, ganar fácilmente en uno de los estados más liberales del país?
Y tercero, ¿dónde está el mandato de la retirada? Casi ningún candidato demócrata basó su campaña en eso. Hicieron campaña para cambiar el curso de la administración en noviembre pasado.
Lo que el presidente ha hecho. Ha cambiado el directorado civil en el departamento de Defensa, remplazado al jefe del Comando Central y, más críticamente, remplazado al comandante de Iraq por Petraeus -aprobado unánimemente por el senado demócrata- para poner en práctica una nueva estrategia contrainsurgente.
John McCain no se hace ilusiones sobre las dificultades de esta guerra. Tampoco las tiene ahora. En su franco y valiente discurso en el Instituto Militar de Virginia defendiendo la guerra, describió los avances en Iraq al mismo tiempo que reconocía las enormes dificultades que se debían superar. Insistiendo en que el éxito en Iraq es tanto posible como necesario, McCain dejó en claro que está dispuesto a poner en la balanza sus ambiciones presidenciales, en realidad toda su carrera política, por una estrategia de guerra que es impopular pero que cree que debe ser adoptada por el bien del país. ¿Cuántos otros candidatos presidenciales -empezando por, digamos, Hillary Clinton- crees que actúan en el mismo espíritu?
letters@charleskrauthammer.com
14 de abril de 2007
13 de abril de 2007
©washington post
©traducción mQh
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